El Parlamento foral, junto a la Asociación de Familiares de Fusilados de Navarra (Affna-36) y la asociación Pueblo de las Viudas, conmemoraron el martes el décimo aniversario de la aprobación de la ley de reconocimiento de los asesinados durante la represión franquista. Unai Hualde, presidente de la Cámara, recordó que “la sociedad civil ha ido muy por delante de las instituciones navarras en el trabajo de reconocimiento de las víctimas del golpe militar de 1936”. En este sentido, aseguró que “toca reconocer que las víctimas del franquismo sufrieron una desprotección por parte de las instituciones forales hasta el 10 de marzo de 2003”, fecha en la que se aprobó la declaración presentada por Affna-36 y Pueblo de las Viudas “para el reconocimiento y reparación moral de los ciudadanos navarros fusilados”.  

Entre las actuaciones llevadas a cabo destacó el impulso del Fondo Documental de la Memoria Histórica, proyecto que data de 2009 y cuyo fundamento es una base de datos para “intentar cuantificar la represión”. Fernando Mendiola, presidente de la entidad, recordó que aunque “el sufrimiento no se puede cuantificar y el impacto de la represión va mucho más allá de las estadísticas, es importante y es una herramienta necesaria”. De esta forma, entre los datos destacaron las 19.306 personas que fueron víctimas de un encierro, donde 18.704 fueron hombres y 602 mujeres, o las 580 agresiones por género, donde 575 fueron hacia mujeres. Así, el Fondo de Memoría Histórica recoge un total de 27.867 víctimas navarras de algún tipo de represión en el franquismo.  

Por su parte, Ana Ollo, vicepresidenta segunda y consejera de Memoria y Convivencia, Acción Exterior y Euskera, destacó otras de las medidas tomadas en los últimos años en favor de la memoria como la creación del banco de ADN, el Plan de Exhumaciones y mapa de fosas, el centro de documentación o el programa de escuelas con memoria. Así, aseguró que “Navarra es referente en materia memorialística a nivel nacional y europeo”. Sin embargo, Hualde mostró su preocupación ante el “fortalecimiento de determinados discursos de ultraderecha e incluso de apología del franquismo”.

Mientras, Amaia Lerga, presidenta de Affna-36, recordó que “no puede existir una memoria colectiva pacificada en los casos de graves vulneraciones de los derechos humanos sin el reconocimiento institucional del daño sufrido por las víctimas”. También aseguró que a pesar de los avances que se han logrado, “aún quedan asuntos pendientes”, como con el Monumento a los Caídos. “Que no pase otra legislatura para que actuemos sobre él”. Y remarcó que “la memoria histórica y democrática no se puede cuestionar porque los derechos humanos son incuestionables”.

Las familias

“A mi padre lo mataron de madrugada en las Bardenas”, recordó Fermín Arellano, nacido en Corella en 1934 y que con dos años perdió a su padre, Juan Arellano, fusilado la madrugada del 26 de julio cerca de la carretera de Ejea, junto con otras siete personas, entre ellos el alcalde. Arellano rememoró la última noche en la que vio a su padre, momento en el que se quitó y entregó la alianza de bodas a su mujer, antes de ser enviado a la cárcel de Tudela y de su posterior fusilamiento. Y junto a este testimonio se pudieron escuchar los de Elena Belzunegui, nieta de Miguel Labat Velasco, alguacil de Villava y también fusilado, y Joseba Gutiérrez, familiar de víctimas y exconcejal de Urdániz (valle de Esteríbar), localidad con una gran fosa en la que trabajó para encontrarla gracias al testimonio de un pastor. Gutiérrez rememoró el silencio, alimentado por el miedo, con el que vivió su familia. “No se hablaba mucho en la familia porque podía dar lugar a que te involucraras demasiado y te pusieras en peligro”. Incluso recordó “hasta dónde llegaba el miedo”, cuando su tío político nunca reveló donde estaban enterrados sus hermanos, asesinados el 18 de julio. “Aún no los hemos encontrado”.

Por su parte, Belzunegui apuntó que “las familias represaliadas no vivieron con odio dentro de su dolor”. Y aseguró que “más vale que no lo hicieron porque el odio es un sentimiento que mata y se trataba de subsistir, y yo creo que no lo hubieran podido hacer”. En este sentido, Gutiérrez añadió que “jamás” vio odio en las familias que había conocido, sino “todo lo contrario, les desarrolló el sentimiento humano”. Y, para no repetir los errores del pasado, Gutiérrez apostó por “enseñar todo lo posible en las aulas para fabricar una sociedad democrática y no violenta”. Añadió que en la actualidad “los chavales jóvenes que no han tenido experiencias traumáticas en su vida pueden caer fácilmente en que igual con la violencia se pueden solucionar muchas cosas”. En este sentido, recordó a las personas que están luchando en la guerra de Ucrania. “Los que salgan vivos de ahí no querrán volver a saber nada de una guerra”, añadió. 

Recuerdo

En este 20 aniversario de la declaración aprobada en 2003, Belzunegui aseguró que el documento supuso “un alivio y un bálsamo para muchas personas” y recordó que, para su madre”, los homenajes le “dieron vida”, aunque “murió con la pena de no haber encontrado a su padre”.

Asimismo, Gutiérrez pidió “que aunque pasen los años no se olvide porque hay que cerrar esa herida que aún está abierta. En las familias hay mucho duelo con esto porque han perdido seres queridos y no tenían un sitio para poder honrarlos”.