https://www.labrujulaverde.com/2016/07/porta-coeli-el-monasterio-medieval-reconvertido-en-campo-de-concentracion-franquista?fbclid=IwAR3SPk5UyxqrHoeCMWomd_FJPpfx-zoFBn8M0BAtjejqSlqBdEtu39TFhLM
Cuando se habla de campos de concentración se tiende a pensar automáticamente en el más de millar y medio construido por los nazis por toda Europa durante la Segunda Guerra Mundial o en los años anteriores, desde su subida al poder. Sin embargo, el concepto es medio siglo anterior, remontándose primero a las concentraciones de población ordenadas por el general español Weyler para tratar de impedir que los insurrectos cubanos obtuvieran suministros de ella, y después a los campos de prisioneros en los que el ejército británico encerró a los bóers tras la segunda guerra que libró contra ellos.
Pero quedan en un agujero de la memoria los instaurados en España por el régimen franquista al término de la Guerra Civil, en los que fueron recluidos los militares republicanos (en realidad no sólo ellos sino también presos comunes y homosexuales) que, a partir del fin de las hostilidades en 1939, se libraron de la ejecución por no atribuírseles responsabilidad directa y considerarse que eran “recuperables”. Los campos se crearon por la necesidad de dar respuesta a la enorme cantidad de gente que se iba apresando ya desde la mitad de la guerra y que al acabar ésta sumaba cientos de miles personas.
Consecuentemente, en 1940 se designó al general de brigada Camilo Alonso Vega para encargarse de supervisar los diversos campos de concentración que fueron naciendo bajo la coordinación del SCPM (Servicio de Colonias Penitenciarias Militarizadas), dice algún autor que con asesoramiento de Paul Winzer, el hombre de la Gestapo en España que, al parecer, incluso dirigió uno de los campos, el de Miranda de Ebro (el último que estuvo activo, por cierto). Llegaron a sumar ciento ochenta y ocho desde el primero, creado ya en julio de 1936, hasta 1947, en que cerró el último (Miranda de Ebro precisamente). Una cifra considerable pero que se debió a que, a lo largo de esos años, la población reclusa alcanzó el medio millón de individuos.
Algunos de esos campos se construyeron ex profeso, como el de Castuera (Badajoz). Otros aprovechaban las características del terreno, como el de Saltés, una isla fluvial de Huelva rodeada de marismas. Alguno ya existía en tiempos de la República, caso del de Albatera (Alicante), que se considera el más duro de todos por las inhumanas condiciones y las sacas que en él se produjeron. Pero seguramente el más insólito fue el que reutilizó la Cartuja de Porta Coeli, un cenobio valenciano fundado en la Edad Media de dimensiones tan grandes que tras sus muros quedaron encarcelados alrededor de cuatro mil cuatrocientos presos, si bien algunos amplían la cifra a ocho mil.
Los monasterios medievales eran como auténticos pueblos en miniatura. Organizados en torno a la abadía tenían una serie de variadas dependencias distribuidas en varios edificios, entre las que se contaban cocinas, refectorio, biblioteca, sala capitular, claustro, sala de trabajo, hospedería, portería, cuadras, celdas y múltiples talleres, dependiendo de la importancia, el tamaño y la riqueza de la comunidad establecida. Es lógico que complejos así, que con el cambio de los tiempos y costumbres fueron vaciándose hasta quedar, en algunos casos, en estado de abandono y/o ruina, se intentaran reaprovechar para otros usos. En unos casos pasaron a acoger bodegas, en otros cuarteles militares, alguno se reconvirtió en alojamiento…
Porta Coeli lo fundó en el año 1272 el obispo de Valencia Andrés de Albalat para albergar a unos cartujos procedentes del Priorato de Scala Dei (Tarragona). Desde su modestia inicial fuecreciendo progresivamente, añadiendo construcciones hasta convertirse en un enorme complejo con una iglesia gótica, cuatro claustros e incluso un acueducto. En 1835 quedó vacío por la Desamortización de Mendizábal y pasó de mano en mano hasta que el estado decidió convertirlo en un hospital para enfermos de tuberculosis en 1898.
