https://www.facebook.com/profile.php?id=100013865082806
Blog d'en Jordi Grau i Gatell d'informació sobre les atrocitats del Franquisme..... "Las voces y las imágenes del pasado se unen con las del presente para impedir el olvido. Pero estas voces e imágenes también sirven para recordar la cobardía de los que nada hicieron cuando se cometieron crímenes atroces, los que permitieron la impunidad de los culpables y los que, ahora, continúan indiferentes ante el desamparo de las víctimas" (Baltasar Garzón).
https://www.facebook.com/profile.php?id=100013865082806
PACO BARREIRA • MEMORIA HISTÓRICA • 19/03/2019
[...] "Tenemos que matar; matar y matar; ¿sabe usted? Son como animales, ¿sabe?, y no cabe esperar que se libren del virus del bolchevismo. Al fin y al cabo, ratas y piojos son los portadores de la peste. Ahora espero que comprenda usted qué es lo que entendemos por regeneración de España... Nuestro programa consiste... en exterminar un tercio de la población masculina de España [...].
Capitán Gonzalo de Aguilera Munro. Aguilera, nacido en Madrid en 1886 y fallecido en Salamanca en 1965, era un aristócrata, terrateniente y capitán del ejército sublevado en la Guerra Civil, durante la que desempeñó la función de jefe de prensa de los generales Franco y Mola. Así se expresaba Aguilera ante un periodista norteamericano:
«Tenemos que matar; matar y matar; ¿sabe usted? Son como animales, ¿sabe?, y no cabe esperar que se libren del virus del bolchevismo. Al fin y al cabo, ratas y piojos son los portadores de la peste. Ahora espero que comprenda usted qué es lo que entendemos por regeneración de España… Nuestro programa consiste… en exterminar un tercio de la población masculina de España. Con eso se limpiaría el país y nos desharíamos del proletariado. Además también es conveniente desde el punto de vista económico. No volverá a haber desempleo en España, ¿se da cuenta?».
«El gran error que han cometido los franquistas al empezar la Guerra Civil Española ha sido no fusilar de entrada a todos los limpiabotas. Un individuo que se arrodilla en el café o en plena calle a limpiarte los zapatos está predestinado a ser comunista. Entonces ¿por qué no matarlo de una vez y librarse de esa amenaza?». El capitán Aguilera añadió que, el 18 de julio de 1936 «hizo poner en fila india a los jornaleros de sus tierras, escogió a seis y los fusiló delante de los demás» para sembrar el terror entre ellos.
«Todos nuestros males vienen de las alcantarillas. Las masas de este país no son como sus americanos, ni como los ingleses. Son esclavos. No sirven para nada, salvo para hacer de esclavos. Pero nosotros, las personas decentes, cometimos el error de darles casas nuevas en las ciudades en donde teníamos nuestras fábricas. En esas ciudades construimos alcantarillas, y las hicimos llegar hasta los barrios obreros. No contentos con la obra de Dios, hemos interferido en su voluntad. El resultado es que el rebaño de esclavos crece sin cesar. Si no tuviéramos cloacas en Madrid, Barcelona y Bilbao, todos esos líderes rojos habrían muerto de niños, en vez de excitar al populacho y hacer que se vierta la sangre de los buenos españoles. Cuando acabe la Guerra destruiremos las alcantarillas. El control de natalidad perfecto para España es el que Dios nos quiso dar. Las cloacas son un lujo que debe reservarse a quienes las merecen, los dirigentes de España, no el rebaño de esclavos».
