dimarts, 23 d’abril del 2024

España e Italia en el siglo XX: posguerra, democracia, dictadura

 


Grupos de memoria histórica celebran la investigación de crímenes de guerra en Víznar, Granada.

 https://www.granadahoy.com/provincia/Grupos-historica-investigacion-Viznar-Granada_0_1896111881.html

Detalle de una fosa durante la visita las fosas del Barranco de Víznar

Detalle de una fosa durante la visita las fosas del Barranco de Víznar ANTONIO L. JUÁREZ

Organizaciones dedicadas a la memoria histórica en Andalucía han elogiado la resolución de la Fiscalía de Derechos Humanos de iniciar un expediente para investigar como delitos de lesa humanidad los crímenes ocurridos en Víznar (Granada) entre 1936 y 1939, una medida sin precedentes.

La Fiscalía de Sala de Derechos Humanos y Memoria Democrática, encabezada por la exministra Dolores Delgado, ha puesto en marcha los procedimientos legales para indagar los asesinatos cometidos en Víznar durante la Guerra Civil española y los años siguientes.

Hasta el momento, el equipo que trabaja en Víznar ha exhumado los restos de 124 víctimas, incluidas 34 mujeres, y ha encontrado por primera vez los de un niño de unos doce años asesinado de dos disparos en la cabeza en septiembre de 1936.

El profesor de la Universidad de Granada (UGR) y presidente de la Asociación Granadina para la Recuperación de la Memoria Histórica, Rafael Gil Bracero, ha explicado que la decisión de la Fiscalía responde a una petición reiterada por el movimiento memorialista y permitirá por primera vez analizar las muertes violentas de los represaliados.

Gil Bracero ha subrayado que la incoación del expediente, del que ya se ha dado traslado a la Fiscalía de Granada, abre una etapa nueva que facilitará la reparación y la justicia real a los familiares de los asesinados.

La decisión de la Fiscalía de Sala de Derechos Humanos se apoya en los informes remitidos por el equipo multidisciplinar de la Universidad de Granada  que dirige Francisco Carrión y que desde 2021 trabaja en las fosas de Víznar (Granada), declarado Lugar de Memoria Histórica.

"El expediente facilitará que se tengan en cuenta los relatos de los cuarenta años de represión que han estado cercenados y analizará casos de muerte y desaparición forzosa, que son delitos tipificados de lesa humanidad", ha explicado Gil Bracero.

El presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica ha confiado en que esta investigación judicial permita dar a conocer una etapa de "barbarie" en la que, según sus datos como historiador y experto, se transgredieron los códigos éticos, con una mayoría de víctimas que no eran combatientes.

Ha añadido que ese trabajo judicial facilitará que se incorpore el relato de la parte hasta ahora silenciada, pero también ayudará a terminar el "luto suspendido" para muchas familias de los represaliados.

Por otro lado, el portavoz de la Asociación Verdad, Justicia y Reparación de Granada , Francisco Vigueras, ha calificado de acierto la investigación judicial y ha incidido en que los restos de Víznar, como los de otras muchas fosas del país, son de víctimas de crímenes contra la humanidad.

Vigueras ha explicado a EFE que el movimiento memorialista lleva años pidiendo que se levanten actas judiciales del trabajo en estas fosas para lograr la reparación real de los familiares de los represaliados pese a que sobreviven cada vez menos.

"Los restos de Víznar demuestran que las víctimas fueron ejecutadas de disparos en la nuca o en la frente a corta distancia, y este tipo de asesinatos necesita la actuación de los jueces, garantes como son de un Estado de derecho", ha añadido Vigueras, que ha considerado que ha comenzado un "camino necesario".

Sin noticias de Gurs: el campo de concentración francés por el que pasaron 24.000 republicanos

 https://www.eldiario.es/navarra/noticias-gurs-campo-concentracion-frances-pasaron-24-000-republicanos_1_11304409.html

Internos del campo de concentración de Gurs.

Rodrigo Saiz

Gurs —

6


Lucio Gabari todavía no había cumplido los 30 años cuando Francisco Franco dio el golpe de Estado el 18 de julio de 1936 con el que dio comienzo la Guerra Civil. Natural de la localidad navarra de Olite y militante republicano, huyó a Francia por miedo a las represalias y su familia le perdió la pista. No fue hasta muchos años después cuando, a raíz de unos documentos que llegaron a sus manos, descubrieron que en 1939 había estado internado en el campo de concentración de Gurs. Posteriormente, en 1944, según esta misma documentación, fue trasladado al campo de concentración Nazi de Buchenwald, de donde, a los pocos días fue enviado a Flossenbürg y finalmente a Johanngeorgenstadt. “No sabemos nada más de él, si murió ahí, si logró escapar...nada, en las fichas aparece como 'desaparecido'”, cuenta su sobrina nieta Ainhoa. Ella, en representación de la familia, ha acudido este viernes al homenaje que el Gobierno de Navarra ha celebrado en las instalaciones del campo de Gurs a los 435 navarros que estuvieron internos en él tras escapar de la guerra.

Ainhoa ha sido la única de su familia en visitar el campo en el que estuvo su tío abuelo. “Su hermana falleció el año pasado, tenía la esperanza de recibir sus restos antes de morirse”, recuerda visiblemente emocionada. “La ficha de los ingresos en los campos es lo único que tenemos de él y dudo mucho que podamos recabar más información porque ya han pasado muchos años”, lamenta.

