diumenge, 26 d’octubre del 2008

La crisi del sistema capitalista liberal. Público.

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Crisis del fundamentalismo de mercado

IÑIGO ADURIZ/ G. FOURMONT
El capitalismo continuará, pero el fundamentalismo de mercado está herido de muerte, según los especialistas consultados por 'Público'.

El capitalismo continuará, pero el fundamentalismo de mercado está herido de muerte. Esta es la principal conclusión a la que llegan los especialistas e intelectuales consultados por Público, que muestran, no obstante, notables discrepancias sobre las consecuencias de la situación actual.
Aunque la crisis económica no haya puesto en peligro al sistema tal y como lo conocemos, las autoridades deben impulsar nuevas medidas para que no se repita la debacle de las últimas semanas. "La solución no es más intervención", apunta Albert Marcet, investigador del Instituto de Análisis Económicos del CSIC. En su opinión, el origen de la crisis no está en el propio esquema capitalista, aunque sí "en la forma en la que se ha entendido el sistema bancario". Lo que Marcet critica es que "los bancos funcionan como empresas privadas, menos cuando les va mal y sale el Gobierno de turno a ayudarles". "No puede ser que las pérdidas se socialicen", advierte y por eso, propone "subir los impuestos de los bancos cuando las cosas van bien para crear un fondo", que no haga que quiebren cuando las cosas no van tan bien.

En cambio, el subdirector de Estudios de Progreso de la Fundación Alternativas y profesor de sociología de la Universidad Complutense, Ignacio Urquizu, apoya la intervención de los gobiernos en la banca, "porque, si no se hiciese, el escenario sería mucho peor". Para un posible cambio en el sistema capitalista, que haga que una crisis de las características de la actual no vuelva a ocurrir, Urquizu pide tiempo. "Seguramente se hablará de palabras como transparencia, control, reglas nuevas...", afirma.

¿El sistema más adecuado?
El economista liberal Pedro Shwartz piensa en cambio que el sistema actual es el más adecuado. Sobre la intervención del Estado en la banca recuerda que "el capitalismo actual implica una garantía del Estado y una vigilancia del Banco Central", si bien advierte que, aunque se arregle la banca, la recesión económica es inevitable. Schwartz se resigna a aceptar que el sistema económico actual está compuesto por ciclos. "Ha dado prosperidad a mucha gente, pero el problema es que de repente, y cada cierto tiempo, ocurren frenazos".

Hay que cambiar el sistema: hacerlo más justo, más igualitario y más habitable
¿Frenazos? Queda claro que, cuando el debate sólo se centra en ayudar o no a los bancos de los países desarrollados, se olvida que, en 2008, en el mundo 923 millones de personas pasan hambre, 75 millones más que el año pasado. Nada menos que un millón de personas viven bajo el umbral de pobreza en Madrid, según Comisiones Obreras. La crisis que sacude las bases del sistema apunta otros problemas: "En la crisis actual se dan cita tres crisis paralelas: la del capitalismo desregulado, la del cambio climático y la del encarecimiento de las materias primas energéticas", apunta Carlos Taibo, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Autónoma de Madrid.

Para el escritor Álvaro Pombo, la intervención de los gobiernos en el mercado muestra que "el capitalismo ha demostrado que no se corrige a sí mismo. Esto no es una socialización del capitalismo, pero sí un fin del capitalismo salvaje". "Es el fin del capitalismo desregulado", dijo Carlos Fuentes.

La palabra capitalismo sigue estando en boca de mucha gente y cuesta saber si estamos o no ante su final. "En muchos sentidos sí", apunta Carlos Taibo, "porque, entre otras varias razones, las soluciones keynesianas ya no sirven en un planeta de recursos visiblemente limitados"

Fundamentalismo
¿Otro mundo es posible? Para Salvador Pániker, autor de Asimetrías. Apuntes para sobrevivir en la era de la incertidumbre (Debate), "el capitalismo subsistirá; lo que ha quebrado es el fundamentalismo del mercado".

Quizá por eso no parezcan tan utópicas las palabras del filósofo Francisco Fernández Buey, autor de ensayos sobre el movimiento antiglobalización: "Otro mundo es necesario porque el actual es un escándalo, una plétora miserable en la que las desigualdades conducen a la muerte de millones de personas, mientras la minoría tiene mucho más de lo que necesita. Hay que cambiar el sistema: hacerlo más justo, más igualitario y más habitable".
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Los siete pecados capitalistas, por Ignacio Escolar

1- La lujuria especuladora
Un barco petrolero tarda más de cuatro semanas desde que sale del Golfo Pérsico hasta que llega a Estados Unidos. En ese tiempo, puede que la carga se haya devaluado tanto que el dueño del barco se arruine con el trayecto, que haya pagado por el crudo un precio mayor en el puerto de origen de lo que cobrará cuando llegue a la refinería. Para evitar este riesgo -en el petróleo y en otros mercados de materias primas-, se inventaron los contratos de futuros: una fórmula que consiste en pactar de antemano el precio de venta del pedido para una fecha determinada. Cuando se cierra el contrato, ni el comprador ha pagado ni el vendedor ha entregado la mercancía; pero el compromiso es igual de firme.

