RELEVANCIA HISTÓRICO Y SOCIAL
El régimen franquista, nacido y sostenido por la violencia, supuso entre otras cosas el empeño por hacer desaparecer la identidad, los valores y el propio recuerdo histórico de los vencidos, yendo así más allá del propio exterminio físico: así pasaron de resistentes contra el ilegal golpe de estado a rebeldes, de patriotas antifascistas a vendidos a conspiradores extranjeros…y, tras la guerra civil, de guerrilleros antifranquistas a bandidos y delincuentes, para designar a los miles de hombres y mujeres que se atrevieron a mantener la lucha armada por la legalidad republicana, en los oscuros años de la posguerra.
Esta inmensa labor de ocultación y propaganda, sostenida durante 40 años, fue especialmente intensa para negar la existencia y el sentido de la guerrilla antifranquista, ya que la dictadura no podía aceptar que siguiera existiendo una oposición armada prorrepublicana ni su incapacidad para terminar con ella. A pesar de la extrema violencia ejercida por las fuerzas armadas del régimen, durante más de una década, de 1939 a 1951, un pequeño ejército que se aproximaba a las 10.000 guerrilleros, apoyado por un número mucho mayor de enlaces, se enfrentó a lo largo y ancho de la geografía española al régimen de Franco, constituyendo, en palabras del historiador Paul Preston, la mayor amenaza efectiva para la estabilidad y la continuidad de la dictadura.
En este contexto general, Sierra Morena de Córdoba y Villaviciosa ocupó un lugar protagonista en la lucha guerrillera, tanto por las condiciones naturales del territorio, quebrado por montes y barrancos con abundante cubierta vegetal y refugios rocosos, como por la distribución del hábitat humano, formado por rancheros, aparceros y pastores dispersos y aislados, que eran el apoyo y el sustento de la gente de la sierra, como se denominaba popularmente a la guerrilla. A esto tenemos que añadir la represión (comenzando por los alcaldes republicanos de Córdoba y Villaviciosa, Manuel Sánchez Badajoz y Fernando Muñoz Carretero, fusilados en Córdoba) y la exclusión social y laboral que, como en tantos otros pueblos y ciudades andaluzas, convirtió la posguerra en un infierno para los vencidos, lo que llevó a un número significativo de vecinos a huir y refugiarse en la sierra, dando lugar posteriormente a la resistencia armada y organizada. Entre otros guerrilleros que desarrollaron un papel clave durante años por su profundo conocimiento del terreno, recordamos a los cinco hermanos Martín Benítez (Cándido, José, Julián, Rodrigo y Florencio), naturales de Villanueva del Duque pero vecinos de Villaviciosa, que huyeron del pueblo en 1946; a José Ramos “Ramillos”; a José Molina Girona y su primo Juan Molina Ruiz; a Miguel García Vázquez y Benito Gómez García. A estos tenemos que añadir los enlaces anónimos, muchos de los cuales perdieron su vida a manos de la Guardia Civil, sobre todo a partir de 1947, con la promulgación de la Ley de Represión del bandidaje y el terrorismo, que abrió el llamado trienio del terror. El primer enlace fusilado en Villaviciosa a finales de 1946 fue Fernando Chacón Benito, en el mismo cementerio.
Durante años, las sierra de Córdoba y Villaviciosa ocultaron el desigual enfrentamiento entre los últimos defensores armados de la República y las fuerzas represivas de la dictadura franquista, tras la constitución en 1945 de la Tercera Agrupación Guerrillera, que operaba en todo el norte de la provincia de Córdoba. Decenas de guerrilleros, enlaces y simples campesinos considerados sospechosos murieron en enfrentamientos o asesinados por las fuerzas del régimen, y también cayeron en número mucho menor algunos guardias civiles y guardas de fincas a manos de la propia guerrilla.
Uno de los episodios más representativos de lo que supuso esta lucha en el conjunto del territorio andaluz, fue el cerco y la muerte por fuerzas de la guardia civil, en el barranco de la Huesa durante la madrugada del once de junio de 1947, de cinco destacados miembros de la guerrilla, que constituían el llamado Estado Mayor de la Tercera Agrupación guerrillera. Este suceso presenta una serie de rasgos que lo convierten en una especie de paradigma respecto al comportamiento de los vencedores y la suerte de los vencidos: el ejercicio de una estrategia casi colonial de ocupación del territorio en los días anteriores a la matanza; el fomento de la delación y la traición entre los miembros más débiles de la resistencia; el uso desproporcionado de la fuerza antiinsurgente vendiendo como acción de guerra lo que más bien fue una cacería de cinco hombres y una mujer; el fuerte impacto social que este hecho tuvo en toda la zona por la relevancia política y el peso social de los asesinados; los usos brutales –incluyendo prácticas inhumanas como la exposición y vejación pública de los cadáveres- para atemorizar a los habitantes de los pueblos próximos y destruir cualquier ánimo de resistencia; el intento de desprestigio de la memoria de los guerrilleros, que incluía la humillación y marginación de sus familiares, junto con el destierro programado de la memoria colectiva de la tragedia de la Huesa, de modo que el mismo topónimo pasó a convertirse en un término desconocido para la gran mayoría de ciudadanos cordobeses. Por último, no olvidemos la relevancia que desde el punto de vista estrictamente histórico tuvo la caída del Estado Mayor de la tercera agrupación guerrillera, ya que marcó el comienzo del fin de la lucha armada en buena parte de Andalucía Occidental, y puso en evidencia para las fuerzas represoras –también para los que aun creían en la posibilidad de provocar la caída del régimen mediante la subversión armada- la vulnerabilidad creciente de la guerrilla, sin apenas ayuda exterior y condenada al aislamiento de las bases rurales por la tremenda represión sobre enlaces o meros sospechosos de simpatía pasiva.
En el barranco de la Huesa murieron Julián Caballero Vacas, ex alcalde comunista de Villanueva de Córdoba con el Frente Popular y conocido líder obrero; a su lado cayó Mª Josefa López Garrido, maestra y expresidenta de las Mujeres Antifascistas durante la guerra civil; Melchor Ranchal Risquer, incorporado en 1945 desde la lucha clandestina en Córdoba capital; Ángel Moreno, incorporado en 1946 cuando se descubrió que su taberna era punto de encuentro de opositores al régimen; y el practicante Librado Pérez. También fueron detenidos y encarcelados en la acción miembros de la familia Cobos Reina, pequeños arrendatarios que vivían en un chozo de media pared en el barranco y actuaban como enlaces de la partida. Tras ser expuestos todos los cadáveres en la plaza del pueblo y vejados públicamente por falangistas y adictos al régimen, fueron enterrados en el cementerio de Villaviciosa Melchor Ranchal y Librado Pérez.
Estos hechos deben formar parte de la memoria colectiva de los andaluces, como parte de la Memoria Democrática que se empeña en recuperar el relato veraz de lo que ocurrió durante la larga dictadura franquista, y en reparar la memoria de los que lucharon y sucumbieron en defensa de las libertades perdidas y por los valores de igualdad y justicia que hoy vuelven a estar amenazados. Para ello el Foro por la Memoria de Córdoba junto con el Ayuntamiento de la ciudad promovió la señalización de un itinerario histórico y medioambiental que presenta e integra el relato de la resistencia y la vida de la guerrilla antifranquista, junto con información sobre el medio natural, los valores paisajísticos, los trabajos y las formas de vida que conformaron el marco vital y el tejido social que hizo posible la existencia de la guerrilla durante mas de una década.
LOCALIZACIÓN ESPACIAL Y SEÑALIZACIÓN
La Umbría de la Huesa se encuentra situada al sur del término municipal de Villaviciosa de Córdoba, dentro de la finca El Olivarejo, de titularidad pública. Forma parte de la gran unidad morfogeológica y paisajística de Sierra Morena Central, y se artícula como un alargado barranco excavado por el arroyo de la Huesa, tributario por la margen derecha del rio Guadiato, formando parte por tanto de la cuenca media de este afluente del Guadalquivir.