Como Lucio, más de 6.000 alaveses, vizcaínos, guipuzcoanos y navarros llegaron a este campo trasladados desde Argeles en marzo de 1939. Construido en apenas unos meses a los pies de la cara norte de los Pirineos, a unos 30 kilómetros de la muga con España, inicialmente sirvió como refugio de los republicanos que huían de la dictadura (llegaron a estar internos en él más de 24.000). Posteriormente, también llegaron miembros de las Brigadas Internacionales procedentes de diversos países que, dado el contexto político o económico, no podían regresar a sus lugares de origen, así como los conocidos como 'los aviadores', en puridad técnicos del ejército republicano. Se calcula que más de 18.000 personas estaban internadas en Gurs en la primavera del año 1939.

Pero a partir de la ocupación alemana de Francia en 1940, bajo el mando del régimen de Vichy, el campo dejó de ser un refugio para exiliados de la guerra y se convirtió en un campo de concentración orientado, sobre todo, a recluir en él a judíos de distintos puntos de Europa, pero también a los “indeseables”, es decir, disidentes políticos y otras minorías como la gitana u homosexuales, que compartieron recinto con algunos republicanos españoles que todavía seguían allí.

Clausurado en 1945, el Gobierno francés “nunca ha querido sacar del olvido lo que pasó en Gurs”, apunta Raymond Villalba, “un hijo del campo”, como él mismo se define, porque sus padres se conocieron estando allí refugiados. “Hay muchas manchas para Francia, como los seis convoyes de judíos que el régimen de Petain envió a los campos se exterminio”, añade. Lo que en la actualidad se puede visitar es una reconstrucción de las instalaciones de entonces, que fueron desmanteladas y sobre las que se plantaron cientos de árboles.

“No querían ser franceses pero tampoco reconocer el régimen de Franco”

Asociaciones como 'Terres de Mémorie(s) et de Luttes', de la que es miembro Raymond Villalba, se encargan de mantener viva la memoria de Gurs y de quienes pasaron por aquel campo. A él sus padres le contaron las penurias que allí pasaban hombres, mujeres y niños. “Los inviernos de 1939, 1940 y 1941 fueron terribles, hizo mucho frío y hubo mucha nieve y los barracones eran de madera y no estaban pensados para esas condiciones”, apunta. De hecho, sus padres se conocieron porque a su padre, carpintero, lo nombraron responsable del mantenimiento de los barracones y podía moverse libremente por el campo, ya que el resto de internos tan solo podían estar en la zona que se les había designado. “Mis padres nunca quisieron ser franceses, pero tampoco reconocer el régimen de Franco”, cuenta Raymond Villalba, nacido en Francia y ahora concejal de Oloron, municipio francés situado a pocos kilómetros del campo de Gurs, por el Partido Comunista.

También relató en su casa las condiciones en las que se vivía en Gurs Félix Sembroiz, vecino de Olite, que con 26 años combatió en el Frente del Ebro. Cruzó a Francia y estuvo en las playas del Roussillon, donde los republicanos españoles que huyeron a Francia estuvieron confinados hasta la construcción del campo de Gurs. En marzo fue llevado a este recinto. “Sus recuerdos eran de barro, mucho frío, hambre...”, relata su nieta Vitori Jaurrieta Sembroiz. “Además de escribir cartas a mi abuela, también escribía las de gente que no sabía leer ni escribir. Las cartas tenían censura, mi madre recuerda que las cartas venían con un papel marrón pegado, que se notaba que habían sido abiertas e incluso alguna vez con un tachón”, añade. Félix no volvió a España hasta la primavera de 1976, una vez muerto el dictador Franco. “Podía haber vuelto antes, pero tenía que pasar por el consulado y eso suponía reconocer gobierno y mi abuelo dijo que ni hablar. Tenía unas convicciones que mantuvo toda la vida”. Para poder ver a la familia, se quedó a vivir en Oloron y fueron los miembros que vivían en Navarra los que cruzaban a Francia para verle.

Otros muchos sin embargo, por miedo o vergüenza, no se atrevieron a contar a los suyos su paso por el campo. Es el caso de Octavio Victoria, de Alsasua, quien tras haber combatido en el Frente del Norte y en la Batalla del Ebro, escapó a Francia y fue llevado a Gurs. De allí, le devolvieron a España y fue enviado a África a realizar trabajos forzosos. Este viernes su nieto ha ido a Gurs a recordarle. “Me enteré de su historia por un libro en el que vi su ficha, en casa nunca nos contó nada”, relata. Tampoco lo hizo Ramón Mazquiarán, también vecino de Alsasua. “No querían hablar, pero después me enteré que cuando regresó sus hijos no le reconocían de lo cambiado que estaba”, señala su nieto José Ramón.

Hoy en Oloron, muchos de sus vecinos tienen apellidos vascos y se recuerda a los republicanos españoles como héroes de guerra pues, muchos de ellos se alistaron para detener el avance de los nazis por Francia a partir de 1940 y fueron “claves” en la Resistencia francesa.

Memoria de la represión franquista (1): Recuerdo y relato oficial del franquismo (1, 2)

 https://www.miciudadreal.es/2024/04/14/memoria-de-la-represion-franquista-1-recuerdo-y-relato-oficial-del-franquismo/

La dictadura de Franco duró 40 años. Su muerte se produjo hace ahora unos 50 años. Si los que tenemos vivencias de los últimos años del franquismo (aun siendo niños) conservamos muchos recuerdos de aquel tiempo que nos dan un panorama bastante fidedigno de cómo era el país, no ha de extrañarnos, pues, que los cientos de miles de personas y familiares de represaliados tras la Guerra Civil, y aun los que no la sufrieron en primera persona, no hayan podido superar el trauma de aquel tiempo, ni con la llegada de la democracia, ni tampoco en pleno siglo XXI, a pesar del pesadísimo manto de silencio y miedo que se impuso en la sociedad española. 

