En el caso de las mujeres, el psiquiatra llegó a afirmar que su participación en la política estaba motivada por la satisfacción de sus necesidades sexuales, describiendo sus comportamientos como «primitivos» y «animales»
Por Isabel Ginés | 8/02/2025
Antonio Vallejo-Nájera, un psiquiatra al servicio del régimen franquista, dedicó parte de su carrera a intentar demostrar una hipótesis tan absurda como peligrosa: la existencia de un supuesto «gen rojo» que explicaría la «inferioridad» de quienes apoyaban las ideas marxistas y republicanas. Inspirado en las teorías raciales nazis, este médico buscó justificar científicamente la represión y la violencia ejercida contra el bando perdedor de la Guerra Civil española.
En 1939, Vallejo-Nájera llevó a cabo una serie de estudios en los que analizó a medio centenar de mujeres encarceladas, utilizando encuestas sobre temas como la sexualidad y la religión. Su objetivo era demostrar que las personas de izquierdas poseían una «deformación» que las llevaba a la «perversión moral, sexual e ideológica». Para ello, se rodeó de criminólogos y asesores alemanes, y sometió a prisioneros de guerra republicanos y voluntarios de las Brigadas Internacionales a pruebas extremas que los llevaron al límite físico y mental.
El psiquiatra estaba convencido de que los regímenes democráticos fomentaban el resentimiento y promovían a los «fracasados sociales». A través de mediciones corporales y cuestionarios, intentó demostrar que los «rojos» presentaban un «carácter degenerativo», caracterizado por el alcoholismo, el libertinaje y una inteligencia inferior a la media. Estas conclusiones, basadas en prejuicios y pseudociencia, servían para justificar la represión del régimen franquista.
Vallejo-Nájera, influenciado por el «Instituto para la Investigación y Estudio de la Herencia» creado por Heinrich Himmler, llegó a hablar de un «gen rojo» que explicaría la supuesta inferioridad de los marxistas. Según él, este «gen» conducía a una «perversión moral, sexual e ideológica» que justificaba la necesidad de un control férreo por parte del Estado. Sus ideas, aunque carentes de fundamento científico, fueron utilizadas para legitimar la violencia y la opresión del franquismo.
En el caso de las mujeres, el psiquiatra llegó a afirmar que su participación en la política estaba motivada por la satisfacción de sus necesidades sexuales, describiendo sus comportamientos como «primitivos» y «animales». Estas conclusiones, además de ser absurdas, reflejaban la misoginia y el conservadurismo extremo del régimen, que buscaba relegar a las mujeres a un papel sumiso y secundario en la sociedad.
En definitiva, la teoría del «gen rojo» no era más que un intento pseudocientífico de justificar la represión y la violencia del franquismo. Vallejo-Nájera, inspirado por las ideas nazis, utilizó su posición para intentar demostrar la «inferioridad» de quienes pensaban de manera diferente, perpetuando así un discurso de odio y exclusión que marcó una de las etapas más oscuras de la historia de España.
Durante el franquismo se cometieron innumerables atrocidades contra las mujeres republicanas. Fueron víctimas de violaciones en grupo, palizas, rapados públicos, humillaciones como ser obligadas a ingerir aceite de ricino antes de ser paseadas por las calles, además de los experimentos del doctor Vallejo-Nájera. Mujeres cuya única “culpa” fue defender una España libre, una España en la que todos tuviéramos cabida. Una España diferente.
Cuando escuchamos estos relatos, nos estremecemos al pensar en los miles de mujeres que sufrieron simplemente por ser republicanas, por pensar diferente o por soñar con un país más justo. Muchos se escandalizan hoy con ciertas atrocidades, pero jamás han condenado las violaciones en grupo y los abusos sufridos por estas mujeres. Muchos se llevan las manos a la cabeza por hechos actuales, pero nunca han denunciado lo que padecieron miles de republicanas.
No fueron solo los fusilamientos, las desapariciones en cunetas o las ejecuciones en los paredones. También estuvieron los experimentos médicos, las agresiones sexuales, las palizas, la depuración de maestras, la humillación pública, los paseos forzados con la cabeza rapada, tambaleándose por el efecto del aceite de ricino, mientras una banda de música las seguía para hacer de su sufrimiento un espectáculo.
Es necesario conocer y recordar todo lo que ocurrió. Se debe pedir perdón y hacer justicia, porque estas mujeres sufrieron enormemente por el simple hecho de querer una España libre. Una España donde todos tuvieran cabida. Una España sin fanatismo. Es indignante que miles de ellas pasaran por semejante horror y que todavía hoy haya quienes pretendan relegarlas al olvido.
