Fue en 2011 cuando se recibió la última ayuda pública y desde entonces poco se ha podido hacer, a pesar de que se tiene constancia de la existencia de diez nuevas fosas con 200 muertos más
Cinco años lleva parada la investigación sobre fosas comunes y víctimas de la Guerra Civil y la represión franquista. Fue en 2011 cuando se recibió la última ayuda pública y desde entonces muy poco se ha avanzado en un trabajo que, tras los ocho años previos de dura faena de indagar en archivos y registros civiles, había colocado a Asturias en una situación de cierto privilegio respecto a otras autonomías del país. Carmen García (Ponferrada, 1955), profesora de Historia Contemporánea de la Universidad de Oviedo, ha liderado desde 2003 el estudio que en 2011 dejó cerrado un mapa de fosas comunes que incluye algo más de 340 en el Principado y la recopilación de 27.000 nombres de víctimas mortales de la guerra y la represión.
A ellas habría que añadir ahora una decena más de fosas y otras doscientas víctimas mortales que han ido apareciendo en estos últimos años de parón. Sostiene Carmen García que harían falta solo un par de años y un par de investigadores para completar una tarea que se antoja necesaria y que conviene finiquitar cuanto antes, porque aún hoy quedan octogenarios y nonagenarios capaces de recordar y porque en todo este trabajo meticuloso de búsqueda juega un papel clave el de los testimonios orales.
En 2003 comenzó la elaboración del mapa de fosas comunes de Asturias. Diferentes investigadores, hasta alcanzar un total de ocho, han ido incorporándose al equipo de Carmen García hasta localizar las 340 fosas. Las mayores, por supuesto, en las principales ciudades asturianas, en sus cementerios, y las más pequeñas, fruto de la narración oral, convenientemente contrastada y documentada, que habla de enterramientos de con uno o dos cadáveres, en cualquier cuneta de una carretera o en un prau y en ocasiones vinculadas a la denominada represión no reglada, aquella de la que no queda constancia escrita.
El grueso de ese trabajo está hecho.Podrían surgir algunas fosas más, pero nunca sería una cifra muy abultada. Además, no está entre sus objetivos realizar catas de esas fosas para confirmar lo que la documentación y los testimonios apuntan. «Nosotros no las abrimos, en esto hay cierta polémica, hay partidarios de hacerlo y quienes no, es un tema vidrioso y complejo», precisa Carmen García, que sin embargo asegura que con una documentación rigurosa como la que ellos manejan no es preciso ir más allá.
Porque además en muchos casos esos restos humanos ya han desaparecido, por obras de infraestructura o por la propia composición del terreno, y porque además su localización exacta es prácticamente imposible. «Si alguien se planteara abrir todas esas fosas, va a llenar Asturias de agujeritos y no va a encontrar la mitad de la mitad», apunta. El mapa es, en todo caso, exhaustivo y absolutamente fiable. «Mapas de fosas en España como el nuestro, poquitos», subraya la profesora de la Universidad de Oviedo.
Sí queda, sin embargo, mucho trabajo por hacer en lo que se refiere a la base de datos de víctimas de la guerra y la represión entre los años 1936 y 1952. Desde la guerra, al franquismo, el movimiento de los huidos, de los fugados. «Encarcelamientos, represalias políticas de otro tipo ya no tocamos, solo muertes violentas derivadas de la guerra y la postguerra», apunta. Su base de datos se nutre de: muertos en combate de los dos bandos, víctimas civiles, represión republicana, represión franquista, guerra y postguerra, represión guerrillera y represión contra la guerrilla.
El trabajo para alcanzar ese listado de 27.000 personas ha requerido de inmensas dosis de paciencia. Para empezar, se revisaron uno a uno los asientos de los 78 registros civiles asturianos. «Hay que ir mirando muertes violentas y no vale desde cuando termina la guerra, porque hay muchos que se inscribieron fuera de plazo, e incluso después de la transición». O sea, se miraron los registros civiles desde 1936 hasta el año 2010. En algunos casos es fácil saber qué muertes se produjeron en la guerra: «Murió gloriosamente luchando contra los fasciosos» o «Herido en combate, fue trasladado al hospital de Sama y falleció tres días después». El problema es cuando no se registran esos fallecimientos al producirse, por ejemplo, en una trinchera en plena batalla. «En el caso de los muertos en combate, revisamos la documentación del archivo de Salamanca, viendo la lista de batallones, cambios, reestructuraciones, estadillos de altas y bajas, cobros de nóminas», relata la investigadora. «Hay centenares de fuentes», revela Carmen García.
El asunto de los combatientes es particularmente complejo. Y ahí entró en juego esa meticulosidad y paciencia necesarias: «Más de tres mil milicianos los localizamos por el listado de altas y bajas de los batallones del ejército republicano, a través de ir mirando partes de salario, de altas, de bajas», explica. Nunca habían estado registrados como víctimas de la guerra hasta ese momento.
Sobre la represión republicana se cuenta con la documentación al completo, puesto que se acudió al Archivo Nacional para obtener los 11.000 fotogramas de la Causa General correspondiente a la Provincia de Oviedo. Aquí aparecen recogidos asesinatos de clérigos, incendios de conventos, incautaciones. Y de aquí se extrajeron los nombres de muchas de las víctimas que conforman ese extensísimo listado.
Hay más fuentes. «Creo que fui la primera persona que entró en el Valle de los Caídos para investigar los traslados», señala la investigadora.Son algo más de tres mil los asturianos que acabaron en territorio madrileño, la mayor parte de ellos procedentes de fosas comunes. Más de un millar corresponden al cementerio de San Pedro de los Arcos, que albergaba los muertos en combate de Oviedo.
La documentación de las prisiones juega también un papel clave. Y a ella han recurrido a través de los archivos de las cárceles de Gijón y Oviedo, que se conservaban en Villabona y ahora se están trasladando al Archivo Histórico de Asturias, en la antigua prisión de Oviedo. Los expedientes de presos y la documentación sobre los consejos de guerra aportan luz en una investigación que se topa con su principal enemigo en la denominada represión irregular. O dicho de una forma mucho más popular, «los paseos» o «los paseados». «Es cuando una partida de paisanos, de falangistas, van a casa de una persona, la sacan, la llevan a cualquier sitio, le pegan un tiro en la cabeza y la dejan en una cuneta», relata la investigadora.
No queda, obviamente, constancia escrita dado que no media procedimiento reglado alguno. A partir de 1979 se abrió un proceso para que se pudieran inscribir estos fallecimientos a través de los testimonios de quienes lo vivieron o conocieron, lo que hizo que se incorporaran a los registros civiles. Pero, obviamente, no fueron todos, y es difícil conocer la magnitud real de esa represión irregular de la que solo hay constancia a través de testimonios orales e informaciones indirectas. Las ejecuciones, en cambio, están perfectamente documentadas por escrito y saber quiénes murieron en el paredón es mucho más fácil.
Pese a tanto trabajo queda mucho por hacer. Hay lagunas importantes por rellenar, especialmente en lo que se refiere a los soldados marroquíes fallecidos en Asturias durante la guerra. Fueron muchísimos y no están en ningún registro. «La mayor parte de los muertos son combatientes, pero entre ellos tenemos muchísimos moros. El ejército marroquí siempre iba en vanguardia y sus muertos son muy numerosos, pero no se registran en España, sino que la comunicación se mandaba a su lugar de procedencia», relata Carmen García. Estos fallecimientos incrementarán considerablemente el número de fallecidos en Asturias, pero descubrir sus nombres requiere salir de las fronteras asturianas. «Es posible que en el Ministerio de Defensa se conserve información, pero seguramente fragmentaria y no centralizada». Otra opción sería viajar a Marruecos. Allí, bajo administración española, muchos familiares de estos fallecidos cobraron su pensión.
El proyecto lleva cinco años en stand by. Creciendo muy poquito a poco gracias a la tarea ahora solitaria de Carmen García, que recibe algunos testimonios y continúa con el trabajo de documentación. Pero falta más. Aparte de concluir el trabajo de búsqueda de los soldados marroquíes, a la investigadora le gustaría también saltar las fronteras del Principado para poder poner nombre y apellidos a todos los asturianos que murieron fuera de la región, que son también muchos. No hay que olvidar que la mayor parte de los consejos de guerra contra asturianos se llevaron a cabo en Galicia. Aún faltan sus nombres para sumarlos a los 27.000.
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