En poco tiempo empezará el proyecto arqueológico que dará a conocer cómo vivían las familias que en 1936 perdieron sus casas a consecuencia de los bombardeos fascistas. La exclusividad del enclave se halla en que es el único lugar no reconstruido tras la contienda.
MADRID
Madrid se reconstruyó muy rápido tras la Guerra Civil. Tanto que en la actualidad no quedan apenas vestigios de lo que se vivió en los cruentos años durante los que la aviación fascista masacraba las casas de los habitantes de la capital. Ardua tarea la de conocer un pasado reconstruido sobre las ruinas sin atender lo que un día quedó enterrado por el paso del tiempo. Un tiempo que, en este caso, se cifra en 86 años, los que han pasado desde aquel 1936 en los que las casas ubicadas en la denominada plaza de Robert Capa, en Vallecas, fueron bombardeadas. Cerca, muy cerca, se encuentra la vivienda inmortalizada por el célebre fotógrafo, justo en el número 10 de la calle Peyronceli.
Alfredo González-Ruibal, investigador del Instituto de Ciencias del Patrimonio (INCIPIT), adscrito al CSIC, comandará la intervención arqueológica en una zona exclusiva, única. En sus propias palabras: "A diferencia de Londres o Berlín, Madrid reconstruyó la mayoría de espacios destruidos por los bombardeos, porque la ciudad crece. No tenemos ningún lugar fosilizado de lo que ocurrió en aquel periodo excepto este". Se refiere al solar que quedó abandonado desde entonces, el lugar en el que cayeron aquellas bombas tan devastadoras, hoy convertido en una suerte de escombrera dada la inacción de las autoridades, se queja José María Uría, director del Área de Cultura de la Fundación Anastasio de Gracia, desde donde desarrollan la intervención conjuntamente al INCIPIT.
"No tenemos ningún lugar fosilizado de lo que ocurrió en aquel periodo excepto este", explica Alfredo González-Ruibal
Aquellas casas, desde el número 4 hasta el 10 de Peyronceli, no fueron reconstruidas pero sí ocupadas. "Sabemos que hubo una reocupación a partir de los años 50, hasta que demuelen las chabolas de Vallecas, seguramente a finales de los 70, y destruyen lo que quedaba de los edificios", agrega Ruibal. Él, que ya ha visitado la zona, ha podido atisbar cómo todavía se conservan las losas hidráulicas de las viviendas, "y quizá encontremos algún elemento subterráneo como bodegas", completa. En este sentido, solo los pavimentos hidráulicos ya adquieren un gran interés arqueológico por dos motivos: son el último testimonio que queda de edificios bombardeados en Madrid durante la Guerra Civil y, además, constituyen un ejemplo de la arquitectura que se daba en la capital antes de la contienda.
"Vamos a saber más de la vida de esas personas en función de lo que nos encontremos, aunque es un terreno muy arrasado, tiene gran potencial", agrega el arqueólogo. Se refiere a la capa de grava que se puso tras la destrucción final de los edificios, y aunque después se adecentó para convertirse en una plaza, con bancos y arbolado, ha terminado utilizándose como basurero y aparcamiento. "Con decapar y bajar unos 15 o 20 centímetros yo creo que ya encontraremos los primeros restos de los muros", enfatiza el experto.
Contextualizar los bombardeos
La sociedad actual no es capaz de hacerse una idea de lo que supusieron los bombardeos sistemáticos por parte de la aviación fascista
Desde su punto de vista, la sociedad actual no es capaz de hacerse una idea de lo que supusieron los bombardeos sistemáticos por parte de la aviación fascista que asolaron la capital durante años, opina el experto. "Está la fotografía de Capa, pero quizá aislada de su contexto. Si se musealiza la zona y se convierte en un centro de interpretación de los bombardeos de Madrid, será un recurso patrimonial y didáctico espectacular", agrega Ruibal. De hecho, no se trata únicamente de las huellas de impacto en una fachada, como ocurría con la mítica instantánea, sino toda una manzana que evoca los bombardeos estratégicos de la Segunda Guerra Mundial.
