https://recuperandolamemoria.wordpress.com/2015/07/26/identidad-se-ignora/
“…se procede a inscribir la defunción de una persona desconocida, de treinta a treinta y cinco años de edad, natural de se ignora, provincia de se ignora, hijo de se ignora y de también se ignora, domiciliado en no se sabe, de sexo varón, de profesión se ignora y de estado se ignora…”
Así reza el acta de defunción inscrita en el Ayuntamiento de Fuenteguinaldo (Salamanca) el 22 de Septiembre de 1936. Ese mismo día habían sido encontrados por un jornalero dos cadáveres en una cuneta. Acto seguido lo notificó al juez municipal, que abrió causa para esclarecer lo sucedido. El médico que acudió al levantamiento de los cadáveres ratificó que habían muerto por arma de fuego, uno de ellos con dos disparos -uno en el torax y otro en la cabeza-, y el otro con un disparo en la cabeza. Las indagaciones llevaron a la conclusión de que les había dado muerte “la fuerza pública” a causa de la resistencia de los individuos en su traslado, sin poder especificar qué fuerza pública había sido la encargada. La causa pasa al juzgado militar de Valladolid, que la sobresee inmediatamente “por no conocer a los autores y a la espera de poder obtener datos sobre ellos”
Este es el final de esta curiosa causa. Curiosa por poco habitual, ya que quizás un juez municipal con exceso de celo, o contrario a lo que estaba ocurriendo, decidió dejar constancia escrita de la represión descontrolada que se estaba llevando a cabo en esas fechas. Y dejar constancia escrita de la permisividad o complicidad de las autoridades militares con la misma, que cerraron inmediatamente la investigación sin siquiera empezarla. Quizás la única consecuencia de todo esto es que ese juez municipal recibiera un rapapolvo por meterse donde no le llamaban, quién sabe.
Una de las pocas evidencias escritas de una triste realidad que se quiere hacer olvidar: la de un genocidio programado. La eliminación de toda persona no afín a la causa franquista. El castigo de la muerte era duro, pero también lo era el esmero en no dejar constancia de la existencia de esas personas, en eliminar su identidad intentando así borrar incluso su paso por este mundo.
Dos hombres asesinados, eliminados físicamente y borrados de la memoria: nadie sabe quienes son, nadie sabe de dónde venían, las familias nunca más supieron qué les pasó. En el bolsillo de uno de ellos había una cartera, en la que guardaba una fotografía firmada y varias cartas familiares en las que su hermano, desde Francia, daba señales de vida y le pedía a él que las diera. Gervasio Mora, de Hoyos, Cáceres. Él ha tenido la suerte de que su nombre al menos no se pierda en el olvido. Su compañero, ni siquiera eso: se ignora.
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