Miguel Mauri Guijarro
El concepto «lugares de memoria» ha sido desarrollado, entre otros, por el historiador francés Pierre Nora, que entiende por tales las representaciones materiales o simbólicas portadoras de memoria. Más concretamente, la vigente Ley de Memoria Democrática tipifica como lugar de memoria «el espacio, inmueble, paraje o patrimonio cultural inmaterial o intangible en el que se han desarrollado hechos de singular relevancia por su significación histórica, simbólica o por su repercusión en la memoria colectiva, vinculados a la memoria democrática, la lucha de la ciudadanía española por sus derechos y libertades, la memoria de las mujeres, así como con la represión y violencia sobre la población como consecuencia de la resistencia al golpe de Estado de julio de 1936, la guerra, la dictadura, el exilio y la lucha por la recuperación y profundización de los valores democráticos».
Sin duda, la expresión más descarnada de la represión franquista en la provincia fueron las 723 ejecuciones de presos republicanos en diferentes localidades, especialmente en la ciudad de
, donde se centralizaron los consejos de guerra desde 1940. Esta dramática realidad es solo una faceta del fanatismo represor de la dictadura, pues la violencia fue uno de sus elementos constitutivos, utilizándose para asegurar y extender el miedo entre los vencidos. Hasta el final del franquismo se persiguió con saña a quienes defendieron la legalidad republicana o tenían ideas y formas de vida alternativas a las prescritas por el régimen. Da una idea de su alcance las 30.000 fichas alusivas a represaliados que incluye la base de datos del Archivo de la Democracia de la , o los 5.627 presos políticos que llenaban las prisiones alicantinas en 1941, así como las humillaciones públicas y la marginación de los familiares, o el lastimoso estado de la salubridad y la alimentación en las prisiones, que llevaron a la muerte a unas 240 personas, entre ellas a .Las exhumaciones de fosas de la Guerra Civil y la posguerra, promovidas en este siglo por los familiares de las víctimas y un heterogéneo movimiento memorialista, ha sido y es un asunto delicado y controvertido. Aunque hay precedentes de exhumaciones durante la guerra, el franquismo y la transición, las actuales se distinguen de las anteriores fundamentalmente por dos rasgos: a) las realizan equipos técnicos de arqueólogos y forenses relacionados y/o vinculados a los discursos y prácticas de los derechos humanos; y b) acontecen en plena sociedad digital, lo que amplifica su difusión y metabolización por el tejido social.
Las exhumaciones de víctimas abandonadas despiadadamente en cunetas, cuevas o fosas apelan al drástico contraste existente entre las condiciones de vida y muerte que las originaron y su incongruente pervivencia en la actualidad. Las fosas fueron un instrumento de terror durante la guerra y se convirtieron en canal de difusión del miedo en la dictadura. Actualmente, son espacios donde se confronta el pasado traumático, contrastándose la brutalidad y la crueldad de los hechos que las generaron.
Así pues, los procesos de exhumación se han instituido como una valiosa herramienta de lucha por los derechos humanos, en el marco de la justicia transicional de la
, que no es sino «el intento de la sociedad de asumir el legado de violaciones y abusos pasados a gran escala para garantizar la rendición de cuentas, hacer justicia y lograr la reconciliación». Se pretende, así, adoptar una perspectiva internacional y comparada para comprender y analizar de forma sistemática los contextos locales y los procesos personales y familiares, enfocados desde los discursos y prácticas transnacionales de los derechos humanos.Desde 2020, en los cuadros 12 y 19 del
se han exhumado 276 víctimas en 17 fosas. Al menos quedan por exhumar 118 más distribuidas en 17 fosas adicionales, siendo esta una tarea que no admite dilación. Debe apremiarse, también, el trabajo de identificación de los represaliados y la entrega de los restos a sus familias. Entre tanto, una vez concluidas las exhumaciones, el Cuadro 12 debiera ser un lugar de recuerdo, reflexión y homenaje a quienes han permanecido allí durante décadas. Un espacio de acogimiento de los restos que no se identifiquen o que nadie reclame con la dignidad que merecen. A tal efecto, la para la Memoria Histórica ha propuesto erigir en su superficie un memorial pionero en la arquitectura funeraria para honrar a las víctimas de la represión franquista asesinadas entre los años 1939 y 1944, y a las causadas por el bombardeo fascista del Mercado Central en 1938, que reposan en la misma parcela. Esa aspiración continúa siendo irrenunciable, pues sin verdad, sin justicia y sin reparación no hay democracia posible.
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