http://guerraenlauniversidad.blogspot.com/
lunes, 8 de octubre de 2018
Arqueología pública: manual de instrucciones
Día de puertas abiertas, Abánades, septiembre de 2010.
Precisamente por ello, desde que iniciamos nuestra andadura como arqueólogos del conflicto decidimos que nuestro proyecto debía ser público. Y desde el año 2008 hemos tratado de dar a conocer nuestra investigación al tiempo que la íbamos realizando: a través de este blog, de Facebook, de Twitter, en conferencias públicas, en jornadas de puertas abiertas, divulgando los informes técnicos online... La satisfacción que nos produce realizar este trabajo solo es comparable al placer de compartirlo. Vuestro apoyo y vuestro entusiasmo a lo largo de los años han sido un acicate fundamental para seguir adelante, a veces en condiciones francamente adversas.
Visita guiada. Santiago de Compostela, noviembre de 2012.
Divulgar a tiempo real tiene sus problemas, por supuesto. Y algunas personas no son conscientes de ello. De ahí las aclaraciones que siguen.
El primer problema de la divulgación en tiempos de Internet es la fauna de trolls a los que debe uno enfrentarse. Da igual que se hable de la Guerra Civil o de calceta. La gente tiene ideas firmes y las expresa con la misma soltura y la misma agresividad en las redes y en la barra del bar. Con la diferencia de que en el segundo caso se enteran cuatro y en el primero nos enteramos todos. Uno podría pensar que la rivalidad es sobre todo política. Y efectivamente, existen trolls políticos que discrepan de forma ofensiva de los diversos puntos de vista de quienes participamos en este proyecto.
Día de puertas abiertas, Madrid, julio de 2016.
Pero los trolls políticos son solo un grupo y no siempre el más activo. Contamos también con un nutrido grupo de eruditos agresivos que se dedican a despreciar cuanto hacemos partiendo de una doble convicción: de que solo nos mueve el dinero y la fama y de que somos unos ignorantes.
Respecto al primer punto, todo el mundo sabe que los arqueólogos estamos aquí para forrarnos. Como se mueve tanta pasta, todo arqueólogo que se precie va a trabajar en un Mercedes desde su chalé con piscina de un millón de euros. Quien esto escribe gana más dinero quedándose en su despacho a investigar que organizando trabajo de campo. Básicamente porque no ha habido una sola campaña en la que no haya tenido que poner dinero de mi bolsillo. En cuanto al equipo, sus salarios son los que estipula el CSIC para personal técnico. Y si contamos la cantidad de horas extras, sábados y domingos que han trabajado, la hora laboral les debe salir a 6 o 7 euros.
Niños en una de nuestras excavaciones, Abánades, septiembre de 2011.
Respecto a la ignorancia. Los trolls eruditos parecen desconocer cómo se genera conocimiento científico. No pasa nada. No tienen porque saberlo. Pero podrían ser un poco más prudentes y un poco menos ofensivos. Si siguieramos el modelo de trabajo científico convencional, haríamos nuestras excavaciones en silencio sin que nadie viera nuestros fallos, procesaríamos nuestros datos durante cuatro o cinco años fuera de la mirada pública y finalmente sacaríamos una memoria técnica y varios artículos en lugares inaccesibles para el común de los mortales. Quizá también una noticia en un periódico.
A nosotros esto nos parece insatisfactorio e injustificable con los medios de que disponemos actualmente. Tenemos la firme convicción de que debemos compartir con la sociedad todo el proceso investigador, nuestros hallazgos y nuestro errores, nuestras dudas y nuestras certezas. Esto es lo que tradicionalmente ha quedado oculto en lo que el sociólogo de la ciencia Bruno Latour llama "cajas negras", un espacio de producción de conocimiento sellado a cal y canto, invisible salvo para los iniciados.
Lo que nos hemos encontrado al abrir la caja negra es a un montón de gente maravillosa, gente que nos ha ayudado muchísimo, que ha disfrutado con nosotros y que nos ha agradecido nuestra labor más de lo que merecemos. Pero también nos hemos encontrado con hordas de trolls que consideran que confundir un topónimo, una fecha o el calibre de un cartucho en una entrada del blog o de Facebook es muestra de intrusismo y de ignorancia supina. Podríamos ahorrarnos sus comentarios dando a conocer el producto final, refinado y contrastado. Pero preferimos correr el riesgo de equivocarnos que ocultar un proceso investigador que apasiona a tanta gente. Ojo: nos encantan las críticas. Es la base del trabajo académico y lo que nos hace aprender y mejorar. Aquí me refiero exclusivamente a las agresiones verbales.