La historia nos ofrece numerosos ejemplos de reconciliación entre adversarios en conflictos bélicos, muchos de ellos civiles, pocos años después de la finalización del conflicto: Ruanda, Bosnia, Indochina… Incluso Alemania e Italia tardaron en entrar en la CEE solo trece años después de su derrota en la II Guerra Mundial. España sigue siendo una excepción. A la muerte de Franco se restituyó el orden constitucional, sí, pero ni con Felipe González ni con Jose Mª Aznar hubo intención de revisar oficialmente todo cuanto afectó cuarenta años antes a los represaliados, en cuanto a las causas de su represión, procesos judiciales, daños a las familias, etc., dejando aparte a los que tuvieron que exiliarse. Felipe justificó su silencio tanto por no soliviantar a los adeptos al viejo régimen (militares o no) como por confundir la modernización con la voluntad de pasar página rápidamente con el pasado. De los siguientes, pues… poco cabía esperar del partido que fundaron algunos ministros del dictador, y de un sucesor cuya soberbia no parece tener límite.

Puede que el anuncio de la muerte de Franco, el 20-N-1975 se produjera -como se dice- al día siguiente del suceso, o no, por temor a la reacción popular. Lo que sí sé, y recuerdo, es cómo se apoderó el pánico en mucha gente mayor, creyendo que la muerte de Franco traería inminentemente una Guerra Civil. Hasta ese punto llegó el miedo y el culto a su persona. Franco era el garante definitivo de la Paz, sustentada en la Victoria sobre los demonios del comunismo y los enemigos de España. Y esa victoria se hizo eliminando de un modo u otro a todos sus adversarios. Primero, al enemigo en combate, y en la retaguardia: los rojos, la masonería, y sus familias. A continuación, a los políticos republicanos de derechas. Después vendrían los monárquicos, los falangistas incómodos, y en general cuantos les molestasen en su camino. El 1 de octubre, coincidiendo con el aniversario de su nombramiento como mando supremo de las fuerzas del alzamiento y jefe del estado, se declaró fiesta nacional. Ganar su favor (directo, o indirecto; siempre arbitrario) era un pasaporte claro para el ascenso. Así fue como, por ejemplo, se expropió el Pazo de Meirás a sus legítimos dueños para regalárselo a Franco como finca de recreo. O como los joyeros de toda España se asociaron para que pudieran sufragar solidariamente las joyas que a capricho se llevaba su esposa, doña Carmen Polo “de Franco”, cuando visitaba las joyerías por todo el país.

Hace poco, hablando de la guerra civil en Sudán del Sur, decía Isaías Lafuente que no se puede hablar de conflicto olvidado, sino de conflicto ignorado. En efecto, se olvida lo que la memoria no retiene, pero lo que nunca se ha conocido es imposible olvidar. Y esa fue la estrategia de Franco para perpetuar el modelo de nación que instauró tras la Guerra Civil: primero, no dejar rastro de sus adversarios; después, silenciar; finalmente, que las generaciones siguientes ignorasen lo sucedido -o sea, dar apariencia de normalidad a la barbarie, para hacer creer que nunca hubo una realidad distinta.

El recuerdo y el relato oficial sobre la Guerra Civil se mantuvieron bien frescos durante toda la dictadura, y aun después. Franco mantuvo el Estado de Guerra hasta 1948, tres años después del final de la II Guerra Mundial y nueve después de lograr sus últimos objetivos militares, lo que le permitía continuar la represión, con juicios sumarísimos incluidos. Durante toda la dictadura, lucían en las iglesias grandes lápidas con los nombres de los miembros del bando sublevado que dieron su vida por Dios y por España, encabezados por el nombre de José Antonio Primo de Rivera – presente. También fueron homenajeados ilustres personajes y otros lugareños con sus nombres en las calles de sus pueblos, que todavía permanecen en muchos lugares, incluyendo a nuestra provincia. En cambio, los otros, no merecieron jamás misericordia ni recuerdo. En las proximidades del Templo de Debod en Madrid hay un monumento que recuerda dónde se localizaba el Cuartel de la Montaña, donde estaban los sublevados que fracasaron en el golpe de estado del 18-J-1936. Pero no hay un monumento de igual calibre que recuerde los muertos civiles producidos por la aviación hitleriana. Por todas partes se vivieron horrores; pero los recuerdos del sitio del Alcázar, las quemas de las iglesias o los asesinatos de Paracuellos siempre estuvieron avivados. Bombardeos similares a los de Guernica en otras poblaciones, o del puerto y la ciudad de Alicante, los bombardeos de la Marina contra la población civil en Málaga, los asesinatos en masa en Badajoz (y en general los que hizo la columna procedente de África), etc. no eran muy conocidos hasta bien entrado este siglo. Y por muy comunes que fueran en todas partes del país, las pequeñas historias en las familias españolas que sufrieron la represión de la postguerra se silenciaron totalmente.

Se extendió la creencia de que la represión fue justa y que quienes la padecieron lo merecían. Retratarse como amante de la República era merecimiento más que suficiente. Purgados o exterminados, ya no quedarían rojos en España. Y nadie se atrevía a contradecirlo abiertamente, sin riesgo de ser objeto de represión. Desde los años 60, el desarrollo de la economía y de la universidad española hizo que allí se concentrase una parte importante de la juventud, que se manifestaba contra el régimen en las ciudades, visible e insistentemente. Claro, en el último periodo del Movimiento, formando parte de Europa occidental, y con aspiraciones a entrar en la CEE, ya no se podía reprimir con la misma atrocidad de los primeros años del franquismo; pero la persecución policial y las torturas en los calabozos eran sistemáticas. Y los castigos ejemplares seguían el mismo principio ya descrito: el castigo ejemplar y disuasorio, el silencio y la imposición de una verdad grande y libre. Las ejecuciones en 1963 de Julián Grimau, y en marzo de 1974 Salvador Puig Antich (ambos juzgados con nulas garantías judiciales y torturados antes de su ejecución) son muestra de ello.