Hay dos formas de llegar en vehículo a la zona de la Huesa. Una, desde Córdoba, por la carretera de Santa María de Trassierra (CV-21), pasando Puerto Artafi y el Puente de los Boquerones, hasta llegar tras una fuerte subida a la explanada conocida como Llano del Olivarejo, donde podemos aparcar perfectamente. Al mismo llano se llega desde el Norte-Noroeste, partiendo de Posadas o de Villaviciosa a través de la carretera que une ambos pueblos (C-411) hasta el cruce con la ya mencionada CV-21, muy cerca del puente que salva el río de la Cabrilla, que discurre hacia el embalse de la Breña. Desde este balcón natural puede observarse en su totalidad la Umbría de la Huesa, escenario del cerco y de la muerte de casi todos los componentes del Estado Mayor de la Tercera Agrupación Guerrillera.
El sendero se adentra en el territorio serrano que habitó la guerrilla, proporcionando información mediante una serie de paneles y atriles sobre las relaciones que establecieron los hombres de la sierra con el espacio natural y sus habitantes, pastores, arrieros, rancheros, guardas, aparceros y aceituneros. El panel de inicio se encuentra en la plaza de la aldea de Trassierra, dedicado a ofrecer una visión de conjunto del itinerario y algunos rasgos biográficos de Julián Caballero Vacas. El sendero continúa junto a la estrecha vía que sale del pueblo para llegar a Puerto Artafi, donde se encuentra el segundo panel de la ruta que explica el papel que jugaban los pasos de montaña en la vida guerrillera. A partir de este punto el sendero se bifurca en un ramal pensado para senderistas que transcurre a través de un esplendido bosque hacia el rio Guadiato, y otro que desciende por la carretera buscando la desembocadura del arroyo de la Huesa que da nombre al barranco. A lo largo del doble recorrido, paneles y atriles ofrecen con textos e imágenes rasgos de la vida cotidiana de los guerrilleros. Así, el tercer panel “Rancheros y guerrilleros” se ocupa de la relación de estos con el bosque mediterráneo como recurso y espacio habitable. El siguiente “Barranco de la Huesa” ofrece una panorámica del lugar en que tuvo lugar el cerco y la muerte del grupo guerrillero. El cuarto panel “Pastores, olivareros, guerrilleros” muestra una sierra habitada y productiva donde los guerrilleros transitaban por una densa red viaria abierta. El itinerario concluye con el panel “Puente de los Boquerones”, que describe la presencia guerrillera en el valle del Guadiato.
El régimen franquista, nacido y sostenido por la violencia, supuso entre otras cosas el empeño por hacer desaparecer la identidad, los valores y el propio recuerdo histórico de los vencidos, yendo así más allá del propio exterminio físico: así pasaron de resistentes contra el ilegal golpe de estado a rebeldes, de patriotas antifascistas a vendidos a conspiradores extranjeros…y, tras la guerra civil, de guerrilleros antifranquistas a bandidos y delincuentes, para designar a los miles de hombres y mujeres que se atrevieron a mantener la lucha armada por la legalidad republicana, en los oscuros años de la posguerra.
Esta inmensa labor de ocultación y propaganda, sostenida durante 40 años, fue especialmente intensa para negar la existencia y el sentido de la guerrilla antifranquista, ya que la dictadura no podía aceptar que siguiera existiendo una oposición armada prorrepublicana ni su incapacidad para terminar con ella. A pesar de la extrema violencia ejercida por las fuerzas armadas del régimen, durante más de una década, de 1939 a 1951, un pequeño ejército que se aproximaba a las 10.000 guerrilleros, apoyado por un número mucho mayor de enlaces, se enfrentó a lo largo y ancho de la geografía española al régimen de Franco, constituyendo, en palabras del historiador Paul Preston, la mayor amenaza efectiva para la estabilidad y la continuidad de la dictadura.