Por resumir: lo que se recoge en este blog es un trabajo en proceso. Escribimos las entradas al ritmo de la pala y el pico. Las interpretaciones cambian según avanza la excavación, según descubrimos nuevas fuentes, según las personas que siguen nuestros andanzas nos señalan errores o imprecisiones. Tratamos de hacer nuestra investigación interesante, contar historias sobre los objetos que descubrimos, los lugares en los que excavamos. Trabajamos en toda España, así que a veces confundimos el nombre de un cerro o un río. Intentamos que estos errores no aparezcan en las publicaciones finales. Las conclusiones definitivas de nuestros proyectos, en todo caso, se encuentran en las memorias técnicas, disponibles en digital.csic.es y en numerosos libros y artículos. Son géneros distintos -la web y las publicaciones científicas- y no se les pueden plantear las mismas exigencias de prueba y retórica.
Queridos trolls (vosotros sabéis quiénes sois, no hace falta dar nombres ni siglas), nosotros vamos a seguir trabajando y escribiendo para aquella mayoría que entiende lo que nos motiva y que disfruta siguiendo nuestros hallazgos en las trincheras. Os agradeceríamos un poco más de cortesía cuando os refiráis a nosotros, claro. Sea como sea, nosotros seguiremos a lo nuestro, que es descubrir el pasado, maravillarnos, aprender y compartir nuestro trabajo con todos vosotros.
miércoles, 3 de octubre de 2018
800 balas
Casquillos del campo de tiro de El Campillo (Fot. de J. Marquerie).
Montañas de basura. Agujeros de kilómetros cuadrados para la extracción de áridos. Un campo de tiro. En El Campillo lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer. El estruendo cadencioso procedente de la fábrica anexa, con cierto aire sonoro a La Guerra de los Mundos, da paso a fiestas de cumpleaños infantiles en el pinar. Los niños, carne de piñata, aparecen de vez en cuando con una bala en las manos, con un casquillo de Cetme. Para los padres, que no han hecho la mili, todo el monte es orégano. Al menos en las trincheras los infantes están controlados. Este paraje se integra en un parque natural en el que hay una laguna artificial, una megafinca privada, una vía de ferrocarril y una fábrica enorme de piezas metálicas. Podríamos definir El Campillo echando mano de conceptos como el de no-lugar, pero quizás la clave esté en su naturaleza brutalista. Brutal fue la batalla del Jarama y todo lo que vino después.
Este paisaje brutalista es codiciado desde hace tiempo como decorado para películas, spots publicitarios, series de televisión e influencers varios. Ahí tenemos a David Bisbal y el vídeoclip de su tema Duele demasiado (el título no se refiere a su propia música). Estos parajes quedan estupendos para recrear el paisaje bélico de Siria, por ejemplo, o para un sketch de José Mota para Nochevieja. La crueldad no tiene límites. Muy manido también es usar la vía del ferrocarril para ambientar situaciones de zozobra. Durante nuestra excavación, un amplio equipo de televisión estuvo dos días allí grabando el intento de suicidio de un protagonista de la serie Cuéntame. Los cantiles, los cortados del macizo del Piul llaman también a jóvenes emprendedores. Como las chicas de una tienda de zapatos de moda, que pasaron una tarde tirando fotografías con una modelo para el book del negocio. En la última visita guiada ya, directamente, nuestras excavaciones se convirtieron en platós de grabación.
Este proceso de apropiación audiovisual de El Campillo es un paso más en la despolitización y deshistorización del paisaje bélico de la batalla del Jarama. Como diría Pierre Bourdieu, prevalece hoy en día la amnesia de la génesis. Por eso tiene valor el proyecto patrocinado por el ayuntamiento de Rivas-Vaciamadrid, aunque sea solo para volver a historiar este espacio y recuperar su sentido de lugar. En todo caso, también nos parece interesante rastrear arqueológicamente este proceso de conversión de El Campillo en un recurso icónico para la ficción. Y aquí es donde necesitamos de vuestra ayuda. En la prospección hemos encontrado material de fogueo empleado en producciones cinematográficas. Según nos cuentan desde el ayuntamiento, se grabaron algunos cortos hace décadas, pero nadie acierta a localizar el título de las obras ni la fecha de grabación.
Tal como están las cosas en nuestro país, es más factible que aquí triunfe un centro de interpretación del spaguetti western, antes que un aula didáctica sobre la batalla del Jarama, con su espacio musealizado y todo. El Campillo podría ser, o ya lo es, el Texas Hollywood de 800 balas, la película (año 2002) de Álex de la Iglesia ambientada en los shows para turistas en los poblados del Oeste de Tabernas, Almería. Algo parecido ocurre con otros escenarios de la guerra civil española, como el Belchite Viejo, en donde se han grabado desde pelis porno a anuncios de videojuegos de guerra, de la mano de Arnold Schwarzenegger.
martes, 2 de octubre de 2018
Hallazgo del aire
La primera edición se publicó en 1935.
