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El PP cierra también la comisión interna sobre el espionaje en Madrid
EL PAÍS
Fernández de la Vega acusa al primer partido de la oposicion de encubrir el caso
Abierto el juicio oral contra la 'trama eólica' canaria del PP
JUAN MANUEL PARDELLAS
Un ex director general de Industria está imputado por cohecho
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EL AYUNTAMIENTO DE LA RODA
Contratos para una empresa vinculada con su concejala de Urbanismo
El Consistorio, gobernado por el PP, ha concedido a la empresa SAICO obras por más de 400.000 euros
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La mayoría cree que la Comunidad espió a políticos
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El 71% opina que Aguirre debe dimitir si se prueba la acusación.
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Tengo que ir al médico. A un buen psicólogo. Últimamente, no sé si las cosas más extrañas son normales o las cosas más normales me resultan a mí extrañas. Por ejemplo, voy conduciendo y diviso desde el coche centenares de molinos de viento. No veo gigantes, como le pasaba a Don Quijote. Veo torres de maletines llenos de billetes de 500 euros y alcaldes y concejales atados a las aspas, girando y girando. Y al juez Garzón saliendo de una de las torres rodeado de escoltas, en plan Elliott Ness con gafitas. Atravieso uno de esos páramos sembrados de paneles solares y, en lugar de pensar que tengo que cambiar la calefacción de casa por algún sistema de energía renovable, se me instalan en el coco recibos de la luz manipulados y facturas falsas de kilovatios/hora. Todo esto puede ser por leer muchos periódicos y pocas novelas de caballerías.
Lo peor fue una de estas últimas noches. Daba vueltas en la cama con dos nombres bailándome en el cerebro: Preston, Child; Preston, Child… Habían aparecido aquí, en Público. Preston & Child S.L. Así se llama una empresa del profesor de pádel de Ignacio González, vicepresidente de la Comunidad de Madrid y todopoderoso número dos de Esperanza Aguirre. Jugar al pádel no es una cosa extraña. Por mucho que culpen del invento a Aznar y a Pedrojota, el pádel es un juego entretenidísimo que ya se practicaba a mediados de los ochenta, importado por unos argentinos guapos y morenos. Algunos con coleta. Eso tampoco es extraño.
Lo peor fue una de estas últimas noches. Daba vueltas en la cama con dos nombres bailándome en el cerebro: Preston, Child; Preston, Child… Habían aparecido aquí, en Público. Preston & Child S.L. Así se llama una empresa del profesor de pádel de Ignacio González, vicepresidente de la Comunidad de Madrid y todopoderoso número dos de Esperanza Aguirre. Jugar al pádel no es una cosa extraña. Por mucho que culpen del invento a Aznar y a Pedrojota, el pádel es un juego entretenidísimo que ya se practicaba a mediados de los ochenta, importado por unos argentinos guapos y morenos. Algunos con coleta. Eso tampoco es extraño.
Cosas normales
Ignacio González también es moreno y lleva una coletita, pero blanca, canosa. Su profesor de pádel no es argentino, sino de por aquí. Se llama Carlos Martín y tiene muchas cualidades. Además de enseñar a jugar al pádel a los clientes de un hotel de lujo de Madrid, monta empresas inmobiliarias y hace cosas que a mí me parecen extrañas pero que –insisto, ¿eh?– a lo mejor son normales. Por ejemplo, el profesor de pádel entra y sale de la sede de la Comunidad para acudir a reuniones con Ignacio González o con altos cargos de alguna consejería. O queda con Jesús Sepúlveda, amigo de Aznar y por entonces alcalde de Pozuelo, para hablar de la explotación de un megapolideportivo. O envía un correo electrónico en el que reprocha a su jefe: “Si hubieras soltado lo que tenías que soltar…”, al hilo de alguna adjudicación en un concurso público. O, lo que ya es el colmo de la normalidad absoluta, el profesor de pádel consigue que la sociedad Ingesport, para la que trabaja, sea una de las 13 afortunadas entre un total de 500.000 empresas para recibir una inversión de 1,3 millones de euros de la Comunidad de Madrid.
