dissabte, 1 de febrer del 2025

"Los leones de Rota", la “sanguinaria” historia novelada de los primeros fieles a Franco en un pueblo de Cádiz

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Fernando Zamacola (en el centro con barba), jefe de la unidad falangista de 'Los leones de Rota', saluda el paso de las tropas en el acto de imposición de la Medalla Militar a su persona celebrado en marzo de 1937 en Jerez de la Frontera.

Javier Ramajo

Sevilla —
31 de enero de 2025 20:36 h

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Antonio Fuentes sabe que ha destapado un “tema tabú” en su pueblo. 'Los leones de Rota' (Plaza & Janés) es su segunda obras tras novelar el asesinato del último alcalde republicano de Sevilla, fusilado por los franquistas tras celebrar la Semana Santa. Sin temor a encasillarse en abordar cómo se vivió el intento de golpe de Estado de julio de 1936 y los primeros tiempos de la Guerra Civil en determinadas zonas de Andalucía, más bien al contrario reivindica su profesión de periodista para ser “historiador de emociones”. En el plano personal resalta que sus planes más inminentes pasan por cuidar de su hija, que nacerá en breve, y de su madre, algo en lo que asegura hay que concienciar.

Apoyado en todo momento en archivos históricos y militares, y en el testimonio de su abuelo de 100 años de edad, entre otros muchos que ha ido recapitulando, Fuentes (1979) recorre las “atrocidades” cometidas por una centuria falangista surgida en el pueblo costero de Cádiz. “Rota ha sido una víctima más”, apunta el autor, que repasa en esta entrevista para elDiario.es Andalucía algunos de los entresijos de aquel “primigenio fascismo español” que, según Fuentes, presenta “más similitudes que diferencias” con los movimientos de ultraderecha que vienen protagonizando algunos líderes mundiales de la actualidad.

En los primeros días del alzamiento, Queipo de Llano conquista Sevilla, como ya relató en su primera novela pero, ¿qué pasó en el resto de provincias andaluzas?

En Cádiz, que es donde principalmente transcurre el libro, también se sublevaron los militares, apoyados por los falangistas, liderados por los hermanos Mora-Figueroa, quienes se plantearon cómo extender el golpe al resto de la provincia. En Jerez y Sanlúcar estaban tomadas desde primera hora, y en El Puerto de Santa María liberaron el penal, donde había falangistas detenidos por el gobierno de la Segunda República. Cuando piensan cómo ir a otras localidades como Rota, por ejemplo, uno de esos falangistas llamado Fernando Zamácola informa de que él trabaja allí para la empresa de su padre y se ofrece para comandar el alzamiento en Rota.

Había sitios donde todavía no habían llegado ni los militares, ni las agrupaciones falangistas, y existía la posibilidad de que los guardias civiles se hubieran sublevado. Fue el caso de Rota, donde se esperaba que se informara qué estaba pasando. En esos momentos de completa incertidumbre, incluso el Ayuntamiento, en manos del Frente Popular, termina por rendirse, y esa cédula de delincuentes, de asesinos liberados del penal de El Puerto, va a ayudar a la Guardia Civil de Rota a establecerse.

Para ello, como no tienen efectivos, tiran de lo que pueden, entre ellos falangistas del pueblo o gente contraria a la República pero también, como no son suficientes, de lo que yo llamo izquierdistas recuperables: gente de izquierda, tanto de fuerzas obreras, del PSOE, del Partido Comunista, anarquistas, que no se habían señalado y que pueden aprovecharse para poder seguir asentando el control sobre zonas que no habían sido aún conquistadas. El origen de 'Los leones de Rota' es esa agrupación heterogénea, creada por el impulso de un falangista, que coge a gente de diversos sectores con la misión de extender el golpe de Estado del 18 de julio a otras zonas, en este caso hacia la sierra, que es donde se habían atrincherado los republicanos.

Sin ánimo de destripar la novela, ¿cómo y dónde actúa primero esa agrupación falangista en el verano de 1936?

Como en cualquier grupo humano, muy heterogéneo además, son varias las respuestas. Ahí hay desde delincuentes asesinos que están cumpliendo penas en El Puerto, como he dicho, hasta personas que se ven obligadas a participar de ello porque es su única elección: o recibir un tiro y a la cuneta, o ayudar a la Falange a extender el golpe. Precisamente es el dilema al que se enfrenta el protagonista del libro, que es un republicano convencido, Antonio 'el Gaseosa', que ha simpatizado siempre con los movimientos de las fuerzas obreras y que acude frecuentemente al sindicato, incluso con su hijo, donde están los que llevan el pulso del pueblo y del país, porque en ese momento las fuerzas obreras tienen muchísimo poderío en el pulso con los patrones. Antonio se ve obligado a participar a cambio de salvar la vida.

