"Madre, hermanos, con todo el cariño y entusiasmo os pido que no me lloréis nadie. Salgo sin llorar. Cuidar a mi madre. Me matan inocente, pero muero como debe morir una inocente.
Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada.
Adiós, madre querida, adiós para siempre.
Tu hija, que ya jamás te podrá besar ni abrazar.
Julia Conesa
Besos para todos, que ni tú ni mis compañeros lloréis.
QUE MI NOMBRE NO SE BORRE EN LA HISTORIA."
http://www.rtve.es/alacarta/videos/version-espanola/version-espanola-trece-rosas/759605/
https://www.youtube.com/watch?v=M88zSUL4Yiw&list=PLhbnc8Dw1nlwI0kTcc9J9RSJVn99x1FFh (6 vídeos).
Las 13 Rosas CD1 y 2
1 de abril de 1939. Con la entrada en Madrid de las tropas de Franco terminaba la Guerra Civil Española. Temiendo la sangrienta represión que se avecinaba, muchos republicanos huyeron del país, pero otros no pudieron o no quisieron, como las jóvenes muchachas protagonistas de esta historia real. Franco prometió que solamente serían castigados los que tuvieran las manos manchadas de sangre. Y ninguna de esas chicas las tenía. Las detuvieron al mes de acabar la guerra. Sufrieron duros interrogatorios policiales y finalmente fueron trasladadas a la cárcel de Ventas. A las 13 detenidas, a las que sus compañeras bautizaron como “las menores” por su corta edad, las incluyeron en la misma causa bajo la acusación de ayuda a la rebelión y haber planeado un atentado contra Franco, un atentado irreal pero que daba base a la acusación. Todo muy abstracto, sin pruebas. Ellas y sus familiares estaban tranquilos, a lo máximo les caerían unos cuantos años de cárcel. Pero unos días antes de que se celebrase el juicio se produjo un atentado contra un militar franquista, suceso en el que murieron tres personas. Las 13 jóvenes fueron condenadas a muerte.
http://losojosdehipatia.com.es/cultura/historia/las-trece-rosas-2/
Las Trece Rosas
El 5 de agosto se cumplen 76 años del fusilamiento de: Carmen Barrero Aguado, Martina Barroso García, Blanca Brisac Vázquez, Pilar Bueno Ibáñez, Julia Conesa Conesa, Avelina García Casillas, Elena Gil Olaya, Virtudes González García, Joaquina López Laffite, Dionisia Manzanero Salas, Victoria Muñoz García, Ana López Gallego y Luisa Rodríguez de la Fuente.
Estos son los nombres de las trece mujeres fusiladas, ante las tapias del cementerio del Este, por la represión de la dictadura del ejército franquista en Madrid, el 5 de agosto de 1939, poco después de finalizar la Guerra Civil.
Al igual que ocurriera en la Alemania de Hitler o la Italia de Mussolini, el régimen de Franco creó un sistema de represión, miedo y tortura que se inició con el final de la Guerra Civil. En el 39, el franquismo emprendió una persecución contra todos aquellos que habían defendido al gobierno legítimo y elegido en las urnas, la Segunda República Española. Este es nuestro homenaje, nuestro pequeño recuerdo, y reivindicación por nuestra memoria histórica, a estas trece mujeres que la historia siempre recordará como LAS TRECE ROSAS.
El asesinato de estas trece mujeres, la mitad menores de edad (establecida en 21 años), fue uno de los episodios más crueles de la represión franquista. Con el final de la guerra, el país se dividió entre los vencidos y vencedores, y así, se inició un proceso de represión y persecución que atacó también a hijas, madres, en fin, mujeres que defendieron la República o, simplemente, tuvieron familiares o amigos a fines a ella. Es la España de los perseguidos, presos y exiliados. “Hay un gran sector de mujeres represaliadas, de mujeres vinculadas en mayor o menor medida a la España republicana que es la España del exilio, no sólo exterior sino interior, de las mujeres familiares de presos, y presas ellas mismas, de las mujeres perseguidas, represaliadas, muchas de ellas ejecutadas también por el régimen”, comenta la historiadora Ana Aguado de la Universidad de Valencia. De las 4.000 reclusas hacinadas en un espacio pensado para 400 (eran más de 280.000 los presos políticos en 1939), estas trece mujeres fueron elegidas para morir por el puro capricho y azar de sus verdugos.
El 4 de agosto de 1939, tras cuatro meses del final de la guerra, en la cárcel madrileña de Ventas, Julia una de estas trece mujeres le escribiría a su madre “madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija que ya jamás te podrá besar ni abrazar… Que no me lloréis. Que mi nombre no se borre de la historia.” Estas fueron las últimas palabras de Julia Conesa Conesa de 19 años, que al igual que sus compañeras pertenecía a una España hundida, derrotada, a una Madrid devastada, destrozada, gris y triste, donde el régimen iniciaba sus cacerías y los procesos de depuración tanto en Administraciones, Universidades y otras instituciones. Un país sangrado que durante tres largos años luchó por la defensa de la igualdad, la libertad y el progreso para el país. “La Segunda República del año 31 fue un punto de inflexión, implicó cambios y continuidades, las cosas no cambian en un solo día. Las leyes siempre decimos que son condición necesaria nunca suficiente”. Sin embargo, “con el triunfo franquista al final de la guerra se vuelve no a la etapa anterior, sino a situaciones de finales del siglo XIX”, explica Aguado.
Julia deseó que su “nombre no se borre de la historia”, y así ha sido, el recuerdo de estas trece mujeres se ha plasmado en papel, en el cine, en el teatro, aún permanece vivo y en la memoria de muchos porque a diferencia de otros países que han condenado abiertamente sus regímenes totalitarios, en España aún tenemos esta asignatura pendiente. Un reconocimiento que no implica abrir una herida como argumentan mucho, al contrario, para cerrarla, para que miles de familiares den sepultura a los hombres y mujeres enterrados en fosas comunes o desaparecidos, para que nuestra democracia madure y se convierta en un sistema realmente representativo donde se tenga en cuenta la voz del pueblo, y fundamentalmente, para hacer justicia con la propia historia, para que no se llene de telarañas y lagunas negras el recuerdo de la Segunda República, un sistema que no tuvo tiempo de madurar pero, que incluso, abogaba por la igualdad de las mujeres. “La Segunda República tuvo una gran amplia legislación relativa a la igualdad entre mujeres y hombres, una legislación que se traduce en la Constitución del año 31 y en muchas leyes: el matrimonio civil, el divorcio, o los derechos laborales de las mujeres. La Constitución de la Segunda República por primera vez en la historia incorpora el sufragio femenino, con lo cual, sólo en ese momento se puede hablar realmente en España de sufragio universal, por tanto, de democracia. Antes, la mitad de la población no tiene derecho a voto por el hecho de ser mujer, con lo cual, difícilmente se puede hablar de sufragio universal anteriormente”, manifiesta Ana Aguado.
Las Trece Rosas, “que mi nombre no se borre de la historia”
El nombre de estas trece mujeres, al igual que su trágica muerte, no puede quedar en el olvido. Ellas no sólo simbolizaban a esa España exiliada y derrotada, también la lucha por la igualdad, la libertad y la justicia.
Carmen Barrero Aguado (20 años, modista). Trabajaba desde los 12 años, tras la muerte de su padre, para ayudar a mantener a su familia, que contaba con 8 hermanos más, 4 menores que ella. Militante del PCE, tras la guerra, fue la responsable femenina del partido en Madrid. Fue detenida el 16 de mayo de 1939.
Martina Barroso García (24 años, modista). Al acabar la guerra empezó a participar en la organización de las JSU de Chamartín. Iba al abandonado frente de la Ciudad Universitaria a buscar armas y municiones (lo que estaba prohibido). Se conservan algunas de las cartas originales que escribió a su novio y a su familia desde la prisión.
Blanca Brisac Vázquez (29 años, pianista). La mayor de las trece. Tenía un hijo. No tenía ninguna militancia política. Era católica y votante de derechas. Fue detenida por relacionarse con un músico perteneciente al Partido Comunista. Escribió una carta a su hijo la madrugada del 5 de agosto de 1939, que le fue entregada por su familia (todos de derechas) 16 años después. La carta aun se conserva.
Pilar Bueno Ibáñez (27 años, modista). Al iniciarse la guerra se afilió al PCE y trabajó como voluntaria en las casas-cuna (donde se recogía a huérfanos y a hijos de milicianos que iban al frente). Fue nombrada secretaria de organización del radio Norte. Al acabar la guerra se encargó de la reorganización del PCE en ocho sectores de Madrid. Fue detenida el 16 de mayo de 1939.
Julia Conesa Conesa (19 años, modista). Nacida en Oviedo. Vivía en Madrid con su madre y sus dos hermanas. Se afilió a las JSU por las instalaciones deportivas que presentaban a finales de 1937 donde se ocupó de la monitorización de estas. Pronto se empleó como cobradora de tranvías, ya que su familia necesitaba dinero, y dejó el contacto con las JSU. Fue detenida en mayo de 1939 siendo denunciada por un compañero de su “novio”. La detuvieron cosiendo en su casa.
Avelina García Casillas (19 años). Militante de las JSU. Hija de un guardia civil viudo. Le mandaron una carta a su casa afirmando que sólo querían hacerle un interrogatorio ordinario. Se presentó de manera voluntaria, pero no regresó a su casa. Ingresó en prisión el 18 de mayo de 1939.
