Notimex. 22.11.2017 - 15:41h
Al hacerse del poder Francisco Franco en España implantó su sistema represor especialmente en Cataluña, sistema que duró de 1939 a 1975. Se suprimieron libertades democráticas con la represión en algunos casos y momentos de la cultura catalana. Su carácter totalitario en un principio, y autoritario después, y sus objetivos unificadores significaron un intento de dar preferencia a una sola cultura y una sola lengua.
El tono, en ocasiones anticatalán del régimen, no fue un obstáculo decisivo para que naciera un franquismo catalán que se fue forjando durante la guerra. Es conveniente mencionar que el período franquista fue de gran desarrollo económico e industrial para Cataluña.
Se instalaron empresas públicas del Estado en la región, lo que propició un gran arribo de trabajadores de otras regiones de España y llevó a un incremento demográfico en la zona. Cataluña sufrió de un rechazo que se originó durante la Guerra Civil, pues se le tachaba de ser una región llena de traidores, debido principalmente a los ataques contra la Iglesia. Por ejemplo, en Tarragona, en enero de 1939, se celebró una misa oficiada por un canónigo de la catedral de Salamanca, José Artero; durante el sermón gritó: "Perros catalanes! No sois dignos del sol que os alumbra."
En cuanto a los hombres que entraron y desfilaron por Barcelona, Franco dijo que este honor no era "porque hubieran luchado mejor, sino porque eran los que sentían más odio. Es decir, más odio hacia Cataluña y los catalanes." Un amigo cercano de Franco, Víctor Ruiz Albéniz, publicó un artículo donde pedía que Cataluña recibiera "un castigo bíblico como el de Sodoma y Gomorra para purificar la ciudad roja, que era la sede del anarquismo y del separatismo como único remedio para extirpar esos dos cánceres.
Para Ramón Serrano Súñer, cuñado de Franco y ministro del Interior el nacionalismo catalán era "una enfermedad." El hombre designado como gobernador civil de Barcelona, Wenceslao González Oliveros, afirmó que "España se alzó, con tanta o más fuerza contra los Estatutos desmembrados que contra el comunismo."
Conservadores catalanes, como Francisco Cambó, se estremecieron supuestamente por el odio y el espíritu de revancha mostrado por el generalísimo Franco. Cambó escribió en su Diario sobre Franco: "Como si no sintiera ni comprendiera la situación miserable, desesperada, en que se encuentra España y no pensara más que en su victoria, siente la necesidad de recorrer todo el país (...) como un torero para recoger aplausos, cigarros, sombreros y algún suéter escaso."
Lluis Companys, quien había sido el 123º presidente de la Generalidad de Cataluña, se exilió a Francia, como muchos otros, en enero de 1939. Las autoridades españolas pidieron la extradición a los alemanes. No se sabe si fue detenido por la Gestapo o por la policía militar alemana, también conocida como la Wehrmacht. Su detención se produjo el 13 de agosto de 1940 con su inmediata deportación a la España franquista. Después de un consejo de guerra sumarísimo, fue fusilado el 15 de octubre de 1940, en el Castillo de Montjuïc, paradójicamente, por rebelión militar, pues había proporcionado armas al bando rojo.
El franquismo se propuso, no solamente en Cataluña sino en el resto de España, la anulación de las libertades democráticas, la prohibición y persecución de los partidos políticos (salvo la Falange Española Tradicionalista), la clausura de la prensa no adscrita a la dictadura militar y la eliminación de las entidades de izquierdas.
A los miles de muertos durante la guerra hubo que sumar los que fueron fusilados tras la victoria franquista, como el propio Companys; muchos otros, obligados al exilio, no volverían a su país; gran número de los que no huyeron fueron encarcelados; y muchos más fueron "depurados" e inhabilitados para ocupar cargos públicos o ejercer determinadas profesiones, lo que les dejó en pésima situación económica en una época ya dura de por sí.
A partir de la represión, el franquismo creó unas redes de complicidad en la que miles de personas se vieron implicadas o fueron cómplices del derramamiento de sangre, de las persecuciones, de la vida de cientos de miles de personas en las cárceles, de los campos de concentración. Y en el caso de Cataluña, de un intento de debilitamiento cultural para hacer menos notable su personalidad regional.
Además, se suprimieron el Estatuto de Autonomía y las instituciones de él derivadas, y se derogó la oficialidad de la lengua catalana, reduciendo su uso sobre todo en la administración, en los medios de comunicación, en la escuela, en la universidad, en la señalización pública y en general en toda manifestación pública.
El catalán fue excluido de la esfera pública y administrativa y quedó reducido al uso familiar y vecinal. El castellano pasó a ser la única lengua de la enseñanza, de la administración y de los medios de comunicación. La situación se agravó por las grandes oleadas inmigratorias de hablantes del castellano del siglo 20, sobre todo las de los años 60 y 70, procedentes del resto de España, sobre todo de Andalucía y Extremadura, y que en gran parte se concentraron en el área metropolitana de Barcelona.
Todo esto provocó un gran retroceso del uso social del catalán y de su conocimiento, a tal punto que en Cataluña el castellano superó al catalán como lengua materna por primera vez en su historia. Globalmente, la casi total exclusión del catalán del sistema educativo y las severas limitaciones a su uso en los medios de comunicación de masas durante todos esos años. tuvo consecuencias de larga duración y que estarían presentes años después del final de la dictadura.