Esa agrupación fascista, que yo también llamaría terrorista, se dedica a ejercer el terror, en este caso en las inmediaciones de Grazalema, y se asienta en una pequeña aldea llamada Benamahoma, donde durante un mes, entre agosto y septiembre del 36, hacen tropelías que no se dan en ningún otro sitio del país

¿A qué situaciones se enfrenta 'el Gaseosa'?

Es una aventura, una odisea, enfrentándose por ejemplo a tener que decidir si huir (como hicieron algunos de los que fueron reclutados para los 'leones'), participar (que significaba asesinar a gente con ideales iguales que los suyos, incluidos también mujeres o niños), o intentar escaparse de alguna de las situaciones como buenamente pueda. Lo que sí conocemos a través de los archivos militares, y de lo poco que sabemos de los leones de Rota, por ejemplo a través de lo que cuenta Paul Preston en 'El holocausto español', es que sometieron a un régimen de terror a la población de la Sierra de Grazalema, que es la misión que ellos tienen hasta que pudieran llegar los militares y ocuparla, previo paso a ocupar Ronda, Málaga, etc. Es un golpe de Estado que, como sabemos, no triunfó en todo el país, pero que trató de seguir adelante aplicando el máximo régimen de terror. Esa es la encomienda que tiene Fernando Zamácola, esa es la misión que tienen los leones de Rota y ese es el dilema que tiene Antonio 'el Gaseosa'. 

¿Qué particularidades tiene la presencia de ese grupo de falangistas en la sierra de Cádiz?

En ese momento de 1936, y Fernando Zamacola es un ejemplo, hay personas que están viendo que con la República no se satisfacen los sueños que tenían, que la CNT y las fuerzas obreras están obligando a los patronos a cumplir con unas exigencias y no están de acuerdo con eso. Y hay gente también arribista que, cuando se produce el golpe de Estado, piensan que si se van a Falange van a poder tener un un presente y un futuro mejor.

El padre de Fernando es empresario y él, que está en la CNT, ve cómo en esos pulsos con los obreros están presionando a su padre y, en un momento, decide alistarse en la Falange, que entonces era residual. Primo de Rivera, por ejemplo, era un personaje que se conocía en Madrid pero en Jerez, que era su circunscripción electoral, tuvo problemas para sacar el acta en 1933 y ya en 1936 no la saca. La Falange es un movimiento que sobre todo cogió fuerza a partir del golpe de Estado a través de la violencia como su máxima.

Esa agrupación fascista, que yo también llamaría terrorista, se dedica a ejercer el terror, en este caso en las inmediaciones de Grazalema, y se asienta en una pequeña aldea llamada Benamahoma, donde durante un mes, entre agosto y septiembre del 36, hacen tropelías que no se dan en ningún otro sitio del país porque en otras partes los republicanos tienen tiempo de apuntarse a la milicia republicana, con tiempo para reaccionar. Pero en Cádiz, no, porque estamos hablando del 18 al 20 de julio y no hay tiempo.

¿Es esa la peculiaridad de esos 'leones de Rota' en el contexto de la Guerra Civil?

Yo no he encontrado nada similar. Primero porque responde a esa improvisación de que hay falta de efectivos. No hay militares suficientes por parte de Queipo para asentar todas las zonas, como la sierra de Sevilla. En las ciudades de Cádiz dispusieron de cabecillas locales, que se alían con algún guardia civil rebelde, y eso les allana mucho el camino, teniendo en cuenta que el principal financiador de la Falange es José León de Carranza y dedicándose desde 1933 a crear agrupaciones locales que, cuando 'los leones van progresando por la sierra, tienen mucho trabajo hecho. 

¿Qué marco temporal alcanza la novela?

La novela comienza en la primavera del 36 cuando se produce una quema de iglesias que creo que es importante para que muchas personas de derechas decidan apoyar o incluso integrarse en 'los leones', que no solo participan en esta en esos primeros momentos de sublevación, sino que prácticamente están activos durante toda la guerra, primero en Grazalema, pero luego en la Serranía de Ronda, hasta el punto de que en febrero de 1937 también participan en la toma de Málaga, y hay constancia de ellos hasta prácticamente el final de la guerra en el frente de Córdoba, ya en 1939.

