- Juan Sepúlveda, Antonio Santos y Marina Cochet reflejan la persecución de los gais durante el franquismo
- “Se les aplicaba la ley de peligrosidad social, con penas de hasta cinco años de cárcel”, aseguran
Fragmento de la portada de 'El violeta'
Hoy en día la homosexualidad todavía está penada con la muerte y la prisión en varios países del mundo. Pero a veces se nos olvida que, no hace tanto, en España también se los perseguía y encarcelaba. Incluso se crearon campos de detención para homosexuales. Una historia que nos cuenta la novela gráfica El Violeta (Drakul), de los guionistas Juan Sepúlveda Sanchis y Antonio Santos Mercero, y la dibujante Marina Cochet.
Juan Sepúlveda asegura que: “La idea me surgió en los años noventa cuando se emitió el documental Condenados sin juicio de Eliseu Blay y Paco Ballester. El documental narra, a través del testimonio de expresos sociales, las vejaciones que sufrieron los homosexuales en la cárcel modelo de Valencia durante el franquismo. Me impactó mucho la historia porque los testimonios eran terroríficos y porque me parecía algo desconocido para el público y que de alguna forma se tendía a olvidar o a esconder”.
“En aquel momento tenía como quince años y no sabía cómo contar la historia ni cuáles iban a ser los personajes –continúa el guionista-. Años después, en 2012, publiqué un libro de cuentos titulado Las seis caras de un dado. En uno de los relatos hablaba sobre un personaje llamado Braulio, un joven con la tentación de ocultar su homosexualidad para integrarse más fácilmente en la sociedad. Braulio pasó a ser Bruno en El Violeta y empecé a crear personajes a su alrededor”.
“Cuando busqué documentación al respecto –añade- descubrí miles de historias de españoles que fueron encarcelados, vejados, desterrados y estigmatizados durante toda su vida por el simple hecho de ser homosexuales. Y cómo ya desde tiempos de Alfonso XIII se diferenciaba entre el homosexual rico y el pobre. Bajo su reinado se establecían multas de mil a diez mil pesetas que solo podían permitirse los ricos y que los pobres tenían que cumplir con una pena carcelaria. En El Violeta quería reflejar eso durante el franquismo, la distinta suerte que corrían los homosexuales en función de su estatus social".
“Pederastas”, “invertidos”, “degenerados”
“La historia se llama El Violeta –añade el guionista- porque durante el franquismo se podía leer en medios de comunicación o escuchar en la calle muchos términos peyorativos para referirse al "tercer sexo". Les llamaban pederastas, invertidos, violetas, degenerados, enfermos o desviados. El título es una forma de recordar que los homosexuales no solo tuvieron que soportar la presión policial sino también una presión social que utilizaba un lenguaje denigrante y despectivo para hundirlos psicológicamente”.
Marina Cochet es una ilustradora y grabadora francesa que se estrena en la novela gráfica con este título. “El violeta es interesante porque es arriesgada y valiente –segura-. Y porque le ha ocurrido de verdad a mucha gente. Ha sido silenciado, invisibilizado y necesitan que se les haga justicia, aunque sea con un cómic. De represión fascista se ha hablado mucho en el cine y en literatura. Pero no mucha autores eligen destapar el destino que sufría una persona homosexual en esa España franquista y ultracatólica. Incluso hoy en día mucha gente se siente incómoda hablando de homosexualidad, a estas alturas de la vida, lo que demuestra el daño a largo plazo que hacen los totalitarismos y fundamentalismos religiosos”.
Marina confiesa que, cuando recibió el guión, fue la primera sorprendida por algunas cosas: “Yo sabía que eran tratados como enfermos y delincuentes y que acababan en la cárcel sino andaban con discreción. Pero lo de los campos de concentración no lo sabía, aunque en realidad no me extraña. Hoy en España damos por sentados los derechos de este colectivo, sobre todo las generaciones más jóvenes, pero es que no hace tanto que se les mataba por ello. Y sigue ocurriendo en muchos lugares del mundo en pleno siglo 21. Creo que este cómic cuenta cómo hemos progresado, pero que es un progreso frágil. La historia, si se olvida, se repite. Por eso hay que contar historias”.
Las cárceles y los campos de concentración
En cuanto a esos campos de concentración, Juan nos comenta que: “Hasta 1968 a los homosexuales los recluyen en galerías especiales para evitar que cayeran en manos de los presos comunes. Y a partir de 1968 ya los empezaron a enviar a las cárceles específicas para rehabilitarlos. En concreto a Badajoz y Huelva donde eran clasificados en función de su peligrosidad. Los homosexuales eran considerados pederastas y se les realizaba reconocimientos médicos para diagnosticar si eran activos o pasivos. Paradójicamente a los que tenían buena actitud se les permitía que se pusieran maquillajes. Los funcionarios tenían orden de prohibir que se pintaran o vistieran como mujeres pero a veces hacían la vista gorda a cambio de que hubiera paz en las celdas”.