Elena Gil Olaya (20 años). Ingresó en las JSU en 1937. Al acabar la guerra comenzó a trabajar en el grupo de Chamartín.
Virtudes González García (18 años). Amiga de María del Carmen Cuesta (15 años, perteneciente a las JSU y superviviente de la prisión de Ventas). En 1936 se afilió a las JSU, donde conoció a Vicente Ollero, que terminó siendo su novio. Fue detenida el 16 de mayo de 1939 denunciada por un compañero suyo bajo tortura.
Ana López Gallego (21 años). Militante de las JSU. Fue secretaria del radio de Chamartín durante la Guerra. Su novio, que también era comunista, le propuso irse a Francia, pero ella decidió quedarse con sus tres hermanos menores en Madrid. Fue detenida el 16 de mayo, pero no fue llevada a la cárcel de Ventas hasta el 6 de junio. Se cuenta que no murió en la primera descarga y que preguntó “¿Es que a mí no me matan?”.
Joaquina López Laffite (23 años). En septiembre de 1936 se afilió a las JSU. Se le encomendó la secretaría femenina del Comité Provincial clandestino. Fue denunciada por Severino Rodríguez (número dos en las JSU). La detuvieron el 18 de abril de 1939 en su casa, junto a sus hermanos. La acusaron de ser comunista, pero ignoraban el cargo que ostentaba. Joaquina reconoció su militancia durante la guerra, pero no la actual. No fue conducida a Ventas hasta el 3 de junio, a pesar de ser de las primeras detenidas.
Dionisia Manzanero Salas (20 años). Se afilió al Partido Comunista en abril de 1938 después de que un obús matara a su hermana y a unos chicos que jugaban en un descampado. Al acabar la guerra fue el enlace entre los dirigentes comunistas en Madrid. Fue detenida el 16 de mayo de 1939.
Victoria Muñoz García (18 años). Se afilió con 15 años a las JSU. Pertenecía al grupo de Chamartín. Era la hermana de Gregorio Muñoz, responsable militar del grupo del sector de Chamartin de la Rosa. Llegó a Ventas el 6 de junio de 1939.
Luisa Rodríguez de la Fuente (18 años). Entró en las JSU en 1937 sin ocupar ningún cargo. Le propusieron crear un grupo, pero no había convencido aun a nadie más que a su primo cuando la detuvieron. Reconoció su militancia durante la guerra, pero no la actual. En abril la trasladaron a Ventas, siendo la primera de las Trece Rosas en entrar en la prisión.
Enlaces de interés:
Julia Conesa, que mi nombre no se borre de la historia
En esta ocasión, desde la curiosa mirada de Hipatia queremos hablarles de una mujer que antes de morir le rogó a su madre que su nombre no se borrase de la historia. En su carta, Julia Conesa, antes de ser fusilada junto a sus doce compañeras, escribiría: “Madre, hermanos, con todo el cariño y entusiasmo os pido que no me lloréis nadie. Salgo sin llorar. Me matan inocente, pero muero como debe morir una inocente. Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija, que ya jamás te podrá besar ni abrazar”. Julia cerraba su carta con una suplica, “que mi nombre no se borre en la historia”.
Estas serían las últimas palabras que Julia Conesa Conesa redactase en la madrugada del 5 de agosto de 1939 antes de ser fusilada contra la tapia del cementerio del Este de Madrid junto a 12 compañeras más, siete de ellas menores de edad. Sus nombres: Carmen Barrero Aguado, Martina Barroso García, Blanca Brissac Vázquez, Pilar Bueno Ibáñez, Julia Conesa Conesa, Avelina García Casillas, Elena Gil Olaya, Virtudes González García, Ana López Gallego, Joaquina López Laffite, Dionisia Manzanero Salas, Victoria Muñoz García y Luisa Rodríguez de la Fuente, quienes se convirtieron en Las Trece Rosas.
Julia Conesa Conesa (19 años, modista). Nacida en Oviedo. Vivía en Madrid con su madre y sus dos hermanas. Entró en política por casualidad, pues, se afilió a las JSU por las instalaciones deportivas que presentaban a finales de 1937 donde se ocupó de la monitorización de estas. Pronto se empleó como cobradora de tranvías, ya que su familia necesitaba dinero, y dejó el contacto con las JSU. Fue detenida en mayo de 1939 siendo denunciada por un compañero de su novio. La detuvieron cosiendo en su casa.
