diumenge, 4 d’agost del 2024

“Rojas y de instintos perversos”: mujeres de Albacete represaliadas por el franquismo

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Milicianas en la siega del año 1938 en Albacete.

José Iván Suárez

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En los paisajes lejanos de la infancia, solíamos preguntar a nuestros mayores sobre la guerra civil y lo normal era encontrar la callada por respuesta. Lentamente, con pico y pala, contra los vientos del debate político y la controversia, la historiografía sigue llenando los vacíos del silencio. Ese terrible olvido que miles de familias se impusieron por miedo, vergüenza o por un instinto elemental de supervivencia.

Una vez acabada la guerra, no llegó la paz, sino la dictadura. O como contó Andrés Gómez Flores en su libro sobre el Franquismo en Albacete: “La posguerra fue la resaca de una prolongada borrachera de sangre y lágrimas. Una resaca que acabó anestesiando a la mayoría, que de un modo u otro se amoldó al flujo franquista”.

La amnesia de décadas ha sido feroz con las víctimas. Especialmente con las mujeres. La historiadora albaceteña María de los Llanos Pérez Gómez lleva mucho tiempo empeñada en devolver lo que, por justicia, corresponde a la ciudadanía: el conocimiento de nuestro pasado.

Cuenta a ElDiarioclm.es que “este libro muestra no solo que las mujeres también fueron objetivo de los represores, sino que la violencia ejercida contra ellas desde la justicia militar tuvo sus rasgos propios y unos objetivos específicos; la dictadura tenía un propósito determinado a la hora de violentarlas, juzgándolas tanto por ”rojas“ como por haber transgredido los límites socio-culturales de género que se les había impuesto”.

El libro del que nos habla no deja lugar a dudas. Se titula 'Mujeres de instintos perversos: la justicia militar franquista contra las mujeres en Albacete' y acaba de ser editado por Sílex, dentro de su colección Universidad Contemporánea.

La autora muestra, en cerca de 400 páginas, el fruto de su tesis doctoral. Un trabajo de cuatro años que “me cuesta mucho decir que está terminado”, explica Pérez Gómez y asegura que “lo cierto es que son todavía muchos los rostros de ese monstruo de mil caras que fue la represión franquista que quedan todavía por investigar cuando ponemos el foco en la violencia específica que sufrieron las mujeres”.

En la portada de este libro puede verse un grupo de mujeres en la Prisión Provincial de Albacete, el 23 de enero de 1942. Ellas representan a las 1.182 albaceteñas que fueron represaliadas en los primeros años de dictadura franquista. Son los datos que ha obtenido María de los Llanos Pérez Gómez, doctora en Historia Contemporánea por la Universidad de Castilla-La Mancha e investigadora del Seminario de Estudios del Franquismo y la Transición (SEFT), después de una intensa labor en los archivos de Albacete, en el General de la Administración, el General Militar de Guadalajara y, sobre todo, en el Archivo General e Histórico de Defensa. Así, repasando miles de expedientes, es cómo ha podido dar nombre y testimonio a cada una de las mujeres castigadas por “rojas”, “inmorales” o por “instintos perversos”.

Del empoderamiento a la sumisión

Explica la historiadora sobre este aspecto: “El castigo contra las mujeres contó con unos rasgos específicos relacionados con el género, ellas no fueron represaliadas por los mismos motivos que los hombres. Porque la realidad fue que los procedimientos militares no pudieron aislarse de la sociedad profundamente machista y misógina en la que se sucedieron, por lo tanto, por mucho que los consejos de guerra no distinguieron teóricamente a la hora de procesar a hombres y a mujeres, sí que lo hicieron en la práctica. De esta forma, se estaba trascendiendo el castigo político para abarcar también la transgresión de un modelo de mujer imperante, el impuesto por la dictadura”.

De una manera muy evidente, la situación de la mujer se transformó a partir del 1 de abril de 1939. Antes de que las tropas italianas entraran en Albacete, durante la Guerra Civil, en la retaguardia republicana, las mujeres de la ciudad y la provincia habían participado en política, organizado colectivos y se habían empleado a fondo en las fábricas y el campo por la causa antifascista.

Hoy hablaríamos de “empoderamiento”. Entonces, en la prensa local, se narraba en estos términos: “Nuestra mujer, la mujer manchega, que ha sentido la opresión caciquil, el hambre de sus hijos, la miseria de sus hermanos, su escarnio propio, es también antifascista. Pero su antifascismo es meramente pasivo, romántico. Es necesario que nuestras compañeras y hermanas, que nuestras madres comprendan todo el sentido de nuestra lucha; que vean que en nuestra guerra se decide su suerte y la de los suyos; que es tan suya como nuestra”. Las propagandistas lanzaban a diario mensajes similares, para que no quedara ni una sola mujer que faltara a la siega, al taller o al mitin.

Y, como decimos, cuando Albacete cayó en manos franquistas, el papel de la mujer empezó a ser otro. Es decir, regresó a su origen centenario. Los derechos adquiridos desde 1931 se desvanecieron y se recuperó el rol tradicional. Ese que propagó con fuerza la Sección Femenina desde el primer momento.

En aquella “hora histórica”, la misión de la mujer era “la formación espiritual” de la nueva España. Los puntos a seguir estaban claros: “No comentes ninguna orden; cúmplela sin vacilar”; “Que el hombre que está en tu vida sea el mejor patriota” o “No busques destacar tu personalidad, ayuda a que sea otro el que sobresalga”. La primera consigna era la sumisión. Contra esta “nueva” perspectiva, las mujeres que en los años previos estaban afiliadas a partidos políticos o simplemente eran familiares de “señalados” entraron en las listas de culpables de la Causa General.

La persecución tras la contienda empezó desde el primer minuto. El Gobierno Civil y Falange Española desplegaron su red de confidentes, delatores y denunciantes y los arrestos fueron masivos. A principios del año cuarenta, se cree que podría haber 7.700 personas en los presidios albaceteños. Los historiadores Damián González Madrid y Manuel Ortiz Heras comentaban que los militares tenían la vocación de castigar cualquier síntoma de incompatibilidad política y que “no se castigaban conductas criminales sino ideológicas”.

Los profesores manchegos realizaron esta afirmación en el libro 'Violencia franquista y gestión del pasado traumático'. Compañeros y maestros de María de los Llanos Pérez Gómez, los profesionales acumulan varias décadas de estudio e investigación de este triste pasado que se ha querido ocultar. Un pasado trágico en dictadura que nos habla de 12.587 víctimas mortales en las cinco provincias que hoy conforman Castilla-La Mancha relacionados con la rebelión, la guerra y la posguerra.

Con estas cifras, expresan que “objetivamente murieron más castellanomanchegos que vascos, catalanes o madrileños”. Un drama que analizan así: “Lo que parece evidente es que la especial intensidad de la represión dictatorial en las provincias manchegas guarda una relación directa con su inédito grado de politización alcanzado durante los años veinte y treinta”.

Vivas a Hitler

Así, el nuevo régimen surgido del fallido golpe de estado del 18 de julio 1936 se afanó en imponer la nueva ideología. Un autor que ha investigado esta época en Albacete, José María Gómez Herráez, daba cuenta de que, en 1939, “el número de militantes y adheridos el Movimiento, y en mayor medida el de miembros de las organizaciones juveniles, se fue multiplicando, de modo que el primero alcanzaría el 31 de agosto la cifra de 3.807, mientras el segundo llegaría a 15.466”. En aquella España, de desfiles y actos oficiales, se escondía otro país de hambre, enfermedades y presidio. Más allá de las carencias y el estraperlo, los titulares de la prensa se centraban en otros aspectos de la “realidad”. Visitamos la hemeroteca para ajustar más la lente sobre este tiempo tan desenfocado en Albacete.

“A la una de la tarde de hoy se formó una imponente manifestación, a la cabeza de la cual figuraban las banderas nacional y del Movimiento, que recorrió las principales calles, engrosando continuamente a su paso por ellas. El entusiasmo fue enorme en todo el recorrido y no se cesaba de dar vivas a España, a Alemania, a Italia, al Caudillo, al Führer, y a Mussolini, y mueras al comunismo y a la democracia”.

La crónica, publicada en el periódico FE, es del 25 de junio de 1941. Europa está en guerra y, entre tanto, Franco devuelve los favores a Hitler y el Duce. Mientras muchos cantan el “Cara al Sol” por las calles de Albacete, en las cárceles, otros tantos padecen piojos, palizas y frío. Fuera de nuestras fronteras, en el exilio, las Mujeres Antifascistas editan sus propias revistas y periódicos y, a menudo, denuncian la situación en los penales y campos de concentración españoles.

En una de esas páginas, encontramos esta descripción: “Frecuentemente se conocen casos de mujeres que han enloquecido en el tormento, o han perdido la vista, o el uso de algunos de sus miembros. Muchas han quedado enfermas o inútiles. Todas ellas van perdiendo la salud y envejeciendo prematuramente. Pero lo que no pueden conseguir los verdugos es romper su firmeza ni ablandar su fe en la causa de nuestro pueblo”.