El experimento de Franco con 50 mujeres en Málaga: en busca del «gen rojo»
Antonio Vallejo-Nájera, psiquiatra del régimen, analizó en 1939 a medio centenar de reclusas mediante encuestas sobre sexo y religión destinadas a demostrar «la perversión» de la izquierda
Mayo de 1939. El bando franquista acababa de declarar su victoria en la Guerra Civil, que daría paso a más de treinta años de dictadura. El nuevo régimen necesitaba coser la herida por la que sangraba España, fracturada en dos, y utilizó la pseudociencia como hilo. El médico Antonio Vallejo-Nájera, jefe de los servicios psiquiátricos militares, había planteado una disparatada tesis basada en la creencia de que existía un «gen rojo» que conducía a la perversión moral, sexual e ideológica. Franco había creado meses antes un gabinete de investigaciones psicológicas para buscar una explicación biológica al comunismo, en sintonía con las teorías nazis sobre la superioridad de la raza aria. El ideal franquista descansaba en el militarismo y el nacionalcatolicismo, un espíritu amenazado por la inferioridad mental que según Vallejo-Nájera arrastraba el marxismo.
Para tratar de demostrar su absurda hipótesis, el psiquiatra palentino se rodeó de criminólogos y asesores alemanes y sometió a prisioneros de guerra republicanos, y también a voluntarios procedentes de las Brigadas Internacionales, a pruebas macabras que los llevaron al borde del colapso. Estaba convencido de que «la perversidad de los regímenes democráticos favorecedores del resentimiento promociona a los fracasados sociales». A través de mediciones antropomórficas y encuestas, con preguntas sobre sexualidad o religión, la dictadura intentaba justificar su represión. La investigación concluyó que los 'rojos' mostraban un «carácter degenerativo» marcado por su tendencia al alcoholismo, el libertinaje y la promiscuidad, además de una inteligencia inferior a la media.
El franquismo difundió la idea de que existía un gen rojo que conducía a la perversión moral
El régimen franquista detectó una laguna en su propio estudio, manipulado hasta la caricatura: no habían estudiado a ninguna mujer. Para remediarlo, Vallejo-Nájera contactó con el director de la clínica psiquiátrica de la prisión de mujeres de Málaga, Eduardo Martínez. Juntos analizaron a cincuenta reclusas, aunque renunciaron a las evaluaciones físicas al considerar que los contornos femeninos resultaban «impuros». Los resultados, que incluían detalles sobre la vida sexual de las presas, como la edad en que perdieron la virginidad, a lo que se referían como «desfloración», desvelaron que predominaban las reacciones temperamentales y primarias, algo que les permitió afirmar que las mujeres republicanas tenían «muchos puntos en común» con animales y niños. También aseguraron localizar comportamientos esquizoides, debilidad mental e introversión.
Los psiquiatras del franquismo defendían que las mujeres participaban en política para satisfacer sus apetencias sexuales. El argumentario permitía que la religión católica impusiera sus estrictas normas, por entonces canalizadas por la tenebrosa Sección Femenina, dirigida por Pilar Primo de Rivera con el objetivo de promulgar la sumisión ante los deseos masculinos: «Cuando tu marido regrese del trabajo, ofrécete a quitarle los zapatos. Minimiza cualquier ruido. Si tienes alguna afición, intenta no aburrirle hablándole de ella. Si debes aplicarte crema facial o rulos para el cabello, espera hasta que esté dormido. Si siente la necesidad de dormir, que así sea. Si sugiere la unión, entonces accede humildemente, teniendo en cuenta que su satisfacción es más importante que la tuya».
A la represión franquista, en el caso de las mujeres, se sumaba la misoginia del régimen. La discriminación que sufrían era doble. Pero el lado más tétrico de las investigaciones psiquiátricas ordenadas por Franco en Málaga estaba aún por conocerse; los estudios, cuyas hipótesis se dieron por comprobadas pese a la falta de rigor y la inconsistencia de todo el proceso, escondían un plan para justificar «la segregación de estos sujetos desde la infancia» al entender que esta separación «podría liberar a la sociedad de plaga tan terrible». En otras palabras: al dar por válida la existencia de un «gen rojo» causante de psicopatías y criminalidad, la dictadura creía poder justificar el secuestro de niños republicanos. Se estima que el número de menores robados por el franquismo durante la contienda y en la posguerra, uno de los episodios más crueles y desconocidos de la historia reciente de España, ascendió a 30.000.