CAPITÁN GONZALO DE AGUILERA MUNRO / FRANCO / GENOCIDIO FRANQUISTA / MOLA / PACO BARREIRA
Al terminar la guerra civil, el 1º de abril de 1939, el número total de expatriados puede fijarse en 450 000, según Juan Bautista Villar aunque no haya unanimidad en cuanto a las cifras reales entre los historiadores. Unas 460.000 personas, según estima Hugh Thomas, habrían tomado el camino del exilio. Ricardo de la Cierva, por su parte, calcula en 527.000 el número de exiliados entre febrero y finales de abril de aquel año. Azaña, a su vez, (vol.III, p.553) habla de 220.000. Álvarez del Vayo afirmó que habían atravesado los Pirineos 440.000 personas. Finalmente, Sir John Simpson, en Refugees (Chattam House, 1939) habla de 453.000.1 Fuera cual fuese la cifra, para la inmensa mayoría, su destino fue Francia (430 000), seguido a considerable distancia de de los acogidos en las dependencias galas del norte de África (entre 12 000 y 20 000) y muy por detrás, momentáneamente al menos, exiguos contingentes refugiados en la Unión Soviética, otros países europeos y americanos, con 4 000. 3 000 y un millar, respectivamente.2
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la emigración española a Argelia data de mediados del siglo XIX y que continuó durante un siglo entero. De hecho, en la regió de Orán en 1886 había más españoles (92 000) que franceses (80 000), procedentes en su mayor parte de Valencia, Alicante, Murcia, Almería, Málaga y las Baleares. Se trataba, esencialmente, de una emigración económica aunque también hubo casos de emigración política de republicanos, liberales o carlistas si bien en escaso número.3
El 28 de marzo de 1939 las tropas franquistas ocupan Madrid con lo cual cae como un castillo de naipes toda la zona centro-sur que todavía estaba en manos de la República. A diferencia de lo que ocurrió en Cataluña, donde existía una frontera terrestre, en esta parte del territorio la única vía de salida era la marítima. Hay que tener en cuenta, además, que la armada fascista bloqueaba los puertos (después de la huida de la flota republicana bajo la comandancia del almirante Miguel Buiza Fernández Palacios -Sevilla, 1898-Marsella, 1963- desde Cartagena a Bizerta, Túnez) y que los prometidos barcos de rescate no llegaron nunca. Volveremos sobre la llegada a Bizerta de la flota más adelante. El muelle de Alicante se convirtió, en consecuencia, en una ratonera donde miles de personas (unas 15 000) desesperadas estaban hacinadas esperando un socorro que no se produjo. Al ser conscientes de ello, no pocos de ellos se suicidaron pegándose un tiro (hubo 50 suicidios en tres días) o lanzándose al mar. Para más detalles sobre el drama en el puerto lucentino se puede consultar el artículo que este mismo portal le dedicó en julio del 2018 bajo el título de “Alicante, 1939, una tragedia olvidada”
Entre marzo y junio de 1939 varios millares de españoles desembarcan en Argelia ¿En qué condiciones llegaron? ¿Cómo fueron acogidos por sus compatriotas ya instalados en este país desde hacía generaciones? ¿De qué manera afrontaron las autoridades francesas esta llegada de refugiados?
Desde los meses de febrero y marzo de 1939 hay un intercambio de telegramas entre el gobernador general de Argelia (GGA), Georges Le Beau, el general comandante de la división de Argel, los prefectos y los subprefectos que anuncian de la llegada a territorio argelino de refugiados españoles. Estas personas llegan utilizando diversos medios de transporte : pequeñas embarcaciones de pesca, bous,4goletas y también embarcaban sobre barcos de línea que transitaban por Argelia.
En una carta del 31 de marzo de 1939, el GGA al ministro del Interior le informa que el total de exiliados españoles en Argelia se elevaba a 5 100 personas a las cuales habría que añadir un número indeterminado de individuos llegados individualmente y alojados por sus familias.5
Pocos meses más tarde , el 10 de junio, las estimaciones del GGA son del orden de 5300 (2140 de los cuales en la región de Orán) ; 1 840 en los campos y el resto, en casa de particulares. En el departamento de Argel se contabilizan 3 160 refugiados.
A su llegada, todos disponían de pasaportes expedidos por la administración republicana con visados con destino a Méjico, Cuba o Nicaragua. Los concernidos declararon que eran los únicos pasaportes que podían tener para abandonar España y que no habían podido conseguir del consulado de Francia más que un visado de paso.
¿Cuál era la extracción social de todas esas personas? Entre ellos había ricos y pobres así como una gran diversidad de categorías profesionales y de niveles de instrucción. Predominaban, de todas formas, las clases populares, pero también había intelectuales y gente de profesiones liberales. Una carta del prefecto de Orán fechada el 26 de julio de 1939 da la lista de los refugiados españoles que ejercían ese tipo de actividades profesionales:
Centro nº1 : 7 oficiales, 2 médicos, 1 interno, 1 farmacéutico, 3 abogados, , 3 profesores, 4 institutores, 3 ingenieros, 3 periodistas, 1 escritor, 1 estudiante, 2 funcionarios. Entre las mujeres: 3 institutrices, 4 estudiantes,3 profesoras, 1 artista y 1 funcionaria.
Centro nº 2: 23 oficiales, 12 ingenieros, 25 agentes de la sanidad pública, 51 profesores, 6 periodistas, 18 funcionarios de justicia y 64 con otras profesiones.
En el campo de Morand (Médéa) fueron concentrados los miembros del ejército republicano y en la lista nominativa son mencionados el grado y la profesión anterior a la integración en el ejército.
La mayoría de los soldados, oficiales y suboficiales eran agricultores u obreros de la industria. Había entre ellos 3 médicos, 4 farmacéuticos, 7 abogados, 14 artistas y escritores, 5 ingenieros, 29 maestros de primaria o profesores de secundaria y 48 estudiantes. Varias personas declararon como profesión “industrial”, sin más.
