dimarts, 11 d’abril del 2017

Una obra monumental: Diccionario biobibliográfico de escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939 [1]

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José Manuel Pérez Carrera ||

Profesor de Literatura Española. Director del Taller de Lectura de AMESDE de narrativa sobre la guerra civil española ||
En España tuvimos que esperar hasta 1963 para conocer el primer estudio global sobre la literatura del exilio republicano de 1939, Narrativa española fuera de España, de José Marra López[2]. Y hasta 1970 no se publicó una colección de textos narrativos de escritores exiliados, Narraciones de la España desterrada, de Rafael Conte[3]. En la década de los setenta, una editorial registrada en Andorra comenzó a distribuir en España obras de Max Aub, Sender y otros exiliados. Dos años necesitó José Luis Abellán en coordinar una pionera obra colectiva, El exilio español de 1939[4]. Después (décadas de los 80 y 90), la barcelonesa Anthropos creó la Colección “Memoria rota. Exilio y heterodoxias”; más tarde, en Galicia, Ediciós do Castro se atrevió a divulgar parte de la literatura del exilio gallego; y, ya en el siglo XXI, la sevillana Renacimiento en diversas colecciones rescató (y sigue rescatando) textos aún desconocidos en nuestro país de escritores que tuvieron que abandonar España en 1939 por razones políticas.
Todos estos esfuerzos editoriales ayudaron al lector español a ir descubriendo paulatinamente una literatura nacional (escrita en cuatro de las cinco lenguas peninsulares) de gran calidad, producida regularmente durante casi cuarenta años y poco valorada en los manuales al uso de la literatura española contemporánea.
Poetas, narradores, dramaturgos, filósofos, ensayistas, críticos literarios e historiadores en Europa y América (desde París a Santiago de Chile, pasando por Londres, Moscú, Nueva York, Ciudad de México, La Habana, San Juan de Puerto Rico, Santo Domingo, Bogotá, Caracas, Buenos Aires, Asunción, Lima y Montevideo) desarrollaron una ingente obra literaria y filosófica a través de revistas, editoriales y cátedras universitarias que no llegó en su momento a sus naturales destinatarios, los lectores y estudiosos españoles. La parcial, deficiente y desacertada recuperación de la obra de estos escritores a partir de 1975 por las principales editoriales comerciales españolas decepcionó a muchos lectores no suficientemente informados. Y, en fin, la especial manera como se conformó la transición política, que primó la conveniencia de mirar hacia a delante a costa de una amnesia del pasado, acabó por alojar en el rincón del olvido la producción intelectual de los españoles exiliados.
Éstas y otras reflexiones por el estilo me he venido haciendo mientras echaba un primer vistazo de urgencia a la ingente obra que ha acometido el Grupo de Estudios del Exilio Literario (XEGEL), que, desde 1993, dirige con gran eficacia el profesor Manuel Aznar Soler, el maestro de todos cuantos nos dedicamos al estudio y divulgación de la literatura del exilio de 1939. En la introducción a este ingente Diccionario Biobibliográfico se enumeran algunos de los logros de este Grupo, en forma de Seminarios, Congresos y Publicaciones.
Otros nombres propios tendría que señalar aquí, cuyos estudios sobre la literatura del exilio han ido completando el trabajo desarrollado por GEXEL. Pienso, entre otros, en Alicia Alted, Maryse Bertrand de Muñoz, Francisco Caudet, Geneviève Dreyfus-Armand, Vicente Llorens o Emilia de Zuleta. Así que, leyendo las tres páginas introductorias de “Fuentes Bibliográficas Generales” nos damos cuenta de lo mucho que se ha investigado (especialmente en España, en Francia y en México) sobre este tema en las tres últimas décadas. Y si hasta 1990 nos teníamos que conformar apenas con la síntesis citada de Abellán, a partir de entonces han aparecido muchas e importantes monografías parciales, de modo que el terreno ya estaba preparado para este Diccionario.
Volviendo al objeto de estas notas, más de cien estudiosos han completado alrededor de dos mil fichas, sobre escritores, revistas y editoriales del exilio. En la introducción, los coordinadores han señalado los objetivos y límites del Diccionario:
“Ha primado la condición de literaria de los seleccionados, aunque se han incluido algunos casos otros autores que han destacado más como políticos, pintores, músicos, historiadores, etcétera. En este sentido, creemos conveniente puntualizar que hemos entendido por “escritor” a cualquier artista o intelectual (abogado, científico, filósofo, periodista, político) que haya publicado algún libro, bien de recopilación de artículos o bien de memorias. Todos ellos son autores de obras de creación”.