Pero si la represión fue la herramienta ejecutiva, la alienación de la población fue el arma definitiva. Franco construyó un relato cuyo rastro está todavía instalado en buena parte en la médula de la sociedad. Pronto los sublevados se hicieron llamar el bando nacional, negando la condición de nacionales a sus adversarios; y así nació la Radio Nacional de España, emisora que aún conserva el nombre, y que durante todo el franquismo era la única emisora (junto a la TVE) que tenía potestad de transmitir noticiarios. La agencia EFE se llama así por la inicial de Falange. Antes de proyectar las películas en todos los cines de España, se proyectaba el noticiario NO-DO, que siempre comenzaba con un reportaje sobre “Su Excelencia, el Jefe del Estado, Generalísimo Francisco Franco”, y después presentaba un retrato de España tan idílico como irreal, donde (por supuesto) no se hacía la menor referencia a cualquier conflicto interno en el país. Todas las publicaciones impresas, canciones, obras de teatro o cine, etc. estaban estrechamente vigiladas por la censura. Eso sí, Franco tuvo la habilidad de usar todos estos medios y modular su discurso y el vocabulario oficial, para que su cambio de posición en la política internacional no le pasara ninguna factura en el interior del país: primero, durante los años 40, cambiando el alineamiento con el eje germano-italiano en favor de los aliados; después, ganándose el favor del amigo americano, que propició nuestra entrada en la ONU en 1953; y en los años 60, agradeciendo la llegada de turistas extranjeros, momento en que comenzó el cambio del paisaje costero y la especulación inmobiliaria. La inestimable complacencia de un Churchill, que prefería una dictadura en España antes que una restauración del orden constitucional, alivió los temores de un derrocamiento del régimen con ayuda internacional, y fue un aliciente para volver a endurecer la represión varios años más.

El adoctrinamiento comenzaba en la escuela (aquello sí era un adoctrinamiento, y no lo que los afines al franquismo nos pretenden hacer creer sobre lo que ocurre ahora): el canto del himno de la Falange (Cara al sol) antes de entrar a clase en los centros educativos públicos; el crucifijo y los retratos de Franco y José Antonio Primo de Rivera en las aulas; el recuerdo de las aportaciones de la ciencia española a la humanidad; un “borrón y cuenta nueva” sobre la historia de España que, en el mejor de los casos, omitía o tergiversaba la historia más reciente del s. XIX -con un Carlismo siempre presente-, el reinado de Alfonso XIII o la más reciente República, y que insistía parcial y reiteradamente en un pasado glorioso e imperial de conquistas en América, la expulsión del invasor francés, o los actos heroicos en las guerras de Marruecos; el castigo severo y físico, como siempre, tan ejemplar como disuasorio para los menos atrevidos; el peso aplastante de la doctrina y la moral católica en el sistema educativo; etc.

Y, por supuesto, llevar la represión a lo más profundo de las conciencias de todos los españoles, niños o mayores, a través de la acción de la Iglesia Católica. En la España de Franco había tres poderes: el militar, el civil y el eclesiástico. España era un país confesional, lo que significaba la participación de la Iglesia católica en la imposición del ideario franquista desde las más altas oficinas (con participación directa o interpuesta a través de miembros del Opus Dei en el Gobierno) hasta el último rincón de España. Todos los días, a las 12 del mediodía, RNE retransmitía el rezo del Ángelus. La catequesis formaba parte de la instrucción escolar, donde había que aprender de memoria todas las oraciones, las virtudes teologales, etc., a riesgo de ser castigado de rodillas hasta aprenderlo. La vida misma estaba regulada a partir de los sacramentos, el calendario festivo religioso o la visita semanal al confesionario. Entre los censores había una representación importante de la Iglesia. El mayor estímulo para la fe era el temor a una vida eterna en el infierno por cometer cualquier tipo de pecado. Especialmente severa con las mujeres (esposas y madres) por falta a la moral católica o en relación a las tentaciones que podían surgir de sus relaciones con los hombres. En vez de justicia social, limosnas y beneficencia. Y en caso de sufrir injusticias, rezar, tener fe y resignarse ante la voluntad de Dios.

Nada de esto dejó de suceder en vida del dictador. Como para no recordarlo…

Este retrato, en sí mismo, denota una realidad creada desde lo cierto, lo aparente y lo insinuado/no manifestado. Pero es un retrato incompleto, donde sobran falsedades y prejuicios, y donde falta el conocimiento de muchos otros sucesos y realidades que ocurrieron, y que afectó a medio país. Si las decisiones de Franco eran refrendadas por más del 90% del censo, ya en las primeras elecciones en democracia el respaldo que obtuvieron sus partidarios en las urnas (año y medio después de su muerte) dejó en evidencia que la realidad del país nada tenía que ver con aquel retrato. No basta con reconocer que fue una dictadura, si cuando se pretenden reparar sus consecuencias, la verdad y la justicia, se responde que las heridas de “la guerra del abuelo” (como decía Pablo Casado cuando era la “chispa” del PP) están cerradas, que no hay que reabrirlas, que es un tema que no interesa a la sociedad salvo para crispar, y que hubo dolor en ambos bandos. Es cierto que hubo dolor; lo que no hubo es el reconocimiento del dolor y la injusticia que sufrieron los perdedores. Y por más tiempo que pase, mientras que no se desentierren los recuerdos y las personas, y haya una reparación mínima, seguirá sin cerrarse este capítulo, para vergüenza de todos los españoles.

https://www.miciudadreal.es/2024/04/21/memoria-de-la-represion-franquista-2-un-relicario-en-ciudad-real/