¿Cuál era el motivo que impulsó a toda esta gente a abandonar España? Como en el caso de Francia, afirma Juan Bautista Villar, los refugiados podían ser tipificados en tres grupos. En primer lugar, los civiles que hallaron trabajo en la empresa privada (agricultura, industria, comercio…) que fueron los menos. Por otro lado, los excombatientes militarizados e internados en campos de trabajo que constituía el grupo más numeroso y con carácter casi obligatorio a partir del decreto francés del 12 de abril de 19396. Finalmente, quienes en razón de su ideología (comunistas, ácratas, izquierdistas tenidos por “radicales”…) eran considerados especialmente peligrosos por su comportamiento supuestamente conflictivo o por su bajo rendimiento en el trabajo. Estos fueron objeto de especial vigilancia y represión en campos de castigo. En la primavera de 1939, en total, había en Argelia 8000 refugiados españoles a los que hay que sumar 4000 en Túnez y un millar en el Marruecos francés.
Hay que recordar que, entre los primeros exiliados que llegaron a Argelia, estaban las personas que en marzo huyeron de Alicante a bordo del Stanbroook. De sus 2 638 pasajeros, los había de todas las clases sociales. Desde jefes militares a numerosos oficiales y simples soldados adscritos a los tres ejércitos. Desde gobernadores civiles de provincia, presidentes de tribunales de Justicia y catedráticos y profesores de universidad a otros funcionarios y servidores del Estado incluyendo a diputados a Cortes, maestros, abogados, médicos, ingenieros, arquitectos, farmacéuticos, veterinarios, periodistas, músicos, artistas y otros profesionales de las artes liberales. Pero también y sobre todo, multitud de personas de las más diversas profesiones y oficios. Desde tipógrafos, libreros, contables y oficinistas a ferroviarios, chóferes, mecánicos, zapateros, sastres, albañiles, mineros, dependientes de comercio o mozos de café. Eso sí, muy mayoritaria la procedencia del ámbito urbano.
De los 2 638 computados, 2 240 eran varones y 398 mujeres incluyendo en ambos grupos dos centenares de niños y menores. Se mencionan 94 extranjeros, que pueden ser incluidos, casi todos ellos, en profesiones liberales. Sobre todo intelectuales, militares y periodistas que habían permanecido en el país como periodistas y asesores después de la evacuación de las Brigadas Internacionales.7
El Stanbrook avanzaba lentamente tanto por la sobrecarga (su capacidad era de cien pasajeros en circunstancias normales) que llevaba como por haberse salido de la ruta deliberadamente para evitar en lo posible algún encuentro desagradable o la presencia de aviones enemigos que vigilaban la costa. La travesía duró 22 interminables horas por este motivo. Al llegar a Orán , la acogida oficial dispensada a los recién llegados resultó para estos profundamente decepcionante, Las autoridades de la ciudad, siguiendo instrucciones del gobierno Daladier no se mostraron favorables a recibir más pasajeros españoles e impidieron desembarcar a los del Stanbrook de igual manera que tampoco lo permitieron a aquellos que las últimas semanas habían llegado por vía marítima desde Alicante y otros puertos del SE peninsular. Estos buques todavía se hallaban atracados en el muelle de Ravin Blanc , reservado a tal fin, y sus pasajeros solo excepcionalmente eran autorizados a bajar a tierra, salvo que tuvieran previsto reembarcarse o repatriarse con otro destino. Exceptuadas las personalidades relevantes los demás tuvieron que aguardar sine die en los barcos y en condiciones infrahumanas la preceptiva autorización para poder desembarcar.
La actitud reticente e incluso hostil de las autoridades francesas de Orán al nutrido pasaje de este último buque se justificaba con argumentos tales como la casi imposibilidad de recibir más refugiados en una ciudad ya saturada, tanto más por cuanto habría que facilitárseles alojamiento, comida y cobertura sanitaria. En el fondo, sin embargo, el principal problema, aunque no declarado se debía- según Juan Bautista Villar- a la ideología del pasaje que chocaba con la bastante menos izquierdista de la administración francesa del momento, por no hablar de la que imperaba en la corporación municipal oranesa presidida por el abate Lambert, un sacerdote secularizado o en vías de serlo. Subyacía, a fin de cuentas, el temor a que los rojos españoleas contaminaran con sus ideas al vecindario oranés, europeo y judío y, sobre todo a que reavivasen los sentimientos nacionalistas de la población musulmana, doblegada, pero no convencida ni asimilada. 8
A pesar de la campaña a favor de los refugiados de periódicos como Oran Républicain la mayoría de los pocos que lograron desembarcar fueron internados en un centro de acogida, expresión eufemística que no dejaba de designar lo que era una prisión, y de hecho fue habilitado en el viejo edificio de la antigua cárcel, en la calle General Cérez. El edificio recibió transitoriamente al exministro y dirigente comunista Jesús Hernández, al general Mangada y otros jefes militares y personalidades civiles, sindicales y de la sindicatura llegadas en el Stanbrook, o por otros medios. En este, como en los otros depósitos cuya apertura no se dejó esperar, las condiciones de habitabilidad, en parte por la propia improvisación de los establecimientos, dejaba mucho que desear. La saturación del ubicado en la antigua cárcel (Centro nº 1) obligó a desviar varios grupos (mujeres sobre todo) a otro en Ain- Le-Turk.
