http://www.elconfidencial.com/cultura/2015-02-05/michael-richards-la-memoria-historica-no-es-un-fenomeno-comercial_681930/
El hispanista Michael Richards echaba en falta una explicación de la compleja naturaleza social de la violencia durante el franquismo. En estos casi cuarenta años de democracia la academia, la universidad y las librerías han vivido una recuperación historiográfica sobre la naturaleza política de la dictadura, la oposición a él y la guerra militar, sin embargo apenas han aparecido investigaciones sobre la historia social de la posguerra y la Transición.
En 2015 se celebra por todo lo alto la muerte hace cuarenta años deFrancisco Franco y las estanterías reventarán con la oleada de novedades editoriales. Una de las primeras en llegar es Historias para después de una guerra. Memoria, política y cambio social en España desde 1936, publicada por Pasado & Presente, un riguroso análisis de la sociedad contemporánea de nuestro país, realizado desde la equidad que también hemos echado en falta en este tiempo.
El profesor de Historia Europea en la University of the West of England defiende que la recuperación de la memoria española lleva el sello propio deuna cultura universal de los derechos humanos, porque es un trauma cultural en el que la sociedad no ha podido recordar libremente debido a la represión y la amenaza. “El régimen purgó a fondo la sociedad, así que cualquiera puede comprender por qué los republicanos ocultaron sus lealtades políticas. La purga franquista fomentó la participación social en la represión, animando a los ciudadanos a que demostraran su lealtad al nuevo régimen denunciando”, cuenta a El Confidencial.
Silencio o muerte
Richards, del que ya tuvimos noticias hace 14 años con Un tiempo de silencio. Represión en la España de Franco. 1936-1945 (Crítica), señala con insistencia que la violencia fue especialmente cruel en las pequeñas comunidades rurales. Este dato es importante porque fomentó la huida de los republicanos. “Este movimiento de la población contribuyó al silencio, que se mantuvo hasta los años cincuenta, cuando una parte de la población comenzó a beneficiarse del boom del consumismo, apoyado por la inversión extranjera a finales de los sesenta”, explica.
El historiador hispanista Michael Richards, autor de 'Historias para después de una guerra'.
¿Y luego? “Después de Franco no hubo tanto un pacto de silencio como un acuerdo tácito para no resucitar viejos conflictos”. Nadie olvidó la guerra y nadie estaba dispuesto a revivir horrores del pasado. “Después de décadas de dictadura, Felipe González se fijó en la modernización económica, pero también social y cultural. El PSOE se empeñó en huir del pasado. No fue hasta finales de los noventa, motivado por una cultura global del recuerdo, cuando los nietos de la guerra recuperaron la atención sobre la guerra civil”, añade el historiador. Aclara que el “consenso era imposible”, porque los herederos de los protagonistas se mantienen enfrentados sobre el pasado.
Entonces, ¿cree que el retorno a la memoria de la que habla ha sido un fenómeno de marketing como defiende el escritor Javier Cercas? “Para nada. La memoria histórica no es un fenómeno comercial. El apetito del público por los libros, documentales y películas relacionadas con la época de la guerra no ha sido fabricado por los editores y cineastas. Al contrario, es una respuesta al deseo generalizado de recuperar el pasado reciente, con la intención de establecer formas duraderas de identidad colectiva”, añade para contradecir la curiosa tesis del autor de Soldados de Salamina.
Producto 'boom'
Sin embargo, el historiador se lamenta de que los “productos” del boom de la memoria han servido para poco más que perpetuar y confirmar los prejuicios históricos. De ambas partes. “La mejora fortuita y muy desigual del país al final del franquismo fue obviado por la historiografía por temor a que Franco ganara en crédito por ello. La vida social después de 1975 se centró en disfrutar y hacer planes para una forma de vida mejor”, cuenta Richards a este periódico.
Eso quiere decir que los españoles “tomaron decisiones estratégicas para olvidar el pasado mucho antes de 1975”. Y así lo hicieron para vivir el día a día, para evitar la atmósfera represiva de las primeras décadas del franquismo. “Era preferible guardar silencio o huir del país. Lo que vino después de la Transición no fue una era del silencio. Hubo una producción de mucha historia”.
En el libro se detalla ese trauma cultural generado por un régimen franquista dispuesto y capaz de recurrir a cualquier medida para perpetuar su sello de autoridad en la sociedad. “Gracias al autoritarismo, Franco también adquirió tiempo, poco a poco, para lograr una forma pasiva de consenso social”.
En ese sentido, se lamenta del papel de la Iglesia en la evolución social del país. “En las dos últimas décadas, la izquierda en España –durante el período de la recuperación de la memoria- ha tenido que hacer frente a una Iglesia Católica intransigente, particularmente durante el pontificado de Juan Pablo y su sucesor”, dice. En este punto subraya las “actitudes políticas antidemocráticas” de la Iglesia durante la Segunda República y su justificación de la “cruzada” de la guerra civil y su violencia.
Transición o nada
Sin embargo, lamenta la falta de conocimiento del papel de la Iglesia y de los católicos en la llamada por la reconciliación y la tolerancia en los años cincuenta. “Tampoco se ha hecho hincapié en la contribución esencial del Cardenal Tarancón, junto al rey y los políticos, en el logro de la transición democrática. Lamentablemente, esto parece haber sido olvidado por la izquierda, pero también por muchos católicos”.
El cardenal Tarancón, en un retrato del fotógrafo Alberto Schommer.
La conclusión de Richards es que existe un renovado interés en el pasado como base de identidad y de una crítica política. El problema es que se ha conducido, en ocasiones, a partir de una simplificación excesiva y con un tratamiento de la historia “como una forma de retórica moral”. De ahí que el hispanista piense que el consenso promovido por la Transición sea válido todavía: “No hay otra alternativa”.
Por eso reconoce que no se encuentra entre los que defienden las “comisiones de la verdad”, ni en procedimientos legales retrospectivos contra aquellas personas “de la derecha” que se beneficiaron de la Ley de Amnistía de 1977. Lo que no perdona a los tribunales españoles es la celeridad con la que actúan “contra los abogados que se mueven a favor de la defensa de los derechos humanos”. “Me parece deprimente”, en referencia a Baltasar Garzón.
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