Aun así, la novela sigue también hasta el año 1941 porque son años también importantes para 'los leones', cómo vuelven a su población original, a Rota, y cómo se ve que las consecuencias de la guerra son casi más importantes que los inicios: al principio de la guerra hace falta gente, da igual que sea de izquierda o no, pero al final de la guerra se investigará quién fue izquierdista y quién no. Y en ese punto puede que 'los leones' te salven al haber pertenecido a ellos o puede que no. 

Hay una pregunta que creo que es fundamental en la novela, que es por qué lo hicieron: cómo personas que después se integraron de nuevo en la sociedad, y que son incluso buenas personas, buenos abuelos o buenos padres, en un momento dado pudieron llegar a cometer esos actos en Benamahoma, donde hubo una impunidad absoluta en cuanto a robar, en cuanto a matar y en cuanto a violar

¿Cuál ha sido su trabajo de investigación y producción previo a la escritura?

Las fuentes historiográficas acerca de las actuaciones de 'los leones' están deshilvanadas. En este trabajo se recoge todo lo que hay de todos los sitios donde han estado pero con una línea común. Se ha puesto más el foco en los robos, violaciones y asesinatos que cometen en Benamahoma. Y ahora estamos conociendo la dimensión de esos asesinatos porque ahora es cuando se están sacando los cadáveres de cementerios como los de Benamahoma, o como los de El Bosque, aunque no tendremos nunca la totalidad, porque 'los leones' utilizaban un camión, que desataba el terror en la zona, yendo por poblaciones cercanas como Villamartín, Prado del Rey o Benaocaz, donde “sancionaban”, como ellos llamaban a las ejecuciones y luego tiraban los cuerpos a la cuneta. Nunca sabremos a qué dimensión llegó el terrorismo de 'los leones de Rota'. Conocemos que en el cementerio de Benamahoma hay 60 cadáveres ya rescatados, que pudieron ser acción directa de 'los leones' o de los falangistas que los sucedieron. Y en El Bosque también se están haciendo exhumaciones.

¿Cómo le ha resultado, personalmente, contar los hechos novelados que se originaron en su propio pueblo?

En Rota, la historia de un tirón no está contada. Hay mucha curiosidad, mucha ignorancia y muchas ganas de saber quiénes fueron 'los leones'. A nivel historiográfico no ha costado tanto, porque ya digo que los archivos están controlados. Pero lo que he aportado también son testimonios personales, muchos de ellos recogidos en un libro que se llama 'Memoria Rota' de los investigadores locales Mercedes Rodríguez y Pedro Pablo Santamaría, y otros propios bien directos o a través de familiares de personas que incluso habían escrito memorias en los años 80 y que se me han facilitado para poder no solo saber el itinerario de 'los leones', cómo se comportaban o que hacían, sino también para responder una pregunta que creo que es fundamental en la novela, que es por qué lo hicieron: cómo personas que después se integraron de nuevo en la sociedad, y que son incluso buenas personas, buenos abuelos o buenos padres, en un momento dado pudieron llegar a cometer esos actos en Benamahoma, donde hubo una impunidad absoluta en cuanto a robar, en cuanto a matar y en cuanto a violar.

¿Encontró respuesta a esa pregunta?

Sí. Pero quiero primero hacer hincapié en que dentro de esos testimonios cuento con el de mi abuelo, que tiene 100 años, cumplidos el 11 de enero. Él recuerda muchas cosas. Tenía 11 años en el 36, pero se acuerda cómo llegaban los camiones llenos de muebles que habían robado por la sierra y los vendían allí o empezaban a formar parte del ajuar de algunas personas de Rota. También recuerda cómo la llegada de 'los leones' a Rota era una fiesta, con música, charanga, etc. Allí eran unos héroes. De hecho, el asalto a Grazalema llega después de tomar Sevilla y Cádiz, y Queipo los encumbra como los primeros héroes del bando nacional, y Zamacola el primero. Y además eran falangistas que no tenían ni formación militar. A Zamácola, por ejemplo, se le llega a dar una medalla reservada para los militares, en marzo del 37, y Queipo le nombra alférez honorario, que eso solo estaba reservado para médicos que han participado en batallas militares, para ingenieros, o sea, para gente que ha tenido un mérito de guerra importante, no para un falangista que ha sido sacado de una prisión. En los periódicos afines se ve cómo son una célula elogiada por todo el bando nacional en los territorios que han ocupado hasta ese momento.

Me estaba hablando de su abuelo...