Es curioso y siniestro a la vez que muchos de los reclusos republicanos internados allí tras su reapertura como campo de concentración en 1939 eran tuberculosos. Una considerable parte de ellos quedaban, pues, incapacitados para trabajar y quizá por eso o porque se los consideró incurables, terminaron fusilados: dos mil doscientos treinta y ocho, para ser exactos, según indica el registro civil de la localidad de Serra donde se ubica el monasterio. Y es que los trabajos forzados eran comunes: esta mano de obra semiesclava se empleó en obras de carácter público, como carreteras, pantanos, canales, líneas férreas, etc.
La vida en Porta Coeli revestía condiciones parecidas de dureza a otros, entre hacinamiento, hambre, insalubridad, humillación, abusos, epidemias… Aunque, al menos, en ese campo había agua potable. Nada más llegar, los presos eran despojados de sus pertenencias, incluida la guerrera, y se quedaban sólo con una manta. Los paquetes de comida, ropa y tabaco que enviaban los familiares solían reparírselos entre los guardianes y a veces ni eso, pues algunos testimonios cuentan un infame ritual en el que los reclusos eran obligados a formar en el patio y cantar el Cara al sol mientras los fardos eran rociados con gasolina y quemados.
Este tipo de acciones y otras, como la entrada de grupos de falangistas a seleccionar internos para depurar saltándose la autoridad militar del campo, llevaron al segundo jefe de Porta Coeli, el capitán de la Guardia Civil Emilio Tavera Domínguez (que a la sazón tenía sesenta y cinco años y estaba ya retirado cuando recibió la orden de incorporarse a ese destino), a escribir una carta a Franco denunciando tales irregularidades. Tavera fue apoyado por otros oficiales, que hablaron de un estado de “animalización” del sistema.
Según el Tribunal de Cuentas, el campo de Porta Coeli, que había pasado a tener la categoría de prisión, se cerró en 1941. En 1943 el sitio fue adquirido por la Diputación Provincial y al año siguiente se volvió a instalar allí una comunidad de monjes cartujos, que ahí sigue. En 1947 se acometió la restauración y rehabilitación del patrimonio arquitectónico y el lugar luce espléndidamente, protegido como Bien de Interés Cultural; un remanso de paz y silencio que deja atrás pero no borra aquellos años negros. Stat Crux dum volvitur orbis (o sea, La cruz permanece estable mientras el mundo gira, lema de la orden cartuja).
El Camp de Concentració de Portaceli (1939-1942)
[Libro]
Un fet prou conegut del final de la guerra d'Espanya és la captura, al port d'Alacant, de 20.000 republicans que van ser traslladats al camp de Concentració d'Albatera.
A l'octubre de 1939, per motius de salubritat, el camp va ser clausurat i els presos redistribuïts. Al voltant de 12.000 van ser traslladats a un camp força desconegut: el Camp de Concentració de Portaceli (Serra). Un camp que «En la Inspección de Campos de Concentración de Prisioneros se da noticia de su existencia, a finales de abril de 1939, como campo de reclusión para la zona de Valencia».
El camp va tenir una població "flotant" d'entre 4.000 i 5.000 interns, amb entrades i sortides constants, excepte a la fi de 1939 quan, amb l'arribada dels presos d'Albatera, la xifra va pujar de cop fins als 12.000-15.000 interns, moment en què la situació es va convertir en catastròfica per a tots ells, arribant a haver-hi fins a 32 presos per cel·la.
Els mesos següents els ja identificats i jutjats en els "sumaríssims" rebien la llibertat (si aconseguien els avals necessaris), eren traslladats als diversos penals de l'estat o eren executats. Així mateix molts presos van trobar la mort a causa de la desnutrició, malalties,...
Finalment el camp va ser desmantellat entre finals de desembre de 1941 i gener de 1942, quan ja havien estat identificats i transferits tots els interns, que era la veritable funció d'aquest camp.
