En 1968 Angelina Gatell reunió en una antología a más de 70 poetas españoles protestando con sus versos contra la guerra de Vietnam. La censura paralizó el proyecto que ahora recupera la editorial Visor tal y como fue concebida. El volumen incluye poemas inéditos de Ángel González y José Agustín Goytisolo. Y textos de Alberti, Aleixandre y Gerardo Diego, entre otros.
El 21 de diciembre de 1959, Dwight D. Eisenhower, presidente de EEUU, aterrizó en el aeródromo de Torrejón de Ardoz. Vino a palmear a Franco y a dejar unos cuantos misiles colocados en las que impuso como sus bases militares: territorio americano. Fue el principio de un ping pong diplomático que dispensó aire para la dictadura y leche en polvo en los colegios. Nos hicimos amigos. A aquel ramalazo de paternalismo el No-Do lo llamó "misión de paz". Y esa cursilería aún se nos nota.
Cualquier propaganda antiamericana pasó a ser un ataque al franquismo. Da igual sobre lo que tratara. Y con especial celo si sobrevolaba la Guerra de Vietnam, que arrancó en 1955 y se prolongó por 20 años. En 1968 casi todo saltó por los aires en Europa y en EEUU. Irrumpieron los beatniks, los movimientos estudiantiles, se gestaba Woodstock, ardía París, temblaba Berkeley. Aquí en España el antifranquismo andaba en llamas, escritores y artistas se alineaban con Cuba (muchos escaparon pronto) y la censura andaba a pleno rendimiento fumigando la fauna prodemocrática. En ese momento, la poeta Angelina Gatell (Barcelona, 1926) emprendió una aventura desafiante: reunir a unos 70 autores en una antología que protestaba contra el atropello norteamericano en Vietnam. Le dio un título de aroma pop: Con Vietnam, 1968, y después de año y medio de trabajo reunió un volumen tan insólito como intenso.
Dos editoriales rechazaron publicarlo: Aguilar y Alfaguara. Tan sólo Ciencia Nueva aceptó el reto, pero fue cerrada poco después por orden gubernativa. Y es que la propuesta de Gatell resultó frenada en seco por la censura. Hasta ocho informes distintos circularon sobre la antología antes de que la Dirección General de Cultura Popular y Espectáculos del Ministerio de Información y Turismo, encabezado por un demócrata de toda la vida, Manuel Fraga Iribarne, denegara la autorización para publicarla. Fin de fiesta.
El trabajo de Gatell y los 70 poemas quedaron olvidados en algún cajón de su casa. En el Archivo de la censura se acumularon los expedientes abiertos contra el libro. El profesor Julio Neira, 48 años después, ha recuperado la edición inédita para Visor, donde también reproducen las cartas de aceptación de algunos de los convocados a esta vieja ceremonia de la protesta. Sólo había una consigna: Vietnam. Con Vietnam.
Tres poetas de la generación del 27 aceptaron el encargo de Gatell: Vicente Aleixandre (premio Nobel), Rafael Alberti y Gerardo Diego. El más insólito es Diego, pues mantuvo con equilibrios una comodidad doméstica durante el franquismo. Y junto a ellos, una nómina hoy afianzada: Blas de Otero, Salvador Espriú, Caballero Bonald, José Agustín Goytisolo, Gabriel Celaya, José Ángel Valente, Ángel González, Enrique Azcoaga, Félix Grande, el dramaturgo Alfonso Sastre, Uxío Novoneyra, Gloria Fuertes, Rafael Morales, Pere Quart, Marta Pessarrodona, Celso Emilio Ferreiro, Enrique Badosa, Ángela Figuera, Marcos-Ricardo Barnatán...
"En aquellos años yo estaba muy cerca del Partido Comunista", dice Angelina Gatell. "No tenía carnet, pero sí estaba muy vinculada. Tanto que en el primer discurso público de Dolores Ibárruri tras la legalizaciónd el PC me pidieron que la acompañara en el estrado. La idea de esta antología salió del partido y yo asumí el encargo". Cartas, negativas, entusiasmos, silencios, desapariciones de algunos que sí habían aceptado... No fue fácil, pero al final pudo reunir todo el material. "La censura y la policía me lo hizo pasar muy mal. Seis años después de que se prohibiera la antología fui detenida y este trabajo figuraba en mi expediente, así que todo sumó para los golpes y los insultos que sufrí durante los seis días que estuve detenida en esa ocasión. He pasado parte de mi vida de prisión en prisión y de cementerio en cementerio".
El punto bufo lo demostró, una vez más, la censura española. En el primer informe, del 9 de octubre de 1968, quedó registrado este comentario del funcionario de turno: "El libro es todo un muestrario de denuestos contra los americanos, de los horrores de la guerra, tortura, sangre, muerte, melodramas de niños descuartizados, etc. Pero no se hace el menor panegírico del comunismo. En EE.UU. se han publicado críticas tan severas como estas. ¿Vamos a ser nosotros más papistas que el Papa? [...] AUTORIZABLE con tachaduras".
Y el día 21 de diciembre, otro informe más: "En esta colección se presentan varios poemas doloridos, líricamente intensos, que comentan con lágrima literaria la amargura de la guerra y todo lo innoble que una lucha representa (negocio para los desaprensivos, etc). Uno de estos poemas, de Celaya, el más hiriente. Puede autorizarse". Pero no se autorizó.
De entre los mejores poemas de este conjunto por encargo destaca el de Blas de Otero: "El día veinticinco de junio no teníamos armas./ El día veintiséis de julio no teníamos armas./ Sólo un soldado. Y millones de proyectos, hombres, pero/ carecíamos de armas./ Proyectiles en una palabra./ Aquí estoy sentado en medio de los escombros de Hue. (...) Parado ante una piedra. En pie./ Terriblemente desocupado/ de invasores, sintiendo los aviones bajar, subir, sesgar/ la noche -así el tirón rasgando la tela./ ¿Qué hacéis por ahí arriba? Pobres diablos, venid/ a ver la función: sentaos tras la ametralladora".
Por entonces, la Guerra de Vietnam formaba parte de la gavilla de protestas de los poetas españoles que habían permanecido aquí. "Era un tema que abrumaba por su escándalo criminal. Nosotros habíamos pasado una guerra tremenda y había una sensibilidad común ante esta barbarie", sostiene Gatell. "Fue una de las guerras más crueles e innecesarias de la segunda mitad del siglo XX. Todos entendieron que el silencio es una forma de complicidad y han querido romperlo. La unanimidad de criterio es estremecedora y significativa".
De estos poemas, la mayoría fueron utilizados por los autores en distintas ediciones de su obra, pero algunos quedaron inéditos en la caja donde Gatell guardó el esqueleto de este proyecto quebrado. Entre ellos el de Ángel González y el de José Agustín Goytisolo: "...Contra las cañas, se dejó caer/ mirando hacia los yankees que yacían/ junto al jeep que él había destruido,/ y, ya en el suelo, constató, asombrado,/ que la ira le dejaba, y sonrió,/ -no sabría explicarlo- y así fue/ como pensó que todo se cumplía,/ y se sintió metido en un gran sueño,/ y se sintió morir tranquilamente,/ y se sintió completamente libre".
Los censores del franquismo y los formales de la dictadura entendieron esta antología, y los poetas que en ella firmaban, como parte de la "conspiración" comunista que amenazaba España. Un delirio más. "El cinismo de estos autores rebasa los límites de la comprensión humana". Esto también lo dejó anotado un miembro de la censura cuando prohibió traducir en 1971 Chants pour le Vietnam.
Era cuestión de azar y de tiempo.Como todo. La vida al final se ordena de algún modo cuando algo tiene que suceder. Cuando algo debe ser dicho. Este NO de entonces, por ejemplo, es hoy afirmación de la poesía.
Angelina Gatell con Vietnam
- La poeta recibió el encargo en 1968 de formar una antología en apoyo al pueblo vietnamita con nombres como Alberti, Caballero Bonald o Celaya
- La edición de Visor recupera el proyecto, prohibido en 1969 y archivado desde entonces en una caja del Ministerio de Información y Turismo
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A mediados de enero de 1968 la poeta Angelina Gatell recibió el encargo del PCE de recopilar una antología de poemas en apoyo al pueblo vietnamita, que llevaba décadas en lucha contra el imperialismo, francés primero y estadounidense después. La idea de hacer un libro contra la guerra de Vietnam, al modo del España canta a Cuba que en 1962 expresó el apoyo de los poetas españoles a la revolución cubana, surgió durante la celebración del Congreso Cultural de La Habana, celebrado entre el 4 y el 11 de enero, que tuvo al Vietcom como invitado especial. Allí participó una nutrida representación de escritores y artistas españoles antifranquistas, entre los que se contaron José Manuel Caballero Bonald, José Ángel Valente, Luis Goytisolo, Juan García Hortelano, Jaime Gil de Biedma, Félix Grande, Juan Antonio Bardem, Alfonso Sastre y Eva Forest, Antonio Eceiza, José María Castellet, José María Moreno Galván, Luis de Pablo, Gabriel Celaya y Amparo Gastón, etc. Desde el exilio acudieron Adolfo Sánchez Vázquez, José Bergamín, Jorge Semprún y José Martínez, editor de Ruedo Ibérico.
No había persona más idónea. En el ambiente poético todos la apreciaban como organizadora con José Hierro —con quien tenía una gran amistad desde la Valencia de 1945— , Aurora de Albornoz y José G. Manrique de Lara de la tertulia Plaza Mayor en la librería Abril, foro poético de mucho prestigio. Por su lengua materna era de confianza para los poetas catalanes, y colaboraba con Carmen Conde en la preparación de la antología Poesía femenina española (1950-1960), por lo que se relacionaba con las poetas de toda España. Además, su compromiso político desde la adolescencia le acreditaba sobradamente para la tarea. Ella fue firmante de la célebre carta de los 103 intelectuales al ministro Fraga en protesta por la represión de los mineros asturianos y de sus mujeres en 1963. Todos esos rasgos de su perfil se manifiestan en el resultado final: una antología abundante y ecléctica, pues entre los autores reunidos encontramos gran variedad personal, temática y formal.
Es cierto que la labor recolectora de Angelina Gatell se vio muy favorecida por el rechazo casi unánime de la sociedad española y sus poetas a una guerra sentida como injusta y genocida. Verdad es que se trataba de una guerra muy lejana, en el otro lado del mundo, pero no lo es menos que resultó muy próxima porque la televisión introducía en los hogares todos los días imágenes de bombardeos, de pueblos y selvas devastados por el napalm o de matanzas de civiles como la de My Lai, aldea arrasada por las tropas norteamericanas, que violaron a mujeres y niñas y asesinaron a cientos de personas en marzo de 1968.
Los hay de todas las promociones, desde Diego, Aleixandre y Alberti a Parcerisas, Diéguez y Barnatán, pasando por las varias de posguerra (Gallego, Otero, Celaya, Valente, Caballero Bonald, Grande, etc.). Es notable la abundancia de poetas catalanes y gallegos y la participación de autoras. No menos notable es la diversidad formal que presentan, desde la clásica estructura de los sonetos y las liras o la popular de las coplas a la libertad versal de la mayoría y, en el extremo, la experimentación visual, tan novedosa entonces, de Novoneyra. También la perspectiva con que los textos encaran el tema de la guerra es muy diversa, desde la religiosidad del poema navideño a la empatía por el sufrimiento personal de los más indefensos, niños y ancianos, y el planteamiento abiertamente político de la mayoría. Se trata de una antología integradora que acoge a poetas tan diferentes en todos los sentidos como los hermanos Murciano y Carlos Álvarez o José Luis Gallego, que sufrieron largos años de cárcel por su actividad antifranquista.
El contenido político de la antología retrajo a editoriales como Aguilar y Alfaguara, que no dejaron de reconocer su interés, y finalmente aceptó publicarla Ciencia Nueva, cuyos socios y gestores militaban en el Partido Comunista o estaban muy cerca y tenían experiencia en lidiar con los procedimientos arbitrarios de la censura. La solicitud se presentó en el Ministerio de Información y Turismo con el título Con Vietnam el 14 de septiembre de 1968 firmada por Vicenta Fernández Montesinos, sobrina de Federico García Lorca, porque era la menos identificable con el PCE de todos los socios de la empresa.
Aunque los informes de los censores subrayaron en rojo como suprimibles todas las referencias que pudieran interpretarse como denuncia de la opresión de Cataluña y Galicia por el Estado franquista a semejanza de la ocupación de Vietnam por la invasión de EE UU —y no eran pocas— y cualquier mención en vano de la palabra Dios —como era norma habitual en ese trámite—, el veredicto final fue que podía publicarse con la supresión o modificación de los versos, estrofas o poemas señalados, pues si en EE UU se publicaban poemas de ese tenor, no convenía ser “más papistas que el Papa”. No obstante, la situación política española se deterioraba mucho en esos meses de finales de 1968: se extendían las huelgas y manifestaciones de obreros y estudiantes; los campus universitarios eran escenarios de escaramuzas con los grises diariamente y la represión policial crecía exponencialmente. El Gobierno acabó decretando el estado de excepción el 24 de enero de 1969, el primero en todo el territorio nacional; y la primera consecuencia fue el endurecimiento de la censura. La antología fue prohibida cuatro días más tarde y la editorial cerrada poco después.
El azar que tanto hemos experimentado los investigadores ha permitido que aquellas páginas fosilizadas en la Caja 21/19216, expediente 7620/68 de la sección Censura del Ministerio de Información y Turismo, del que era titular Manuel Fraga Iribarne, futuro demócratadetodalavida y fundador del Partido Popular, fueran encontradas y hayan salido a la luz en una edición que procura contextualizar aquellos poemas con las cartas en que los enviaron sus autores. Una edición que tiene un interés variado: por una parte, salvar del olvido textos que en muchos casos, perdida la oportunidad para la que fueron creados, sus autores no incluyeron después en ningún libro; por otra, documentar el intenso activismo político de la poesía de la época, en el que confluían desde estéticas muy diversas escritores en castellano, gallego, catalán y eusquera; y, por fin, además contribuye a rescatar y reconocer la excelente labor de activismo poético llevada a cabo por Angelina Gatell, autora de una obra recientemente reconocida y militante ejemplar en la dura causa del antifascismo. En una modesta dimensión se trata de una victoria retroactiva contra la sinrazón del totalitarismo.
*Julio Neira es profesor de Literatura y ha sido el encargado de la edición de Con Vietnam (Visor, 2016).
No había persona más idónea. En el ambiente poético todos la apreciaban como organizadora con José Hierro —con quien tenía una gran amistad desde la Valencia de 1945— , Aurora de Albornoz y José G. Manrique de Lara de la tertulia Plaza Mayor en la librería Abril, foro poético de mucho prestigio. Por su lengua materna era de confianza para los poetas catalanes, y colaboraba con Carmen Conde en la preparación de la antología Poesía femenina española (1950-1960), por lo que se relacionaba con las poetas de toda España. Además, su compromiso político desde la adolescencia le acreditaba sobradamente para la tarea. Ella fue firmante de la célebre carta de los 103 intelectuales al ministro Fraga en protesta por la represión de los mineros asturianos y de sus mujeres en 1963. Todos esos rasgos de su perfil se manifiestan en el resultado final: una antología abundante y ecléctica, pues entre los autores reunidos encontramos gran variedad personal, temática y formal.
Los hay de todas las promociones, desde Diego, Aleixandre y Alberti a Parcerisas, Diéguez y Barnatán, pasando por las varias de posguerra (Gallego, Otero, Celaya, Valente, Caballero Bonald, Grande, etc.). Es notable la abundancia de poetas catalanes y gallegos y la participación de autoras. No menos notable es la diversidad formal que presentan, desde la clásica estructura de los sonetos y las liras o la popular de las coplas a la libertad versal de la mayoría y, en el extremo, la experimentación visual, tan novedosa entonces, de Novoneyra. También la perspectiva con que los textos encaran el tema de la guerra es muy diversa, desde la religiosidad del poema navideño a la empatía por el sufrimiento personal de los más indefensos, niños y ancianos, y el planteamiento abiertamente político de la mayoría. Se trata de una antología integradora que acoge a poetas tan diferentes en todos los sentidos como los hermanos Murciano y Carlos Álvarez o José Luis Gallego, que sufrieron largos años de cárcel por su actividad antifranquista.
El contenido político de la antología retrajo a editoriales como Aguilar y Alfaguara, que no dejaron de reconocer su interés, y finalmente aceptó publicarla Ciencia Nueva, cuyos socios y gestores militaban en el Partido Comunista o estaban muy cerca y tenían experiencia en lidiar con los procedimientos arbitrarios de la censura. La solicitud se presentó en el Ministerio de Información y Turismo con el título Con Vietnam el 14 de septiembre de 1968 firmada por Vicenta Fernández Montesinos, sobrina de Federico García Lorca, porque era la menos identificable con el PCE de todos los socios de la empresa.
Aunque los informes de los censores subrayaron en rojo como suprimibles todas las referencias que pudieran interpretarse como denuncia de la opresión de Cataluña y Galicia por el Estado franquista a semejanza de la ocupación de Vietnam por la invasión de EE UU —y no eran pocas— y cualquier mención en vano de la palabra Dios —como era norma habitual en ese trámite—, el veredicto final fue que podía publicarse con la supresión o modificación de los versos, estrofas o poemas señalados, pues si en EE UU se publicaban poemas de ese tenor, no convenía ser “más papistas que el Papa”. No obstante, la situación política española se deterioraba mucho en esos meses de finales de 1968: se extendían las huelgas y manifestaciones de obreros y estudiantes; los campus universitarios eran escenarios de escaramuzas con los grises diariamente y la represión policial crecía exponencialmente. El Gobierno acabó decretando el estado de excepción el 24 de enero de 1969, el primero en todo el territorio nacional; y la primera consecuencia fue el endurecimiento de la censura. La antología fue prohibida cuatro días más tarde y la editorial cerrada poco después.
El azar que tanto hemos experimentado los investigadores ha permitido que aquellas páginas fosilizadas en la Caja 21/19216, expediente 7620/68 de la sección Censura del Ministerio de Información y Turismo, del que era titular Manuel Fraga Iribarne, futuro demócratadetodalavida y fundador del Partido Popular, fueran encontradas y hayan salido a la luz en una edición que procura contextualizar aquellos poemas con las cartas en que los enviaron sus autores. Una edición que tiene un interés variado: por una parte, salvar del olvido textos que en muchos casos, perdida la oportunidad para la que fueron creados, sus autores no incluyeron después en ningún libro; por otra, documentar el intenso activismo político de la poesía de la época, en el que confluían desde estéticas muy diversas escritores en castellano, gallego, catalán y eusquera; y, por fin, además contribuye a rescatar y reconocer la excelente labor de activismo poético llevada a cabo por Angelina Gatell, autora de una obra recientemente reconocida y militante ejemplar en la dura causa del antifascismo. En una modesta dimensión se trata de una victoria retroactiva contra la sinrazón del totalitarismo.