Su testimonio es fundamental, porque me ha dado muchísimo contexto de la época, de cómo se vivía en ese momento, y sobre todo, para contestar a la pregunta emocional que hacía antes. Porque esto es una novela, no un ensayo. Dice Juan Gabriel Vázquez que el novelista es el historiador de emociones. Aquí una labor de historiadores que reúno y doy forma, pero lo que a mí me interesaba explicar en una novela es el alma humana. Y la conclusión a la que llego es que 'los leones' y muchas otras personas que se comportan así en los primeros meses tras el intento del golpe les mueven dos sentimientos. Por un lado, la envidia, porque muchas de las personas que se meten en Falange lo hacen para ser más que los que ya están, porque es un movimiento violento tribal al que se apuntan para progresar, y son oportunistas, arribistas. Y, por otro lado, la impunidad: si tú tienes envidia por lo que tiene otro y sabes que si se lo quitas, bien sea un mueble, una posición social o su mujer o su hija, y no va a pasar absolutamente nada... Hay personas que cometieron atrocidades sabiendo que iban a ser impunes. Los historiadores la llaman la época del “terror caliente”, desde el verano del 36 hasta que Queipo, en la primavera del 37, crean esos tribunales militares, aunque también es cierto que fueron simulacros de tribunales.

¿Qué le provocó ponerse a investigar unos hechos concretos que surgieron en Rota?

Mi primera novela, 'La huella borrada', la hago en complicidad con un nonagenario que es el hijo del alcalde de Sevilla, donde recupero su memoria y contrasto en fuentes documentales lo que él me está contando. Y me doy cuenta que hay una novela, que hay una emocionalidad y que hay no solo una historia que hay que contar, porque había un desconocimiento importante sobre la época del Frente Popular en Sevilla, porque es ahí el inicio de la Guerra Civil. Al estar hablando con alguien que no era mi conocido, aunque llegó a ser mi amigo, yo también hago preguntas dentro de mi familia, y ahí es donde conecto con mi abuelo, que tengo la suerte de que sigue vivo. Al empezar también a mover un libro sobre la República en mi propio pueblo, mis amistades y demás me preguntaban: “oye, ¿y qué pasa con 'los leones de Rota'?” Sé de algún investigador que intentó hacerlo hace unos años y le coaccionaron, así que no sé tampoco en el pueblo cómo se va a coger esta novela, pero sí sé que el tema de 'los leones' es un tema tabú en Rota.

Rota, al final, es vencida en todo momento, y eso también influye en que ahora haya un sentimiento en el pueblo de no querer saber mucho de su historia. No estamos muy reconciliados con nuestra historia, pero creo que ha llegado la hora de contarlo, de saber quiénes fueron estos, de afrontar las servidumbres que tenemos y de saber que la dictadura nos perjudicó como pueblo

Hay curiosidad, claro, pero entre las familias, entre los descendientes por los parentescos. Hay cierta inquietud, porque es una historia que no es edificante. Es una historia trágica y que nos deja en buen lugar al pueblo, porque Rota fue encumbrada como el sitio de donde salió uno de los mayores grupos de asesinos de la guerra. Que yo no la llamo Guerra Civil, porque aquí no hay dos bandos, sino una represión absoluta, y Rota me parece una víctima más.

¿Por qué?

Primero la conocen por esto, pero después a sus ciudadanos de entonces los asesinaron. A los maestros, a las personas que durante la República intentaron que el pueblo fuera mejor, etc. y, para colmo, Franco la traiciona cuando vende los terrenos a Estados Unidos, que es la potencia ganadora de dos guerras mundiales. Rota, al final, es vencida en todo momento, y eso también influye en que ahora haya un sentimiento en el pueblo de no querer saber mucho de su historia. No estamos muy reconciliados con nuestra historia, pero creo que ha llegado la hora de contarlo, de saber quiénes fueron estos, de afrontar las servidumbres que tenemos y de saber que la dictadura nos perjudicó como pueblo. 

¿Cómo ve el ascenso de la ultraderecha en determinadas partes del mundo en los últimos tiempos?

Para escribir este libro he tenido que aprender y analizar mucho el fascismo, que creo es una cosa que no se ha estudiado mucho, sobre todo en España, y mucho menos a nivel de Andalucía. Ahí están los libros de Antonio Scurati, por ejemplo, sobre Mussolini, que es la creación del fascismo europeo. Y ahora analizando a los líderes Trump, Milei y estos líderes de ultraderecha, leo muchos artículos que dicen que no es un fascismo en estado puro, pero sí veo más similitudes que diferencias. Por ejemplo, la violencia que comentaba antes. Para mí es violencia extraditar a ciudadanos, no darle la nacionalidad, negar el feminismo, que es el mayor avance social que hemos tenido en la última década, etc. Todo se está ejerciendo con violencia, distinta porque está metida dentro de la democracia. Esa Falange pionera y primaria lo hacía desde fuera, quería derrumbar la democracia en oposición a los revolucionarios de fuerzas socialistas y comunistas.

Ahora lo que pasa es que estos totalitarismos que ejercen estos líderes mundiales están dentro del sistema. Yo lo comparo al picudo rojo: se te mete dentro de la palmera y te va comiendo por dentro hasta que de repente la palmera se cae pero porque llevamos mucho tiempo de retroceso y de aceptar cosas que no teníamos que haber aceptado tras conquistas sociales. Para mí sí hay muchos paralelismos entre esto y aquello: el culto al líder, el ejercicio de la violencia, sobre todo, o cómo tratan a la prensa y cómo crean sus propios medios de comunicación. Yo no sé que nombre ponerle a lo de ahora, para eso hay expertos, pero en la novela se van a encontrar muchas similitudes de ese fascismo primigenio español y europeo con movimientos de la actualidad. 

Tras mucho análisis y dos historias noveladas, ¿qué valor le da a la memoria histórica y democrática en el contexto actual?

Precisamente uno de los enemigos de esos líderes de ultraderecha de los que hablamos es la memoria. Si atacas la memoria, no conoces el pasado de los pueblos, no puedes construir un futuro. La labor de la memoria es fundamental para poder avanzar. Aunque por razones personales estoy posponiendo algunas presentaciones del libro, no he podido negarme a un evento que va a hacer el instituto de Rota en el auditorio Felipe Benítez programado para primeros de abril.

¿Va a seguir la misma línea de ir contando por institutos, como hizo con Horacio, lo que pasó al inicio de la guerra?

Es que yo creo que la memoria es lo fundamental, y las armas que tenemos son la educación y las artes. Lo segundo cuesta dinero pero la educación pública tiene el deber de memoria que tenemos esta generación, de que sepamos cuál es nuestro pasado. Y Rota ha vivido a espaldas de su pasado: no se ha querido saber quiénes fueron 'los leones', qué participación tuvieron, qué familias. Y poder saberlo nos va a reconciliar con nuestro presente, porque podemos ser una sociedad mejor conociendo nuestro pasado. La ultraderecha lo que quiere es laminar cualquier tipo de memoria, que no se investigue, dejar a cero los presupuestos, insultarla o coaccionarla, porque muchos de esos privilegios ellos los mantuvieron. En gran parte de las poblaciones son los mismos, son los herederos de aquellos, y no les conviene que se conozca quiénes fueron.

Las dictaduras hacen retroceder la vida de los seres humanos en cualquier lugar del mundo, y habría que hacer ahora una reafirmación constante de la democracia, con todos sus errores, porque lo desconocido no parece que vaya a mejorar la vida de las personas

Y que haya podido ir y vaya a poder ir a hablar con los chavales es gracias a que hay profesores valientes y que esto no es adoctrinamiento. Esta es mi versión sobre lo que pasó, de acuerdo, y si hay otras versiones las cogemos, las contrastamos y la que esté más fidedigna, la que sea más veraz, que se imponga la otra. Mi novela es un ejercicio periodístico y todo se puede contrastar y corroborar. Para mí era muy importante, al igual que la primera novela, que fuera lo más veraz posible y que sea una versión muy contundente de los hechos históricos. Y me interesa mucho que el lector se pregunte, cuando vaya avanzando en la novela y tengo constancia del contexto histórico, se pregunte “¿y qué hubiera hecho yo si fuera Antonio 'el Gaseosa'?”.

Y, ¿qué hubiera hecho usted?

Es una pregunta para ir acompañando al protagonista durante la novela, donde tiene que tomar decisiones, algunas de las cuales compartiremos como lectores y otras no las compartiremos. Durante la lectura van surgiendo esos interrogantes, de cómo las circunstancias políticas y sociales de un país marcan las vidas individuales de las personas. Eso sucede siempre y también está sucediendo ahora. Nuestros contextos nos marcan como personas y como individuos. Yo siempre hago esa reivindicación de la democracia, que es el mejor sistema político en el que podemos vivir, con sus deficiencias, porque todo lo demás nos aboca al desastre. Y aquí se comprueba. Las dictaduras hacen retroceder la vida de los seres humanos en cualquier lugar del mundo, y habría que hacer ahora una reafirmación constante de la democracia, con todos sus errores, porque lo desconocido no parece que vaya a mejorar la vida de las personas. Lo dijo Scurati: “la respuesta al fascismo debe ser seguir luchando por la democracia como un trabajo cotidiano, un heroísmo menor como el que nos exige la educación de nuestros hijos”.