Con estos trazos de miseria e indignidad, no extraña que, con llegada de la democracia a España, a partir de la muerte de Franco, la guerra civil pendiera en el aire como un asunto para olvidar. El miedo a repetir la historia sobrevoló durante el proceso complejo de la transición. Se amnistiaron los malos recuerdos y a sus causantes. Sin embargo, a partir del nuevo milenio, la dinámica memorialista empezó a zarandear “nuestro pasado traumático”.

En la provincia albaceteña, municipios como Almansa, Casas Ibáñez, Cenizate o Villarrobledo fueron de las primeras localidades en aprobar mociones y realizar jornadas de homenaje. En uno de estos actos, hace ahora veinte años, intervino una mujer llamada María Vergara “de Chamullas”. Ella pasó ocho años en las cárceles y aseguró que si volviera a nacer volvería a luchar contra el fascismo y por la libertad.

Historia de género

Las historiadoras están demostrando que no fueron casos aislados. La albaceteña Pérez Gómez es una de las profesionales que está ampliando el campo de estudio. Comenta para quien nos lee: “Durante mucho tiempo, la violencia franquista de los consejos de guerra, de los tribunales militares, ha sido considerada ”cosa de hombres“, porque eran ellos quienes ejercían esta ”justicia“ que fue denominada como ”del revés“, y quienes la padecían, las víctimas de esta. Esto se justificaba en que, cuantitativamente hablando, la mayoría de las personas que fueron juzgadas en estos procesos sumarísimos fueron hombres. Las cárceles en la posguerra estaban repletas de los denominados ”presos de Franco“, un masculino que nunca trató de incluir a las mujeres presas, que quedaron invisibilizadas durante años tanto por el Franquismo en un primer momento, como por la investigación con posteridad”.

Sin embargo, desde 1994 y el trabajo pionero de Encarna Barranquero, Matilde Eiroa y Paloma Navarro, las investigaciones de género han aumentado. Quizá no con el mismo vigor en Castilla-La Mancha, pero el goteo de trabajos llena decididamente el mar de desconocimiento. Imprescindible en esta causa, citar el artículo de Miriam González, publicado en el Instituto de Estudios Albacetenses y el libro “Aquí estamos nosotras. Represión y resistencias femeninas en Villarrobledo (1939-1949)” de Ana María Bascary Peña.

Su autora repasa los hechos ocurridos en el municipio albaceteño donde más represión hubo y revela que “en las primeras semanas del mes de abril, se desató una brutal oleada represiva que infundió el terror en la población. Setenta hombres y mujeres fueron torturados, asesinados, descuartizados en muchos casos, y arrojados, a veces aún con vida, a unos pozos de gran profundidad de los que se obtenía arcilla para fabricar las tinajas características de la ciudad, conocidos como Los Barreros. La represión fue muy intensa durante la primavera y verano de 1939”.

Hasta 115 mujeres nacidas o residentes en Villarrobledo fueron víctimas de la represión del régimen franquista. El terror extendió sus ragas por años y solo ahora, empezamos a conocer este relato silenciado. En la capital de la provincia, 18 mujeres, las 18 rosas albaceteñas, fueron fusiladas. Lo contó María de los Llanos en su último libro. Este verano da un paso más en sus investigaciones y pone nombre y apellidos a cada una de las víctimas. Decenas y decenas de mujeres que la autora define como “un grupo muy heterogéneo, cuyo nexo principal, quizá demasiado amplio, es su vinculación con los vencidos de la guerra civil”.

Mujeres desde los 14 hasta los 78 años de edad. “Mientras que algunas entraron en prisión y se enfrentaron a estos juicios siendo todavía unas niñas, otras lo hicieron como unas ancianas”, precisa la historiadora y añade que “independientemente de que las mujeres vivieran en un entorno más urbano o rural, la profesión que les atribuía la dictadura, como si de una masa homogénea se tratase, era la misma, sus labores, detrás de la cual descubrimos que había sirvientes, cocineras, limpiadoras, costureras, modistas”. Mujeres a las que nunca antes se les puso nombre. En Albacete, ya lo tienen.

Una profesional de la historia ha hecho justicia poética. Desde París, María de los Llanos Pérez Gómez concluye este reportaje con una declaración de intenciones: “Era y continúa siendo muy necesario abordar la perspectiva de género en cualquier periodo histórico, porque las mujeres han sido las grandes olvidadas de la historia durante décadas. Pero, además, en los estudios sobre la represión franquista, el sufrimiento que ellas padecieron ha tardado mucho más en salir a la luz, y aunque en la actualidad parezca que se trata de una cuestión de sobra conocida, lo cierto es que todavía queda mucho por avanzar”.