“El campo de detención de Tefía -añade- se creó en 1952 cuando la Dirección General de Instituciones Penitenciarias se hizo con unos terrenos que previamente pertenecían al primer aeropuerto de Fuerteventura. No había llegado entonces el turismo y la isla era un símbolo de destierro y alejamiento. En 1954 ya estaban listos los barracones y empezaron a llegar homosexuales que habían sido penalizados por la Ley de Peligrosidad Social. Su misión allí era un delirio más del régimen. Convertir un desierto en terreno cultivable y regenerar a los individuos para revertir su homosexualidad”.
“El régimen tomaba medidas porque consideraba que los homosexuales ofendían la moral del país y causaban un daño a las buenas costumbres” -concluye Juan-.
Unos campos de concentración que hemos olvidado rápidamente, como nos comenta Marina: “No hay mucha documentación sobre ello, al menos no a mi alcance. Siempre es un reto recrear algo que no has visto nunca, así que tiras de imaginación y recuerdos de imágenes que has visto, aunque pude inspirarme en algunas fotos que me mandó Juan sobre Tefía y algunas de internet. Y con esos elementos creé los escenarios y el ambiente sofocante”.
Los protagonistas
En cuanto a si la historia está basada en algún personaje real, Juan asegura que: “A excepción de mi Tía Julia que sí regentaba una fábrica de turrón en aquellos años todos los personajes son ficticios. Pero sí que es cierto que Bruno corre la misma suerte que el valenciano Antonio Ruiz. Es denunciado por una monja y acaba siendo violado en los calabozos de la comisaría”.
“También creé personajes de ficción –continúa- basándome en personajes reales recogidos de los testimonios de Octavio García, uno de los supervivientes del campo de concentración de Tefía. Como el sacerdote castrense que dirigía la colonia penitenciaria o guardias como "La Viga" cuyo trabajo era dar palos a los internos.
Juan nos presenta asía los protagonistas: “Bruno, su mujer y Julián. Bruno es un joven de clase media, tímido y bastante discreto. Tiene un trabajo en la tienda de turrón de su tía despachando detrás del mostrador y sus días pasan tranquilos en un entorno familiar. Es también un gran aficionado al cine y alguna noche se va solo a ver películas al cine Ruzafa. Bajo toda esta aparente tranquilidad Bruno guarda un gran secreto que solo ha compartido con personas de su máxima confianza, es homosexual”.
“Cuando cae la noche, el casco viejo de la ciudad se convierte en un lugar oscuro donde es fácil desaparecer –añade el guionista- y en estas escapadas nocturnas Bruno se reúne con su novio Julián. Julián es un chico extrovertido, callejero y algo chulesco que no oculta su homosexualidad. Es un homosexual pobre, reincidente y recalcitrante al que le encanta escandalizar al ingenuo de Bruno”.
“Maricruz, la futura mujer de Bruno, es una joven de familia acomodada con unas expectativas muy tradicionales con respecto al matrimonio. No es una persona conformista y someterá a Bruno a mucha presión con la intención de obtener lo que espera de él. Maricruz representa a las muchas mujeres que se casaron con homosexuales y que sufrieron las consecuencias”.
Mujeres casadas con homosexuales
Sobre esa mujeres casadas con homosexuales, algunas sin saberlo, opina Marina: “Me figuro que habría todo tipo de casos. Las mujeres en esa época se casaban muy jóvenes, sin experiencia alguna sobre las relaciones de pareja. Pasaban del hogar paterno al hogar marital. Así lo exigía la sociedad. Algunas no sabrían hasta entrada cierta edad que algo no iba bien, y que su marido era distante en la cama porque así es como debía ser, porque el 'fornicio' era pecado y sólo se debía hacer para procrear. Otras, me imagino que entenderían pronto que algo no iba bien, pero se lo callaban. El deseo de la mujer y su satisfacción ni se tenía en cuenta. En cualquier caso, su situación para ellas sería de frustración, de vergüenza, porque esas cosas no se comentaban ni a tu mejor amiga. Pero sobre todo de sentirse engañadas”.
Según Juan, para algunos homosexuales el matrimonio era la única posibilidad de pasar desapercibidos y poder sobrevivir: “En el franquismo se perseguía a los homosexuales que de alguna forma mostraban su homosexualidad en público o que eran denunciados. Muchos llevaron su homosexualidad en privado o en secreto y ningún policía fue tras ellos. Pero a todos aquellos que fueron sorprendidos se les aplicó la ley de Vagos y Maleantes o la posterior ley de Peligrosidad Social. Esta ley, establecía desde multas hasta penas de cinco años de cárcel. Algunos homosexuales debido a la presión social se casaron con mujeres con la intención de aparentar normalidad y llevar una vida paralela o simplemente engañándose a sí mismos y pensando que podían revertir su homosexualidad. En esta novela gráfica se ficciona el tipo de vidas paralelas que tuvieron algunos de ellos”.