En este contexto general, Sierra Morena de Córdoba y Villaviciosa ocupó un lugar protagonista en la lucha guerrillera, tanto por las condiciones naturales del territorio, quebrado por montes y barrancos con abundante cubierta vegetal y refugios rocosos, como por la distribución del hábitat humano, formado por rancheros, aparceros y pastores dispersos y aislados, que eran el apoyo y el sustento de la gente de la sierra, como se denominaba popularmente a la guerrilla. A esto tenemos que añadir la represión (comenzando por los alcaldes republicanos de Córdoba y Villaviciosa, Manuel Sánchez Badajoz y Fernando Muñoz Carretero, fusilados en Córdoba) y la exclusión social y laboral que, como en tantos otros pueblos y ciudades andaluzas, convirtió la posguerra en un infierno para los vencidos, lo que llevó a un número significativo de vecinos a huir y refugiarse en la sierra, dando lugar posteriormente a la resistencia armada y organizada. Entre otros guerrilleros que desarrollaron un papel clave durante años por su profundo conocimiento del terreno, recordamos a los cinco hermanos Martín Benítez (Cándido, José, Julián, Rodrigo y Florencio), naturales de Villanueva del Duque pero vecinos de Villaviciosa, que huyeron del pueblo en 1946; a José Ramos “Ramillos”; a José Molina Girona y su primo Juan Molina Ruiz; a Miguel García Vázquez y Benito Gómez García. A estos tenemos que añadir los enlaces anónimos, muchos de los cuales perdieron su vida a manos de la Guardia Civil, sobre todo a partir de 1947, con la promulgación de la Ley de Represión del bandidaje y el terrorismo, que abrió el llamado trienio del terror. El primer enlace fusilado en Villaviciosa a finales de 1946 fue Fernando Chacón Benito, en el mismo cementerio.
Durante años, las sierra de Córdoba y Villaviciosa ocultaron el desigual enfrentamiento entre los últimos defensores armados de la República y las fuerzas represivas de la dictadura franquista, tras la constitución en 1945 de la Tercera Agrupación Guerrillera, que operaba en todo el norte de la provincia de Córdoba. Decenas de guerrilleros, enlaces y simples campesinos considerados sospechosos murieron en enfrentamientos o asesinados por las fuerzas del régimen, y también cayeron en número mucho menor algunos guardias civiles y guardas de fincas a manos de la propia guerrilla.
Uno de los episodios más representativos de lo que supuso esta lucha en el conjunto del territorio andaluz, fue el cerco y la muerte por fuerzas de la guardia civil, en el barranco de la Huesa durante la madrugada del once de junio de 1947, de cinco destacados miembros de la guerrilla, que constituían el llamado Estado Mayor de la Tercera Agrupación guerrillera. Este suceso presenta una serie de rasgos que lo convierten en una especie de paradigma respecto al comportamiento de los vencedores y la suerte de los vencidos: el ejercicio de una estrategia casi colonial de ocupación del territorio en los días anteriores a la matanza; el fomento de la delación y la traición entre los miembros más débiles de la resistencia; el uso desproporcionado de la fuerza antiinsurgente vendiendo como acción de guerra lo que más bien fue una cacería de cinco hombres y una mujer; el fuerte impacto social que este hecho tuvo en toda la zona por la relevancia política y el peso social de los asesinados; los usos brutales –incluyendo prácticas inhumanas como la exposición y vejación pública de los cadáveres- para atemorizar a los habitantes de los pueblos próximos y destruir cualquier ánimo de resistencia; el intento de desprestigio de la memoria de los guerrilleros, que incluía la humillación y marginación de sus familiares, junto con el destierro programado de la memoria colectiva de la tragedia de la Huesa, de modo que el mismo topónimo pasó a convertirse en un término desconocido para la gran mayoría de ciudadanos cordobeses. Por último, no olvidemos la relevancia que desde el punto de vista estrictamente histórico tuvo la caída del Estado Mayor de la tercera agrupación guerrillera, ya que marcó el comienzo del fin de la lucha armada en buena parte de Andalucía Occidental, y puso en evidencia para las fuerzas represoras –también para los que aun creían en la posibilidad de provocar la caída del régimen mediante la subversión armada- la vulnerabilidad creciente de la guerrilla, sin apenas ayuda exterior y condenada al aislamiento de las bases rurales por la tremenda represión sobre enlaces o meros sospechosos de simpatía pasiva.
En el barranco de la Huesa murieron Julián Caballero Vacas, ex alcalde comunista de Villanueva de Córdoba con el Frente Popular y conocido líder obrero; a su lado cayó Mª Josefa López Garrido, maestra y expresidenta de las Mujeres Antifascistas durante la guerra civil; Melchor Ranchal Risquer, incorporado en 1945 desde la lucha clandestina en Córdoba capital; Ángel Moreno, incorporado en 1946 cuando se descubrió que su taberna era punto de encuentro de opositores al régimen; y el practicante Librado Pérez. También fueron detenidos y encarcelados en la acción miembros de la familia Cobos Reina, pequeños arrendatarios que vivían en un chozo de media pared en el barranco y actuaban como enlaces de la partida. Tras ser expuestos todos los cadáveres en la plaza del pueblo y vejados públicamente por falangistas y adictos al régimen, fueron enterrados en el cementerio de Villaviciosa Melchor Ranchal y Librado Pérez.