Esto quedó marcado en las altas tasas de analfabetismo en catalán que se dio entre las generaciones escolarizadas en esos años: en 1996 solo un tercio del tramo de edad comprendido entre los 40 y los 44 años era capaz de escribir en catalán, hablado por el 67 por ciento de los censados, cifras que descendían al 22 por ciento de los mayores de 80 años, capaces de escribirlo con un 65 por ciento de hablantes.
El tono, en ocasiones anticatalán del régimen, no fue un obstáculo decisivo para que naciera un franquismo catalán que se fue forjando durante la guerra. Es conveniente mencionar que el período franquista fue de gran desarrollo económico e industrial para Cataluña.
Se instalaron empresas públicas del Estado en la región, lo que propició un gran arribo de trabajadores de otras regiones de España y llevó a un incremento demográfico en la zona. Cataluña sufrió de un rechazo que se originó durante la Guerra Civil, pues se le tachaba de ser una región llena de traidores, debido principalmente a los ataques contra la Iglesia. Por ejemplo, en Tarragona, en enero de 1939, se celebró una misa oficiada por un canónigo de la catedral de Salamanca, José Artero; durante el sermón gritó: "Perros catalanes! No sois dignos del sol que os alumbra."
En cuanto a los hombres que entraron y desfilaron por Barcelona, Franco dijo que este honor no era "porque hubieran luchado mejor, sino porque eran los que sentían más odio. Es decir, más odio hacia Cataluña y los catalanes." Un amigo cercano de Franco, Víctor Ruiz Albéniz, publicó un artículo donde pedía que Cataluña recibiera "un castigo bíblico como el de Sodoma y Gomorra para purificar la ciudad roja, que era la sede del anarquismo y del separatismo como único remedio para extirpar esos dos cánceres.
Para Ramón Serrano Súñer, cuñado de Franco y ministro del Interior el nacionalismo catalán era "una enfermedad." El hombre designado como gobernador civil de Barcelona, Wenceslao González Oliveros, afirmó que "España se alzó, con tanta o más fuerza contra los Estatutos desmembrados que contra el comunismo."
Conservadores catalanes, como Francisco Cambó, se estremecieron supuestamente por el odio y el espíritu de revancha mostrado por el generalísimo Franco. Cambó escribió en su Diario sobre Franco: "Como si no sintiera ni comprendiera la situación miserable, desesperada, en que se encuentra España y no pensara más que en su victoria, siente la necesidad de recorrer todo el país (...) como un torero para recoger aplausos, cigarros, sombreros y algún suéter escaso."
Lluis Companys, quien había sido el 123º presidente de la Generalidad de Cataluña, se exilió a Francia, como muchos otros, en enero de 1939. Las autoridades españolas pidieron la extradición a los alemanes. No se sabe si fue detenido por la Gestapo o por la policía militar alemana, también conocida como la Wehrmacht. Su detención se produjo el 13 de agosto de 1940 con su inmediata deportación a la España franquista. Después de un consejo de guerra sumarísimo, fue fusilado el 15 de octubre de 1940, en el Castillo de Montjuïc, paradójicamente, por rebelión militar, pues había proporcionado armas al bando rojo.
El franquismo se propuso, no solamente en Cataluña sino en el resto de España, la anulación de las libertades democráticas, la prohibición y persecución de los partidos políticos (salvo la Falange Española Tradicionalista), la clausura de la prensa no adscrita a la dictadura militar y la eliminación de las entidades de izquierdas.
A los miles de muertos durante la guerra hubo que sumar los que fueron fusilados tras la victoria franquista, como el propio Companys; muchos otros, obligados al exilio, no volverían a su país; gran número de los que no huyeron fueron encarcelados; y muchos más fueron "depurados" e inhabilitados para ocupar cargos públicos o ejercer determinadas profesiones, lo que les dejó en pésima situación económica en una época ya dura de por sí.
A partir de la represión, el franquismo creó unas redes de complicidad en la que miles de personas se vieron implicadas o fueron cómplices del derramamiento de sangre, de las persecuciones, de la vida de cientos de miles de personas en las cárceles, de los campos de concentración. Y en el caso de Cataluña, de un intento de debilitamiento cultural para hacer menos notable su personalidad regional.
Además, se suprimieron el Estatuto de Autonomía y las instituciones de él derivadas, y se derogó la oficialidad de la lengua catalana, reduciendo su uso sobre todo en la administración, en los medios de comunicación, en la escuela, en la universidad, en la señalización pública y en general en toda manifestación pública.
El catalán fue excluido de la esfera pública y administrativa y quedó reducido al uso familiar y vecinal. El castellano pasó a ser la única lengua de la enseñanza, de la administración y de los medios de comunicación. La situación se agravó por las grandes oleadas inmigratorias de hablantes del castellano del siglo 20, sobre todo las de los años 60 y 70, procedentes del resto de España, sobre todo de Andalucía y Extremadura, y que en gran parte se concentraron en el área metropolitana de Barcelona.
Todo esto provocó un gran retroceso del uso social del catalán y de su conocimiento, a tal punto que en Cataluña el castellano superó al catalán como lengua materna por primera vez en su historia. Globalmente, la casi total exclusión del catalán del sistema educativo y las severas limitaciones a su uso en los medios de comunicación de masas durante todos esos años. tuvo consecuencias de larga duración y que estarían presentes años después del final de la dictadura.
Esto quedó marcado en las altas tasas de analfabetismo en catalán que se dio entre las generaciones escolarizadas en esos años: en 1996 solo un tercio del tramo de edad comprendido entre los 40 y los 44 años era capaz de escribir en catalán, hablado por el 67 por ciento de los censados, cifras que descendían al 22 por ciento de los mayores de 80 años, capaces de escribirlo con un 65 por ciento de hablantes.
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