Julia Conesa fue detenida al igual que sus compañeras por el temor que tenia el régimen de Franco a la reorganización de las Juventudes Socialistas Unificadas. Sin embargo, poco a poco, las JSU fueron cayendo sin tiempo a reorganizarse. Los detenidos, tras sesiones de interrogatorio y cruenta tortura, delataban a sus compañeros o se les dejaba ir, seguidos por policías. Parte de los militantes de las JSU fueron delatados, tras duras sesiones de tortura en la comisaría del Puente de Vallecas, por el que hasta ese momento era su dirigente, José Peña Brea. Asimismo, otros muchos fueron detenidos por la acusación de vecinos o familiares. Entre esta multitud de detenidos se hallaban las trece muchachas que, más tarde, serían conocidas como “Las Trece Rosas”. Tras una estancia, más o menos larga en distintas comisarías, fueron ingresando en la cárcel de mujeres de Ventas durante los meses de mayo y junio de 1939. Esta cárcel, con una capacidad máxima de 450 personas, pero que en aquel verano de 1939, albergaba a más de 4.000 internas, fue el último lugar donde estuvo Julia Conesa y sus compañeras. Ellas y las otras reclusas sufrieron, a consecuencia del hacinamiento, problemas de higiene, insalubridad y mala alimentación, propiciando la proliferación de enfermedades.
¿Por qué murieron las Trece Rosas? Todo ocurrió a raíz del asesinato del comandante de la Guardia Civil y encargado del ”Archivo de Masonería y Comunismo” Eugenio Isaac Gabaldón Irauzun, su hija y su chófer el 27 de julio de 1939 en Talavera de la Reina, una acción que se atribuyó a tres miembros de las JSU, y que tuvo como represalia que 58 de los detenidos fueran encausados en el expediente 30.436 y llevados ante el Tribunal de las Salesas donde serían juzgados. Debido al caos reinante en los tribunales, algunas de las detenidas, acusadas por el intento de la reorganización de las JSU no fueron encausadas y, en cambio, otras detenidas por otros motivos sí que lo fueron como en el caso de Julia Conesa.
El único contacto de las reclusas con el exterior en estas semanas o meses eran las escuetas visitas familiares y, sobre todo, la correspondencia, una correspondencia que debía eludir los controles penitenciarios siendo escondida en los paquetes con ropa que entregaban a sus seres queridos. Algunas de ellas no fueron conscientes de su realidad hasta los últimos instantes antes de su muerte, pues, esperaban que llegase un indulto.
El día 3 de agosto de 1939, aquellas trece muchachas y los cuarenta y tres hombres escucharon la sentencia del Tribunal de las Salesas. Ésta disponía lo siguiente:
“Reunido el Consejo de Guerra Permanente número 9 para ver y fallar la causa número 30.426 que por el procedimiento sumarísimo de urgencia se ha seguido contra los procesados (.) responsables de un delito de adhesión a la rebelión (.) Fallamos que debemos condenar y condenamos a cada uno de los acusados (.) a la pena de muerte.”.
Se les acusó de reorganizar las JSU y el PCE con el objetivo de cometer actos delictivos contra “el orden social y jurídico de la nueva España”; pero la mayoría de los militantes de las JSU encausados habían sido detenidos poco después de finalizar la guerra sin tiempo a integrarse en la organización clandestina o lo habían hecho recientemente.
Aquella madrugada del 5 de agosto, Julia y sus compañeras se despertaron sobresaltadas por el sonido de los cerrojos y los pasos de las funcionarias. Ya conocían aquel ritual antes del último viaje. La directora y su lugarteniente recorrían las dependencias buscando a aquellas que componían la saca, la lista de las condenadas a muerte, en aquella ocasión, Julia y sus doce compañeras serían las nombradas, las que la historia las bautizaría como las trece rosas. Juntas recorrieron los últimos metros de su vida. Primero, hacia la capilla de la prisión, donde se confesaron y escribieron cartas de despedida para las familias. Después, una a una, atravesaron la puerta de la cárcel para subir al camión que las llevaría hacia su destino final. Eran las 4 y media de la mañana y en apenas 15 minutos recorrieron los 500 metros que las separaban del cementerio del Este. Allí se bajaron del camión y comprobaron sobre el muro del camposanto lo que hasta ese momento se habían negado a comprender.
Puestas en línea sobre la pared, lo último que pudieron oír fue el estruendo de una descarga de balas sobre sus cuerpos cuando apenas comenzaba a despuntar el día. En la madrugada del día 5 de agosto de 1939, se llevó a cabo la ejecución de la sentencia a pesar de que no había pasado el período que había establecido el tribunal para que llegase el enterado del dictador Franco, necesario para llevar a cabo las ejecuciones.
Los 43 hombres primero y las 13 muchachas minutos después, fueron fusilados junto a la tapia del cementerio del Este de Madrid, que se encontraba a poca distancia de la cárcel de Ventas, entre ellas, Julia Conesa, quien rogó que su nombre no se borrase de la historia, y efectivamente, su muerte y la de sus doce compañeras no se ha borrado de la historia…
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