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País Vasco | 17/09/2014 -
00:08h | Última actualización: 17/09/2014 - 19:13h
Presentación de la exposición 'Lur
azpitik-lur azaleratuz, que aflore lo enterrado', en la que participa el
forense Paco Etxeberria, y que recupera la memoria de los presos que estuvieron
recluidos en el Fuerte San Cristóbal y fueron enterrados en el cementerio de la
ladera del monte Ezkaba Juan Herrero/EFE
País Vasco Corresponsal
Una botella entre las piernas fue la única pista sobre el trágico destino
de muchos de los 700 prisioneros republicanos fallecidos en el Fuerte de San
Cristóbal. Situado en la cima del monte Ezcaba, conocido también por el
mismo nombre, la fortaleza militar coronaba los 895 metros de altitud que
dominan la cuenca de Pamplona. Un punto estratégico utilizado como
penal entre 1934 y 1945 y que el régimen franquista aprovechó
para alojar a más de 5.000 presos. Hoy frecuentado por ciclistas y paseantes,
sus laderas verdes sirvieron entones como cementerio improvisado en el que se
enterraron los cuerpos de aquellos que fallecían en el penal.
El duro invierno pamplonés, el hambre, las enfermedades y las palizas
hicieron del fuerte un punto negro en la historia de la represión franquista.
Los fallecidos y asesinados eran enterrados en ataúdes de pino con una botella
en su interior, que contenía documentación sobre el muerto. La práctica, que
comenzó a partir de enero de 1937 en base a un mandato de Franco en el que
indicaba que los soldados debían enterrarse con una botella o medalla con
alguna identificación, ha permitido arrojar algo de luz sobre la oscura
historia de la fortaleza.
A instancia de familias de las víctimas, la sociedad de Ciencias Aranzadi y
la asociación Txinparta iniciaron en 2007 las exhumaciones en la ladera del
monte. Su trabajo, que pretende dar a conocer lo sucedido en este "lugar
silenciado", ha quedado reflejado en la exposición Lur Azpitik
lur-azakeratuz. Que aflore lo enterrado, que se exhibe en la UPV de San
Sebastián. "El olvido es para las víctimas y sus familias una herida
abierta y una fuente de dolor que nuestra democracia debe cerrar",
explicaba este lunes la vicerrectora del campus, Ana Arrieta, en la inauguración.
La exposición, que en diciembre se trasladará a Vitoria, se complementa
además con la publicación 'El Fuerte de San Cristóbal en la memoria: de prisión
a sanatorio penitenciario. El cementerio de las botellas', realizada por el
prestigioso antropólogo forense Francisco Etxeberría y el historiador Koldo
Pla, de Txinparta. La obra supone un testimonio de la violenta historia del
fuerte, un recuerdo de aquellos que fallecieron en la fortaleza y también de
los supervivientes. "Exhumando fosas recuperamos dignidades", aseguró
Etxeberria en la presentación en San Sebastián.
El Fuerte, construido durante la Tercera Guerra Carlista y que acabó
convirtiéndose en hospital penitenciario, fue declarado en 2001 'Bien de
Interés Cultural' y existe ya una propuesta para convertirlo en 'Lugar de
Memoria'. Los baches y el mal estado actual de la carretera que serpentea las
laderas del monte evidencian el desuso de una instalación que tuvo distintos
fines militares hasta que en 1991 fue abandonada definitivamente. Un oscuro
símbolo a pesar de todo que acogió además una de las fugas más grandes de la
historia en 1938, cuando casi 800 presos escaparon de él, aunque sólo tres
alcanzaran la frontera francesa. El resto fallecieron por las balas de los
guardianes o fueron capturados de nuevo.
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