dissabte, 13 de maig del 2023

Si mi madre pudiera verme ahora

 https://www.eldiario.es/canariasahora/canarias-opina/si-madre-pudiera-verme-ahora-opinion-pino-sosa-presidenta-asociacion-memoria-historica-arucas_1_10201781.html

Pino Sosa Sosa. Foto Mónica Rodríguez

Pino Sosa

Arucas — 

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A veces pienso en Balbina, mi madre, y en la paz que habría sentido si supiera lo que yo sé ahora. Me refiero a los más de 50 años que ella sobrevivió a José, mi padre, sin saber si había muerto o seguía vivo, sin saber si se había marchado en aquel barco francés que se inventaron para mortificarla; si estaría bien, si pasaba frío … A veces es peor no saber, aunque la verdad sea tan dura como fue la nuestra, la de mi familia y la de otras que tuvieron la misma suerte. La de tantos demócratas que sufrieron todo tipo de calamidades solo por mantenerse leales a la República. Ya sé que fue hace mucho tiempo, pero imagina que hubiera sido tu padre el que desapareció sin dejar rastro.

Pino Sosa recupera los restos mortales de su padre, víctima del franquismo arrojada al pozo de Tenoya

Pino Sosa recupera los restos mortales de su padre, víctima del franquismo arrojada al pozo de Tenoya

Me tocó pertenecer a “los comunistas de Las Chorreras”, según me dijo un día don Francisco Hidalgo, -al que en Arucas llamaban ‘el cura chico’- con un tono muy alejado de lo que llaman compasión cristiana.  Yo era una niña roja y pobre -esto último me quedó muy claro en el colegio de las monjas donde separaban a las niñas según la clase social de sus familias-, y no tenía padre. Yo me preguntaba y por qué yo no tengo padre.

Con los años fui comprendiendo cosas y haciendo más preguntas. Tardé, pero al fin supe la razón de que  mi madre, mi tía Josefa y otras mujeres de Arucas pararan siempre junto al pozo de Montaña Blanca -conocido como Llano de las Brujas-, cuando pasábamos camino de Las Palmas para ir al médico o para hacer cualquier otro recado. Mi madre siempre me hacía esperar unos metros más allá, mientras ella y las otras mujeres se asomaban a la boca del pozo. Una vez vi que tiraban flores y me acerqué.

Esas caminatas a la capital tenían como objetivo llevarnos a la Cruz Roja para que nos miraran por la pantalla porque había mucha tuberculosis. Debieron ocurrir hacia 1942, lo sé porque yo tenía 5 o 6 años. Hasta 2018, varias décadas después, no resolvimos el enigma: la duda que había carcomido a mi familia desde el 19 de marzo de 1937: ¿dónde estaba José? 

José Sosa Déniz, latonero y socialista, mi padre,  fue uno de los hombres apresados en sus casas por falangistas en Gran Canaria en la madrugada del 19 de marzo de 1937, el día del padre. Por este motivo elegimos la fecha del 19 de marzo para nuestro homenaje anual junto al pozo del puente de Arucas, que es otro de los lugares que queremos excavar porque hay indicios - fuentes orales- de que también fue utilizado para hacer desaparecer a demócratas, igual que en Llano de Las Brujas y en el de Tenoya, los dos que ya hemos abierto.

La madrugada del Día del Padre de 1937 entraron en nuestra casa y se llevaron a José. No se volvió a saber de él hasta 2018, ¡en el siguiente siglo! Yo tenía 40 días de nacida cuando aquellos hombres entraron en nuestro hogar de malas maneras. Nunca lo conocí, pero siempre lo eché de menos. Siempre me faltó mi padre. 

Nos fuimos haciendo mayores. Antonio y yo nos casamos, nacieron nuestros hijos, Tony, Rita y Alejandro, y la vida fue pasando, pero siempre con la pregunta en la cabeza, siempre con la duda, siempre con la amargura de la injusticia, del crimen impune. 

