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MEMORIA HISTÓRICA
Los arqueólogos trabajan en una de las fosas del cementerio de Paterna. / EPDA
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El historiador Vicent Gabarda pone nombre y apellidos a los 2.238 fusilados entre 1939 y 1956 en la ciudad de Paterna
MARÍA JOSÉ ROS
“Si te dijera amor mio/ que temo a la madrugada/ no sé qué estrellas son estas/ que hieren como amenazas/ ni sé que sangra la luna, al filo de su guadaña...”. Este conocido tema de Luis Eduardo Aute no era una canción de amor, salvo para los censores de la época. Era el relato del horror que se vivió en todos los rincones de la geografía española en los años más oscuros de la historia. La entonces pequeña localidad de Paterna (poco más de 6.000 habitantes) fue uno de los escenarios de ese horror. 2.238 disparos, 2.238 vidas truncadas, 2.238 nombres, los nombres de la tragedia de ‘El Paredón de España’.
Ocurrían siempre de madrugada. Los condenados por el franquismo eran trasladados en camiones militares al paraje de Paterna conocido como El Terrer -actual ‘Paredón de España’-, ubicado a cierta distancia del cementerio. Procedían en su mayoría de las dos cárceles que en ese momento había en la ciudad de València (Modelo y San Miguel de los Reyes), aunque algunos venían de prisiones comarcales como la de Sueca, Gandia o El Remedio de Llíria. Colocados de espaldas al paredón, sobre el muro que permanece visible del mismo, y de cara al pelotón de ejecución -formado por soldados del acuartelamiento de Paterna- cada miembro del pelotón disparaba a un blanco prefijado, y luego era el oficial el encargado de dar el ‘tiro de gracia’. Más tarde, según las investigaciones basadas en las balas alojadas en los cadáveres exhumados, los soldados serían sustituidos por agentes de la Guardia Civil.
Los años más duros
La guerra había terminado, pero los vecinos de esta localidad de l’Horta Nord seguían oyendo el sonido de las balas con frecuencia. Era 1939. Los primero tiros del pelotón de ejecución empezaron a sonar el 2 de abril de ese año. “A continuación, y tras el paréntesis del mes de abril en que se estaba poniendo en marcha el engranaje de la maquinaria represiva, de los tribunales y de sus sentencias (...), comienzan las sacas continuas, a razón de tres o cuatro mensuales, y a razón de quince o treinta personas en casa una de ellas, aunque en ocasiones, como en noviembre de 1939 se realizaron siete de estas, con un total de 318 condenados, ejecutándose en ocasiones a 50 personas en un mismo día; y así durante todo lo que quedaba del primer año de la victoria y los cuatro años siguientes, hasta 1943”.
Lo cuenta el historiador Vicent Gabarda (Paterna, 1959), una de las personas que más ha investigado sobre la represión franquista en la Comunidad Valenciana. Fue este profesor universitario el que descubrió en 1984, con motivo de la elaboración de un trabajo de final de carrera, no solo el número de personas que habían sido fusiladas en Paterna, sino que les puso nombres y apellidos, en un exhaustivo trabajo que ha sido clave para la realización de los actuales trabajos de exhumación en el camposanto de esta población. “Aunque los años más duros fueron sin duda desde 1939 hasta 1943, las ejecuciones continuaron hasta noviembre de 1956, cuando fue pasado por las armas Doroteo Ibáñez Alconchel, maquis de la AGL, detenido unos meses antes”, explica.
De todas estas ejecuciones eran especialmente llamativas algunas sacas de vecinos de una localidad que fueron ejecutados en la misma jornada. “Sin duda son de destacar la saca del 14 de septiembre de 1940, en que fueron ejecutados 39 vecinos de Masamagrell, casi la totalidad de los que fueron ejecutados de este pueblo, y coincidiendo con la festividad de la patrona local, lo que conllevó además una serie de actos vejatorios para los condenados. Igualmente llamativos son los diez ejecutados de Benifaió el 27 de octubre de 1939, los once de Bocairent ejecutados el 15 de julio de 1939, los 19 de Cullera ejecutados el 30 de noviembre de 1939, los 17 de La Font de la Figuera ejecutados el 6 de noviembre de 1939, los 12 de Gandia ejecutados el 2 de noviembre de 1939, los 14 de Meliana ejecutados el 23 de octubre de 1940, los 11 de Museros o las múltiples sacas de vecinos de València, aunque en ellas se mezclarían los expedientes: 19 ejecutados el 3 de abril de 1939, 15 ejecutados el 4 de noviembre de 1939, 21 ejecutados el 27 de agosto de 1940, 14 ejecutados el 11 de septiembre del mismo año, por sólo citar unos pocos ejemplos”.