En aquel momento parecía una buena idea. El problema vino después, cuando los especuladores se aprovecharon de este mercado ideal para los trileros, pues se puede vender y comprar lo que aún no se tiene. Si apuestas con cientos de millones de dólares en el mercado de futuros a que el petróleo subirá, en efecto, el petróleo sube y tú ganas; en economía las profecías tienden a cumplirse si hay dinero suficiente. Los mismos inversores que primero crearon la burbuja punto com y después la burbuja del ladrillo, consiguieron elevar el precio del barril de crudo de 40 hasta 140 dólares en solo cuatro años. Impunemente.

2- La pereza de los reguladores
Por suerte, la burbuja del petróleo explotó a mediados de este verano. ¿La razón? Un pequeño cambio en la regulación de la SEC (el organismo que controla la bolsa estadounidense) obligó el 14 de julio a los especuladores que estaban jugando a la baja contra la cotización de los bancos a que respaldasen sus apuestas con acciones, por lo que tuvieron que sacar su dinero del mercado de futuros del petróleo para no perderlo en banca. Desde esa medida, que no buscaba atajar la burbuja petrolífera sino proteger a los bancos de los caníbales, el precio del crudo no ha dejado de bajar. El 14 de julio, cada barril costaba 144 dólares. El viernes rozó los 60 y sigue cayendo, pese a que la OPEP ha recortado su producción un 5%. Si basta con un pequeño cambio regulativo, tan sencillo que ni siquiera se vota en ningún Congreso, para evitar comportamientos tan dañinos para la economía mundial como la burbuja del petróleo, ¿por qué tanta pereza a la hora de evitar la especulación?

Han tenido que temblar las catedrales de Wall Street para que la mayoría de los organismos reguladores, también la CNMV española, se atreviesen a prohibir determinadas prácticas especulativas. De momento, estas restricciones son temporales, aunque en el debate mundial sobre el nuevo capitalismo muchos piden que sean permanentes. Para ello hace falta un paso previo, tal vez el único que se dé en la cacareada cumbre del 15 de noviembre: la puesta en marcha de un organismo supranacional para vigilar la economía globalizada. Alguien con algo más de prestigio internacional que el FMI.

3- La envidia del paraíso fiscal
Una cadena es tan débil como su eslabón más débil. En un mundo donde las fronteras existen para las personas pero no para el dinero, de poco vale que el G20 se comprometa a asumir nuevas normas si no aísla a un G40 del que apenas se habla: los 40 países ladrones, los 40 paraísos fiscales. Según la OCDE, en estas cuevas piratas se esconden de los impuestos entre 5 y 7 billones de dólares, una cifra que equivale al 13% del PIB mundial. La mitad de las multinacionales que cotizan en el español Ibex 35 tienen empresas en estos paraísos fiscales, con lo que eluden pagar impuestos a ese mismo erario público al que ahora piden ayuda. En los últimos 20 años, el dinero que guardan estos países se ha multiplicado por seis. Curiosamente, la distancia entre los sueldos de los altos directivos y los trabajadores ha crecido en ese tiempo en una proporción similar.

4- La codicia de los directivos
En 1980, un alto ejecutivo estadounidense ganaba de media 42 veces más que un trabajador. Hoy gana 364 veces más: en solo un día lo que los demás en todo el año. El problema no es solo la desigualdad social, que también. Lo más preocupante es que se premie a los ladrones y a los inútiles. En palabras de la canciller alemana, Angela Merkel, “comprendo que gane mucho quien hace mucho por su empresa y sus empleados; pero ¿por qué se debe ahogar en dinero a los incompetentes?”. Es lo que a veces pasa cuando la retribución del primer ejecutivo está supeditada al corto plazo de la bolsa y no al largo plazo de la empresa. En muchas ocasiones (Enron es el ejemplo más sonado pero no el único), los fuegos artificiales que tanto gustan a los inversores bursátiles van contra los intereses de la propia compañía. A la larga, la cotización bursátil también se hunde. Pero suele ser después de que el alto directivo haya vendido sus stock options.