La publicación del libro  “Isleta-Puerto de La Luz. Campos de Concentración” de Juan Medina Sanabria en 2002 fue un aldabonazo. Juan publicaba las primeras listas de desaparecidos en Gran Canaria. Aunque mi prima Balbina y yo ya buscábamos desde tiempo antes los pozos -se nos rompió algún  zapato de tanto andar por las laderas-, la publicación de este trabajo fue muy importante.

Cuando llegó la democracia me presenté en las listas del PSOE en el Ayuntamiento de Arucas y entré como concejala. Fue una de las primeras corporaciones y todavía quedaba mucho resabio franquista. En 1987 un día me levanté en un pleno y dije que había que abrir los pozos para sacar a los desaparecidos, se hizo un silencio …. 

En 2003 constituimos la Asociación por la Memoria Histórica de Arucas. Había muchos frentes que tocar: las familias, las instituciones, los medios de comunicación. Ya no estábamos tan solas. Pronto sentimos el apoyo de muchas personas, fue muy importante el de historiadores como Sergio Millares,   arqueólogos como Xavi Velasco o Martha Alamón o el del genetista José Pestano. Los técnicos municipales de Arucas Antonio Jiménez y Alicia Hernández fueron piezas clave para nuestra investigación. Siempre la vivieron como propia. 

También contamos pronto con el interés de los medios de comunicación. Eso nos permitió llegar a más gente, nuestra obsesión desde el primer momento fue llegar a las familias de los desaparecidos de Gran Canaria. Aunque habían pasado varias décadas y Franco estaba bien muerto, todavía encontrábamos resistencia a nuestro propósito de averigüar la verdad. Había mucho miedo, hoy todavía lo hay, pero entonces había mucho más.

También fue muy importante nuestra relación con otras asociaciones de memoria histórica de otros puntos de España. A Madrid hemos ido muchas veces. En 2006 para presentar la denuncia ante la Audiencia Nacional por las desapariciones de Arucas, como hicieron otras asociaciones. En total se presentaron 22 denuncias, pero aquello no terminó bien. Baltasar Garzón, el juez que quiso investigar las desapariciones,  acabó siendo juzgado en el Tribunal Supremo. Y yo, quién me lo iba a decir, acabé testificando a su favor. Una frase que dije en el Supremo se convirtió en el título de una obra de teatro que recreaba el juicio. Yo dije que nos habían quitado el pan y la sal al llevarse a mi padre, y la obra que se representaría en el Teatro Español de Madrid se tituló “El pan y la sal”. Me invitaron al estreno y claro que fui. El actor Alberto San Juan fue el principal impulsor, pero colaboraron muchos actores y actrices, hasta Nuria Espert.

Cuando miro atrás y repaso los últimos 20 años de mi vida, los que tiene la asociación, me pregunto de dónde sacamos las fuerzas, porque el camino que hemos recorrido es enorme. Cuando empezamos a  hacer preguntas y buscando información, muchos nos pusieron la zancadilla. Nos decían que no revolviéramos y yo les contestaba:  “No estoy revolviendo, estoy buscando a mi padre”. 

No era fácil plantear nuestras reivindicaciones, sufrimos muchos desaires y portazos. Pero también recibimos el apoyo de muchas personas.

El primer político que nos ayudó fue Adán Martín (presidente de Canarias entre 2003 y 2007). Él fue el primero en creer en nosotras, el que nos dio el dinero para abrir el primer pozo, el de Llano de Las Brujas, donde los arqueólogos encontraron los restos de 24 hombres arrancados de sus casas 80 años antes.

La foto del fondo del pozo con los esqueletos en la misma posición en la que cayeron en 1937 dio la vuelta al país. Recuerdo perfectamente aquel día, organizamos una rueda de prensa junto al pozo para informar de los hallazgos y vinieron todos los medios de comunicación. Era la prueba de que no estábamos locas. Teníamos razón.