Memoria de la represión franquista (2) – Un relicario en Ciudad Real


Un lápiz clandestino, menguado hasta el tamaño de una uña; un dibujo infantil de un avión bombardero; una vieja foto de mujer, más gastada del tacto que de la luz; un papel con las últimas voluntades escritas por alguien a poco de morir… Hay veces en que uno no ve un objeto, sino algo parecido a un holograma, la imagen invisible de aquellas personas que portaban esos objetos. Es la emoción que sucede cuando se sabe algo más de la historia de sus protagonistas, cuando esos objetos cotidianos se convierten en algo mágico, en reliquias. Seguramente, muchos de nosotros hayamos experimentado una sensación parecida al contemplar en casa algún objeto de familiares muertos o antepasados (una porcelana, una alhaja, un cuadro en la pared, una herramienta…) que nos retrotraiga a momentos de encuentro con ellos. Bueno, algo así fue lo que yo he vivido cuando asistí en una visita guiada a la exposición temporal “El cuerpo ausente [tantas maneras de despedirse, tantas formas de pervivir] “, que ha desarrollado el proyecto MAPAS DE MEMORIA, del Centro Internacional de Memoria y Derechos Humanos de la UNED (CIEMEDH) y que se encuentra abierta al público en el Museo de la Merced de Ciudad Real desde el 15 de febreroprorrogada hasta el 7 de mayo para ilustrar cómo fue la represión franquista sobre la población, ocurrida después de la Guerra Civil, y conocer el alcance de dicha represión en la provincia de Ciudad Real: del ostracismo a la musealizacion.

La historiografía sobre la Guerra Civil y la represión posterior en la provincia de Ciudad Real no es precisamente escasa. Tan necesario es que se siga investigando, como dar a conocer el resultado de estas investigaciones del ámbito académico a la población española, y humanizar las cifras y los datos de la represión franquista en la postguerra (ya de por sí escandalosos) haciendo visibles los objetos que las familias han conservado durante décadas de silencio y duelo inconcluso y que han cedido para esta exposición. El título de la exposición precisamente incide en eso: no es política, es el intenso dolor humano que provoca la ausencia y sus circunstancias.

La exposición ilustra el padecimiento durante ese tiempo de miles de familias de gente corriente, el encarcelamiento en lugares recónditos de las hijas y esposas de muchos de los represaliados (por el mero hecho de ser familiares directos), las peripecias para comunicarse clandestinamente con las familias en el exterior, las condiciones de vida en la cárcel… Hasta fueron obligados por la Guardia Civil a hacer desaparecer de sus viviendas los retratos de sus familiares represaliados muertos. En esta ocasión no cuantifica ni se detiene en profundidad en los exiliados, los reos trasladados a otras provincias, o los que murieron en Francia a causa de la II Guerra Mundial o fueron llevados a campos de concentración nazis. Tampoco los hijos pequeños de las presas se libraron del drama familiar en las instituciones religiosas que se hicieron cargo de ellas. Y luego, el adoctrinamiento diario en la escuela, con la amenaza permanente de caer en el pecado y en la llama eterna. Los/las que aquí quedaron vivos para contarlo, enmudecieron sepulcralmente después en su mayoría. Así, semana tras semana, mes, tras mes, año tras año, sin esperanza alguna por que acabase alguna vez el ensañamiento. Cada individuo es un mundo; pero cuando un infinito de mundos se rige por el mismo patrón, las anécdotas ya no son individuales, sino que se convierten en sistema.

Entre otros objetos personales, como los ya citados, se muestra en la exposición un documento del año 1946 con los nombres de 45 procesados en prisión preventiva; a su lado, una carta donde se informa de la localización de un enterramiento, donde fusilaron, entre otros, a un menor de 15 años en 1941. Los juicios sumarísimos del Estado de Guerra se prolongaron durante más de diez años después de acabada la guerra.

En sus diez años de trabajo, el grupo de trabajo Mapas de Memoria ha podido registrar en la provincia de Ciudad Real, hasta ahora, la muerte de 3.938 personas (sin contar con los represaliados que sobrevivieron al presidio) por causas que van desde asesinatos, fusilamientos o aplicación del garrote vil, a la muerte en prisión o emboscadas, en una provincia cuya población en 1940 era de 530.308 habitantes. Solo en la capital, con 31.307 habitantes, el número de víctimas en la fosa localizada junto al cementerio es de 1.220 personas; la identificación personal de los restos ya es imposible de realizar. En la exposición se puede consultar un fichero con las fichas de todos ellos, ordenados por población. La página web del grupo también aporta otras informaciones de interés, como información o localización de las fosas de la provincia.

Hasta cierto punto, parecería lógico que, recién terminada una contienda civil, persista el horror y la venganza. En el siglo XIX ya hubo otras guerras civiles (hasta tres guerras carlistas por el trono: 1833-40, 1846-49, 1872-76) y pronunciamientos, y ninguno de ellos se saldó con la misma brutalidad hacia el bando perdedor. Sin embargo, no hay calificativos suficientes para definir la brutal represión del Movimiento Nacional sobre el bando perdedor, prolongada durante cuatro décadas, negando la más mínima misericordia humana hacia esas personas, que en la mayoría de los casos no cometió más delito que ser contrario al fascismo, o ser familiar de alguien que lo hubiera declarado.

El Patronato de la Mujer, una historia silenciada: “Si ustedes siguen esperando, no va a quedar ninguna viva”.

https://www.elsaltodiario.com/memoria-historica/patronato-mujer-franquismo-iglesia-siustedes-siguen-esperando-no-va-quedar-ninguna-viva

El Patronato de Protección a la Mujer fue un mecanismo usado en la dictadura franquista para ejercer un férreo control patriarcal sobre aquellas muchachas que osaran desafiar el modelo de “buena mujer”. Investigadoras feministas exigen arrojar luz sobre esta institución y reparar el daño de quienes pasaron por ella.