Ingesport se dedica a gestionar instalaciones deportivas y centros de belleza, actividad esta última muy respetable pero que un servidor desconocía que figurase entre las preferencias inversoras del capital público de Madrid. Como uno es calvo y por tanto no tiene canas ni coleta pues no se me había ocurrido que el dinero de todos los contribuyentes se invirtiera en centros de belleza. Pero es que Ingesport “le interesaba al vice”, según dejó escrito Martín.
Total, que venga a darle vueltas a Preston y a Child; a Child y a Preston. Porque Carlos Martín, aparte de jugar al pádel, pasear a su perro boxer, conducir su Porsche Cayenne y conseguir contratos hasta del Ayuntamiento de Ruiz-Gallardón, también tiene Preston & Child, S.L. Antes, las empresas se bautizaban “Fulanito, viuda e hijos” o “Famaztella” (de Familia Aznar Botella). Ahora hay un registro infinito de marcas que uno puede comprar por muy poco dinero. Martín es más original… Preston & Child.
De repente caí. Me acerqué a esa estantería donde se guardan los libros que no se enseñan a las visitas, para que piensen que uno sólo lee a Paul Auster, a Borges, a Joyce y a Javier Marías. Allí estaban: Douglas Preston y Lincoln Child, coautores de al menos once best-seller de misterio. Allí estaba la novela, con los nombres en blanco sobre fondo negro y una horrible calavera. El libro de los muertos, se titula. Nada menos.
Tengo que dejar las pastillas que tomo para dejar de fumar, porque antes no recordaba los sueños y ahora, incluso despierto, sufro pesadillas. ¿Quién estará detrás de Preston & Child?
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Tag: Espías de Madrid, La semana, PP — Ignacio Escolar @ 9:01 pm
« Rajoy, de alfeñique a líder carismático
Pasó la noche del fuego, la nit de la cremá, y en las cenizas de las Fallas Mariano Rajoy enterró el pasado. El líder del PP hizo la mili en Valencia. Dos veces. A los veinte años, cuando por primera vez sintió en su pecho el tamborileo trepidante de los petardos de una mascletá. Y la segunda el año pasado, cuando del congreso del PP en Valencia salió como el Cid, vencedor después de muerto.
Las Fallas, como casi todas las fiestas, nacieron como una celebración pagana, la del gremio de los carpinteros, que una vez al año limpiaban a fondo sus talleres y quemaban los despojos en grandes hogueras. A uno de ellos, un visionario, se le ocurrió vestir con ropa a una de las piezas y colgarle un cartel irónico. Y así, de la sátira, del deseo de la hoguera, nació la tradición. Más tarde, algún obispo, algún Borja, cuadró el santoral y pasó la noche de las hogueras a la noche del 19, al día de San José, patrón de los carpinteros.
El ninot indultat es un invento moderno: de 1934. Desde esa fecha, cada año hay un muñeco que se salva de la quema, que sobrevive a la nit de la cremá para pasar a la historia. Es uno, sólo uno, y se libra del fuego por votación popular. El ganador oficial de este año se llama “queridas mascotas” y es una niña vestida de fallera que juega con un perro, su mascota. El ganador extraoficial va vestido de Milano, con ceñidor italiano, y es un presidente autonómico imputado por aceptar sobornos. No ha sido la votación popular sino su mascota, Mariano Rajoy, quien le ha salvado de la quema, aunque su indulto dista mucho de durar para toda la historia.