Después de Llano de Las Brujas, en 2013, esta vez con el apoyo del Cabildo de Gran Canaria, abrimos el pozo de Tenoya, donde  encontramos  los restos de 14 cuerpos. Uno era el de mi padre. 

Si mi madre pudiera verme ahora, no solo sabría que hemos encontrado a José, también que ahora doy charlas en los institutos, y que en uno de ellos, el de San Mateo, han hecho una obra de teatro sobre la historia de mi vida. Fue muy bonita, lloramos mucho todos.

Yo solo quiero que no olvidemos lo que sucedió, recuperar a los demócratas que aún siguen desaparecidos en los pozos y en la sima de Jinámar y que la verdad se estudie en los libros de texto para que no vuelva a pasar.

Vestigios inequívocos: campos de concentración

 

https://elpais.com/opinion/2023-05-13/vestigios-inequivocos-campos-de-concentracion.html

La dictadura franquista se empeñó en borrar el recuerdo de los más de 290 campos de prisioneros y fue tan efectiva a la hora de coser la boca de los vencidos que la mayoría de la población española desconoce su existencia

Presos de un campo de concentración del franquismo en Sevilla.
Presos de un campo de concentración del franquismo en Sevilla.GRUPO DE TRABAJO RECUPERANDO LA MEMORIA HISTÓRICA DE CGT-ANDALUCÍA Y CONFEDERACIÓN HIDROGRÁFICA DEL GUADALQUIVIR
MARILAR ALEIXANDRE

Auschwitz, Mauthausen, Dachau, letanía de muerte que no necesita de explicaciones para ser reconocida. Mas tenemos nuestra propia letanía que para muchos nada dice: Albatera, Miranda de Ebro, Castuera, Jadraque.

Entre las evocaciones de los campos de concentración escojo la del poeta Paul Celan, cuyos padres murieron en el de Mijailovka, a orillas del Bug: “Llegado al recinto / del vestigio / inequívoco: / Hierba. / Hierba, / separadamente escrita”. El proceso de borrar de la memoria colectiva las estrategias de terror de los sublevados ha sido tan efectivo que para la mayoría de la población española el término campos de concentración sugiere únicamente los de la Alemania nazi. Fue una supresión por parte de la dictadura franquista, primero activa después implícita, ocultando el terror, los campos, las fosas, bajo estratos de silencio. A la violencia física —no en balde Mola en julio de 1936 establecía “hay que sembrar el terror”— siguió la violencia simbólica que persigue la aceptación por quienes la sufren. El temor cosió la boca de los vencidos. Ni se reconocía públicamente en voz alta la existencia de los campos, ni se hablaba de ellos en voz baja en la intimidad familiar. Lo sé bien, un tío mío estuvo en Albatera y solo supimos de ello en 2010. En consecuencia, la noción misma de campos de concentración franquistas era impensable; aún lo es para la mayoría. Según algunos historiadores la guerra no terminó en 1939, a la guerra regular siguió una irregular entre la dictadura y la resistencia armada republicana, la guerrilla, hasta 1952. Negar los campos, negar la guerrilla llamando bandoleros o atracadores a sus integrantes, ocultar la magnitud de la represión, arrojar los cuerpos de los asesinados en fosas comunes mezclados con otros cuerpos, son distintas facetas del discurso de los “25 años de paz”.

Sin embargo, la tozudez de las pruebas materiales evidencia una realidad incómoda: en España, según la investigación de Carlos Hernández de Miguel, hubo al menos 298 campos, unos creados con ese propósito, en campo abierto con barracones semejantes a los nazis y anteriores a ellos, otros en espacios reutilizados, plazas de toros, cuarteles o conventos, como Camposancos y San Marcos de León. Mal que pese a los negacionistas, los documentos franquistas no se recatan y los denominan campos de concentración. Durante décadas hemos contado con fuentes documentales y testimonios de presos y familiares, ahora tenemos además los vestigios inequívocos. Desde hace poco tiempo, pues la primera excavación arqueológica de un campo la llevó a cabo en 2010 Alfredo González Ruibal en el de Castuera, Badajoz, por donde pasaron entre 15.000 y 20.000 prisioneros hacinados en 80 barracones. Esto ha ocurrido 30 años después de las primeras excavaciones de campos nazis en los ochenta. Felipe Mejías ha excavado Albatera, un campo de gran contenido simbólico en el que penaron líderes republicanos e intelectuales como Tuñón de Lara o Eduardo de Guzmán, que en El año de la victoria nos dejó una estremecedora crónica de las vejaciones sufridas. La relación de vestigios inequívocos, evidencia del terror, es extensa, algunos ejemplos son el tamaño de los barracones que prueba el hacinamiento, la situación de las letrinas en un lugar visible que persigue la humillación, la pobrísima dieta que llevó a muertes por inanición, la ausencia o escasez de piletas, lo que impedía asearse y causaba que los presos fuesen literalmente comidos por piojos, chinches u otros parásitos y víctimas del tifus. En estos días de primavera conmemoramos la liberación de los campos nazis. Aquí no hubo liberación: los presos que sobrevivieron a las torturas, a las sacas y a las muertes por hambre fueron enviados a la cárcel o a campos de trabajo. El último campo en cerrarse fue el de Miranda de Ebro, el 13 de enero de 1947, quizá una buena fecha para un día que los conmemore.

Con todo la arqueología ha sacado también a la luz vestigios que revelan el empeño por mantener la dignidad: en Jadraque tres latas de conservas fueron convertidas en tazas, un preso del que no sabemos el nombre les fabricó un asa con alambre enrollado para evitar comer con las manos. Frente al propósito de dar a los vencidos la identidad de animales, encerrándolos entre alambradas de púas, obligándolos a beber agua de los charcos, la resistencia, la obstinación en ser humanos, haciendo eco a la pregunta de Primo Levi.

¿Por qué los campos de concentración franquistas no forman parte de nuestro imaginario colectivo? Es la suya, en palabras del arqueólogo Xurxo Ayán, una memoria ausente. El papel de la dictadura en borrar su recuerdo es innegable, pero Franco murió en 1975. Es necesario asignar fondos a las excavaciones, convertir en museos algunos campos emblemáticos, como se hizo en Alemania. Se lo debemos a los presos que sufrieron en ellos y sobre todo nos lo debemos a nosotros mismos como sociedad que no aparta la vista de su pasado.

El Transsaharià, el malson dels exiliats republicans al Magrib

 https://www.vilaweb.cat/noticies/com-a-casa-el-transsaharia-el-malson-dels-exiliats-republicans-al-magrib/



12.05.2023 - 21:40

Béchar, Algèria
Mapa a Google

La recuperació de la memòria històrica, i molt específicament en el cas de les dramàtiques conseqüències per als vençuts en la guerra del 1936-1939, és una tasca laboriosa i complexa, sobre el terreny i també als despatxos. Però hi ha tot un seguit d’entitats que, com formiguetes, van fent passos per recuperar la memòria i de retruc la dignitat dels represaliats. L’Arxiu de la Democràcia de la Universitat d’Alacant n’és un bon exemple. Va obrir la porta ara fa dues dècades amb la voluntat principal de recollir els fons documentals escrits, gràfics i sonors de persones o entitats destacades de la política, la cultura o l’economia del sud del país, especialment des del final del franquisme fins als nostres dies, però també per rescatar noms i fets caiguts gairebé en l’oblit.