 María Palau

11 FEB 2023 07:00


Las palabras que emplean para relatar cómo conocieron la existencia del Patronato de Protección a la Mujer son casi idénticas: “De pura casualidad”, asegura Andrea Momoitio. “Se dieron una cadena de casualidades”, reconoce Pilar Iglesias. Ninguna de las dos pudo contener el “interés” por descubrir qué se escondía detrás de la opacidad y el secretismo que rodearon a aquella institución. Pero, sobre todo, no pudieron refrenar el impulso —incluso la autoimpuesta obligación— de contarlo.

Andrea Momoitio, periodista y coordinadora de Pikara Magazine, se acercó al Patronato de Protección a la Mujer mientras escribía Lunática (Libros del K. O., 2022), “la investigación sobre María Isabel”. Admite que “no tenía ni idea” y que nunca había oído hablar del Patronato, pero como ella misma escribe, le fue imposible no obsesionarse. Comprender “qué significó en sí mismo” aquel organismo se convirtió en un cometido “muy personal”. Más todavía, al escucharla decir entre risas que está “absolutamente convencida” de que “era niña del Patronato”.

Pilar Iglesias es doctora en Filología Inglesa y en 2020 recibió el primer Premio Kate O’Brien del Aula María Zambrano de Estudios Transatlánticos de la Universidad de Málaga por un trabajo que, tras ampliarlo, publicó bajo el título de Políticas de represión y punición de las mujeres: Las Lavanderías de la Magdalena de Irlanda y el Patronato de Protección a la Mujer en España (Círculo Rojo, 2021). Alterada al comprender que se encontraba en “un momento en el que no podía esperar más”, su investigación surgió de un compromiso personal y desde un convencimiento imperturbable “por hacer justicia”.

Pero, antes de poder escribir sobre esa institución que ahora denuncian apoyándose sobre unos sólidos cimientos construidos a base de lecturas, rastreo en archivos, recopilación de testimonios, y paciencia —mucha paciencia—, tuvieron que enfrentarse, rememora Momoitio, a una serie de preguntas: ¿Qué es el Patronato? ¿Cómo llega María Isabel a Salamanca siendo una cría? ¿Qué son las Cruzadas Evangélicas?.

El Patronato de Protección a la Mujer fue un organismo que castigó cualquier conducta transgresora que cuestionara las estrictas normas morales del franquismo

En pocas, muy pocas, palabras, el Patronato de Protección a la Mujer fue una institución encargada de “la dignificación moral de la mujer, especialmente de las jóvenes, para impedir su explotación, apartarlas del vicio y educarlas con arreglo a las enseñanzas de la Religión Católica”. Así fue según, y solo según, el decreto por el que se creó el 6 de noviembre de 1941, cuando se le otorgó la misión de acabar con la prostitución clandestina de menores de edad. Mentiras aparte, fue uno de los tantos mecanismos empleados por la dictadura franquista para ejercer un férreo control patriarcal sobre aquellas muchachas que osaran desafiar el modelo de buena mujer que las constreñía en un papel de beatas esforzadas, esposas sumisas y madres abnegadas que no habían escogido. En otras palabras, un organismo que castigó cualquier conducta transgresora que cuestionara las estrictas normas morales.

Una vez hallada una primera respuesta, planteamos una nueva cuestión: ¿por qué debemos investigar sobre el Patronato de Protección a la Mujer? En su trabajo por estudiar la represión femenina, Andrea Momoitio y Pilar Iglesias comparten una obstinación por desentrañar la enmudecida historia del organismo franquista. Lo mencionan con rabia. Con enfado. Puede que incluso con asco.

La doctora en Filología Inglesa contesta antes de acabar de formularle la pregunta. “Por pura fecha, se pueden estar muriendo mujeres que fueron víctimas del Patronato en los años 40 y 50”, se enfurece al asumir que hay temas en los que “ya se ha esperado demasiado” y considera que “no podemos seguir dejando una violencia tan específica contra las mujeres atrás”. Si no “tiramos adelante con todo”, insiste, perderemos la oportunidad de reparar en vida a todas estas mujeres: “Si ustedes siguen esperando, no va a quedar ninguna viva”.

Que hablen las mujeres

Andrea Momoitio descubrió el organismo franquista a través de la información carcelaria de María Isabel. “Primero me llegó su archivo penitenciario, luego el policial, y en todos se hacía alusión a que había estado en un centro del Patronato en Salamanca, en concreto en Santa Marta de Tormes, gestionado por las Cruzadas Evangélicas”, cuenta. La suerte quiso que en el Archivo Histórico Provincial de Salamanca se conservara información sobre María Isabel. “No sabía ni por dónde empezar. Me salió eso y llamé (…) Diez minutos después, me llaman y me dicen que tienen el expediente y me han mandado por mail las tasas que tengo que pagar. En media hora tenía todo el expediente escaneado ya. Yo pensé que iba a ser fácil todo lo demás, claro”, ironiza Momoitio.

Sin embargo, la falta de archivos y las restricciones para poder consultarlos se han convertido en una constante para todas aquellas que pretenden estudiar el organismo. Momoitio se niega a culpar a las trabajadoras, pues afirma que la mayoría de archivos españoles “no tienen recursos, tienen poquísimo personal y llevan años sin poder abrir nada de lo que tienen sin catalogar”.

La falta de archivos y las restricciones para poder consultarlos se han convertido en una constante para todas aquellas que pretenden estudiar el organismo

La periodista explica que “no hay un archivo central porque no era una institución centralizada”, y denuncia la disparidad de criterios a la hora de acceder a documentos oficiales. “Con la misma petición en algunos archivos me han dicho que ‘ahora mismo’, y en otros me han dicho que era imposible, que jamás me iban a enseñar nada”, convirtiendo en un suplicio encontrar información sobre el “periplo absolutamente angustiante” en el que María Isabel pasó sus únicos 23 años de vida.

La historia de las mujeres que pasaron por el Patronato de Protección a la Mujer, recogida en los archivos, está escrita en su mayoría por hombres. Gobernadores civiles, directores de prisiones, jefes de policía, comisarios, médicos, psiquiatras, párrocos o presidentes de las diferentes juntas provinciales, se encargaron de firmar y enviar expedientes y cartas sobre las internas. La periodista asegura que, en gran parte, ha podido reconstruir la vida de María Isabel a través de voces masculinas y documentos institucionales, unos testimonios a los que acusa de “no estar exentos de pecado patriarcal”.

A pesar de que Pilar Iglesias no hizo uso de archivos para su investigación, asegura que “la parte buena de España (respecto a Irlanda) es que, aunque seguramente se ha perdido mucho, al ser el Patronato un organismo oficial, hay memorias anuales donde dirigirse para las investigaciones”. Ambas autoras destacan la importancia de dar más voz a las víctimas. Iglesias señala que es imprescindible crear equipos interdisciplinares que brinden una oportunidad a aquellas que pasaron por los reformatorios del Patronato de Protección a la Mujer. Es una labor con dificultades, expresa; pero para la investigadora es la única forma de que mujeres que nunca se han atrevido a denunciar los abusos de los que fueron víctimas hablen sobre la realidad que vivieron dentro de estos reformatorios, tal y como sucedió en las Lavanderías de la Magdalena de Irlanda.

Diluidas u olvidadas: las responsabilidades de las órdenes religiosas

Oblatas del Santísimo Redentor, Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad, Trinitarias, Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia, Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, Auxiliares del Buen Pastor, Religiosas Esclavas de la Virgen Dolorosa o las Cruzadas Evangélicas. Estas fueron solo algunas de las órdenes religiosas, o seculares, formadas por misericordiosas hermanas que colaboraron con el Patronato de Protección a la Mujer.

Después de la Guerra Civil, se fundaron en el Estado español nuevas comunidades que buscaron dar respuesta a los planteamientos enunciados por la institución franquista. Pilar Iglesias apunta que incluso en las mismas ciudades convivieron numerosas órdenes religiosas femeninas: “Muchas ya existían, muchas nacieron entonces para trabajar en las cárceles o en las casas de recogidas”. O en el Patronato de Protección a la Mujer.

El miedo a la reclusión en algún reformatorio regentado por monjas marcó los comportamientos de las jóvenes durante la dictadura. El organismo permanecía oculto, pero el temor a las órdenes religiosas latía en toda la población femenina. La doctora en Filología Inglesa explica que, pese a estar “presente en todas partes” y contar con una “estructura sólida”, el Patronato de Protección a la Mujer “permanecía invisible”. “La gente sabía que había conventos, conocía las órdenes religiosas, sabía que allí internaban a las chicas malas”, continúa.

Andrea Momoitio, por su parte, apoya esta hipótesis en su propia experiencia investigadora. La madre de María Isabel “no sabía nada del Patronato”. Eugenia le confesó a la escritora que llevó a su hija a un reformatorio “porque no podía hacer carrera con ella”, sin saber ni quién gestionaba ese centro ni quién pagaba. Durante su búsqueda, se ha dado cuenta de que “es difícil investigar el Patronato, porque el Patronato como tal no era nada”.

De hecho, Momoitio se muestra “preocupada” al pensar que “hablando tanto del Patronato se diluya la responsabilidad de las órdenes religiosas que ejecutaron todo aquello”. Diluida u olvidada, la realidad es que el paso de los años no ha repercutido en tan piadosas madres y hermanas. Ajenas a cualquier protesta en su contra, las religiosas persisten en “los mismos espacios exactamente desde el siglo XVII”, recalca Iglesias.

“Las mismas monjas siguen atendiendo a mujeres en situación de vulnerabilidad, mujeres migrantes, embarazadas solteras, generalmente coincidiendo también con migrantes, o a mujeres en situación de prostitución. Los servicios sociales siguen estando muy externalizados, a través de organizaciones, empresas privadas u órdenes religiosas”, añade la doctora en Filología Inglesa, quien compara esta situación con que “el Ejército lo llevara una ONG o un convento de frailes”.

El decreto que pretendió acabar con el organismo en 1985 únicamente propició que “dejara de llamarse así, porque entonces empezaba a cambiar la estructura del Estado. Pero no cambió nada más y el Patronato no desapareció”

Por este motivo, la autora de Lunática rechaza hablar de la desaparición del Patronato de Protección a la Mujer: “Ahora ya no se llama Patronato, pero siguen funcionando los servicios sociales de la misma manera, sigue habiendo reformatorios”. Así, el decreto que pretendió acabar con el organismo en 1985 únicamente propició que “dejara de llamarse así, porque entonces empezaba a cambiar la estructura del Estado. Pero no cambió nada más y el Patronato no desapareció”.

Estas comunidades religiosas han sido ampliamente galardonas y han acumulado un llamativo palmarés. En el 2005, las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl obtuvieron el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia por “su excepcional labor social y humanitaria en apoyo de los desfavorecidos”. En el 2014, las Adoratrices fueron condecoradas con el Premio de Derechos Humanos Rey de España, con el que se reconoció “su labor en favor de las mujeres víctimas de trata y de violencia de género”. Ese mismo año, la reina Sofía y la entonces princesa Letizia entregaron la condecoración de la Orden Civil de la Solidaridad Social a las Oblatas por “su compromiso con las mujeres en situación de prostitución y las víctimas de trata de seres humanos”. Hace unos meses, la Diputación de Valencia distinguió con el galardón Celia Amorós a las Auxiliares del Buen Pastor (Villa Teresita) por “su labor en defensa de las mujeres víctimas de la prostitución, a las que acogen en su red de casas de acogida y les ofrecen un acompañamiento y una alternativa para salir de la situación de exclusión”.