Les 168 pàgines d'aquest llibre configuren un relat d'aquests fets, amb material gràfic, documents, testimonis i estudis sobre el camp per a la divulgació i coneixement. Les diferents col·laboracions i entrevistes estan publicades respectant la llengua original de l'autor (català i /o castellà).
Tanmateix s'ha filmat un documental (el primer sobre un camp de concentració franquista a Espanya) produït per l'Associació Stanbrook (Centre d'Estudis i Documentació de la Memòria Republicana).
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Un hecho bastante conocido del final de la guerra en España es la captura, en el puerto de Alicante, de 20.000 republicanos que fueron trasladados al campo de Concentración de Albatera.
En octubre de 1939, por motivos de salubridad, el campo fue clausurado y los presos redistribuidos. Alrededor de 12.000 fueron trasladados a un campo bastante desconocido: el Campo de Concentración de Portaceli (Serra). Un campo que «En la Inspección de Campos de Concentración de Prisioneros se da noticia de su existencia, a finales de abril de 1939, como campo de reclusión para la zona de Valencia».
El campo tuvo una población "flotante" de entre 4.000 y 5.000 internos, con entradas y salidas constantes, salvo a finales de 1939 cuando, con la llegada de los presos de Albatera, la cifra subió de golpe hasta los 12.000-15.000 internos, momento en que la situación se convirtió en catastrófica para todos ellos, llegando a haber hasta 32 presos por celda.
Los meses siguientes los ya identificados y juzgados en los "sumarísimos" recibían la libertad (si conseguían los avales necesarios), eran trasladados a los diversos penales del estado o eran ejecutados. Así mismo muchos presos encontraron la muerte debido a la desnutrición, enfermedades...
Finalmente el campo fue desmantelado entre finales de diciembre de 1941 y enero de 1942, cuando ya habían sido identificados y transferidos todos los internos, que era la verdadera función de este campo.
Las 168 páginas de este libro configuran un relato de estos hechos, con material gráfico, documentos, testimonios y estudios sobre el campo para su divulgación y conocimiento. Las distintas colaboraciones y entrevistas están publicadas respetando la lengua original del autor (catalán y/o castellano).
Así mismo también se ha filmado un documental (el primero sobre un campo de concentración franquista en España) producido por la Associació Stanbrook (Centre de Estudis i Documentació de la Memòria Republicana).
L'Eixam Edicions, 2017
168 págs. Rústica. 20x24cm.
ISBN: 9788415180623
168 págs. Rústica. 20x24cm.
ISBN: 9788415180623
https://valenciaplaza.com/RafaArnalElcampdeconcentracidePortacelisundelsepisodismsocultsdelanostrahistria2?fbclid=IwAR1ZxthPV2U-WRBM4DvXwiaftJI2KA6rDNzuEoisSzgfjnxz16jUWt7yGxU
https://www.eldiario.es/cv/Cartujos-consideran-Porta_Coeli-XIII-Franco_0_825568024.html
Sergi Pitarch - Valencia
https://www.eldiario.es/cv/Cartujos-consideran-Porta_Coeli-XIII-Franco_0_825568024.html
Los cartujos se apropian del monasterio valenciano de Portaceli, del siglo XIII, que les cedió Franco en 1946
La orden asegura que la Diputación de Valencia franquista de Rincón de Arellano les donó la propiedad, aunque la escritura condiciona la cesión a que se mantenga el patrimonio histórico-artístico
El prior defiende que no están sujetos a las revisiones o inspecciones de la actual Diputación de Valencia sobre el cuidado del patrimonio pese a que el monasterio y los terrenos anejos deberían revertir en el ente provincial si se incumple el acuerdo que en noviembre alcanza los 75 años
La entrada de los ciudadanos a esta joya del patrimonio nacional está vetada porque la gestiona una orden de clausura, que impide el contacto de los 16 monjes con el mundo
La orden de los cartujos no quiere que los técnicos de la Diputación de Valencia entren en el monasterio de Portaceli para inspeccionar el patrimonio que hay en su interior y la propia estructura medieval porque lo consideran de su propiedad y no están sujetos a su jurisdicción, según una "donación" de Franco del 12 de noviembre de 1946. El prior del monasterio asegura que "no les afecta" la legislación patrimonial de la entidad provincial.