No obstante los acogidos en el albergue fueron unos afortunados siempre según Juan Bautista Vidal, comparada su suerte con los que permanecieron a bordo. Estos, sin apenas comida y agua, severamente racionadas (una rebanada de pan por persona y una lata de arenques, sardinas o paté para cada uno, este era el menú diario), enfermos no pocos de ellos y sin medicinas, eran, además presa de los parásitos, y estaban hacinados hasta extremos de promiscuidad indescriptible. Baste decir que para ir a los dos únicos retretes había que guardar colas de más de un día y, si la necesidad apremiaba, mujeres, ancianos y niños se hacían cubrir con una manta por familiares y amigos para no quedar a la vista de todos mientras se aliviaban, o bien, en el caso de los hombres, evacuaban directamete en el mar sentados sobre la barandilla de cubierta y agarrándose a esta, de la misma forma que lo hacen fuera de la jaula algunas aves silvestres en cautividad.
Por otra parte, el temor de las autoridades a la propagación de epidemias (por los informes de los sanitarios que, esporádicamente, subían a bordo para hacer inspecciones) impedía a la población civil de Orán que quería prestar su ayuda el acceso a la nave siendo brutalmente rechazada a culatazos en el cordón de seguridad formado en el puerto con alambrada y vigilado por gendarmes, legionarios y soldados senegaleses en las inmediaciones del buque en cuarentena.
Aunque periódicamente grupos de pasajeros (especialmente ancianos, mujeres, niños y los considerados más peligrosos eran autorizados a desembarcar), pasaría un mes y medio hasta que el último refugiado abandonase la nave el 1º de mayo.9
Meses antes, el 5 de marzo, como se ha comentado, la flota republicana había huido al puerto de Bizerta10. Hay que decir, no obstante, que este hecho no sorprendió para nada a las autoridades de París. De hecho, casi un año antes, el 18 de mayo de 1938, el vicealmirante Le Bleny , comandante en jefe de la IV Región militar había mandado una circular secreta a las autoridades de Túnez y Argelia, dando instrucciones muy precisas y completas ante “ l’internement éventuel de la flotte gouvernementale espagnole à Bizerte11.” En Túnez, por otra parte, ya se había tomado la decisión relativa al destino de los refugiados. Serían conducidos hacia Mehri-Jebbès, una mina abandonada en las cercanías de la ciudad de Meknassi:, al sur del país. Formaba parte del control civil de Gafsa. Se trataba de una mina abandonada de resultas de su agotamiento, por la sociedad de los fosfatos tunecinos.
La autoridades de la colonia justificaban la elección del centro de Mehri-Jebbès por la llegada del ferrocarril hasta allí, porque había guardia destinada a mantener el buen orden y los edificios eran extensos y ventilados. El problema principal, sin embargo, fue el del sustento ¿Cómo garantizar regularmente el abastecimiento del campo? Los principios no fueron fáciles. Por el testimonio de un exinternado se sabe que que las condiciones en el campo de Mehri-Jebbès eran dramáticas:
Distribuidos por grupos, echan paja en el suelo para dormir en ella. No dan absolutamante nada más.! Ni ropa, ni plato… Nada! Se pasa mucha hambre. Las instalaciones de agua (que las hay) las han cerrado. Y aparece la sed.
Dentro del campo se había designado a un intendente español para para garantizar la distribución de los alimentos entre los refugiados. Un crédito de 4 francos se había fijado al día y por hombre para el sustento y la leña. Con el tiempo se elevaría a 5’50.
Obviamente la situación en la que se veían obligados a malvivir los internados minaba su moral y estado de ánimo. Así lo explica el exinternado de Mehri-Jebbès
Debido a las condiciones en que viven los refugiados, el estado moral es deplorable. Privados de todo contacto con el exterior, obligados a vivir desde hace cinco meses con las mismas personas en un ambiente siempre igual, obligados a una abstinencia física cruel, sin distracción ni estímulos de ninguna clase, sin noticias de sus familias, la resistencia de los refugiados, ya probada por tres años de guerra atroz, estaba llegando a su fin.12
Béchir Yazidi, investigador de la universidad de La Manouba, en el área metropolitana de Túnez, pone de manifiesto una contradicción en el comportamiento de las autoridades francesas frente a los refugiados. Por un lado se notifica oficialmente que “los refugiados republicanos tienen estatuto de refugiados políticos y se benefician del derecho de asilo.”Sin embargo, su tratamiento en los centros de acogida no tiene nada que ver con tal estatuto. Al contrario, se les había considerado a partir de su llegada como gente peligrosa, que podía ser responsable de la alteración del orden público. Es lo que justificó a los ojos de las autoridades coloniales las medidas de seguridad excepcionales que habían rodeado su arribada, su desembarque y su transporte hacia el centro de Maknassi. Eran considerados casi como presidiarios. Esta consideración se verifica en la organización del campo.