El grueso, pues, del Diccionario lo ocupan fichas biobibliográficas de escritores españoles que han publicado, al menos, una obra en el exilio, a partir de 1939. El Diccionario recoge también la obra de algunos escritores que, aun nacidos fuera de España, desarrollaron en nuestro país parte de su obra, especialmente en los años treinta del siglo pasado, y que después regresaron a sus países de origen. En cambio, deja fuera del estudio a aquellos que, como Arrabal, Juan Goytisolo o Agustín Gómez Arcos, niños durante la guerra, se autoexiliaron en los años cincuenta, en Francia, principalmente. Tampoco, por regla general, se ocupa de los hijos o nietos de republicanos, nacidos ya en el exilio y que escriben comúnmente en la lengua del país de acogida. Precisamente a un grupo concreto de estos escritores, los nacidos en Francia, descendientes de republicanos españoles, dediqué hace meses un primer artículo en Crónica Popular [5].
Son omisiones perfectamente defendibles por los responsables de la selección, aunque en otros estudios hayan sido total o parcialmente reconocidos como exiliados de la guerra de España o del franquismo. Más discutible me parece la exclusión de aquellos escritores que, como Germán Bleiberg o Ildefonso Manuel Gil, sufrieron persecución y cárcel tras la guerra, se reincorporaron con dificultad a la vida intelectual española y acabaron por exiliarse a lo largo de la década de los cincuenta. Si repasamos su trayectoria intelectual y su obra publicada son autores que deberían haber figurado con todos los honores en un diccionario como éste.
Además, como lo señala ya el propio título, el Diccionario no se limita a escritores, sino que amplía su descripción a las revistas que se crearon en el exilio y las editoriales que se promovieron. De todo ello había ya monografías parciales, pero este diccionario nos permite cotejar unas y otras para darnos cumplida cuenta de la riqueza y variedad de estas empresas, acometidas muchas de ellas en condiciones muy precarias.
El lector atento se llevaría más de una sorpresa si comparara la calidad y variedad de muchas de ellas con lo que, en los mismos años, se estaba haciendo en España. Porque, si el exilio supuso una amputación en la relación de sus autores con sus lectores españoles, en cambio les dio unas perspectivas de universalidad, conocimiento y ausencia de censura que ya hubieran querido para sí quienes se tuvieron que quedar en una España aislada, desconocedora de lo que se hacía en el mundo y sometida a una estricta censura política, religiosa y estética.
Puestos a pedir, me hubiera gustado encontrar fichas referidas a las instituciones culturales y a los centros educativos creados o alentados por los exiliados republicanos. Esta fue una tarea ingente con la que nuestros intelectuales devolvieron de alguna manera a los países de acogida parte de lo que de ellos recibieron. Algunas alusiones se pueden encontrar, sueltas, por aquí o por allí, pero falta la descripción ordenada de esas empresas culturales.
Pero esta es una consideración menor ante los logros del Diccionario. Y, además, se nos anuncia que, a partir de 2019, habrá una edición digital que corregirá los posibles errores de esta primera edición y completará las omisiones que se pudieran encontrar. Con esta obra, la editorial sevillana Renacimiento culmina una trayectoria única y ejemplar en la difusión en nuestro país de la producción intelectual del exilio.
Resumo: Quizá lo mejor que se pueda decir del Diccionario biobibliográfcio de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939 es que, a partir de ahora, ya contamos con la referencia organizada y jerarquizada de todo lo que necesitemos saber de esa experiencia única en nuestra historia intelectual que fue el exilio de 1939. Pues ningún otro de los sucedidos a lo largo de la historia de España (numerosos para nuestra desgracia) tuvo ni la amplitud, duración y significación cultural del producido en 1939, protagonizado por quienes tuvieron que abandonar su país por defender los ideales culturales, educativos y democráticos inscritos en la República que el pueblo español conquistó el 14 de abril de 1931.

Notas
[1] Al cuidado de Manuel Aznar Soler y José-Ramón López García. Cuatro tomos, Sevilla, Renacimiento (Biblioteca del Exilio), 2017, 2250 págs.
[2] Madrid, Guadarrama, 1963, 540 págs.
[3] Barcelona, Edhasa, 1970, 248 págs.
[4] 1: La emigración republicana de 1939. 2: Guerra y política; 3: Revistas, pensamiento, educación: 4: Cultura y literatura; 5: Arte y ciencia; 6: Cataluña, Euzkadi, Galicia. Madrid, Taurus, 1976-1978.