En la orden están convencidos de la propiedad del monasterio, que inmatricularon tras la cesión, pero el expediente de traspaso contradice, en parte, esta afirmación, máxime cuando se fijaron dos condicionantes que en caso de no cumplirse deberían provocar la reversión automática del monasterio y sus ricos terrenos adyacentes a la Diputación de Valencia, como recoge el expediente de la cesión que revela en exclusiva eldiario.es y que nunca había salido a la luz. Un documento de un alto valor histórico porque cuantifica el precio por el que el Estado compró la propiedad con dinero público a varios particulares en 1931, 3.675.741,13 pesetas.
Y es que el monasterio de Portaceli, situado en el término municipal de Serra (a veinte kilómetros de Valencia), perteneció a la orden de los cartujos desde su fundación en 1272 -cuarenta años después de la conquista de Valencia- hasta la desamortización de Mendizábal. La cartuja, así como los terrenos adyacentes, pasó a manos privadas en el siglo XIX hasta que en 1931, la Diputación de Valencia compró los terrenos para la construcción de un "sanatorio antituberculoso".
Pasada la Guerra Civil y con la victoria del bando franquista, en 1944 se decide ceder el monasterio y los terrenos adyacentes y se inicia el trámite que se cierra el 12 de noviembre de 1946. Se cumple, por tanto, este noviembre el 75 aniversario de la operación. Una operación que impulsó y culminó Adolfo Rincón de Arellano como presidente de la Diputación de Valencia.
Desde la orden defienden a preguntas de eldiario.es que la escritura "deja claro" que se trata de "una donación" que, además, se inmatriculó a nombre de los cartujos. "Pagamos el IBI en el Ayuntamiento de Serra todos los años, más de 2.000 euros", explican fuentes de la administración del monasterio. Por ello, entienden que son los únicos autorizados para hacer y disponer lo que consideren con los terrenos y los edificios. Es más, al ser una orden de clausura, no es posible visitar las instalaciones. También consideran que la Diputación de Valencia no puede realizar inspecciones sobre su patrimonio.
Y es ahí donde la escritura que hoy reproduce eldiario.es contradice esta actitud. La cesión está sujeta a dos condicionantes que, de no cumplirse, revierten la propiedad en la Diputación de Valencia. "La fórmula propuesta por la Diputación de Valencia para la enajenación o cesión de la cartuja dista mucho de ser una donación pura y simple y a título gratuito, sino que es una cesión condicional y en cierto modo onerosa", reza el expediente. El primer condicionante es que solo la orden de los cartujos puede gestionar los terrenos -es decir, no se podría vender o ceder a otra orden-. El segundo, que el patrimonio debía ser restaurado en un período de 20 años -algo que se hizo- y que debe mantenerse y cuidar su patrimonio de manera permanente.
¿Pero cómo puede saber la Diputación de Valencia que las tareas de mantenimiento del patrimonio -de valor incalculable- se llevan a cabo si sus técnicos especialistas no pueden acceder a constatarlo? De esta manera es imposible saber si la orden de los cartujos están cumpliendo con una condiciónsine quan non para que puedan continuar con la cesión.
El diputado provincial José Ruiz Cervera, del PSPV-PSOE, es quien se ha interesado por la situación patrimonial de la cartuja de Portaceli, que se desconoce desde 1946 porque lo ocupa una orden que hace votos de clausura. La petición la realizó, porque la Diputación de Valencia está llevando a cabo una actualización de su inventario de bienes, que incluye necesariamente la revisión del estado de conservación de los edificios e instalaciones de su propiedad, cedidos o arrendados por la corporación.
Y es con la respuesta de la orden cuando han saltado las alarmas al considerar que la inspección de la Diputación de Valencia no puede constatar en qué situación de conservación se encuentra el patrimonio. Es imposible saberlo porque nadie ha entrado tras su cesión y posterior rehabilitación realizada por los monjes cartujos.
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