Precisament, un dels camps de recerca en què s’ha especialitzat l’arxiu és el de l’exili poc estudiat dels republicans en terres del nord de l’Àfrica sota administració colonial francesa, d’ençà del març del 1939 fins a la independència d’Algèria el 1962. Es calcula que a les acaballes del conflicte bèl·lic hi van fugir no pas menys de 15.000 refugiats, la majoria de la meitat sud del País Valencià, d’Andalusia i de l’interior de la Península, a bord de vaixells de bandera estrangera com el Lézardrieux, el Rowyn, l’African Trader i el mític i èpic Stanbrook, que va salpar in extremis cap a Orà, amb quasi tres milers de persones, des del port d’Alacant el 28 de març de 1939.

La recepció no va ser millor que la de les desenes de milers d’exiliats que van optar per fugir cap al nord del país, per les Alberes. Les autoritats colonials franceses els van retirar la documentació personal i els van sotmetre a una vigilància estricta, en centres d’internament i de classificació improvisats. I amb l’esclat de la Segona Guerra Mundial i l’establiment del règim col·laboracionista de Vichy a la França ocupada pels nazis, molts d’ells van acabar en camps de concentració en zones pròximes al desert i integrats a la força a les Companyies de Treballadors Estrangers per a fer feina, en condicions extremes, a les explotacions mineres del Sàhara.

Els investigadors Juan Martínez Leal i Mercedes Guijarro Antón acaben de publicar a l’Arxiu de la Democràcia la llista dels interns en els camps de Bouarfa i Colomb-Béchar, dues poblacions a uns 140 quilòmetres l’una de l’altra a banda i banda de la frontera que separava l’Algèria francesa del protectorat francès del Marroc. Eren, de fet, el centre tècnic i l’administratiu d’un colossal projecte de línia ferroviària, el Transsaharià, que havia d’enllaçar amb 3.650 quilòmetres de raïls les possessions franceses del nord-oest de l’Àfrica, de Dakar a Alger, per a encaminar els recursos naturals de la regió cap a la metròpoli.

La llista, confegida gràcies als documents recuperats de la visita als dos camps de la Creu Roja Internacional durant l’estiu del 1942, inclou el nom fins de 1.934 interns (743 a Colomb-Béchar i 1.191 a Bouarfa), 1.760 dels quals eren republicans. Martínez i Guijarro n’han pogut establir la procedència geogràfica de 1.340 i, gràcies a això, ara podem saber que n’hi havia almenys 377 de provinents dels Països Catalans: una desena de les Illes, 63 del Principat i la majoria, 304, del País Valencià. Un d’aquests últims fou Antoni Gassó Fuentes, Gaskin, que ens va deixar escrit un valuós diari de les penúries i els horrors viscuts del febrer del 1941 al febrer del 1943 en presons, companyies disciplinàries i camps de càstig i mort al Sàhara.

La majoria de treballadors forçats va poder començar a deixar els camps disposats al llarg dels primers quilòmetres del Transsaharià després del desembarcament aliat a Algèria i el Marroc, a la darreria del 1942, i uns quants centenars es van enrolar posteriorment en les forces de la França Lliure, la majoria a la segona divisió blindada del general Leclerc. La novena companyia, formada exclusivament per republicans, va ser de fet la primera avançada que va entrar a París, el 24 d’agost de 1944, amb el borrianenc Amado Granell al capdavant.

I una mica més: En unes condicions habitualment molt dures, amb jornades laborals extenuants i pics de calor fins de 50 graus, no és estrany que molts dels republicans forçats a treballar en règim de semiesclavitud al Sàhara emmalaltissin i fins i tot hi perdessin la vida. Va ser el cas de Vicent Mataix Ferre, de Banyeres de Mariola, que es va morir al desert el 1940. La lluita de la família per a recuperar-ne les restes i repatriar-les al País Valencià, el 2013, va ser objecte del documentari L’últim tren de Bouarfa, de Rosa Brines.

Recomanació: Si us interessa de seguir el rastre de la diàspora catalana, consulteu també el portal Petjada Catalana.

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Cartilla pertanyent al fons d'Antoni Gassó Fuentes, àlies 'Gaskin'.