5- La gula de los inversores
Lo que es bueno para el directivo no es bueno para su empresa. Lo que es bueno para el especulador del petróleo no es bueno para la economía mundial. Lo que es bueno para el vendedor de hipotecas subprime no es bueno para el banco que presta el dinero. En todos los fallos del capitalismo que ahora han aflorado hay un elemento común: una distorsión perversa en el sistema de recompensas donde no se premia al que genera riqueza sino al que la destruye.
El capitalismo ha funcionado sobre una premisa que suele ser cierta: del egoísmo individual se obtiene un progreso colectivo. La ambición de los empresarios también es buena para los trabajadores, pues todos ganan aunque sea en menor medida. Sin embargo, el castillo de naipes se hunde cuando se premia al pirómano, cuando la recompensa del que da préstamos hipotecarios a gente sin trabajo no está supeditada a que esas hipotecas se paguen sino a vender todas las posibles -su comisión iba en ello-. Lo mismo sucedía en el siguiente nivel, donde el que respaldaba estas hipotecas subprime tenía como negocio agruparlas con otras miles y venderlas en el mercado. Que se cobrasen o no tampoco era su problema. Tampoco era problema de las agencias de calificación, que estuvieron garantizando la salud del sistema hasta dos minutos antes del hundimiento; por algo cobraban de los mismos bancos a los que avalaban. No era problema de nadie y ha acabado siendo problema de todos.

Aunque las subprime es el pastel más famoso, no es el único tóxico que ha engullido el mercado en estos últimos años de dinero fácil y hambre financiera voraz. El capital se empachó porque no sabía qué comía: el mercado de derivados consistía en vender paté de cerdo como si fuese foie gras de oca; cuestión de una bonita etiqueta. Funcionó bastante bien hasta que a alguien se le ocurrió mirar qué había dentro de la lata.

6- La ira del planeta
Dice José María Aznar, y no es el único inconsciente, que ahora que los bancos van mal no hay dinero para salvar el planeta. La realidad es la contraria, pues detrás de uno de los fenómenos más preocupantes de la economía están precisamente los desastres generados por el cambio climático en la agricultura mundial. La crisis alimentaria es un problema económico en su realidad más cruda, pues aquí no se pierden ahorros sino vidas humanas. La lucha contra la contaminación es, en realidad, el mejor ejemplo de los males del capitalismo: solo se soluciona con regulación estatal, hace falta coordinación internacional, sus beneficios son indudables y, en resumen, nunca lo abordarán aquellos que solo piensan a corto plazo, aunque sea la inversión más rentable, con diferencia. ¿Hay acaso alguna mejor que salvar el planeta?

7- La soberbia del PIB
¿Un país más rico es un país mejor? No siempre. Según los datos del PIB, México está a punto de superar a España. ¿Es un país como México, donde hay familias que pierden su casa porque no pueden pagar las letras de una licuadora, un país mejor que España? México también es el país desarrollado donde mayor es la brecha entre ricos y pobres, según el último informe de la OCDE que se presentó hace unos días. Por desgracia, la desigualdad, la educación o la sanidad no cuentan con indicadores tan precisos como la inflación, el paro o el PIB. Los datos económicos son difíciles de esconder. Sin embargo, los indicadores de desarrollo humano no son homogéneos ni sistemáticos, los políticos pueden apostar a que, con una buena campaña publicitaria, hasta la sanidad pública más deteriorada pasará por buena.

Una vez más, es un problema de recompensas. Lo que es bueno para el PIB no siempre es bueno para la sociedad, de poco sirve que aumente la riqueza si solo se benefician de ello los que ya son ricos, los mismos que nunca lo pasarán verdaderamente mal por mucho que se agrave la situación económica. En España, por ejemplo, la crisis va por barrios. Esta semana abrirá en la milla de oro de Madrid la exclusiva joyería neoyorquina Tiffany’s. Los hay que siempre desayunarán con diamantes.
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Otros artículos en este blog sobre la crisis económica:La tentación de GorbachovNo mires hacia abajoIn Marx we trustLa semana en la que el capitalismo tampoco cambiará


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¿Y ahora qué?, por Marco Schwartz

Mientras llega la cumbre anticrisis, intelectuales y políticos han abierto un debate intenso sobre el futuro modelo económico.

