El historiador avilesino Pablo Tata Alcantara publica "La DGS. El Palacio del terror franquista".
El historiador Pablo Tata Alcantara (Avilés, 1992) acaba de publicar en Espasa “La DGS. El Palacio del terror franquista”, una obra que es a la vez la historia de un edificio, la Real Casa de Correos de la madrileña Puerta del Sol, y de la represión política en España: desde Fernando VII hasta la democracia. Este domingo se presenta a las 12:30h en la librería Matadero Uno de Oviedo/Uviéu.
Es un libro sobre el franquismo pero has querido comenzarlo en el siglo XIX: ¿Por qué?
Cuando me propusieron estudiar la Real Casa de Correos de la Puerta del Sol como epicentro de la represión franquista, donde practicaba torturas la Brigada Político Social (BPS), comencé a estudiar la Historia de ese edificio. Descubrí que antes de albergar la Dirección General de Seguridad (DGS), entre 1848 y 1939, había sido sede del Ministerio de la Gobernación. Y empecé a investigar ese periodo, lleno también de políticas de orden público contra el movimiento obrero, republicanos, socialistas, anarquistas, etc. Porque parece que el franquismo surgió de la nada y no es así. Hay épocas anteriores donde aquellos que se movilizaban también sufrían la represión, las torturas y la cárcel. Y a través de este lugar lo podía contar.
Hablas del mito de la Dictablanda para referirse al régimen primoriverista.
En contraposición al franquismo, se nos pretende vender que la dictadura de Primo de Rivera era mucho más liviana en cuanto a represión. Una visión totalmente alejada de la realidad. Cómo han demostrado historiadores como Alejandro Quiroga, durante este periodo se persiguió a los nacionalistas catalanes (la lengua catalana fue marginada), comunistas y anarquistas entraron en la cárcel, intelectuales como Unamuno sufrieron el destierro. No fue ni mucho menos una época tranquila y de paz social.
Si. La II República, cuando vio los obreros y los jornaleros se comenzaron a movilizaron viendo que las promesas de mejores condiciones de trabajo y reparto de la tierra no se cumplían o tardaban en cumplirse, utilizaron la represión. Leyes como la de Defensa de la Republica o la de Vagos y Maleantes se utilizaron para reprimir a los obreros. Con la derecha en el poder la represión fue aún peor, con las detenciones y torturas tras la Revolución del 34. Es verdad que hubo un intento de reformar las fuerzas de orden público, con la creación de la Guardia de Asalto, pero esas reformas quedaron en papel mojado cuando aparecieron las primeras movilizaciones de anarquistas y comunistas. La depuración del aparato del Estado primorriverista fue muy superficial.
¿De qué modo influyó el nazismo en las fuerzas policiales franquistas?
Fue vital. Frente a la visión que vende la historiografía neofranquista, Franco nos salvó de entrar en la Segunda Guerra Mundial, hay que decir la verdad. Las relaciones entre la policía franquista y la policía nazi fueron muy estrechas. Incluso antes de acabar la Guerra Civil, con el pacto de cooperación entre ambas fuerzas policiales en 1938. Y Himmler, el jefe de la Gestapo viajó a nuestro país para ayudar a formar las fuerzas policiales franquistas en 1940.
¿Cómo funcionó la DGS durante el franquismo?
Fue la piedra angular sobre la que se estructuraron las fuerzas policiales. La DGS existe ya desde el siglo XIX, teniendo una estructura estable a partir de 1912. Pero será en el franquismo cuando, albergandose en la Puerta del Sol, adquirira su papel como motor del aparato represivo franquista. Dirigía la BPS, la Brigada Criminal, la Policía Armada, sus Jefaturas policiales en todas las provincias, tenía contactos con la Guardia Civil. Todo lo relacionado a mantener el orden público en el país pasaba por sus manos.
En el libro te refieres también a otros objetivos de la represión, quinquis, mujeres y homosexuales. ¿Fueron peor tratados que los opositores políticos?
Depende. Creo que aquí, como con el tema de la oposición política, había una represión de clase. Es decir, aquellos que tenían dinero, contactos (nacionales e internacionales) tenían mejor trato por parte de la policía. Por ejemplo, en la cuestión de los quinquis o la delincuencia común, detenidos como el Jarabo, un estafador y asesino, que invitó a los policías que le detuvieron a comida y bebida, fue mejor tratado que los ladrones de orígenes populares, que sufrieron las torturas y la muerte incluso.
En los últimos años de la dictadura parece que el PCE se convierte en un mal menor en comparación con la izquierda radical. ¿Qué temía el régimen?
El régimen franquista temía que pasará algo como en Portugal, una revolución que pusiera en cuestión todo, las estructuras del Estado y el sistema capitalista. Un sector del régimen quería mano dura, pero otro apostaba por cierto apertura y demás. Y sabían que sin la oposición a la dictadura, esos cambios no iban a ser legítimos. Pero no había ningún plan preestablecido. Fue la lucha en la calle y los movimientos sociales los que empujaron hacia los derechos y libertades. Y había un sector de esos movimientos que quería ir más allá. Y a ese sector se quiso parar de cualquier forma, con la represión más salvaje.
¿Hubo algún tipo de corriente democratizadora en la policía comparable a lo que pudo ser la Unión de Militares Demócratas?
Si. De hecho en mi anterior libro, “La Secreta de Franco”, hablo de los sindicatos policiales, como el SUP o la USP, que quisieron conseguir una policía más democrática, sin lazos con la extrema derecha, que reivindicara los derechos humanos y las libertades. En la Transición y después, la mayoría de los agentes que estaban en estos sindicatos fueron expedientados, no pudieron ascender de puestos, etc. De hecho muchas de estas organizaciones fueron legalizadas a principios de los 80.
¿Qué consecuencias tuvo la no depuración de las FOP para la democracia?
Pues que muchos de los problemas que actualmente tiene la Policía, como el auge de la extrema derecha en la misma, la corrupción policial, los lazos con políticos y grandes empresarios, el uso impune de la tortura, siguen a la orden del día, como en el franquismo. Porque aunque muchos de sus agentes ya han fallecido o se han jubilado, sus métodos se mantienen.
Defiendes una recuperación memorialista del edificio: ¿En qué consistiría?
Muchos colectivos memorialistas, organizaciones políticas piden una placa que recuerde a las víctimas del franquismo, que me parece muy bien. Yo sería más ambicioso y exigiría que hubiera un museo de lo que fue ese edificio, de la represión franquista, como hay en otros países, como en Portugal, con el Museo do Aljube en Lisboa sobre la dictadura de Salazar y su policía política o la cárcel modelo en Barcelona.
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