De todos los argumentos que ha usado la derecha política y mediática para defender a Francisco Camps desde que Garzón enseñó algunas de sus cartas, desde que el famoso sastre explicó su historia, el más tramposo es el del precio. Un presidente autonómico no se vendería por algo tan barato, por sólo 12.783 euros en trajes y chalecos de fantasía, repiten sus defensores. Camps no es tan tonto como para dejarse comprar por tres trapos cuando además los trajes le podrían salir gratis igual como gastos de protocolo, dicen ahora los mismos que en su día criminalizaron a Pilar Miró. ¿A quién vas a creer? ¿A un sastre que ni siquiera es sastre o a todo un presidente autonómico, con su camisita y su canesú?, repiten desesperados.
Busquemos guía y luz en el marxismo, en los hermanos Marx. Preguntaba Groucho en uno de sus diálogos más celebrados: “Señorita, ¿se acostaría usted conmigo por un millón de dólares?. “Por supuesto”, respondía ella. “¿Y por un dolar”, repreguntaba Groucho. “Qué se cree usted que soy”, contestaba la dama ofendida. “Eso ya ha quedado claro con la primera pregunta, ahora estamos negociando el precio”.
“Putos no faltan, lo que faltan son financistas”, decía Ricardo Darín en la genial Nueve Reinas. “No hay santos, lo que hay son tarifas diferentes”, recalcaba en la misma escena Darín haciendo una versión argentina de un dicho universal: todo el mundo tiene un precio. ¿Lo tiene Camps?
De demostrarse las gravísimas acusaciones que se le imputan, que su precio fuese popular, a la medida de todos los corruptos –tarifa Dacia Logan, no Jaguar V8– sería un agravante, no un eximente político: todo el mundo tiene un precio y el de Camps es de sólo 12.783 euros. Todo el mundo tiene un precio y el del presidente de la Generalitat valenciana sería tan barato que a saber qué no haría si la propuesta indecente fuese mayor. Todo el mundo tiene un precio y los había en Valencia que pasaban factura al Ministerio de Trabajo hasta de los chicles Trident. De las facturas de los trajes de Camps, sin embargo, nada se sabe.
El president de la Generalitat, que lleva semanas esquivando las preguntas de los periodistas, no sólo no aclara nada, no explica si pagó o no pagó esos trajes, sino que obliga con ello a la pobre Soraya Sáenz de Santamaría a elucubrar magistrales teorías económicas sobre la vida y la moneda. “Hay cosas que se pagan en metálico, cosas que se pagan con tarjeta, con transferencia… ¡es la vida misma!”, dice la mala Soraya, que no concreta a cuál de los tres subconjuntos de la vida misma pertenecen los 12.783 euros de Camps. Como dice otro presidente autonómico, Miguel Ángel Revilla, “si se probase que esos trajes se los han regalado sería terrible: quién coge poco, coge mucho”.
Mientras la Justicia aclara si Camps tiene una tarifa alta, baja o inexistente, el precio político que ha pagado Rajoy con su indulto resulta evidente. Por parecidas imputaciones, el PP ha suspendido de militancia o ha obligado a dimitir a la mayoría de los acusador por Garzón. A todos menos a dos: a Camps y a su número dos, el hermano de Kennedy, Ricardo Costa. Rajoy cubre así, con lealtad a la medida, las deudas de su segunda mili: el crucial apoyo de Camps cuando la lideresa amagó con asaltar el congreso de Valencia.
El indulto a Camps no le sale barato a Rajoy: no sólo liga su imagen política a la de un maniquí que puede acabar condenado por su buena percha, sino que también le ha obligado a ser igual de magnánimo con otros a los que no deseaba perdonar. De la misma nit de la cremá han salido indultados otros ninots de cara menos amable para el PP de Génova: los muñecos de la corte de Aguirre. Rajoy ha aprovechado el puente madrileño de San José –con festivalidad y alevosía– para dar carpetazo a la investigación interna sobre el espionaje en la villa y corte.