Una investigación de las profesoras Encarnación Barranquero, Matilde Eiroa y Paloma Navarro sobre la prisión de mujeres de Málaga revela que los hijos de reclusas, a menudo encarceladas por delitos tan ambiguos como «rebelión» o «atentados contra la moral pública», permanecían con sus madres, en caso de no poder quedarse con otro familiar, hasta que cumplían tres o seis años, en función de la legislación vigente. Entonces pasaban a ser tutelados por las instituciones estatales y religiosas. La presencia de los menores en las cárceles no consta en los expedientes, algo que ha dificultado los estudios posteriores, aunque de los testimonios recogidos se desprende que la mayoría de niños eran dados en adopción o emprendían carrera como seminaristas, siempre con el objetivo de pulverizar cualquier relación con el pasado.
Con su teoría, el régimen creía poder justificar el secuestro de niños republicanos
Los servicios psiquiátricos dirigidos por Vallejo-Nájera y Martínez retrataron a las reclusas de la prisión de Málaga en informes detallados. De las cincuenta mujeres analizadas, más de la mitad habían sido condenadas a muerte, aunque las penas fueran finalmente conmutadas. Otra de las conclusiones dejaba al descubierto la paupérrima consideración que el sistema tenía de las mujeres, a quienes reducía a su papel de madres: «A la mujer se le atrofia la inteligencia como las alas a las mariposas de la isla de Kerguelen, ya que su misión en el mundo no es la de luchar en la vida, sino acunar la descendencia de quien tiene que luchar por ella». Los resultados fueron utilizados posteriormente por Vallejo-Nájera para reclamar «una Inquisición modernizada» que permitiera «higienizar nuestra raza». Murió en 1960 tras publicar cerca de treinta libros, aunque su obra, en un histórico ajuste de cuentas, ha quedado por suerte enterrada bajo polvo y olvido.
Combatientes contra el “gen rojo”, o el fanatismo de los psiquiatras franquistas
Dirigido por Rossa Brines y producido por Félix Vidal, la Conselleria de Transparència i Memòria Democràtica de Generalitat de Valencia que dirige Rosa Pérez Garijo estrenó el pasado 15 de febrero en la televisión valenciana Els àngels caiguts. El fanatisme dels psiquiatres de Franco. Este documental se presentó hace meses, coincidiendo con el octogésimo aniversario del fusilamiento durante la dictadura franquista del rector de la Universidad de Valencia, Joan Peset i Alexandre (1886-1941).
Se trata de un film de unos 40 minutos de duración, destinado especialmente al ámbito educativo, al objeto de fomentar una cultura antifascista, democrática y de respeto a la diversidad, por la mucha falta que hace y hará en los sucesivo. A tal fin se indaga en las raíces totalitarias, fascistas y excluyentes del franquismo, representadas en los psiquiatras falangistas Juan José López Ibor, Francisco Marco Merenciano y, sobre todo, Antonio Vallejo-Nágera, al que se le conoce también por el doctor Mengele español, si bien su concepto de eugenesia difiere del que se aplicara en la Alemania nazi (biológica), pues en España pesaba la decisiva influencia de la iglesia nacional-católica (eugenesia conductista). Su promotor fue autor, entre otras obras, de Eugenesia de la Hispanidad. Regeneración de la raza.
Antonio Vallejo-Nágera conocido como el 'Mengele español'
La publicación de los papeles del proceso seguido en la posguerra contra Juan Peset Alexandre (1886-1941), el eminente catedrático de la Facultad de Medicina y rector de la Universidad de Valencia fusilado en Paterna por la dictadura, destapó que uno de los denunciantes había sido precisamente su alumno Francisco Marco Merenciano, director del Hospital Psiquiátrico de Valencia, llamado en aquella época Manicomio de Jesús: “En todo resentido existe siempre un marxista auténtico, aunque no esté encuadrado en las filas del socialismo; los resentidos son bombas de dinamita esparcidas y ocultas en la sociedad y que un día u otro explotan individual o colectivamente” (Francisco Marco Merenciano, 1942).
La raza social a la que aspiraba Vallejo-Nágera se basaba en los pilares de la aristocracia, el militarismo y el catolicismo. Para tal fin era preciso identificar el gen marxista o gen rojo que envenenaba esa idea. Admirador de las teorías psiquiátricas del nazismo, después de haber vivido un tiempo en Alemania, estimaba que la raza hispana se había pervertido por haber olvidado los conceptos de Dios, patria y familia, en favor de la lucha de clases y la emancipación obrera: “Coincidimos con los nacional-socialistas -escribió este psiquiatra- en que cada raza tiene un significado cultural particular y unas características biopsíquicas que deben exaltarse en sus facetas excelsas”.