*Julio Neira es profesor de Literatura y ha sido el encargado de la edición de Con Vietnam (Visor, 2016).
Medio siglo de censura iluminado
Julio Neira rescata la antología prohibida de Angelina Gatell sobre la oposición de la intelectualidad española a la guerra de Vietnam
A finales de 1967, el PCE, entonces principal fuerza activa de la oposición al Régimen, encargó a la poeta Angelina Gatell una antología que diera testimonio de la oposición de la intelectualidad de la época a la política norteamericana en Vietnam y a una guerra convertida en sangría cotidiana y en referente de la violación de los derechos humanos en el mundo. A lo largo de 1968, la barcelonesa trabajó intensamente en su preparación: se carteó con los poetas que conocía, incluyendo algunos exiliados, y acabó conformando un volumen en el que estaban presentes los autores más relevantes de la época. El libro iba a contar con dibujos y grabados de los que se encargó el pintor Julio Álvarez. El proyecto, rechazado por Aguilar y la Alfaguara de Cela, fue acogido por Ciencia Nueva, que, siguiendo la liberal Ley de Prensa e Imprenta de Fraga Iribarne, hizo el depósito previo en septiembre de aquel año. Tras varios dictámenes, fue prohibido por la censura y quedó varado, durante casi medio siglo, en el Archivo General de la Administración (Alcalá de Henares) y en el cajón de Gatell. La editorial fue cerrada en 1969 por orden gubernativa y de las ilustraciones nunca más se supo.
De forma mayoritaria nos encontramos con textos elaborados no solo con emoción, sino con conciencia estética y no poca ambición
El profesor y ensayista Julio Neira ha rescatado ahora el libro. En un doble sentido: como muestra de la respuesta político-cultural a una guerra impulsada por un aliado de Franco desde la visita de Eisenhower en 1959, y como radiografía de la poesía del momento. Con Vietnam es una ventana abierta a otro tiempo: a su través respiramos el aire viciado de una realidad opresiva y asistimos al encuentro de poetas y poemas de distintas generaciones y estéticas. Tiene algo de viaje a los recovecos de la vida literaria entre la clandestinidad y lo permitido y mucho de sorprendente: a la invitación de Gatell respondieron poetas del 27 como Alberti, Gerardo Diego y Aleixandre; nombres de la primera promoción de posguerra como Celaya, Blas de Otero o Ángela Figuera; gran parte de los poetas de la promoción del medio siglo como José Ángel Valente, Ángel González, Caballero Bonald, José Agustín Goytisolo y Carlos Sahagún; poetas en la constelación del 68 como Félix Grande, Jesús Munárriz, Francesc Parcerisas o Marcos Ricardo Barnatán; exponentes de la “poesía carcelaria” como Carlos Álvarez y José Luis Gallego o no clasificables como Soto Vergés, Corredor Matheos y Carlos de la Rica, y muchas mujeres: Pura Vázquez, María Elvira Lacaci, Cristina Lacasa, Marta Pessarrodona, Aurora de Albornoz o Concha de Marco, entre otras. La antología es un reflejo también de la poesía escrita en las lenguas hoy cooficiales: euskera (Gabriel Aresti), catalán (Josep Llompart, Joaquim Horta, Vallverdú, Salvador Espriu, Pere Quart…) y gallego (Manuel María, Celso Emilio Ferreiro, Ramón Regueira). E indirectamente nos muestra un “estado de la cuestión” respecto a las libertades: no sólo nos adentramos en él gracias al prólogo de Neira y a las notas a pie de página sobre los poemas que la censura exigía suprimir, sino también en las cartas de respuesta a la antóloga, en las que se filtra una inevitable sensación de miedo o de prevención.
Toda antología de circunstancias presenta la servidumbre de la irregularidad. Con Vietnam no escapa a ella. Sin embargo, de forma mayoritaria nos encontramos con textos elaborados no sólo con emoción, sino con conciencia estética y no poca ambición. Hay poetas de los que sólo se reproduce la carta de respuesta afirmando no contar con el poema ad hoc (Carlos Barral, Prado Nogueira, Bousoño, José Luis Cano, María Beneyto); otros anuncian estar trabajando en él, y los más se limitan a enviar poema sin carta. En la antología convive la poesía más reivindicativa con la pulsión confesional de autores relacionados con el cristianismo socialde la época, los sonetos con el verso libre, el empeño meditativo y la reflexión con la narratividad, el arte menor de la copla con el versículo, la ironía con la gravedad y el tremendismo. Es, en general, una poesía realista, directa e interpelante, pero no faltan los poemas de un clasicismo casi garcilasista (Morales) ni el vanguardismo fronterizo con la poesía visual (Uxío Novoneyra) o la lírica ligereza llena de ternura (Gloria Fuertes).
Por último, conviene destacar que una parte de los poemas han permanecido inéditos hasta hoy. Se trata de los de Ángel González, Goytisolo, Morales, Ángela Figuera, Crémer, Carriedo, Badosa, Marcos Ricardo Barnatán, Carlos Álvarez y Sabina de la Cruz. El de Blas de Otero lo conocimos en la edición de 2014 de su poesía completa (Galaxia). En el fondo se trata de fragmentos de tiempo significante que, como los topos de principios de la Transición que vivieron largos años en desvanes o sótanos y asomaron entonces a la vida colectiva, hoy salen a la luz a la iniciativa de Julio Neira y de Angelina Gatell. Y de la editorial Visor.
Con Vietnam. Julio Neira. Prólogo y edición de Angelina Gatell. Visor, 2016. 224 páginas. 12 euros.
Ve la luz "Con Vietnam", la antología poética que paró la censura en 1968
Alberti, Aleixandre, Gerardo Diego, Bousoño, Celaya, Blas de Otero, Caballero Bonald, Buero Vallejo y hasta 74 poetas "convocados" por la también poeta Angelina Batell figuraban en la antología "Con Vietnam" que en 1968 prohibió la censura y que, rescatada por Julio Neira, ahora publica Visor.
Angelina Batell tiene 90 años y creía que aquella antología suya contra la guerra de Vietnam y en apoyo al pueblo vietnamita, que emprendió por encargo del Partido Comunista, se había perdido. Julio Neira, Decano de Filología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, la encontró durante las investigaciones previas a la redacción de un artículo sobre el tema de Vietnam en la poesía española.
Julio Neira, que aún no ha publicado ese trabajo de investigación -lo detuvo al encontrar la antología "Con Vietnam"-, ha dicho a Efe que fue el hallazgo de una referencia a la antología en un libro sobre la edición contemporánea por parte de su hermana, la también filóloga Pilar Neira, lo que lo puso sobre la pista.
En esa obra se decía que existía una antología de poemas sobre Vietnam cuya publicación había sido prohibida por la censura en 1968, por lo que Neira acudió al Archivo de la Administración Española de Alcalá de Henares, donde halló el expediente completo de la censura, con todo el material poético y hasta los dibujos de Julio Álvarez que acompañarían a los versos, en fotocopias de muy poca calidad.
Algunos de estos 74 poemas han permanecido inéditos durante casi medio siglo, como los de Ángel González, José Agustín Goytisolo, Victoriano Crémer, Ángela Figuera y, entre otros, Rafael Morales, o como en el caso de Blas de Otero que figura en su Poesía Completa pero no fue incluido en ninguno de los libros del poeta.
Neira ha destacado que en la antología hay muchos poetas catalanes y poemas en catalán, así como gallegos, además de un poema en euskera, lo que evidencia que entonces "los ámbitos poéticos catalán y gallego" estaban muy presentes.
"Y hay muchas mujeres, muchas más de las que el canon poético de la época ha conservado. Son muy interesantes, poetas que no se limitan a una temática femenina y escriben una poesía tan combativa como la de los hombres", ha explicado.
La antología es una prueba de "lo muy combativa" que era la poesía de la época, cuando "la lucha contra la dictadura era un clamor y el régimen se cuarteaba de manera evidente", según Neira, quien también ha destacado la "diversidad ideológica" de los participantes, desde Gerardo Diego a varios poetas comunistas.
Una guerra sentida como injusta y genocida y la inocencia de quienes la padecen es un tema que posee suficiente "energía poética" para que también intervinieran en la antología autores de estilos diversos, desde los más clasicistas a los más avanzados.
Si la antología resulta "abundante y ecléctica", por la gran variedad personal, temática y formal de los convocados, es mérito que Neira atribuye Angelina Gatell, de quien escribe que todos "apreciaban como organizadora con José Hierro -con quien tenía una gran amistad desde la Valencia de 1945- , Aurora de Albornoz y José G. Manrique de Lara de la tertulia Plaza Mayor en la librería Abril, foro poético de mucho prestigio".
En el breve prólogo que Gatell escribió para "Con Vietnam", la antóloga agradece a los participantes sus poemas por "dar testimonio de su posición ante una de las guerras más crueles y, lo que es peor, más innecesarias, de la historia del mundo", y añade sobre estos poetas que "han entendido que el silencio puede ser una forma de complicidad y han querido romperlo, conscientes del compromiso que el hombre tiene con el hombre".
http://www.elcultural.com/revista/letras/Con-Vietnam/38754
En 1968, la poeta Angelina Gatell reúne en la antología Con Vietnam los versos de sesenta y siete autores. La editorial Ciencia Nueva, dirigida por Jesús Munárriz, intenta publicar el libro, pero los censores gubernativos le deniegan el permiso. La obra, inédita durante casi cinco décadas, contiene páginas que Blas de Otero, Ángel González, José Agustín Goytisolo, Ángela Figuera Aymerich, Rafael Morales y Jesús Munárriz, entre otros, no incluyeron en ninguno de sus poemarios posteriores. Las composiciones escritas en catalán, gallego y euskera van acompañadas por la correspondiente traducción española.
El profesor Julio Neira firma el prólogo de la antología. Explica cómo Angelina Gatell selecciona, por encargo del Partido Comunista de España, poemas contra la guerra de Vietnam. La antóloga consigue la participación de escritores “dispares en sus ideologías y en sus concepciones estéticas”. A este primer atractivo se le añade el segundo: en ocasiones son reproducidas las cartas enviadas por los autores.
¿Qué aciertos y desatinos destacan en la obra prohibida durante tanto tiempo? El volumen se inicia con unos versos panfletarios de Rafael Alberti. A su violencia y maniqueísmo le siguen las reflexiones de José Albi. La hija evocada (Vietnam) y la sombra de Édith Piaf aparecen entre cristales rotos o aullidos de perros. Después, Aurora de Albornoz enreda y desenreda recuerdos cuando la culpa no calla. Y pronto sobresale la literatura de Vicente Aleixandre, quien escribe el nombre del país asiático en el título de su poema, pero éste fue concebido contra todos los imperialismos. Javier Alfaya espera la llegada de un sueño mientras Carlos Álvarez medita evocando a poetas muertos. Si Elena Andrés analiza con lupa unas pavesas que son hombres abatidos, Gabriel Aresti menciona hospitales, escuelas, sentimientos enterrados. Enrique Badosa ofrece una nana para que los niños despierten. En la elegía de Marcos Ricardo Barnatán, las tropas vietnamitas se apoderan de Hue y su “jardín asesinado”.
La aportación de José Manuel Caballero Bonald es especialmente valiosa. Su densidad contrasta con la ligereza de los versos de Gabino-Alejandro Carriedo y Gabriel Celaya. Sin cautela, Joan Colomines y Xosé Luis Franco Grande aseguran que Vietnam, Cataluña y Galicia padecen una invasión similar. José Corredor Matheos lee a diario una misma noticia opresiva. Sabina de la Cruz se opone a una paz de niños desangrados. Sorprende el radicalismo de Gerardo Diego. “Matar es la consigna”, repite Ángela Figuera Aymerich. Resume con cinco poemas la resistencia de los viejos estremecidos, de las mujeres que se ocultan en refugios socavados. Menciona los túneles invisibles y las entrañas de la selva. La antóloga Angelina Gatell y Alfonso Sastre ven Vietnam encerrado en una gota de sangre. Ángel González reconoce la impotencia de sus palabras “que no impiden / ni la muerte de un niño”. Nos dice que, además de destruir seres o plantaciones, el napalm incendia diccionarios.
José Agustín Goytisolo describe con endecasílabos emotivos la muerte de un hombre. No menos vibrante es el texto de Félix Grande. Julián Marcos transforma Vietnam en un cuerpo amado, acaricia sus territorios y desaparece. La destreza técnica de Rafael Morales, Jesús Munárriz y los hermanos Murciano (Antonio y Carlos) va unida a una sincera indignación. Lauro Olmo intuye que la víctima de la guerra es “el viejo fantoche recluido / en las normas morales de Occidente”. Blas de Otero cierra su poema con un verso terrible y hermoso. Carlos Sahagún dialoga con un guerrillero que camina detrás de él. José Ángel Valente observa la crueldad de un imperio con “sexo en latas / y un gran dólar inflable”.
El paso del tiempo ha dejado clara la valía irregular de los versos de Con Vietnam. Tópicos y páginas de calidad aportan el testimonio de una época de euforias y convulsiones. El conjunto merece esta edición esperada.
@FJIrazoki
se alzan los cuerpos de luz solitaria,
restos heroicos de un baluarte antiguo,
piedra estelar, mortaja alada, sombras
inmóviles en las aceras rojas,
orquídeas guerreras estranguladas
junto a los muros teñidos de sangre,
fantasmas humeantes en los espejos
quebrados por el fuego, bella pira
donde las llamas abren estandartes,
despliegan sus banderas de venganza,
bailan al son de ritmos tamboriles.
Murciélagos plateados y extranjeros
cercenaron las flores liberadas,
uno a uno los tallos se batieron
oh restos de un jardín asesinado.
Marcos Ricardo Barnatán
http://www.elcultural.com/revista/letras/Con-Vietnam/38754
Con Vietnam
Varios autores
Edición de Julio Neira. Recopilación de Angelina Gatell. Visor, 2016. 224 páginas. 12 €
Sobresale la literatura de Vicente Aleixandre, quien escribe el nombre del país en el título de su poema
El profesor Julio Neira firma el prólogo de la antología. Explica cómo Angelina Gatell selecciona, por encargo del Partido Comunista de España, poemas contra la guerra de Vietnam. La antóloga consigue la participación de escritores “dispares en sus ideologías y en sus concepciones estéticas”. A este primer atractivo se le añade el segundo: en ocasiones son reproducidas las cartas enviadas por los autores.
¿Qué aciertos y desatinos destacan en la obra prohibida durante tanto tiempo? El volumen se inicia con unos versos panfletarios de Rafael Alberti. A su violencia y maniqueísmo le siguen las reflexiones de José Albi. La hija evocada (Vietnam) y la sombra de Édith Piaf aparecen entre cristales rotos o aullidos de perros. Después, Aurora de Albornoz enreda y desenreda recuerdos cuando la culpa no calla. Y pronto sobresale la literatura de Vicente Aleixandre, quien escribe el nombre del país asiático en el título de su poema, pero éste fue concebido contra todos los imperialismos. Javier Alfaya espera la llegada de un sueño mientras Carlos Álvarez medita evocando a poetas muertos. Si Elena Andrés analiza con lupa unas pavesas que son hombres abatidos, Gabriel Aresti menciona hospitales, escuelas, sentimientos enterrados. Enrique Badosa ofrece una nana para que los niños despierten. En la elegía de Marcos Ricardo Barnatán, las tropas vietnamitas se apoderan de Hue y su “jardín asesinado”.
La aportación de José Manuel Caballero Bonald es especialmente valiosa. Su densidad contrasta con la ligereza de los versos de Gabino-Alejandro Carriedo y Gabriel Celaya. Sin cautela, Joan Colomines y Xosé Luis Franco Grande aseguran que Vietnam, Cataluña y Galicia padecen una invasión similar. José Corredor Matheos lee a diario una misma noticia opresiva. Sabina de la Cruz se opone a una paz de niños desangrados. Sorprende el radicalismo de Gerardo Diego. “Matar es la consigna”, repite Ángela Figuera Aymerich. Resume con cinco poemas la resistencia de los viejos estremecidos, de las mujeres que se ocultan en refugios socavados. Menciona los túneles invisibles y las entrañas de la selva. La antóloga Angelina Gatell y Alfonso Sastre ven Vietnam encerrado en una gota de sangre. Ángel González reconoce la impotencia de sus palabras “que no impiden / ni la muerte de un niño”. Nos dice que, además de destruir seres o plantaciones, el napalm incendia diccionarios.
José Agustín Goytisolo describe con endecasílabos emotivos la muerte de un hombre. No menos vibrante es el texto de Félix Grande. Julián Marcos transforma Vietnam en un cuerpo amado, acaricia sus territorios y desaparece. La destreza técnica de Rafael Morales, Jesús Munárriz y los hermanos Murciano (Antonio y Carlos) va unida a una sincera indignación. Lauro Olmo intuye que la víctima de la guerra es “el viejo fantoche recluido / en las normas morales de Occidente”. Blas de Otero cierra su poema con un verso terrible y hermoso. Carlos Sahagún dialoga con un guerrillero que camina detrás de él. José Ángel Valente observa la crueldad de un imperio con “sexo en latas / y un gran dólar inflable”.
El paso del tiempo ha dejado clara la valía irregular de los versos de Con Vietnam. Tópicos y páginas de calidad aportan el testimonio de una época de euforias y convulsiones. El conjunto merece esta edición esperada.
@FJIrazoki
Elegía en Hue
Retorcidos por las brasas diurnasse alzan los cuerpos de luz solitaria,
restos heroicos de un baluarte antiguo,
piedra estelar, mortaja alada, sombras
inmóviles en las aceras rojas,
orquídeas guerreras estranguladas
junto a los muros teñidos de sangre,
fantasmas humeantes en los espejos
quebrados por el fuego, bella pira
donde las llamas abren estandartes,
despliegan sus banderas de venganza,
bailan al son de ritmos tamboriles.
Murciélagos plateados y extranjeros
cercenaron las flores liberadas,
uno a uno los tallos se batieron
oh restos de un jardín asesinado.
Marcos Ricardo Barnatán
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