El arqueólogo del INCIPIT sabe que tras el proyecto arqueológico, el futuro del mismo no depende de ellos. "Siempre digo que somos casi animadores culturales, que llamamos la atención sobre algunos sitios, pero queremos que sea la gente y las instituciones quienes se apropien de esos lugares y esa memoria", aduce. Eso es lo que pretenden desde la Fundación Anastasio de Gracia, ligada a UGT. Uría, el director de su área cultural, habla del pasado de la zona: "El nombre de la plaza Robert Capa no está reconocido por el Ayuntamiento, pero nosotros colocamos un aplaca con Ian Gibson en 2018 que así la bautizó. Gracias a fotografías aéreas del propio Consistorio sabemos que en 1982, con el primer ayuntamiento democrático, Enrique Tierno Galván lo configuró como una plaza, estableció un perímetro de árboles alrededor e instaló bancos".
Las instituciones no cuidan la plaza
Así se mantuvo la plaza hasta la primera década del siglo XXI. A partir de entonces, los coches empezaron a subirse a la plaza, "y la inacción de las autoridades propiciaron que el espacio se convierta en un aparcamiento", remarca Uría. A ello le siguió el robo de los bancos y la degradación general del lugar. "Ahora vemos cómo empiezan a tirar basuras, pero voluminosas. Hay bidés, puertas, escombros... Es una auténtica pena", reflexiona este miembro de la ya mencionada fundación.
La mirada de Capa, en este sentido, enlaza la fotografía tomada en la casa en la que aparecen varios niños con la destrucción que seguiría en la ahora rebautizada plaza. "Desde que cayeron las bombas hace casi un siglo, nadie se ha querido volver a preocupar de esta zona, condenada al olvido", concede el mismo Uría, que denuncia que "es imposible que tal degradación de un espacio público hubiera pasado en un céntrico barrio de Madrid, pero es Vallecas".
Uría también piensa en el futuro: "Queremos que el edificio de Peyronceli se convierta en un centro de interpretación sobre los bombardeos aéreos de Madrid, y crear un museo al aire libre en la plaza gracias al relato que el equipo de Ruibal pueda construir con su trabajo". Si esto se llegara a realizar, la misma casa que aparece tiroteada en la fotografía de Capa y que estuvo habitada hasta hace algo más de un año, se convertiría en un lugar de encuentro para entender el pasado de España.
La memoria de los obreros
"Por eso defendemos su mantenimiento, porque los obreros también tenemos memoria", denuncia Uría
El enclave sería propicio para ello, pues tal y como señala el director del Área de Cultura, esas viviendas ahora de titularidad pública se construyeron en 1927 al calor de la llamada ley de casas baratas, un antecedente de lo que hoy sería las viviendas de protección oficial: "Por eso defendemos su mantenimiento, porque los obreros también tenemos memoria y la queremos conservar. No solo los palacios insignes, sino aquellos lugares que cuentan la historia de los que no suelen aparecer en los libros de historia", concretiza.
El miedo que tienen, a pesar de tener la autorización por parte del Área de Patrimonio del Ayuntamiento de Madrid y estar esperando la pertinente validación de la Dirección General de Patrimonio estatal, es que caduque el permiso de seis meses sin que la zona se adecente para comenzar la excavación. "Vemos cierta dejadez en esto. Incluso en la misma plaza había un mural para homenajear a Capa y las víctimas de los bombardeos y fue quemado. Se prometió que lo restaurarían hace casi un año y no han mostrado ningún interés en ello", relata Uría. La limpieza del solar es imprescindible para comenzar la prospección del georradar. "Necesitamos la plaza expedita, y si situación actual nos habla de la dejadez que las instituciones tienen en los barrios periféricos de Madrid", concluye el propio Ruibal.
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