La psquiatría franquista y ultracatólica, como la psiquiatría del nazi-fascismo, consideró cualquier forma de disidencia política como una tara mental, por lo que será uno de los brazos armados de la dictadura para su legitimación en el poder durante tantos años: “La perversidad de los regímenes democráticos favorecedores del resentimiento promociona a los fracasados sociales con políticas públicas, a diferencia de los que sucede con los regímenes aristocráticos, donde solo triunfan socialmente los mejores” (Vallejo-Nágera, 1939).
Como jefe de los Servicios Psiquiátricos Militares de la dictadura franquista, a Vallejo-Nágera se encargó un estudio que demostrase la inferioridad mental de las personas de ideología marxista. Según Eduard Pons Prades en su obra Los niños republicanos (RBA, 2005), ese estudio lo llevó a cabo en 1938 sobre los prisioneros de guerra republicanos, para determinar qué malformación llevaba al marxismo. Se utilizaron a tal efecto dos grupos de presidiarios: uno estaba formado de miembros de las Brigadas Internacionales, internados en el campo de concentración de San Pedro de Cardeña, y otro lo integraban 50 presas de una cárcel malagueña. En ese mismo libro de Pons, el autor afirma que el psiquiatra asturiano pidió en otro de sus proyectos la creación de un Cuerpo General de Inquisidores.
En Els àngels caiguts participan con sus opiniones varios expertos que analizan el pensamiento y proceder de la dictadura franquista en esa especialidad médica, como el psiquiatra y ensayista Cándido Polo, el psiquiatra e historiador de la ciencia Enric Novella y la profesora Vicenta Verdugo, especialista en el conocimiento de la represión en las cárceles de mujeres. También interviene alguno de los hijos separados de sus “madres marxistas” para combatir lo que Vallejo Nágera llamaba el “gen rojo”: “Cuando desaparecen los frenos que contiene socialmente a las mujeres [...], se despiertan en el sexo femenino -escribe este doctor en 1939- el instinto de crueldad [...] que no queda satisfecho con la ejecución del crimen, sino que aumenta durante su comisión” (Vallejo-Nágera, 1939).
Impresionan, sobre todo, al final de la película, las palabras de un hijo de una de las víctimas (Enrique Vila), crecido en una familia adoptiva después de que se le separara de su madre al nacer, y que aún hay no ha perdido la esperanza de encontrar a quien le dio la vida. También encontramos en Els àngels caiguts el testimonio de Jordi Griset, víctima de los tratamientos psiquiátricos que durante la dictadura pretendieron curar la homosexualidad.
Contrastan en el documental estas dos citas intercaladas entre las imágenes y entrevistas que se nos ofrecen: la primera es de Juan José López Ibor y se refiere a las “propiedades terapéuticas” de la guerra española, que “ha permitido la reanudación de la buena y auténtica tradición cultural española […] y logrado el descuaje de lo que en ella había de advenedizo y poco consistente”. La otra es de Albert Einstein: “La única cosa [...] que puede mantener viva en nosotros la esperanza de tiempos mejores es la lucha heroica del pueblo español por la libertad y la dignidad humanas“.
Según me comentó Rossa Brines, Els àngels caiguts ha sido solicitado desde Portugal e Italia, que soportaron también sendos regímenes dictatoriales, y el psiquiatra Cándido Polo tiene interés en que se difunda también en América Latina, donde se dieron regímenes similares en los que también se perpetró el robo de niños, a semejanza de lo que ocurrió en la España franquista.
Después de visionado El fanatisme dels psiquiatres de Franco, puede ser una buena elección hacer lo propio con Nebel im August, una interesante película alemana de 2016, dirigida por Kai Wessel, basada en una historia real que noveló el escritor Robert Domes: Ernst, un niño yeniche internado en un psiquiátrico alemán durante la etapa nazi, debido a su conducta supuestamente inadaptada, advierte de modo paulatino el programa de eutanasia que se aplicaba en uno de los centros de salud mental del III Reich. En torno a 200.000 personas discapacitadas, con problemas de salud física o psíquica, fueron asesinadas en ese periodo.
PS. El nombre del doctor Juan Antonio Vallejo-Nágera (1889-1960) sigue estando en el callejero de la ciudad de Madrid.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada