http://www.noticiasdealava.com/2014/09/08/araba/catorce-rosas-en-catorce-tumbas
PERDIERON LA VIDA ENTRE 1936 Y 1941
ARANZADI RESCATA LOS RESTOS DE PARTE DE LOS REPUBLICANOS FALLECIDOS EN EL CAMPO DE CONCENTRACIÓN DE ORDUÑA
UN REPORTAJE DE ARACELI OIARZABAL - Lunes, 8 de Septiembre de 2014 - Actualizado a las 06:14h
Paco Etxebarria trabaja en una de las sepulturas.
Vista:
La fachada del camposanto de Orduña -ciudad vizcaína anclada en pleno Valle de Ayala- luce desde finales de junio de 2013 una placa “en memoria de los cautivos fallecidos en el campo de concentración y en la prisión central de Orduña, cuyos cuerpos fueron enterrados en algún lugar de este cementerio, y de quienes perdieron la vida en defensa de la libertad y en contra del fascismo entre 1936 y 1941”.
Pues bien, lo que sólo eran indicios, quedó demostrado el pasado fin de semana, cuando un nutrido equipo de expertos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi -con su presidente y antropólogo forense a la cabeza, Paco Etxeberria, y a solicitud del Ayuntamiento orduñés- localizaba y sacaba a la luz, bajo la superficie de hormigón del pasillo derecho que da acceso a los nichos de la entrada al cementerio, 14 tumbas individuales y perfectamente alineadas, con restos óseos que, a simple vista, se constató pertenecían a los hombres que murieron en la citada prisión.
Por los archivos se sabe que en la cárcel orduñesa no se recluyó a mujeres, y “todos los esqueletos hallados pertenecen a hombres”, según explicó por los micrófonos de Radio Llodio Jimi Jiménez, uno de los arqueólogos del equipo de Etxeberria, que también apuntó como evidencias de que se trataba de los cuerpos de los republicanos que buscaban que “todos aparecen sin calzado y con objetos personales muy escuetos, y en situaciones muy similares a exhumaciones de personas muertas en cautiverio ya realizadas en otras zonas como Pamplona o en las cercanías de Villarcayo en Burgos”, argumentó.
El propio Etxeberria dio más datos, arrodillado ante una de las tumbas. “Todos aparecen enterrados a la misma profundidad, ordenados y metidos en féretros individuales de madera, más estrechos en piernas y más anchos en hombros. Quizás por las dentaduras podamos extraer el ADN, ya que se tiene la lista de fallecidos y se ha localizado a alguna familia, pero será difícil porque ha pasado mucho tiempo”, señaló. No obstante, “el valor de este trabajo es simbólico; son 14 republicanos que representan a otros miles, un grano más en el conocimiento de la verdad, de lo que pasó”, subrayó.
De hecho, el fatídico listado al que hacía referencia Etxeberria deja constancia de que fueron 224 los muertos o asesinados en el campo de concentración de Orduña. Se sabe que muchos de ellos están enterrados bajo los actuales nichos, pero por respeto obvio a los que allí descansan, no se acometerá ningún desenterramiento, ya que la intervención no ha sido sino un modo de honrar y resarcir en parte la memoria de los fallecidos y de sus familias.
La noticia de este hallazgo corrió como la pólvora entre la población, y fueron muchos los vecinos que se acercaron a ver de cerca la minuciosa labor de exhumación de los restos, aunque a decir verdad no causó sorpresa. Y es que en el municipio era un secreto a voces que “a los prisioneros, en su mayoría republicanos y gudaris, se les enterraba a la entrada a la derecha de lo que llamaban cementerio civil, o tierra no sagrada, como si de malhechores se tratara”, recuerda Salvador Oyarzábal, hijo de un gudari del batallón Araba que también fue condenado, como tantos otros, a trabajos forzados lejos de su tierra.
EL LIBRO QUE DESPERTÓ LA MEMORIA Sin embargo, no fue hasta la publicación en 2011 del libro Prisioneros en el campo de concentración de Orduña, del periodista laudioarra Joseba Egiguren cuando se comenzó a hablar abiertamente del oscuro pasado que encierran las paredes del actual colegio de los Padres Josefinos de Murialdo. De hecho, es el primer trabajo de investigación sobre este episodio histórico silenciado durante más de 75 años, y ha revelado al mundo -a través de documentos civiles y militares, y estremecedores testimonios de sus últimos inquilinos- que alrededor de 50.000 prisioneros de guerra fueron recluidos “en condiciones deplorables” en el campo que el régimen franquista estableció, entre los años 1937 y 1939, en lo que antaño fue el colegio de los jesuitas, y donde unos años antes había estudiado, curiosamente, el lehendakari José Antonio Agirre.
Los restos están siendo analizados en el Departamento Forense de la UPV en Donostia. El Ayuntamiento de Orduña ha decidido es que, una vez finalice el trabajo de laboratorio, los restos volverán al cementerio de Orduña. Por lo que respecta a las tumbas abiertas, los operarios municipales comenzaron el jueves los trabajos de reconstrucción de la zona. En el momento de cubrirlas, cada uno de los huecos tenía depositada una rosa roja en su interior.
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