Antonio Machado y Gerardo Diego, poetas brillantes de la Generación del 98, caminaron por senderos opuestos en la guerra civil española. El primero, concretamente, por una carretera nevada, batida por el fuego fascista, camino del exilio, de la muerte. El segundo deambuló por la vía segura de los vencedores. Entre su producción de aquellos años destaca su Soneto a José Antonio y su Elegía heroica del Alcázar. Por supuesto, en nuestra época en B.U.P. no se incluía nada de esto en los manuales de historia de la literatura española. En 1942 Gerardo Diego publicó otro poema en esta línea, esta vez dedicado al as de la aviación franquista, el falangista Joaquín García Morato. Aquí van un par de estrofas de este Hallazgo del aire:
Qué curvas, laberintos,
coordenadas, alardes,
rúbricas, arabescos
mágicos del combate.
Entre el cielo y la tierra,
el fuego inventa el aire.
¡Victoria! Ocho, diez, veinte,
treinta llamas fatales,
se derrumban estruendo
de tinieblas nictálopes.
Huyen las alas torpes.
Las felices, audaces.
tejen coronas, signos,
sublimes espirales,
se pierden en los senos,
ya evidentes, del aire.
García Morato se formó como piloto en la guerra de Marruecos y su figura se relaciona con el mismo nacimiento de la aviación militar española. Para conocer ese mundo siempre aconsejamos la lectura de las memorias del vitoriano Ignacio Hidalgo de Cisneros, Cambio de rumbo. En este libro se describe el ambiente en el que se movían estos pilotos, latin lovers reclamados por aristócratas y toreros para sus fiestas privadas en cortijos andaluces. Siempre coronados por una aureola de valentía y heroísmo. Hidalgo de Cisneros sería en la guerra jefe de la aviación republicana y acabó como militante comunista lanzando arengas desde los estudios de la Radio Pirenaica en Bucarest. García Morato, en cambio, se hizo falangista y acróbata aéreo. Durante una exhibición en Inglaterra se entera del golpe de estado, enseguida se pone a las órdenes de los sublevados y se convierte, como le gusta decir a los historiadores militares, en el as de la aviación franquista. Eso sí, tras bombardear Antequera y localidades del frente en Andalucía.
Parafraseando a Gerardo Diego, en nuestras excavaciones en el Campillo no hemos hecho hallazgos de cosas procedentes del aire. Así y todo, toda esta arquitectura defensiva, de segunda línea, está condicionada por la amenaza que suponía la aviación enemiga (observatorio, refugios excavados en el vallejo). La batalla del Jarama comenzó con una clara superioridad aérea de la aviación leal, que contaba con aparatos soviéticos de mejores prestaciones y que constituían una pesadilla para los bombarderos Ju-52. Y aquí, en la batalla del Jarama, es donde se gesta el mito de García Morato. El 18 de febrero, ante las grandes bajas sufridas, los italianos se niegan a escoltar un grupo de bombardeo franquista que, sin embargo, se interna en las líneas republicanas. La patrulla de Morato (tres cazas) sí lo hace y se enfrenta a 30 aviones enemigos. Cunde el ejemplo y los italianos se unen. Por este hecho se le concede la Cruz Laureada de San Fernando. Según algunos historiadores, este golpe de moral supuso el inicio del control del aire por los sublevados.
Reposición por orden judicial de la calle García Morato en Alacant, tras denuncia del Partido Popular.
García Morato y su Fiat C.R.32 acabaron la guerra con 40 aviones derribados (comprobados) y 12 probables. Nunca le tocaron el Chirri. Cuando estaba grabando una película con motivo del Desfile de la Vitoria, en abril de 1939, se estrelló contra el suelo. En concreto, estaba simulando un duelo aéreo con un Rata rojo. Piruetas del destino. La capilla ardiente se instaló en el bajo del Círculo de Bellas Artes. Acrobacias de la cruzada: un cazador aéreo considerado como un artista. Por aquel entonces también la Legión Cóndor había tomado posesión de la Residencia de Estudiantes. Los poetas y las poetisas (Concha Espina, por ejemplo) salieron en tromba a homenajear con la pluma al héroe falangista. Y así sigue siendo considerado hoy. Según el Ministerio de Defensa hizo una carrera desbordante de cazador excepcional y es un héroe indiscutible. En abril de 2017 la entonces ministra de Defensa visitó la tumba del piloto en Málaga, invitada por la Hermandad de la Misericordia. La ministra también era una experta en piruetas y acrobacias para recordar como se merece a los vencedores. Para eso está la Semana Santa, para mezclar churras con merinas, cabras de la Legión y demás. Un instituto madrileño de educación secundaria lleva su nombre (por su faceta de artista, suponemos) y en Alacant, por orden judicial, ha sido repuesta la placa con la que da nombre a una calle. El gobierno municipal la había sustituido por otra con el nombre de un chaval asesinado (de un ladrillazo en la cabeza) por un fascista en la transición. En el Museo del Aire, en Cuatro Vientos, se puede ver el monumento fascista que recuerda al camarada Morato.
En 1950 Franco le concedió póstumamente el título nobiliario de Conde del Jarama.
Monumento fascista en homenaje al piloto, antes de su retirada al Museo del Aire.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada