dilluns, 13 de febrer del 2017

Cazarabet conversa con... Manuel González de la Aleja, editor del libro “Los ecos de la batalla” (Amarú) de Thomas C. Worsley.

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/ecosbatalla.htm



La Librería de El Sueño Igualitario

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Amarú editorial sigue con este libro sobre la estancia en la Guerra de España, Thomas C. Worsley   coordinando y cuidado en la edición por Manuel González de la Aleja  rindiendo homenaje al papel y a los pasos de este voluntario de la Guerra en España, a su memoria y haciendo, a la vez, un guiño a las Brigadas Internacionales y a su memoria.
La Colección Armas y Letras cuidada por Antonio R Celadas se hace eco de las andanzas de T.C. Worsley , con el cuidado de la edición de Manuel González de la Aleja, un especialista en Filología y cultura Inglesa.
Sobre el cuidador de este libro, Manuel González de la Aleja:
Es un albaceteño que ha realizado sus estudios de Filología Inglesa en la Universidad de Salamanca. Universidad donde se licenció y donde obtuvo el título de Doctor. Actualmente es profesor del Departamento de Filología Inglesa de esta Universidad donde enseña Literatura y Cultura en Lengua Inglesa. Hasta la fecha sus investigaciones se han centrado en: La literatura norteamericana con obras sobre autores como Truman Capote o Noman Mailer , Las narrativas populares en lengua inglesa con títulos como: El simple arte de matar(dedicado a Raymond Chandler), En los umbrales del terror, una antología de textos de NathanielHawthoneHermn MelvileBram Stoker o Edgar Allan Poe, entre otros. La presencia de voluntarios procedentes de países de habla inglesa en la Guerra Civil española. Tema el que sea publicado, junto con un grupo de investigación de la Universidad de Salamanca, Los Brigadistas del habla inglesa y la Guerra Civil española.
El protagonista de este libro, Thomas Cuthbert Worsley:
Este autor es nacido en Durham en 1907. Estudió en instituciones tan emblemáticas como St John´s College en la Universidad de Cambridge. Con unos 22 años es contratado como profesor en Cambridge en el Wellington College, una pequeña escuela privada de Berkshire. Con esa tarea de profesor nace su verdadera pasión, el amor por la literatura…así empieza a publicar poemas, artículos e historias cortas en revistas de cierto prestigio. Cuatro años después de despide de su trabajo como profesor para dedicarse, de lleno, a la tarea de escribir.
En 1937 viene a España con su compañero y amigo Stephen Spencer, permaneciendo como una unidad médica y ejerciendo, también, como periodista.
Cuando vuelve al Reino Unido, encuentra trabajo en la revista New Statesman , realizando tareas de crítico de teatro y de editor literario. En 1958 es contratado por el Financial Times donde también  se añaden sus trabajos, evaluaciones y estudios en torno a la televisión. Muere a finales de febrero de 1977 en Kemp Town, Brighton.
Los que nos dice la sinopsis del libro:
El 3 de febrero de 1937, un joven británico llamado T.C. Worsley recibía una llamada telefónica de su amigo el poeta Stephen Spender. Empezaba así la fascinante aventura que nos relata esta obra, Los ecos de la batalla.
Acompañando a su amigo Spender vivió una especie de thriller policíaco, tratando de encontrar el paradero del buque soviético Komsomol, misteriosamente desaparecido, junto con toda su tripulación, en algún lugar de las costas españolas.
Junto con el mítico doctor canadiense Norman Bethune transportó sangre embotellada por los hospitales y los frentes de la Guerra Civil española. En una de esas misiones, fue testigo de la huida de los refugiados en la carretera Málaga-Almería.
Buscando a sus amigos enrolados como voluntarios en las Brigadas Internacionales, llegó al Madrid sitiado y heroico de 1937. Y una noche, en el Valle del Jarama, bajo el silbido de las balas, escucharía el estremecedor relato de la batalla que allí se estaba librando.
Los ecos de la batalla es, pues, el testimonio de un hombre que nunca quiso ser protagonista de la historia pero que siempre pensó que debía ayudar a salvar el futuro de unos hombres y mujeres perdidos en la carretera de una guerra fratricida y cruel.
Cazarabet ya ha conversado con el director de esta colección, Antonio R Celadas: http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/amaru.htm
Entrevistas con autores de la colección:
Boadilla, con el cuidado editorial Antonio R Celadas:
Con los reflectores sobre una guerra en España, bajo el cuidado de Fernando Galván:


Cazarabet conversa con Manuel González de la Aleja:
gonzalez2.JPG-Manuel, casi siempre empiezo estas entrevistas del mismo modo: ¿por qué elegiste a Thomas C. Worsley para acercarte a la Guerra de España y a los que la visitaron para ser voluntarios y periodistas en ellas, corresponsales…?
-Para elegir la obra de T.C. Worsley usamos los mismos criterios que hemos utilizado para el resto de los textos que componen la colección “Armas y Letras”. Por una parte, que fuera una obra poco conocida en España o, incluso, su país de origen. Y por otra parte, que aportase una visión muy personal, un testimonio directo y de primera mano sobre el conflicto. Ecos de la batalla es evidente que reunía y reúne las dos premisas.
-Porque, en aquellos años, normalmente “los oficios” de voluntariado y de corresponsal de guerra y de periodista en la Guerra de España: ¿se combinaban o se mezclaban… o ambos verbos son válidos?
-Yo creo que habría que hablar básicamente de dos casos. Muchos corresponsales eran eso, profesionales del periodismo que fueron enviados por sus periódicos a España para cubrir la gran noticia que la guerra representaba. Su visión normalmente iba pareja a la línea editorial que su publicación había adoptado y al tipo de artículo o reportaje que les exigían. Pero es cierto que otros hombres y mujeres que vinieron a España, sobre todo escritores y escritoras, encontraron en el trabajo periodístico cobijo a su deseo de ayudar de alguna manera, en su caso denunciado lo que pasaba en nuestro país, a la República española. Y luego, a modo anecdótico, podemos apuntar algún caso en el que se compaginó de forma puntual la labor periodística con la pertenencia como voluntario a las Brigadas Internacionales.
Nuestro grupo de investigación ha elaborado, y sigue trabajando en ello, unos listados rigurosos de todos aquellos ciudadanos de habla inglesa que vinieron a nuestro país. En esos listados damos toda información posible sobre el papel que jugaron durante su estancia en territorio español. Especificamos si se enrolaron en el ejército, si sirvieron en unidades médicas, en actividades burocráticas o de propaganda, si vinieron como observadores o si fueron corresponsales de algún periódico o medio de comunicación. Además, hemos publicado otro volumen en nuestra colección, La prensa británica y la Guerra Civil española (Amarú, 2013), donde explicamos cómo los corresponsales del Reino Unido cubrieron el conflicto tanto desde el frente como desde la retaguardia. 
-Un apasionado de la literatura, un hombre de letras que se estaba naciendo como escritor en varias facetas, un profesor que deja atrás su anterior trabajo en un prestigioso Colegio, entonces ya dedicado de lleno a la escritura para venir a la guerra de España, animado por su amigo Spencer. ¿Era de esas personalidades a las que les hace falta un empujón para tirar adelante algunas ideas, determinaciones? O preguntado de otra manera:¿piensas que si no hubiese sido por su amigo Spencer, nuestro protagonista Thomas C. Worsley hubiese dado ese importante paso, hubiese tenido esa determinación?
-Está claro que Worsley sabía que quería hacer algo  para ayudar al gobierno español y la causa de la democracia. Era también muy consciente de sus limitaciones. El sabía que como soldado seguro que no iba a venir y se encontraba en ese dilema tan frecuente en aquella época entre los intelectuales europeos sobre qué papel adoptar en ese preciso momento histórico,  convertirse en hombres de acción o permanecer encerrados en su torre de marfil. Para nuestro autor, la llamada de Spencer le facilitó mucho el camino. Su amigo le pedía ayuda para algo para lo que él se sentía capacitado, llevar a cabo una investigación periodística en los márgenes de la guerra. Lo que resulta más sorprendente, y dice mucho de la humanidad de Worsley, es que, acabado su compromiso con su amigo poeta, decidiese seguir en España, se subiese en una ambulancia y se lanzase a recorrer los caminos y las trincheras de un horror para el que él mismo no se creía preparado ni física ni anímicamente. El contraste entre ese primer joven cómodamente sentado en una tranquila casa de la campiña británica y ese hombre conduciendo bajo las bombas y en plena noche un camión por la carretera Málaga-Almería es una lección de generosidad y compromiso conmovedor.