Estos hechos deben formar parte de la memoria colectiva de los andaluces, como parte de la Memoria Democrática que se empeña en recuperar el relato veraz de lo que ocurrió durante la larga dictadura franquista, y en reparar la memoria de los que lucharon y sucumbieron en defensa de las libertades perdidas y por los valores de igualdad y justicia que hoy vuelven a estar amenazados. Para ello el Foro por la Memoria de Córdoba junto con el Ayuntamiento de la ciudad promovió la señalización de un itinerario histórico y medioambiental que presenta e integra el relato de la resistencia y la vida de la guerrilla antifranquista, junto con información sobre el medio natural, los valores paisajísticos, los trabajos y las formas de vida que conformaron el marco vital y el tejido social que hizo posible la existencia de la guerrilla durante mas de una década.
LOCALIZACIÓN ESPACIAL Y SEÑALIZACIÓN
La Umbría de la Huesa se encuentra situada al sur del término municipal de Villaviciosa de Córdoba, dentro de la finca El Olivarejo, de titularidad pública. Forma parte de la gran unidad morfogeológica y paisajística de Sierra Morena Central, y se artícula como un alargado barranco excavado por el arroyo de la Huesa, tributario por la margen derecha del rio Guadiato, formando parte por tanto de la cuenca media de este afluente del Guadalquivir.
Hay dos formas de llegar en vehículo a la zona de la Huesa. Una, desde Córdoba, por la carretera de Santa María de Trassierra (CV-21), pasando Puerto Artafi y el Puente de los Boquerones, hasta llegar tras una fuerte subida a la explanada conocida como Llano del Olivarejo, donde podemos aparcar perfectamente. Al mismo llano se llega desde el Norte-Noroeste, partiendo de Posadas o de Villaviciosa a través de la carretera que une ambos pueblos (C-411) hasta el cruce con la ya mencionada CV-21, muy cerca del puente que salva el río de la Cabrilla, que discurre hacia el embalse de la Breña. Desde este balcón natural puede observarse en su totalidad la Umbría de la Huesa, escenario del cerco y de la muerte de casi todos los componentes del Estado Mayor de la Tercera Agrupación Guerrillera.
El sendero se adentra en el territorio serrano que habitó la guerrilla, proporcionando información mediante una serie de paneles y atriles sobre las relaciones que establecieron los hombres de la sierra con el espacio natural y sus habitantes, pastores, arrieros, rancheros, guardas, aparceros y aceituneros. El panel de inicio se encuentra en la plaza de la aldea de Trassierra, dedicado a ofrecer una visión de conjunto del itinerario y algunos rasgos biográficos de Julián Caballero Vacas. El sendero continúa junto a la estrecha vía que sale del pueblo para llegar a Puerto Artafi, donde se encuentra el segundo panel de la ruta que explica el papel que jugaban los pasos de montaña en la vida guerrillera. A partir de este punto el sendero se bifurca en un ramal pensado para senderistas que transcurre a través de un esplendido bosque hacia el rio Guadiato, y otro que desciende por la carretera buscando la desembocadura del arroyo de la Huesa que da nombre al barranco. A lo largo del doble recorrido, paneles y atriles ofrecen con textos e imágenes rasgos de la vida cotidiana de los guerrilleros. Así, el tercer panel “Rancheros y guerrilleros” se ocupa de la relación de estos con el bosque mediterráneo como recurso y espacio habitable. El siguiente “Barranco de la Huesa” ofrece una panorámica del lugar en que tuvo lugar el cerco y la muerte del grupo guerrillero. El cuarto panel “Pastores, olivareros, guerrilleros” muestra una sierra habitada y productiva donde los guerrilleros transitaban por una densa red viaria abierta. El itinerario concluye con el panel “Puente de los Boquerones”, que describe la presencia guerrillera en el valle del Guadiato.
Publicado en el Nº 319 de la edición impresa de Mundo Obrero septiembre 2018
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