Puede que estos múltiples reconocimientos hayan contribuido a que las monjas nunca se hayan confesado por los crueles pecados cometidos contra miles de jóvenes. “Que yo sepa ninguna de las órdenes ha mostrado tampoco ningún interés por facilitar ninguna investigación ni colaborar”, señala Andrea Momoitio. Pilar Iglesias lamenta que “no se han disculpado, pero tampoco nadie les ha pedido que se disculpen”.

Colocar al Patronato en un lugar bien visible de nuestra memoria colectiva

La periodista de Pikara Magazine es muy crítica respecto a la demora en iniciar un procedimiento de dignificación de las miles de mujeres que fueron internadas en alguno de los reformatorios dependientes del Patronato de Protección a la Mujer: “Lo grave de todo esto es que no había ni hay vistas de que se inicie a corto plazo ningún proceso ni de justicia ni de memoria ni de reparación”.

Compara, citando la investigación de Pilar Iglesias, la petición pública de perdón del gobierno irlandés hacia las mujeres encerradas en las Lavanderías de la Magdalena con la “poca importancia” otorgada a las víctimas del Patronato. Se indigna al reconocer que «n el caso del Estado español, “no ha habido nada ni tan siquiera parecido porque entre las prioridades, desde luego, no está qué pasaba con las niñas pobres”.

Iglesias denuncia que esa “violencia institucional” que clausuró a muchachas contra su voluntad durante la dictadura “sigue vigente” al invisibilizar a esas niñas y “normalizar que aquello que le pasa a las mujeres es menos grave que lo que le ocurre a los hombres”

En este sentido, Iglesias denuncia que esa “violencia institucional”, que clausuró a muchachas contra su voluntad para reeducarlas y adecuarlas al modelo único de mujer establecido por la dictadura, “sigue vigente” al someter a aquellas niñas (hoy mujeres adultas) a una “invisibilización” y “normalizar mediante la misma política sexual patriarcal que aquello que le pasa a las mujeres es menos grave que lo que le ocurre a los hombres”. “Siempre hay algo antes que los temas que afectan directamente a las mujeres. Siempre hay una revolución antes que la de las mujeres”, lamenta.

La autora de Políticas de represión y punición de las mujeres: Las Lavanderías de la Magdalena de Irlanda y el Patronato de Protección a la Mujer en España defiende la necesidad de investigar, desde cualquier ámbito, sobre la institución franquista para combatir el “desconocimiento brutal”, pues reivindica que “toda mirada al pasado es un acto de justicia y reparación hacia las víctimas, pero además es una mirada al presente”. Cuando habla del presente se refiere una y otra vez a la reciente Ley de Memoria Democrática que, desde su punto de vista, significa un paraguas importante para poder “comenzar a insistir desde muchos lados y que existan ciertas posibilidades” de desenterrar del olvido la existencia del organismo.

No obstante, reconoce que le hubiera gustado que se mencionara de manera específica el Patronato de Protección a la Mujer en la norma, que, aunque tiene artículos referentes a la represión contra las mujeres, la educación, la creación de materiales o la investigación, ignora, sostiene, a las jóvenes confinadas en los centros de la institución. Es aquí donde Andrea Momoitio suma un nuevo caso de amnesia en el proceso oficial de recuperación de la memoria, que “no ha situado en el debate el tráfico de bebés como una cuestión relacionada con la memoria histórica y la represión franquista”.

Aunque apenas se mencione cuando se hable de bebés (y madres) robados, las maternidades del Patronato fueron el escenario de sospechosas desapariciones y fallecimientos de criaturas recién nacidas

Aunque no se diga, aunque apenas se mencione cuando se hable de bebés (y madres) robados, las maternidades del Patronato fueron el escenario de sospechosas (por ser sutiles) desapariciones y fallecimientos de criaturas recién nacidas. “Todavía nos falta tratar este tema dentro de una lógica de represión bien localizada contra las mujeres durante la dictadura”, sostiene la periodista.

Iglesias insiste en que el primer paso para colocar el Patronato de Protección a la Mujer en un lugar bien visible de nuestra memoria colectiva es empezar a “contar al máximo” qué ocurrió en aquellos reformatorios. Desde su conocimiento del caso irlandés, plantea que la forma más eficaz es “poner el arte al servicio de la justicia”. Enumera la infinidad de “productos de televisión, series documentales, películas, exposiciones de arte, obras de teatro o narrativa” que posibilitaron que en un país como Irlanda nadie quedara ajeno a la realidad de las Lavanderías de la Magdalena. Y, con la esperanza de captar adeptas, fantasea: “Imaginaos una ficción sobre el Patronato”. Se buscan voluntarias.

Incansable en su empeño por hacer justicia, cuenta preocupada los años restantes para el centenario de la proclamación de la II República, “siete u ocho”. Menos de una década para tratar de reparar el daño. El sufrimiento. El miedo. Ese miedo que “duró muchas décadas” y que fue acompañado de “una moral sexual imperante” que ha impedido que miles de mujeres decidan hablar por temor a ser señaladas (de nuevo).

Pero Pilar Iglesias es consciente de que cuanto exige es inalcanzable sin un “compromiso de los partidos políticos, las instituciones, la academia, las asociaciones de memoria —que siguen teniendo un rostro excesivamente masculino—, y, también, las feministas”. De momento, el Patronato de Protección a la Mujer continúa relegado al más absoluto silencio. Al ser preguntada sobre si cree que es posible revertir esta ignorancia que planea sobre gran parte de la sociedad, parece contener su enfado y ahorrarse pronunciar algunas palabras hasta que al final responde: “No es que se puede, es que se debe. Hace mucho que se murió el dictador y seguir pensando que en España ciertas cosas son imposibles me parece muy fuerte”.