MARCO SCHWARTZ - Madrid - 25/10/2008 22:17

Qué hacer. Hace 106 años, Vladimir Illich Lenin formuló el interrogante en el título de una de sus obras fundamentales, en el que proponía la creación de un partido revolucionario que abanderase la lucha del proletariado en la decadente Rusia zarista. El opúsculo contribuyó en buena medida a la ruptura del Partido Socialdemócrata ruso y a la fundación del movimiento bolchevique, que instauró el primer régimen comunista sobre la faz de la tierra. Los próximos 14 y 15 de noviembre, los mandatarios de 20 países se harán en Washington la misma pregunta, en medio de una formidable crisis del sistema financiero internacional que mantiene en vilo al mundo. A diferencia de Lenin, ninguno de los líderes -ni siquiera el supuesto comunista Ju Jintao, de China- abogará por la defunción del capitalismo. Lo que se abordará es la necesidad de "refundarlo" o, como prefieren decir los anglosajones, "repensarlo", a partir de una premisa en torno a la cual existe práctica unanimidad: lo que sí ha muerto, hundido en un lodazal de activos tóxicos y otras obscenidades financieras, es una forma de capitalismo, la del todo vale, la de la codicia sin freno, la de los especuladores insaciables, la del ultraliberalismo de tipo anglosajón.

Con independencia de la convocatoria de la cumbre, el debate ya ha comenzado en todos los países. Intelectuales, políticos y ciudadanos inquietos intercambian opiniones en foros solemnes o en informales cafeterías, diseccionan las causas de la actual crisis y hacen sus predicciones sobre el capitalismo que viene. Hay quienes creen, como el presidente de la editorial alemana Axel Springer, Mathias Doepfner, que el actual modelo económico es el idóneo y que la actual debacle económica no obedece a un exceso de libertad de mercado, sino a la "irresponsabilidad" de los actores implicados. El problema, por tanto, se resolvería con una mayor dosis de ética. El ministro de Finanzas germano, Peer Steinbrük, tiene una visión muy distinta de las cosas. En una reciente entrevista con Der Spiegel, Steinbrük afirmó que, después de esta crisis, "el mundo nunca volverá a ser el mismo". A su juicio, Nueva York y Londres perderán hegemonía como centros de poder, lo que modificará no sólo la arquitectura financiera internacional, sino también la geoestrategia mundial. Pero el ministro alemán ha hecho una afirmación aun más significativa: "Hay que admitir que algunas partes de la teoría de Marx no están tan mal".

Que el responsable de Finanzas de la principal potencia europea invocara a Marx -cuyas obras han vuelto a primera fila de las librerías del país- causó sorpresa, como era de esperar. Sin embargo, Steinbrük no fue objeto de descalificaciones o burlas por parte de los abanderados del libre mercado, como hubiese ocurrido hace tan solo un año, cuando el liberalismo se exhibía triunfante como el único modelo posible.

¿Otro Bretton Woods?
Algunos aventuran que la cumbre del Washington será, por su trascendencia, una segunda versión de la de Bretton Woods (EEUU), de julio de 1944, en la que delegados de los 45 países aliados de la Segunda Guerra Mundial crearon el Fondo Monetario Internacional (FMI) para supervisar el sistema financiero global, facilitar el sistema multilateral de pagos y, en ciertas circunstancias, actuar como prestamista de países en apuros. El FMI se encuentra hoy desprestigiado, sobre todo en los países en vías de desarrollo, por haber impuesto durante las últimas tres décadas las recetas ultraliberales que hoy están en entredicho. Además, su capacidad de acción ha quedado a la zaga de la veloz globalización que ha experimentado la sociedad en las últimas décadas. Numerosas voces reclaman la creación de una nueva institución, con mandato para ejercer un control real sobre los flujos internacionales de capital e, incluso, para fijar directrices en la remuneración de los intermediarios financieros. También vuelve a debate la vieja iniciativa de un impuesto a las transacciones financieras (la tasa Tobin), que se destinaría a corregir los desequilibrios económicos entre países. Otra idea que se airea es la creación de un gran banco de bancos que coordine la acción de los bancos centrales -a semejanza del BCE en la Europa- y evite que la banca privada se embarque en aventuras peligrosas, como ha sucedido con las hipotecas suprime en EEUU.
El nuevo orden deberá además establecer una nueva relación de los países ricos con los pobres, que no se limite a la concesión de ayudas caritativas para superar la pobreza, sino que contemple un compromiso serio para el desarrollo. También se esperan soluciones tajantes a los problemas de los paraísos fiscales y la especulación. Lo ocurrido con el petróleo -cuyo precio se mantenía por la nubes hasta hace unas semanas, empujando al alza la inflación- evidencia el poder extraordinario que han acumulado los especuladores con bienes esenciales.

Un nuevo papel del Estado
Hay quienes consideran que el problema no se resuelve sólo con más y mejores regulaciones. La activista Naomi Klein, autora de La doctrina del shock, considera que la proliferación de créditos basura se produjo por la existencia de un sistema económico que "mide la salud colectiva en términos exclusivos de crecimiento del Producto Interior Bruto". "A lo que esta crisis debería conducirnos es a una forma radicalmente diferente de medir la salud y el progreso", señala Klein en su blog.

Con independencia de las grande medidas que se pueden adoptar en el ámbito internacional, la actual crisis ha vuelto a colocar en primer plano al Estado. Después de salir en rescate de los banqueros, los Gobiernos lo tendrán a partir de ahora más difícil para alegar falta de poder a la hora de atender las necesidades de la sociedad. En un artículo publicado en The Irish Times, el lingüista estadounidense de izquierdas Noam Chomsky recordaba que la intervención del Estado ha sido una constante en el capitalismo en los dos últimos siglos. Citaba un estudio realizado por dos economistas hace 15 años, según el cual, al menos 20 compañías de Fortune 100 no habrían sobrevivido sin el auxilio de sus respectivos gobiernos y muchas de las restantes obtuvieron ayudas oficiales para "socializar sus pérdidas".

Después de la actual crisis, procesos de nacionalización de sectores sensibles -como acaba de ocurrir con los fondos de pensiones en Argentina- no se podrán censurar con facilidad, al menos en el corto plazo. En varios países pobres ha comenzado ya una nacionalización alimentaria.
Líderes como Hugo Chávez y Evo Morales se sienten hoy reafirmados en sus tesis. Otros consideran que el Estado puede reforzar su poder supervisor, pero sin aumentar su tamaño. De la actitud de los ciudadanos dependerá en gran medida el papel que asuma finalmente el Estado en el capitalismo venidero. Si lo público recuperará valor o si, pasado el susto, el libre mercado volverá a sus andadas... hasta la próxima crisis.
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El largo camino de regreso a la casa de papá Estado

Estados Unidos ha sido el epicentro de una crisis que ha desarbolado las teorías neoliberales

FERNANDO VICENTE - Sevilla - 26/10/2008 00:20

Las protestas contra el sistema se han recrudecido en los últimos años. AFP
El presidente de la Reserva Federal estadounidense (FED) disfrutaba de un fin de semana de agosto, jugando al golf, cuando un ayudante le informó de que un asunto muy grave le esperaba en la oficina: el impago de una deuda de 300 millones de dólares que debía hacerse efectivo ese lunes. El presidente era Paul Volcker; la fecha prevista del pago, un 23 de agosto de 1982; el moroso, el Estado de México; y los acreedores, la banca privada internacional.

En pocas semanas, y tras intensas negociaciones multilaterales, FED, Banco de Inglaterra, Tesoro de Estados Unidos, Banco de Pagos Internacionales y Fondo Monetario Internacional (FMI) organizaron un gigantesco préstamo de más de 200 millones de dólares de la época para México. A cambio, exigieron que el dinero se destinara a pagar a los bancos privados (estadounidenses, británicos, japoneses, alemanes...) y que llevase a cabo reformas estructurales. México, entre otras cosas, procedió a nacionalizar sus bancos para salvarlos de la quiebra.
Nacionalización, la adquisición de los bancos por parte del Estado, un término tabú en el mundo globalizado que, sin embargo, 25 años después de aquella crisis de la deuda latinoamericana, vuelve a convertirse en la herramienta para salvar al mundo del caos. Una caja de Pandora que se abrió el 31 de julio de 2007 cuando Bear Stearn, uno de los principales bancos de inversión de EEUU, impidió a sus clientes retirar el dinero de unos fondos basados en hipotecas subprime.

Aguantar
El 15 de septiembre, al otro lado del Atlántico, ya eran los clientes del británico Northern Rock los que hacían cola para rescatar sus ahorros, tras saber que la entidad había pedido socorro al Banco de Inglaterra por falta de liquidez.

Aun así, todavía triunfaba la idea de que quien invierte mal debe aguantar su vela. Un año después, el viernes 12 de septiembre de 2008, el secretario del Tesoro estadounidense, Henry Paulson, todavía defendía la no intervención del Estado en una reunión de urgencia con los más importantes banqueros del mundo. Montada para salvar a Lehman Brothers de la quiebra, acabó con su venta a otro gigante, Bank of America.

Pero un mes después, el 10 de octubre, acorralado por la sucesión de amenazas de bancarrota entre bancos muy importantes, el tabú saltaba definitivamente por los aires. Bush, el presidente ultraliberal y saliente de los EEUU, anuncia su disposición a nacionalizar. Una vez más, como en 1929 o 1982, ante las crisis extremas, papá Estado tiene que intervenir.

Fue el economista británico John Maynard Keynes, el principal valedor del control público sobre la economía tan denostado por los liberales, el que aportó la idea de crear el FMI y el Banco Mundial para ordenar las finanzas internacionales. Hoy, socialdemócratas y liberales vuelven hacia él sus ojos para recuperar sus ideas y crear un sistema de supervisión financiera a escala global adaptado al siglo XXI.
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Autoflagelación en la catedral del capitalismo liberal

En Washington temen que la influencia de EEUU en el mundo disminuya

PÚBLICO - 26/10/2008 08:00

El capitalismo a la estadounidense vive momentos bajos, sacudido por una crisis feroz, que según un número creciente de expertos marca el fin de una era, una en la que el Estado permitió que los mercados camparan a sus anchas.

La nacionalización parcial de la banca anunciada la semana pasada por el Gobierno de Washington, que comprará acciones por valor de 250.000 millones de dólares en distintos bancos del país, es un reflejo de los nuevos tiempos que corren.

El influyente intelectual estadounidense Francis Fukuyama señala en un artículo reciente de la revista Newsweek que existe un creciente consenso sobre la necesidad de regular distintas partes de la economía. Fukuyama sostiene también que "globalmente EEUU no disfrutará de la posición hegemónica que ha ocupado hasta ahora".

"La capacidad de EEUU para dar forma a la economía global mediante pactos comerciales y el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial se verá disminuida al igual que nuestros recursos financieros", aventura Fukuyama.

Fukuyama predice que Estados Unidos perderá su posición hegemónica
Además, "las ideas estadounidenses, los consejos e incluso la ayuda serán menos bienvenidos () en muchas partes del mundo", añade.

En similares términos se pronuncia el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz. "La gente alrededor del mundo nos admiró en una ocasión por nuestra economía y les dijimos lo que tenían que hacer si querían ser como nosotros", afirma Stiglitz en declaraciones al diario The Washington Post, publicadas la semana pasada.

"El caso es que nadie nos respeta ahora por ese modelo debido a esta crisis que por supuesto plantea interrogantes sobre nuestra credibilidad. Todo el mundo siente que está sufriendo por nuestra culpa", comenta Stiglitz.

La reciente concesión del Premio Nobel de Economía al estadounidense Paul Krugman, un renombrado economista y columnista del diario The New York Times, quien culpa a las políticas fiscales y a la desregulación impulsadas por la Casa Blanca del presidente George Bush del actual descalabro, parece confirmar que se avecinan nuevos tiempos.

La fe en el mercado y en su capacidad para autorregularse comenzó con Ronald Reagan (1981-1989) en la Casa Blanca y Margaret Thatcher (1979-1990) en Downing Street.

El magnate de origen húngaro George Soros cree que la noción de que los mercados corrigen sus excesos llevó a una masiva expansión de la financiación de la deuda que culminó con las hipotecas de alto riesgo y personificó la mentalidad del dinero fácil, raíz, dice, del desastre al que asistimos.

Invertir ahora
Kenneth Arrow, que ganó el Premio Nobel de Economía en 1972, invita a ir más allá al señalar que esta crisis presenta un desafío a la teoría económica comúnmente aceptada y advierte que el éxito de las políticas para prevenir crisis futuras dependerá de lo bien que se entiendan las fuerzas que operan ahora en los mercados.

El multimillonario inversor Warren Buffett, uno de los asesores económicos del candidato demócrata en las elecciones presidenciales Barack Obama, ve las cosas desde otro prisma: "Estoy comprando acciones estadounidenses. ¿Por qué? Una regla simple: Ten miedo cuando otros son avariciosos y se avaricioso cuando otros tienen miedo", dice Buffett en un artículo publicado la semana pasada en el The New York Times.
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Los laboristas vuelven a sus orígenes

Incluso los herederos de Thatcher cuestionan el modelo de los últimos años

LOURDES GÓMEZ - CORRESPONSAL EN LONDRES - 26/10/2008 08:00

Michael Foot perdió el liderazgo del Partido Laborista y las elecciones generales de 1983 con un manifiesto que prometía colocar "uno o más bancos bajo propiedad pública". Su compañero de partido, Gerald Kaufman, descalificó la propuesta como la "más larga nota suicida de la historia", pero ese tiro en la nuca ha reavivado las esperanzas en el laborismo de Gordon Brown. Un aspecto crucial de la receta aplicada por el primer ministro contra la crisis financiera –la nacionalización parcial del sistema bancario– es apoyado por conservadores y liberales demócratas. El capitalismo estatal va ganando adeptos.

"Somos una economía global con su primera crisis financiera"
"El laissez-faire está muerto", escribió en un vespertino londinense el responsable de Finanzas tory, George Osborne. "Se ha demostrado que la banca es un servicio público y, a partir de ahora, ha de gestionarse con una normativa precisa”", defiende Vanessa Rossi, experta en Economía Internacional en el Royal Institute of International Affairs. El pensador marxista Eric Hobsbawn advierte que "la fase del capitalismo de ultra libre mercad" entró en crisis hace tiempo y ahora es evidente en las economías avanzadas de Occidente. El nonagenario historiador cree que el ciudadano nada puede hacer salvo presionar a los gobiernos para que "abandonen su convicción de que la fórmula de máximos beneficios es un modelo para el Estado y la Sociedad".
Y reconoce en The Guardian que "se tardará años en descubrir una fórmula de crecimiento estable en la nueva fase de la economía capitalista". Brown, en cambio, defiende que la globalización ha hecho posible diez años de bienes de consumo baratos y bajos tipos de interés. "Somos una economía global con su primera crisis financiera. Estamos creando una sociedad global puesto que la gente puede comunicarse instantáneamente más allá de sus fronteras. Pero todavía no hemos construido los medios para resolver los problemas a nivel global. Este es nuestro siguiente trabajo” dijo Brown.
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Cómo compaginar el socialismo con el mercado

En China, la crisis financiera global ha despertado muchas críticas al modelo de capitalismo liberal


Un grupo de chinos observa un nuevo desarrollo urbanístico. AFP ANDREA RODÉS - CORRESPONSAL EN PEKÍN - 26/10/2008 08:00

La palabra "crisis" en chino, "weiji", está formada por el caracter "wei", que quiere decir peligro, y "ji", oportunidad. Los chinos utilizan esta palabra para resaltar que, a diferencia de los pesimistas occidentales, ellos ven las crisis como una oportunidad de mejora. En este sentido, en Pekín apuestan por seguir su propio modelo de capitalismo socialista.

Ante la crisis, Pekín sigue confiando en su política de Reforma y Apertura
En China, la crisis financiera global ha despertado muchas críticas al modelo de capitalismo liberal promovido principalmente por Estados Unidos: el consumo desenfrenado a costa de endeudarse y la falta de control estatal sobre las instituciones financieras. "El modelo americano de libre mercado está en un callejón sin salida", comentó la editorial del Guangzhou Daily, un diario de Cantón.

Ye Tan, comentarista económico chino, escribió en Beijing News: "Esta crisis es el resultado del desarrollo vicioso del capitalismo financiero. Ahora, el frágil suelo donde se levantó el sistema financiero anterior tiene que ser destruido y sustituido por un orden económico justo y equitativo, que permita a los creadores de valor enriquecerse de forma justa y evite que los capitalistas financieros se lleven la mayor parte de la riqueza".

Ante la crisis, los dirigentes chinos insisten en la necesidad de continuar con la política de "Reforma y Apertura", impulsada por el ex presidente Deng Xiaoping hace 30 años para introducir el capitalismo en China.

«El modelo de consumo de EEUU no puede ser un modelo para China»
La prioridad ahora es conseguir un crecimiento "rápido y sano" de la economía doméstica, según el comunicado oficial emitido tras la conclusión del Plenario anual del Partido Comunista Chino, celebrado hace unos días en Pekín. Ante la crisis, "lo más importante es gestionar bien nuestros problemas internos", dijo el comunicado. Una de las prioridades será apostar por mejorar el bienestar de los 730 millones de campesinos que viven en las zonas rurales, una población clave para estimular la demanda doméstica.

Nuevo modelo de consumo
"China es capaz de mantener un crecimiento de la economía relativamente alto estimulando la economía doméstica y el consumo interno", dice el economista Lin Yifu, citado por el Diario del Pueblo. Pero, tras el fracaso del modelo de consumo americano, basado en el endeudamiento de las familias, "habrá que escoger un nuevo modelo de consumo, y "aprender a gastar dinero de forma valiosa, pero más prudente".

"El modelo de consumo estadounidense no puede ser un modelo para China", comentó el mismo rotativo en un editorial. "Los consumidores chinos tienen que hacerse con la idea de un consumo más "científico" y "racional". De esta forma, la economía china podrá alcanzar un desarrollo sostenible y contribuir a la economía mundial".

"Desarrollo científico"
El Gobierno del presidente, Hu Jintao, se ha caracterizado por defender el "socialismo con características chinas" basado en el "desarrollo científico". El principio enfatiza el crecimiento económico sostenible y de calidad, poniendo por delante los intereses del pueblo.
"[El socialismo con características chinas] no sólo se basa en la creación de riqueza social, también en su reparto según intereses sociales; no sólo en crecimiento económico, sino también en el desarrollo coordinado de la economía, política, cultura y la ecología", dijo en setiembre el vicepresidente chino, Xi Jinping.
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Francia. La refundación del capitalismo

Sarkozy se autodeclara defensor de la «refundación del capitalismo»

ANDRÉS PÉREZ - CORRESPONSAL EN PARÍS - 26/10/2008 08:00

La amenaza de un colapso generalizado del sistema financiero ha dejado sin voz en Francia a los defensores de las tesis liberales, como el ala centrista del Partido Socialista, o el propio presidente Nicolas Sarkozy, obligado ahora a hacerse el abogado de una "moralización del capitalismo". Por el contrario, la misma crisis ha puesto alas en los pies de esos azotes del sistema liberal que son Laurent Fabius y Susan George, a la izquierda, o Henri Guaino, en el Elíseo mismo.
El primero en abrir fuego fue Guaino, el consejero especial del presidente. El defensor de la línea tradicional de la intervención pública y enemigo jurado de la ortodoxia liberal de la Comisión Europea llevaba meses esperando su oportunidad.

«Los partidos socialdemócratas se han convertido en cómplices»
Y la crisis le ha permitido imponer su idea de que el sistema actual es más un sistema de "economía de rentas" son sus términos, desfavorable a Francia, que una sistema mundial de librecambio.

Es considerada victoria personal suya el proyecto embrionario del Gobierno francés de volver a una política de creación de empleos subsidiados, en su día muy criticada por Sarkozy.
El fastuoso proyecto de Sarkozy de "refundar el capitalismo", a veces calificado de "moralización del capitalismo", también sale directamente de las neuronas de Henri Guaino.

Nuevas reglas
El ex primer ministro y ex ministro de Economía Laurent Fabius. el cerebro mejor afilado del PS, decretó "el fracaso" del sistema liberal y abogó por una cumbre mundial que fije para siempre "reglas mundiales" basadas en "la capacidad reguladora del poder público·".
Susan George, presidenta honoraria de ATTAC Francia, ha estimado que esta crisis ha demostrado que "los partidos socialdemócratas que optaron por ser acompañantes de este sistema se han convertido en cómplices" del empobrecimiento general que acarrea.
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La vuelta de las teorías de Karl Marx

Los pensadores liberales dan marcha atrás y defienden ahora la regulación

GUILLEM SANS MORA - CORRESPONSAL EN BERLÍN - 26/10/2008 08:00

Marx está de moda en Alemania. La editorial que publica El Capital dice que se han triplicado las ventas. También el ministro de Finanzas, el socialdemócrata Peer Steinbrück, ha redescubierto las teorías de este filósofo alemán que cambió el mundo. "En general, se puede decir que ciertas partes de la teoría marxista no están del todo mal", dijo Steinbrück al semanario Der Spiegel. "Un capitalismo sin mesura como el que hemos vivido, con toda su avaricia, acaba devorándose a sí mismo", añadió.

El ex canciller socialdemócrata Helmut Schmidt ha quedado en esta crisis como un visionario. Al filo de sus 90 años, Schmidt había venido advertiendo en la última década del peligro de los negocios fantasma. "Los mercados libres son muy bonitos, pero sin un control democrático sólo pueden existir desbocados", escribió Schmidt en el semanario que edita, Die Zeit.

Liberales con el pie cambiado
Un fenómeno curioso de esta crisis financiera es el de los pensadores liberales que ahora resulta que siempre habían sido partidarios de regular los mercados. Estos políticos y académicos sienten de repente la necesidad de justificarse. Es el caso del político y sociólogo germano-inglés Ralf Dahrendorf, Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales del pasado año.
"Se puede decir que ciertas partes de la teoría marxista no están del todo mal"

Este lord explica en una entrevista con el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung que en Europa se hace un debate general sobre el sistema, mientras en EEUU se actúa de forma pragmática frente a la crisis: "En EEUU van a ser más radicales que todos los europeos, del mismo modo que el New Deal, la respuesta de Roosvelt a la crisis económica mundial de los años treinta, fue mucho más radical que todas las ideas juntas de los socialistas europeos".

EEUU adoptará medidas que cuando hayan surtido su efecto serán retiradas, en lugar de discutir eternamente sobre sistemas como hacen los europeos, cree este pensador liberal.
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