Creando a los personajes
Con toda esa información, Marina Cochet se enfrentó al reto de crear a los personajes: “Para el protagonista, quise representar a un chaval más bien tímido todavía por desarrollarse, del montón. De esa clase de belleza que tarda en florecer. Cuando pienso en un chico español de hace cincuenta años, es lo que me imagino. Flaco, porque en la posguerra no había abundancia precisamente, moreno, como la mayoría de los españoles, y cara de buen chico, como lo era una juventud más bien cándida en esa época”.
“Para Julián –añade-, decidí hacer lo opuesto que Bruno: desenvuelto, fuerte y hermoso. Es también la representación de la belleza que es destruida”.
“El padre es el estereotipo, casi cliché, de un español de la época como yo me lo imagino, con bigotillo, medio calvo y con cara de mala leche, ja, ja... Maricruz tiene esa mirada triste. Es una belleza tímida y discreta como su personalidad. Y Julia está basada en un personaje real, la tía de Juan, del mismo nombre, así que me basé en un par de fotos que me dio y la dibujé lo mejor que pude” -afirma la artista-
En cuanto al aspecto visual del cómic destaca su elevado número de viñetas, algo raro en el cómic actual. “No sé si es raro –asegura Marina-, pero sí es un reflejo de la intensidad de la historia. Es realista, no hay tiempo para imágenes contemplativas, cabe poca poesía visual en la narración, porque relata una lucha constante de emociones entre todos los personajes, y quería que el lector no se perdiese ni una. He querido representar sobre todo los sentimientos de cada personaje desde todos los ángulos, y eso requiere muchas viñetas, supongo. Las viñetas son como planos en el cine, y yo he dado vueltas como una loca para contar la historia. Quise sumergir al público lo máximo posible”.
Mariana nos comenta cómo fue la creación del cómic: “Lo primero es empaparme de imágenes que muestren lugares, vestimenta, coches, peinados y objetos que puedan ayudar a crear ese ambiente que es Valencia en los años 50. Después de encontrarle cara a cada personaje, me leo el guión varias veces y me lo imagino en mi cabeza como una peli. Pasamos al dibujo: normalmente, empiezo con monigotes a lápiz. Organizo en folios lo que se va a decir en esa página y en cuantas viñetas. Si estoy satisfecha con el efecto, lo paso a limpio en lápiz y más tarde, con plumilla y tinta china hago la línea definitiva. (La plumilla tiene algo especial que una tableta gráfica no puede transmitir.) Por último, escaneo la línea y ahora sí, trabajo el color en digital. Uso Photoshop. Cada página, entre concebir, bosquejar, afinar , definir línea y luego trabajar el color, son de media 3 días. Me costó arrancar porque tenía que tomar todo tipo de decisiones estilísticas, cromáticas y formales. He ido aprendiendo sobre la marcha, la verdad”.
“Lo más difícil –nos comenta- es saber repartir el guión entre viñetas. Según lo que se diga creará un tipo de viñeta/plano u otro, Y creará una sensación u otra en el lector. La imagen tiene que apoyar las palabras, realzarlas, darles efecto. A veces no ponerle texto es otra forma de completar lo que el guionista quiere dar a entender implícitamente. Uso mucho las miradas, crean tensión, hablan por sí solas”.
Ya han vendido los derechos para una película
El cine ya se ha interesado por el trabajo de Juan, Antonio y Marina. “Los derechos de opción de compra del guión de cine están ya vendidos. Y en enero la productora los llevará al comité de RTVE para tratar de conseguir una ayuda de producción. Espero que el interés que está teniendo el cómic entre público y crítica le den un empujón y pueda hacerse realidad. Creo que sería una película necesaria ya que no hay apenas películas que aborden este tema en el franquismo y sería un buen reconocimiento para el colectivo LGTB”.
En cuanto a otros proyectos, Juan Sepúlveda Sanchis está lanzando tebeos españoles en Canadá a través de su editorial El Laboratorio de Cómics, un desafío que ya nos comentó en esta larga entrevista. “Voy bastante lento con la editorial –confiesa-. He sacado dos números de El generador de números y me quedan otros dos para poder sacarlo en tapa dura. En cuanto a Aquellos caballos blancos, solo hemos sacado un número”.
Marina, por su parte, asegura que: “Uf! proyectos, mil. Ese es mi problema, que quiero hacer de todo. Quiero retomar el grabado en relieve, que es mi otra pasión. Quiero volver a escribir relatos cortos e ilustrarlos, como ya he hecho con algunos. Pero hacerlos bien de verdad. De publicar, vaya. Suelo hacer exposiciones con mi trabajo personal, y con El Violeta llevo más de dos años sin hacer nada nuevo, y ya lo necesito. Pero sin duda quiero en un futuro hacer otra novela gráfica con mi propio guión, quiero hacer algo muy loco, surrealista, onírico, colorido y desinhibido. ¡A lo Moebius!”
Por cierto que, para saber más sobre la situación de los homosexuales durante el franquismo, os recomendamos la excelente serie documental Nosotros somos (Playz), que en su primer capítulo, Amarillo. Peligrosos y enfermos, recorre el arco histórico entre la época en la que los homosexuales iban a la cárcel, por el mero hecho de serlo, hasta la derogación de la Ley de Peligrosidad Social.
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