Barcelona, 7 nov (EFE).- La Generalitat ha localizado 133 nuevas fosas comunes de la Guerra Civil y la represión franquista en dos años, con lo que ya suma un total de 650 en toda Cataluña, y ha logrado averiguar el destino de casi la mitad de los 6.000 desaparecidos que tiene censados desde el año 2003.
En una entrevista con Efe, la directora general de Memoria Democrática de la Generalitat, Gemma Domènech, se felicita por los frutos de la "intensa campaña" que ha permitido ampliar el mapa de fosas: seis investigaciones emprendidas en 2019 y otras tres en 2020, basadas en testimonios orales y en el rastreo documental de archivos, principalmente a manos de historiadores locales.
Cuando en 2010 la Generalitat publicó el mapa de sepulturas comunes, se contabilizaron 179, cifra que en 2017, con la aprobación del Plan de Fosas, subió a 517 y que, tras las últimas investigaciones de Memoria Democrática, va a alcanzar las 650.
MUERTOS EN EL FRENTE
Centenares de historiadores locales catalanes han trabajado en el mapa de fosas comunes, que también se ha podido completar gracias a hallazgos casuales de enterramientos debido a movimientos de tierras causados por temporales, aguaceros o quema de bosques.
Aunque en Cataluña también hay fosas de víctimas de la represión en la Guerra o el franquismo, la mayoría son de combatientes fallecidos en el frente, lo que explica que se concentren en los principales escenarios de la contienda: la provincia de Lleida agrupa el 44% de las sepulturas y las Tierras del Ebro, el 17%.
La Batalla del Ebro, que se cuenta entre las más cruentas de la Guerra Civil, sembró las orillas del río de fosas que pueden albergar hasta 300 o 400 cadáveres, y más de una cuarta parte de los desaparecidos censados en Cataluña se encuentran en esa zona.
Desde 2017, se han abierto en Cataluña 32 fosas comunes que han permitido recuperar los restos mortales de 300 personas, aunque de estas solo ocho han podido ser identificadas, un proceso para el que resulta clave un banco de datos genéticos de familiares, aún insuficiente: se estima que en Cataluña podría haber 20.000 desaparecidos, pero solo se dispone del ADN de 2.000 descendientes.
La Generalitat abrió en 2003 un censo de desaparecidos en la Guerra y la represión que ha ido creciendo año tras año hasta alcanzar los 6.000 casos, la mitad de los cuales están resueltos, con lo que, gracias a las investigaciones documentales e históricas llevadas a cabo, se ha podido informar a las familias del destino del fallecido y la posible ubicación de su sepultura.
HISTORIAS QUE LLEGAN A ITALIA
Gemma Domènech cita el reciente ejemplo de un soldado italiano que murió en la Batalla del Ebro y cuyos últimos días han sido reconstruidos: ahora se sabe que cayó herido en el frente, fue evacuado a un hospital de Móra d'Ebre (Tarragona), donde falleció a los diez días y acabó enterrado en una fosa común.
"No hemos podido recuperar su cuerpo, pero le hemos podido decir a la familia, que había pasado 80 años pensando qué le podía haber pasado, que murió en el hospital, que lo enterraron y que no estuvo agonizando solo en la montaña", celebra la historiadora.
La Generalitat prioriza la apertura de las fosas comunes en las que se tenga información de las personas enterradas, sus familias estén localizadas y ya hayan facilitado muestras de ADN, un criterio con el que, admite Domènech, se pretende "cerrar el círculo" y evitar "la decepción para todos".
Gemma Domènech ha vivido junto a familiares de desaparecidos el momento "agridulce" de apertura de una fosa común, especialmente doloroso en el caso de los descendientes cercanos: "un hijo de 80 años que ha oído hablar a su madre de esa historia cada día de su vida, el dolor de no saber dónde está su marido, o saberlo pero no poder ir a buscarlo y enterrarlo dignamente...", relata.
En ocasiones, la apertura de la fosa reactiva los recuerdos y emergen informaciones que habían permanecido sepultadas durante décadas, también para los historiadores. "Los más mayores del lugar, espontáneamente, se acercan y dicen yo me acuerdo, yo había oído que...y empiezan a salir datos", explica Domènec.
"ROMPER EL SILENCIO"
Para la directora general, lo más importante es "romper el silencio y llenar ese vacío de muchas familias", pero, al mismo tiempo, "cuando abres una fosa, remueves a toda la sociedad. Se rompe aquello de la prohibición, de un tema sobre el que durante años no se ha podido hablar".
Domènech se felicita de que Cataluña haya sido "pionera" al gestionar la apertura de fosas comunes "de forma pública al cien por cien y con un registro único de desaparecidos", frente a otras comunidades donde esos trabajos los están impulsando asociaciones o frente a un Estado que, hasta el día, "no ha hecho nada" más allá de prometer subvenciones.
Ese retraso en la búsqueda de desaparecidos se debe, según Gemma Domènec, a que la transición es "un pacto de pasemos página, de amnistía para todos, también para los verdugos", algo que en su opinión "ya valió" para esa generación, pero no para la siguiente.
"No es culpa de las instituciones, es culpa de todos, seguramente de una sociedad que aún no era lo bastante madura", sostiene la historiadora, que cree que "el trauma de la Guerra y la represión y el miedo fueron tan grandes que la necesidad de no hablar de ello pasó a otra generación".
A menudo, han sido los nietos y biznietos de las víctimas los que han querido saber, apunta Domènech: "muchos casos han salido de trabajos de investigación de alumnos de bachillerato a quienes el abuelo cuenta, por primera vez, aquella historia que sus propios hijos no habían oído nunca". EFE
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