El campo está guardado por 120 guardias móviles bajo la orden de un jefe de escuadrón , garantizando la guardia del campo, que está rodeado por alambre de espino. La llamada se hace mañana y noche. Se ha previsto un local disciplinario. Un informe diario acerca de las distintas incidencias del día, redactado por el comandante español del campo, va dirigido a la Orden de la Guardia Móvil, que lo comunica al Controlador Civil.13
Volviendo a Argelia, vimos como el último de los pasajeros del Stanbrook había abandonado el barco el 1º de mayo. Las autoridades administrativas deciden por razones políticas transferir a los exiliados a los campos del departamento de Argel. El prefecto de Orán en una carta fechada el 14 de abril de 1939 dirigida a su homólogo de Argel le encomienda la custodia de 4.265 refugiados españoles. La razón invocada es que “la población europea [del departamento de Orán] es en un 80% de origen español”. Se temía, probablemente, un efecto de confraternización entre ellos si bien hay que tener en cuenta que en la ciudad había partidarios de ambos bandos. Tanto es así que el alcalde oranés, el abate Lambert, había sido recibido por el Caudillo el 10 de septiembre de 1937 y había expresado, según el ABC sevillano del día anterior, “su admiración por nuestra España y por Franco”.14
En el departamento de Argel se crearon 4 campos en el distrito de Orléansville (en la actualidad Chelf) y tres en el de Médéa. En el primero, próximo a la costa mediterránea, las condiciones climáticas eran similares a las que se daban en España (al menos en las regiones de origen de los exiliados). En Médéa, por contra, los campos estaban situados a 1.100 y 1.200 metros de altitud. Las temperaturas eran muy frías en invierno y caniculares en verano. Uno de los campos (Morand) era un antiguo cuartel militar. Se trataba de un grupo de 12 barracones bajo la vigilancia de 10 gendarmes y de una compañía de tiradores senegaleses. Un último campo estaba situado en el Sáhara, en Colomb-Béchar, en el SO. Solo es mencionado en los archivos para señalar la evasión de refugiados.15
Los refugiados españoles son rápidamente internados en estos campos y se propone su utilización como mano de obra barata en el sector de los puentes y calzadas (obra ferroviarias y de carreteras), en la agricultura, injerto de olivos salvajes. El ministro del interior Marx Dormoy había fijado su remuneración el 31 de marzo de 1939: “Mi sentimiento es que estando garantizada la alimentación a los trabajadores españoles, estos se constituyan en unidades de trabajo, bajo vigilancia rigurosa y no deben recibir más que una prima de rendimiento a determinar según las circunstancias y la naturaleza de su tarea”.16
Los militares españoles (oficiales y soldados) son agrupados principalmente en el campo militar de Boghar. En Orlénansville, Carnot, Molière y en Cherchell son concentradas las personas llegadas en familia; el cuartel Berthezène acoge a los hombres mientras que las mujeres y los niños son enviados al centro de Carnot. En el campo de Cherchell, además, fueron destinados los intelectuales y los franc-masones.
Los refugiados son considerados como soldados y un reglamento cuasi militar les es aplicado. El GGA17pide al prefecto de Argel (carta nº 11.224, del 14/06/1939) la aplicación del reglamento del SO de Francia en el campo de Boghar.18
Las condiciones de vida en este campo provocaron la alarma de los delegados de la misión internacional designada por la conferencia de París sobre los refugiados que visitó los centros de internamiento en Argelia en mayo de 1939. Esta misión explicaba en su informe:
En los campamentos, el servicio es prestado por los médicos españoles cuyas decisiones son controladas por los médicos franceses. Algunas precauciones se han tomado contra el peligro de epidemias, sin embargo, la sarna y los parásitos siguen siendo frecuentes. Por otro lado, un gran número de enfermedades (enfermedades sexuales o tuberculosis), se dejan al abandono. Además, los campos de Orán son evacuados gradualmente y los refugiados son dirigidos hacia Boghari.
Y concluía:
Podemos afirmar que, dado el calor reinante, podemos afirmar (sic) que ningún hombre podrá resistir esas condiciones. Están abocados a la desesperación, a la enfermedad y a la muerte.19
Sin embargo, para las autoridades de la Prefectura de Argel, la necesidad de mejorar las condiciones de internamiento de los milicianos en el campo de Boghart -y también en el de Boghari- no se planteaba en estos términos. Se trataba, antes que nada, de evitar los riesgos inducidos por una inactividad prolongada, susceptible de alentar, según palabras del gobernador general “la fermentación intelectual y la actividad política (…) de 3.000 hombres vigorosos algunos de los cuales habían adquirido una irritante experiencia en materia de guerra civil y de anarquía”.20
Otro campo que conocieron los exiliados republicanos, de los aproximadamente 70 que había en toda Argelia, fue el de Morand, cerca del pueblo de Boghari, a 135 km al sur de Árgel. Está ubicado en una desolada llanura sujeta a unas condiciones climáticas extremas propias del desierto con máximas estivales de 50º y noches de frío invernal.
Este campo había sido un antiguo cuartel militar de castigo para tiradores magrebíes del ejército francés. Llegó a concentrar a entre 3.000 y 5.000 refugiados que vivieron hacinados debido a la falta de higiene, de agua y de alimentos. Por si fuera poco estuvieron desprovistos de enfermería y de medicamentos. A los refugiados que perdieron la razón se les encerró en una barraca, sin ningún tipo de cuidado que era conocida como “la barraca de los locos” por los constantes gritos que se oían desde su interior.
El doctor Weismann Netter, que formaba parte de la misión de la conferencia internacional de París a la que anteriormente se hacía referencia, explica en su informe sobre el mismo:
Allí, el número de refugiados crece día a día. En un futuro muy próximo, este campamento será absolutamente inviable
No hay sombra, no hay protección contra los vientos del sur y en el verano ya no habrá agua. Las cabañas de madera están cubiertas de metal brillante que hace reverberación. Tendremos, inevitablemente, casos de insolación, de locura furiosa, etc21
El campo estaba organizado en barracas de madera sin suelo, rodeados de alambradas y vigilados por soldados senegaleses. En algunas de ellas llegaron a vivir amontonados 48 hombres.
Las condiciones en los centros de internamiento no diferían mucho de un país a otro, Argelia o Túnez, sino más bien dentro de una misma colonia los había más o menos duros con los exiliados en función muchas veces del personal que se encargaba de ellos. Ahora bien, situaciones extremas se producían en todo el territorio. Así, en el campo de concentración de Meheri-Zebbeus, en Túnez, a 2 de abril, tras la salida de los retornados a España quedaron 1736 refugiados. Reinaba un ambiente de desesperación. Los internados se quedaron desmoralizados y llenos de incertidumbres sobre su futuro. Un marinero de 19 años, Antonio Pont Cladera, escribió a su tío que vivía en Argentina:
Todo para mí se ha vuelto un mar de tormentos y agudos martirios, es tal el hambre que paso, calor, mal dormir, preocupaciones, […] que hay momentos que no sé lo que me digo. Tío, yo quisiera que me comprendiera bien lo que le relato en la presente, nunca creí llegar al extremo este, estoy convencido de que ya no existe humanidad. Nosotros, que hemos luchado por una causa justa y noble y, después de millones de traiciones por las naciones que dicen llamarse demócratas, que nos llevaron al caos de perder la guerra, y no conformes con esto […] nos mandan a un campo de concentración a que terminemos de morirnos de asco y desprecio22.
Si los internados en los campos de concentración no cumplían con sus tareas, o se rebelaban contra sus quehaceres, entonces llegaba lo peor. Numerosos refugiados eran conducidos a campos de castigo donde las condiciones eran aún más atroces. Uno de estos centros era el de Hadjerat M’guil, situado en el sur del Oranesado, en el inicio del desierto del Sahara, en los montes Ksour, en la región de Ain Sefra con altas temperaturas diurnas y noches frías. Allí había internados casi 300 prisioneros junto a 50 militares. Salvo los oficiales franceses, el resto eran goumiers (soldados marroquíes que servían en unidades del ejército francés). En el interior del campo, los internados vivían con escasez de agua y con comida de mala calidad con la consiguiente aparición de numerosas enfermedades sin ningún tipo de tratamiento, puesto que no había ni hospital ni médico. Únicamente se constataba la presencia de alguno cuando podía desplazarse desde el centro de Colomb-Béchar.
Según los testimonios, algunos deportados llegaban al campo disciplinario de Hadherat M’Guil con una “recomendación especial”. Los militares eran libres de acabar con ellos realizando una serie de torturas. Cuando los prisioneros llegaban al centro, el teniente Santucci y su fiel perro los recibía con las siguientes palabras: “Soy el amo de la vida y de la muerte.”
Se practicaron numerosas torturas, entre ellas cabe mencionar las siguientes: La Noria, Paliza con palos, la Jaula, el suplicio de la tumba y el Pozo. Eliane Ortega Bernabéu para ejemplificarlo explica un caso particularmente tétrico.
Otra muerte cruel y odiosa, es la del marinero José Álvarez. Padece disentería grave. El médico “prestatario” alemán L. Kinsky, de las Brigadas Internacionales, pide que sea evacuado al Hospital de Colomb-Béchar porque su estado es crítico. Finidori considera que no vale la pena. Cerca del cementerio hay una pequeña cueva donde se depositan los cuerpos hasta ser enterrados. Es como un pudridero. Allí lo manda encerrar el teniente Santucci, lo meten vivo y además, aún consciente, se lo comunican. Cierran la boca de la cueva con una piedra y un centinela, durante varios días con sus noches, hace guardia delante hasta que muere. Enterrado en vida, enclaustrado en la soledad más cruel, hasta la muerte.23
Nueve prisioneros fueron asesinados debido a las torturas de los oficiales Santucci, Finidori Dauphin y Riepp. En 1943, los citados oficiales serían sometidos a un consejo de guerra y condenados a muerte.24
Para escapar a los campos , los refugiados españoles no tenían más que dos posibilidades. La primera estaba en función de los medios financieros de los que disponían los interesados. Los que tenían en su posesión sumas de dinero importantes eran autorizados a instalarse en las ciudades. Alquilaban habitaciones de hotel en Argel, Cherchell u Orléansville mientras que hubo pocas autorizaciones de residencia en Orán. Algunos refugiados, por otra parte, declaraban recibir mensualmente una suma de dinero de sus parientes que se habían quedado en España.
Con la declaración de guerra en septiembre de 1939, las autoridades francesas que no querían de ninguna manera, según Béchir Yazidi, la liberación de los prisioneros, encontraron al fin la solución de su problema. El gobierno de Daladier había promulgado un decreto-ley que que permitía la militarización de los extranjeros “apátridas” en tiempo de guerra como “prestatarios” al servicio del Ejército tanto en Argelia como en Túnez. Los “apátridas” eran los ciudadanos que habían caído bajo regímenes nazi-fascistas. Entre ellos, y en su mayor número, los republicanos españoles. Con esta justificación legal se formaron regimientos de trabajadores extranjeros encuadrados por reservistas del Ejército y de la Legión..
El objetivo de esta medida era el de continuar el internamiento de los refugiados bajo una forma diferente porque “si se hubiera querido utilizar a los refugiados para contribuir al esfuerzo de guerra, hubiera sido fácil encontrar una mejor ocupación a los aviadores, marinos y demás oficiales republicanos españoles, que salían de la escuela práctica de la guerra de España, en lugar de usarlos como trabajadores de pico y pala.25”
Hemos visto cómo acogieron a los exiliados las autoridades coloniales en los diferentes países del Magreb. Nos centraremos ahora en el recibimiento que tuvieron por parte de la sociedad civil en estos territorios.
¿Cómo trataron los autóctonos a los refugiados? En Túnez, la población no manifestó ni un apoyo explícito ni un rechazo categórico. Hay que tener en cuenta que los acontecimientos de abril de 193826 que amenazaban la propia existencia del movimiento nacionalista, la precariedad de la vida de los tunecinos ligada a la coyuntura mundial relegaba a un segundo plano la cuestión de los refugiados.
En este contexto, algunos militantes del Neo-Destur, partido independentista de tendencias izquierdistas, hacen correr el rumor de que los refugiados españoles van a encontrar fácilmente empleo bien remunerado mientras que los tunecinos serán discriminados una vez más.27
Sin embargo el testimonio oral de algunos miembros del partido y de habitantes de la ciudad de Kasserine donde los españoles eran numerosos permite matizar este supuesto resquemor de los tunecinos y encontrar también ejemplos de solidaridad como la manifestada por R.Driss, miembro del partido de Bourguiba que recuerda el apoyo del Neo-Destur a la causa republicana desde el inicio de la guerra.28
La ola de apoyo a los exiliados se fue ampliando con el tiempo. El drama que padecían se había convertido en un pretexto para para una confrontación entre las fuerzas de izquierda y el gobierno del protectorado. El trato que se había reservado a los españoles en los campos suscitó en las fuerzas políticas y sindicales una reacción de hostilidad contra las autoridades coloniales. Las condiciones de vida en los centros de detención eran deplorables hasta el punto de que se les había calificado como campos de internamiento e incluso de concentración.29
La extrema desconfianza de las autoridades francesas con respecto a los republicanos españoles, la mayor parte de los cuales eran elementos “izquierdistas” justificaría los malos tratos.
Por su parte, la Unión Departamental de los Sindicatos de Túnez (U.D.S.T) en un informe sobre los refugiados afirmaba:
La U.D.S.T lamenta que los poderes públicos persistan en considerar a los republicanos como como si fueran condenados de derecho común. Y protesta por la estrecha vigilancia de que son objeto en Meknassi y por el extremo rigor con el que son tratados30.
El secretario general de la U.D.S.T, Bouzanquet, se desplazó incluso a Meknassi en donde se entrevistó con algunos refugiados y les explicó que tenían derecho al trabajo según las leyes francesas. Para disminuir la tensión el Residente General francés, Eirik Labonne, propuso al líder sindical que se explotase la mano de obra que constituían los refugiados españoles para que ayudaran al desarrollo económico de la región de Kasserine31.