De jornaleros a ministros
La mayoría de las personas asesinadas en ‘El Paredón de España’ eran “labradores, jornaleros y obreros industriales, como afiliados a partidos políticos y sindicatos de izquierdas, integrantes de las colectivizaciones de los años anteriores, pero también aparecen entre los mismos maestros, abogados, magistrados, militares de muy diversa graduación y responsabilidad, representantes de las reformas realizadas por la República y defensores de la misma, alcaldes, concejales, miembros de los comités revolucionarios, que habían logrado organizar la administración local en los años del caos producido por la guerra. Ex ministros, rectores de la Universidad de Valencia, periodistas, artistas, generales… todos igualados por la ráfaga que acabó con sus vidas”, relata el historiador Vicent Gabarda.
El olor a muerte impregnó durante muchos años este lugar. Su cementerio se convirtió en una de las fosas comunes más grandes de España, repleta de cadáveres enterrados entre arena y cal viva. “Los libros del registro de enterramientos del cementerio de Paterna están incompletos, por lo que no se puede saber a ciencia cierta cuantos de esos 2.238 ejecutados en Paterna fueron enterrados en su cementerio. Porque no todos están en las fosas; hay algunos casos de ejecutados que, previo pago, fueron enterrados en nichos individuales en el mismo cementerio; pero también hay constancia de traslados de cuerpos a otras localidades por deseo de los familiares, tanto en el momento de la ejecución como en años posteriores; y no hay constancia en los libros de estos traslados, por lo que no se sabe cuantos de los integrantes de cada saca reposan en las fosas. Pero sin duda, en las fosas deben haber al menos 1.500 ejecutados”.
“Si te dijera amor mio/ que temo a la madrugada/ no sé qué estrellas son estas/ que hieren como amenazas/ ni sé que sangra la luna, al filo de su guadaña...”. Este conocido tema de Luis Eduardo Aute no era una canción de amor, salvo para los censores de la época. Era el relato del horror que se vivió en todos los rincones de la geografía española en los años más oscuros de la historia. La entonces pequeña localidad de Paterna (poco más de 6.000 habitantes) fue uno de los escenarios de ese horror. 2.238 disparos, 2.238 vidas truncadas, 2.238 nombres, los nombres de la tragedia de ‘El Paredón de España’.
Ocurrían siempre de madrugada. Los condenados por el franquismo eran trasladados en camiones militares al paraje de Paterna conocido como El Terrer -actual ‘Paredón de España’-, ubicado a cierta distancia del cementerio. Procedían en su mayoría de las dos cárceles que en ese momento había en la ciudad de València (Modelo y San Miguel de los Reyes), aunque algunos venían de prisiones comarcales como la de Sueca, Gandia o El Remedio de Llíria. Colocados de espaldas al paredón, sobre el muro que permanece visible del mismo, y de cara al pelotón de ejecución -formado por soldados del acuartelamiento de Paterna- cada miembro del pelotón disparaba a un blanco prefijado, y luego era el oficial el encargado de dar el ‘tiro de gracia’. Más tarde, según las investigaciones basadas en las balas alojadas en los cadáveres exhumados, los soldados serían sustituidos por agentes de la Guardia Civil.
Los años más duros
La guerra había terminado, pero los vecinos de esta localidad de l’Horta Nord seguían oyendo el sonido de las balas con frecuencia. Era 1939. Los primero tiros del pelotón de ejecución empezaron a sonar el 2 de abril de ese año. “A continuación, y tras el paréntesis del mes de abril en que se estaba poniendo en marcha el engranaje de la maquinaria represiva, de los tribunales y de sus sentencias (...), comienzan las sacas continuas, a razón de tres o cuatro mensuales, y a razón de quince o treinta personas en casa una de ellas, aunque en ocasiones, como en noviembre de 1939 se realizaron siete de estas, con un total de 318 condenados, ejecutándose en ocasiones a 50 personas en un mismo día; y así durante todo lo que quedaba del primer año de la victoria y los cuatro años siguientes, hasta 1943”.
Lo cuenta el historiador Vicent Gabarda (Paterna, 1959), una de las personas que más ha investigado sobre la represión franquista en la Comunidad Valenciana. Fue este profesor universitario el que descubrió en 1984, con motivo de la elaboración de un trabajo de final de carrera, no solo el número de personas que habían sido fusiladas en Paterna, sino que les puso nombres y apellidos, en un exhaustivo trabajo que ha sido clave para la realización de los actuales trabajos de exhumación en el camposanto de esta población. “Aunque los años más duros fueron sin duda desde 1939 hasta 1943, las ejecuciones continuaron hasta noviembre de 1956, cuando fue pasado por las armas Doroteo Ibáñez Alconchel, maquis de la AGL, detenido unos meses antes”, explica.
De todas estas ejecuciones eran especialmente llamativas algunas sacas de vecinos de una localidad que fueron ejecutados en la misma jornada. “Sin duda son de destacar la saca del 14 de septiembre de 1940, en que fueron ejecutados 39 vecinos de Masamagrell, casi la totalidad de los que fueron ejecutados de este pueblo, y coincidiendo con la festividad de la patrona local, lo que conllevó además una serie de actos vejatorios para los condenados. Igualmente llamativos son los diez ejecutados de Benifaió el 27 de octubre de 1939, los once de Bocairent ejecutados el 15 de julio de 1939, los 19 de Cullera ejecutados el 30 de noviembre de 1939, los 17 de La Font de la Figuera ejecutados el 6 de noviembre de 1939, los 12 de Gandia ejecutados el 2 de noviembre de 1939, los 14 de Meliana ejecutados el 23 de octubre de 1940, los 11 de Museros o las múltiples sacas de vecinos de València, aunque en ellas se mezclarían los expedientes: 19 ejecutados el 3 de abril de 1939, 15 ejecutados el 4 de noviembre de 1939, 21 ejecutados el 27 de agosto de 1940, 14 ejecutados el 11 de septiembre del mismo año, por sólo citar unos pocos ejemplos”.
De jornaleros a ministros
La mayoría de las personas asesinadas en ‘El Paredón de España’ eran “labradores, jornaleros y obreros industriales, como afiliados a partidos políticos y sindicatos de izquierdas, integrantes de las colectivizaciones de los años anteriores, pero también aparecen entre los mismos maestros, abogados, magistrados, militares de muy diversa graduación y responsabilidad, representantes de las reformas realizadas por la República y defensores de la misma, alcaldes, concejales, miembros de los comités revolucionarios, que habían logrado organizar la administración local en los años del caos producido por la guerra. Ex ministros, rectores de la Universidad de Valencia, periodistas, artistas, generales… todos igualados por la ráfaga que acabó con sus vidas”, relata el historiador Vicent Gabarda.
El olor a muerte impregnó durante muchos años este lugar. Su cementerio se convirtió en una de las fosas comunes más grandes de España, repleta de cadáveres enterrados entre arena y cal viva. “Los libros del registro de enterramientos del cementerio de Paterna están incompletos, por lo que no se puede saber a ciencia cierta cuantos de esos 2.238 ejecutados en Paterna fueron enterrados en su cementerio. Porque no todos están en las fosas; hay algunos casos de ejecutados que, previo pago, fueron enterrados en nichos individuales en el mismo cementerio; pero también hay constancia de traslados de cuerpos a otras localidades por deseo de los familiares, tanto en el momento de la ejecución como en años posteriores; y no hay constancia en los libros de estos traslados, por lo que no se sabe cuantos de los integrantes de cada saca reposan en las fosas. Pero sin duda, en las fosas deben haber al menos 1.500 ejecutados”.
En la actual legislatura, impulsadas por las asociaciones de familiares de las víctimas y con la ayuda de la Diputació de València, han comenzado los trabajos de exhumación de los cuerpos enterrados en las fosas comunes de Paterna. Gabarda admite que, en un primer momento, “no era partidario de este tipo de exhumaciones, en el interior de un cementerio”, pero al ver los primeros casos todo cambió. “Esos cuerpos -señala- están ahí no porque ellos o sus familiares lo decidiesen, como hoy se puede decidir la cremación o la inhumación, sino porque fueron sacados de la prisión, ejecutados y lanzados al fondo de una fosa, y, a diferencia de los muertos de la guerra civil, permanecieron en la misma hasta la actualidad”.
Concluye el historiador indicando que si esta recuperación de los restos no sirve para cerrar heridas, “al menos que sirva para poner en evidencia un horror que se desconocía, o que no se quería desconocer, y dar, en lo posible, descanso a unos familiares que, en la mayor parte de los casos, solo quieren que sus deudos reposen dignamente”.
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