En Génova, más que por los anacletos, se muestran preocupados por las sombras de corrupción que manchan el gobierno de Aguirre: de la mansión de Granados al profesor de pádel de Ignacio González. En Madrid, donde la policía judicial no descansa, inquieta que la Operación Gürtel crezca aún más y el incendio suba a las plantas donde se pisa moqueta. Es lo malo del fuego: una vez encendida, la hoguera es muy difícil de frenar.
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21 Mar 2009
Conforme se incrementan las noticias sobre el caso Camps, nuestra zozobra va en aumento. Teníamos al President de la Generalitat Valenciana por un político insustancial, beato, fachilla, tan estimulante intelectualmente como la merluza hervida. Lo que no nos esperábamos es que fuera un sinvergüenza y, especialmente, que se vendiera presuntamente por medio plato de lentejas. ¡Hombre, Camps, un poquito de por favor!
No le han faltado reflejos, sin embargo, para contraatacar cuando se ha sentido acorralado. Al pobre hombre le acusan de haber aceptado sobornos en especie en forma de trajes, que él se encargó de lucir en todos esos eventos con que ha dilapidado nuestros impuestos: la America’s Cup, la Fórmula 1, la visita del Papa… Una forma sencilla de desmentirlo hubiera sido presentar las correspondientes facturas. En lugar de eso, sin embargo, salió en tromba con todo su gobierno y proclamó, enfundado en un terno que no le tocaba el cuerpo, que quien estaba siendo atacada era “toda la Comunidad Valenciana”. La fórmula debió de gustarle, porque la injertó en uno de sus lacayos, el presidente de la Feria de Valencia, Alberto Catalá. Catalá, que también adjudicó algunos contratillos a Orange Market, repitió el otro día que “quien trata de ofender y dañar a Camps ofende y daña a la Comunidad Valenciana”.
Convendrán conmigo que todo esto, desde el punto de vista zoológico, es muy interesante. En realidad la fórmula original es de Jordi Pujol. Es conocido que, cuando arreciaron sobre el Molt Honorable del norte las acusaciones por el caso Banca Catalana, Pujol se defendió aduciendo que a quien se atacaba en su nombre era a Cataluña. En su lógica, puesto que “Madrid” era la capital de una nación rival a la suya, todo se reducía a un conflicto nacionalista. Pero Camps es más español que el no saber idiomas. No es que no tenga nada que ver con el modelo de derecha tolerante y culta de Convergència i Unió, es que para el hombre de Milano la capital de su única nación es Madrid. Y por eso resulta un poco ridículo clamar ahora que “Madrid” nos ataca.
No, Paquito. Si resultas ser un chorizo, lo serás tú solo, no cinco millones de valencianos. A ver si ahora, además de corrupto, nos vas a salir megalómano.
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El vicepresidente reconoce que dio información "equivocada" a los periodistas y anuncia que la televisión pública abrirá una investigación
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La firma pasó de una cifra de negocios de 1,5 a 2,6 millones en 2007 gracias a los contratos del PP y del Consell
Juanjo García Gómez, Valencia
Casi al mismo ritmo en que se confeccionaban los trajes con destino, según el auto del juez Baltasar Garzón, a responsables políticos valencianos como el presidente, Francisco Camps, o su número dos en el partido y portavoz en las Corts, Ricardo Costa, la cifra de negocios de Orange Market, la marca valenciana de la supuesta trama corrupta vinculada al PP, se incrementó de forma exponencial. Según las cuentas de 2007 presentadas por la firma que preside el imputado Álvaro Pérez, disponibles desde hace unos días en las bases de datos mercantiles, la sociedad elevó ese ejercicio nada menos que un 78% sus ingresos, al pasar de 1.486.856 euros a 2.649.400 euros. Un espectacular aumento en el año de la campaña electoral autonómica de Francisco Camps, en la que Orange Market realizó numerosos servicios, y en el que la firma gozó igualmente de