En el caso de Argelia y, en concreto de Orán, la mayoría de base popular, incluidos amplios sectores de las clases medias, estuvo al lado de la República a la que apoyaron con importantes donativos, obras sociales e incluso voluntarios. Sin embargo, los ambientes socialmente más elitistas, reforzados por sectores populares de ideología conservadora (las asociaciones católicas, por ejemplo), estuvieron con Franco, a quien brindaron su más firme apoyo. El Socorro Rojo y el Auxilio Social funcionaron simultáneamente en el Oranesado al servicio de las respectivas causas. En Orán, la capital departamental, mientras el Centro Español o la Casa de España (Casa de la Democracia desde 1939), la asociación hispana más influyente, se decantaba por la República durante la guerra, organizando actividades diversas en su favor y recaudando fondos, su rival, el Ateneo Español, se inclinaba con igual firmeza y entusiasmo por el bando sublevado, que contó, además, con apoyo de la Cámara de Comercio y de Beneficiencia Española.32
Mención aparte merece el periódico Oran Républicain. Este periódico de tendencia izquierdista había sido fundado en 1937 bajo la dirección de Pierre Tabarot y Edmond Auzas. El rotativo nació gracias al apoyo de personalidades socialistas o radical-socialistas de la ciudad además del soporte de pequeños socios de la comunidad judía. Sirvió de modelo al diario Alger Républicain.
En su edición del 30 de marzo de 1939, el diario oranés titulaba: “Varios aviones y navíos conducen a Orán a más de 2.000 refugiados que huyen del terror fascista.” Entre ellos había 118 mujeres y niños.
El periódico comentó en muchos artículos los esfuerzos realizados por parte de organizaciones, asociaciones, partidos… para solucionar el problema. Durante las primeras horas y días muchos auxilios vinieron de los españoles residentes en la urbe argelina. Todos los testimonios, según afirma la historiadora Hammouche-Bey Omar Rachida de la Universidad de Orán, coinciden en que la solidaridad de la colonia española y de los oraneses en los primeros días resultó decisiva debido a la inhibición de las autoridades francesas. El primer artículo está fechado el 28 de marzo de 1939, en el nº 766 y está escrito por un corresponsal de Sidi Bel Abbes. Su título es “Para los refugiados españoles.” En los días sucesivos irían apareciendo artículos con títulos parecidos sin ser firmados por periodistas u otros como el “ Socorramos a los refugiados españoles” aparecido en los números 771 (2 de abril); 773 (4 de abril); 775 (6 de abril) y 776 (7 de abril) cuyo contenido era el siguiente:
Es sin tardar que el Socorro Popular os llama a atenuar el sufrimiento de todos aquellos que han podido huir para escapar a la represión feroz de los franquistas.
Mujeres, niños, heridos, los verdaderos defensores de la democracia esperan vuestra ayuda humanitaria.
Ropa, tabaco, víveres calzado, papel para cartas, he aquí los objetos que son más necesarios.
Las donaciones en naturaleza o en metálico son recibidas en nuestra permanencia del Socorro Popular, Boulevard
Gallian, 12, Casa de la Democracia, Orán.
Se ruega a las personas que puedan alojar a refugiados que se presenten en nuestra permanencia enseguida.33
En su edición del 7 de abril de 1939, en el nº 778, p.6, Oran Républicain publica un artículo titulado “Partidos y agrupaciones” en el que se enumeran todas las asociaciones que participaron en la ayuda a los refugiados:
Socorro Popular de Argelia.
Partido Comunista de Argelia.
Partido Comunista (sección de St. Eugène).
Juventud Comunista de Argelia.
Y en otros números también aparecen:
Socorro Socialista a la España republicana (6 de abril, nº 775).
Partido Radical (6 de abril, nº 775).
Comité Internacional de Coordinación e Información para ayudar a la España republicana.
Los Jóvenes Amigos de la España Leal (organización integrada por jóvenes socialistas, comunistas y de otras tendencia políticas. Organizan conciertos para colectar dinero, vestidos o ropa).(6 de abril, nº 775 y 14 de abril, nº 783)34.
Llegados a este punto , podemos extraer algunas conclusiones:
1ª El exilio de republicanos españoles al norte de África fue cuantitativamente mucho menor que el que se produjo a inicios de febrero de 1939 en la frontera pirenaica.
2ª A pesar de ello, las condiciones en que se tuvo que llevar a cabo fueron tan duras, si no más, que las que debieron parecer los que huían de Cataluña.
3ª En ambos casos, el papel de las autoridades francesas fue el de intentar frenar el alud y, al no conseguirlo, el de tratar a los refugiados (con escasas excepciones) como si se tratara de delincuentes comunes.
4ª La población civil tunecina y argelina no manifestó entusiasmo por la llegada de los republicanos, pero tampoco-como sí lo hicieron las autoridades- un rechazo explícito. Las muestras de solidaridad más claras se dieron en el Oranesado argelino.
5º A diferencia de los que cruzaron la frontera por el norte, la gente que abandonó a la desesperada Alicante y otras zonas del SE peninsular, en barcos y aviones en marzo de 1939 vio como su drama era ignorado durante décadas y aún hoy se habla poco del tema.
En «Guerra civil Española»