Amigos de Memoria y de Historia
Quiero compartir con vosotros la presentación, la semana
próxima, de un libro con el que pongo fin a mi trabajo sobre la Guerra Civil en
La Rioja.
Como seguramente sabéis, primero fue Aquí nunca pasó
nada. La Rioja 1936. Lo urgente y necesario. Poner nombres, humanidad y
hasta la foto, a los 2.000 asesinados por el franquismo en una región sin
frente ni trincheras que el 22 de julio de 1936 ya pertenecía por entero al
ejército sublevado.
De hecho, aunque este
libro no es segunda o tercera parte del anterior, sí le debe mucho. En Aquí
nunca pasó nada, aparecían algunos números e incluso algunos nombres de los
riojanos muertos en el frente, lógicamente en otros lugares del país. Pero
escribía entonces que no era mi objetivo estudiar el tema de los “caídos por
Dios y por España”. Así que los datos sobre la cuestión que, sin embargo,
abundaban en el texto, obedecían a mi empeño en contarlo todo, especialmente lo
sucedido en 1936 y, además, en mostrar el diferente tratamiento que tuvieron
las muertes de aquel año. Por una parte, lo íbamos viendo pueblo a pueblo, el
asesinato de los “tumbaos” protagonizaba una realidad casi inexistente,
tremebunda pero invisible (aquí no pasaba nada). Por la otra, la muerte de los “caídos”
(no de todos, por cierto, como conviene señalar y se puede explicar) se
convertía en loas, esquelas, funerales y entierros multitudinarios. Y por
supuesto, se les invocaba de continuo y consiguieron, en este caso todos los
“caídos”, un espacio en las paredes de las iglesias, siempre bajo la “presente”
presencia de José Antonio Primo de Rivera.
No siendo poco, todo lo anterior, tampoco hubo mucho más.
Prácticamente, nadie escribió sobre ellos. Ni hubo muchas aproximaciones a los
aspectos sociales, políticos o históricos de la cuestión. Evidentemente, durante los 40 años de
franquismo no se podía hablar de los asesinados, de “los tumbaos”, pero resulta
que durante ese mismo tiempo tampoco proliferaron estudios y publicaciones
sobre los muertos en el ejército de Franco, de los “caídos”. Tampoco se ha
llegado mucho más lejos, aquí en La Rioja, durante la época democrática. Y creo
que tampoco en otros lugares.
Solo teníamos, aquí en La Rioja, algunos libritos localistas, donde el
cura o algún estudioso del pueblo recordaba a sus muertos en el frente. Y un
listado general que nos llegaba desde 1952, cuando cada pueblo hubo de enviar
el suyo al Gobierno Civil. Todo para contentar a las autoridades de la nación
que necesitaban saber si las familias de los combatientes muertos “en nuestra
Cruzada” y los “mártires que en su caso hubiera”, estaban “dispuestas a
entregarlos para trasladar sus restos y que reciban sepultura definitiva en el
”…
A partir de ese expediente seguí buscando más nombres e historias en
otros documentos, en periódicos y en diarios oficiales. Tratando de
saber, primero, quiénes eran aquéllos chavales que desde la obligación de
cumplir su servicio militar (la mayoría), o desde el voluntariado múltiple
(requetés, falangistas y no pocos izquierdistas buscando su salvación),
alcanzaron algunos la “gloria” y todos la muerte.
Este es el nuevo libro (Al fin
de la batalla y muerto el combatiente. La Rioja 1936-1939), protagonizado
por los riojanos que murieron combatiendo: 1.689 en el ejército franquista y 25
bajo las banderas republicanas. Protagonizado también por los casi 100 riojanos
asesinados en la retaguardia republicana, en otros lugares de España. Y que
vemos uno a uno. Revisando también algunos datos y cifras relacionados con mi
primer trabajo, como si fuera, es un decir, el Aquí nunca pasó nada nº 3 (Recuerdo
aquí que hubo una adenda al primer libro que titulé Aquí nunca pasó nada nº
2).
Repaso también, como en otras
ocasiones, el contexto de esta historia: lo que sucedía en la retaguardia
riojana, un ejemplo más del estado campamental y nacional-católico que
impusieron los sublevados, la vida y muerte en las trincheras (que nos cuentan algunos
supervivientes), los conceptos y los hechos violentos en las dos retaguardias.
Y mucho más.
Tras Aquí nunca pasó nada
y Al fin de la batalla… podemos conocer mejor nuestra historia aquí en
La Rioja, y por extensión en tantos otros lugares de España. No la historia que
nos impusieron los vencedores. Tampoco la historia vista únicamente desde el
punto de vista de los vencidos. No, yo me quedo con una historia llena de
matices y claroscuros, no sólo de blancos y negros. Una especie, como si
dijéramos, de cuadratura del círculo. Porque son cuatro, o cinco, los ángulos,
porque –de nuevo- son cientos de historias. Porque, una vez más, en realidad es
la misma vez, la tragedia sacude nuestro paisaje. Y no es fácil, ni se
acostumbra, a contarlo todo al mismo tiempo, que no mezclado. Porque sin perder
el Norte, conviene saber por dónde caen el Sur, el Este y el Oeste…
Yo diría, apurando a Gil de
Biedma (“De todas las historias de la Historia / sin duda la más triste es la
de España, / porque termina mal”…), que nos merecemos otra historia. Si me
permitís hacerlo desde La Rioja, añadiría que a pesar de los cerca de mil
setecientos riojanos muertos en el frente. O quizá, aún más por eso. A pesar de
los más de dos mil riojanos asesinados en las retaguardias. O quizá, aún mucho
más por eso. Mucho dolor. Nos merecemos otra historia en La Rioja, en España y,
con tan continuas y enormes evidencias, en el mundo entero.
Acabo con el título. Masa,
el poema de César Vallejo, me ha acompañado en todo mi trabajo por la tragedia
y la memoria de nuestra historia. Pero lo conocí mucho antes. De hecho le puse
música allá por los primeros 70 del siglo pasado, y lo cantamos y grabamos
nuestro grupo Carmen, Jesús e Iñaki. Carmen murió, pero aún nos queda su
voz tremenda, sobrecogedora a veces, y los versos de Vallejo:
“Al fin de la
batalla y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre y le dijo …
Se le
acercaron dos y repitiéronle: <¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la
vida!>. Pero el cadáver, ¡ay!, siguió muriendo…
Entonces todos
los hombres de la tierra le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente, abrazó al primer hombre; echóse a andar”…
Un abrazo
Jesús Vicente Aguirre González,
autor de Aquí nunca pasó nada, y de Al fin de la batalla y muerto el
combatiente.
ADJUNTO
PORTADA Y CONTRAPORTADA DEL LIBRO (con algunos párrafos del prólogo escrito por
Carlos Gil Andrés). El cartel de la presentación aquí en Logroño y este mismo
texto como documento.
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