contratos de la Generalitat. Aquel 2007, un año verdaderamente de vino y rosas -culminó con la fiesta sorpresa en Marrakech que Pérez y otros contratistas del Consell dieron en diciembre al director general de RTVV, Pedro García-, tiene hoy su contrapunto en la imputación de todos los gestores de Orange Market y dos ex responsables del Consell -Rafael Betoret y Víctor Campos- mientras el TSJ decidirá si imputa a Camps y a Costa. En 2006 la firma había logrado por segundo año la contrata del montaje del stand de Fitur y otras ferias, un encargo que supuso el 72% de todos sus ingresos de ese ejercicio. En 2007, además del stand por poco más de un millón de euros (contrata que ha mantenido hasta la última de 2009), Álvaro Pérez se ocupó de actos para la campaña electoral de Camps a la Generalitat. El importe no se conoce, pero la Sindicatura de Comptes censura que la empresa no le informara de servicios al PP por 175.000 euros. En la campaña de Camps de 2003 intervino Special Events, la matriz madrileña del jefe de la presunta trama Francisco Correa. Orange Market también participó en la presentación de la candidatura de Luis Díaz Alperi en Alicante en las últimos comicios locales de hace dos años. Los contratos de 2007 conocidos y cuyo importe ha trascendido suman 1,4 millones, el 52% de la facturación de la firma en aquel ejercicio. La empresa, creada en julio de 2003, tuvo ese año ingresos por tan solo 76.170 euros. Nada que ver con los 2,6 millones de 2007. Su facturación se ha multiplicado por 34 en cinco años. O, lo que es lo mismo, se ha incrementado en un 3.378%. Pese al volumen de negocio, la sociedad cerró el año con unos beneficios de sólo 4.971 euros, frente a los 13.374 de 2006. Claro que en 2003 los beneficios fueron 848 euros. La empresa, que cuenta con un capital social de 3.006 euros, aparece en informes comerciales con un endeudamiento considerado importante, de 483.816 euros, el 84% del total de su activo, que alcanza los 574.105 euros. El cuadro (abajo) muestra los ingresos y contratos hasta 2007, con lo que no se incluyen, además de los stands de Fitur de 2008 y 2009, trabajos como la fiesta de la Volvo Ocean (516.000 euros), la telemaratón de Canal 9 (2.500 euros), el congreso regional de 2008, una cena con Rajoy en Castelló, trabajos para la Fórmula 1, la Feria Hábitat (800.000 euros) o la despedida de Villalonga como gestor del Valencia CF, entre otros.
Las cuentas fueron presentadas por Cándido Herrero, consejero delegado e imputado también por Garzón. Los datos señalan la baja como consejero, reflejada con fecha 19 de febrero pasado, trece días después de saltar el escándalo, de Ramón Blanco Balín, ex vicepresidente de Repsol que fue imputado por Garzón. Lo ha sustituido Nuria Pérez Alonso.
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Sólo 151.000 euros en personal y 1,8 millones en "otros"
La Fiscalía confirma que Anticorrupción mantendrá la acusación ante el TSJ
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Tras el carpetazo al espionaje y a la vista de los escándalos populares
La derecha acostumbra a tener judicialmente la sartén por el mango y “el mango, también”
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El magnate leonés esta imputado en la Operación Gürtel
La Generalitat Valenciana admite ahora que una emisora de Ulibarri pirateaba a través del ente público
Ulibarri pierde una de sus emisoras piratas en la Comunidad Valenciana
El concejal dice que es un tema “reiterativo” y que Nombela no tenía ninguna “capacidad ejecutiva” en el distrito de Moncloa-Aravaca
Ballarín bloquea una pregunta de los socialistas sobre su asesor cesado por su implicación en la Operación Gürtel
El sastre del presidente valenciano se defiende de las acusaciones del PP y la derecha mediática
José Tomás insiste en que Camps no pagó los trajes en la tienda
José Tomás insiste en que Camps no pagó los trajes en la tienda
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