-Como especialista en Literatura y Cultura inglesa: ¿qué te parece el libro, como narración, “Los ecos de la batalla”?
-Este libro, como otros muchos en los que hemos trabajado, tiene más interés testimonial que artístico. T.C. Worsley quiso ofrecer una visión precisa y objetiva de lo que vio en España. Desde mi punto de vista, ahí radica la gran virtud de Los ecos de la batalla, su autor no interpone nunca su propia personalidad o su afán de notoriedad entre el lector y la crudeza de los acontecimientos que nos retrata. Las incongruencias de la política internacional, el desamparo de hombres, mujeres y niños atacados por tierra, amor y aire, la mezcla de tedio y pánico con la que vida trascurre en una trinchera se plasman con un rigor y una honestidad muy poco frecuentes.
manuel.jpg-¿Cómo ha sido participar en esta colección Armas y Letras de Amarú?, ¿Y cómo ha sido colaborar con el resto de plumas de esta colección y en concreto con el coordinador Antonio R. Celada?
-Si nos preguntas a todos los que de una manera u otra hemos participamos en el proyecto te diremos lo mismo. Esto es trabajo, es parte de nuestra labor profesional pero, al mismo tiempo, es muy difícil que no afecte también a tu visión de la realidad y del ser humano. A lo largo de estos años hemos leído innumerables cartas, diarios, memorias, artículos, ensayos, novelas… escritos por mujeres y hombres que vivieron experiencias extremas en nuestro país. Aquí encontraron risas y desesperación, descubrieron lo mejor y lo peor que había en ellos, se enamoraron y, en muchos casos, murieron. Tener en tus manos la carta a su madre de un muchacho que moriría en el frente al día siguiente impresiona. Se aprende mucho leyendo y trabajando con estos textos.
Y si alguien ha podido siempre superarnos en entusiasmo y tesón durante nuestra labor ese ha sido Antonio R. Celada. El proyecto de investigación, las colección “Armas y Letras”, los congresos, todas nuestras actividades en torno a las Brigadas sin él no hubieran existido.
-De la personalidad de este profesor, ¿qué es lo que te ha llamado más la atención?
-La humildad y el sentido del deber. Worsley se empeña durante toda su obra en pasar lo más desapercibido posible. Siempre le otorga el protagonismo a los demás, ya sea el poeta Stephen Spender, el doctor Norman Bethune o los amigos que luchaban en el frente. Nunca se muestra como héroe, nunca se pone medallas, siempre se le adivina entre las sombras. Pero al mismo tiempo es evidente que nunca se escondió, nunca dio un paso atrás a la hora de cumplir con lo que creía que era su deber.
-¿Tenían todos estos voluntarios  como una responsabilidad especial o más bien como una sensibilidad especial?
-Se ha escrito mucho sobre los motivos, las razones que pudieron llevar a estos hombres y mujeres a dejarlo todo, trabajos, familia, paz, seguridad para venir a un país sumido en el caos. Nosotros, claro está, también hemos dedicado muchas horas a tratar de descifrar el enigma. Y no hay una sola respuesta. Cada uno de ellos nos podría dar una explicación diferente. Desde el puro altruismo hasta la mera necesidad de escapar de un entorno hostil o sin horizontes. Pero sí hay algo que une a todos los voluntarios y voluntarias. La convicción de que si la democracia había sido atacada en España, pronto lo sería en el resto del mundo. Por muy básicos que fueran los impulsos que los trajeron a nuestro país, todos tenían claro que si el fascismo no era derrotado aquí pronto intentaría conquistar el mundo entero. Por desgracia, el tiempo les dio la razón.
Y como periodista, ¿cómo era como periodista o era más como un cronista que al llegar a un país y encontrarse en determinadas circunstancias escribe sobre ellas?
-T.C. Worsley no era realmente un periodista, luego lo fue. Pero cuando vino él lo hizo en un principio como amigo de Spender, que sí había sido enviado por un periódico británico para investigar la desaparición del buque soviético Komsomol. Tampoco trabajaba como periodista cuando se unió al Dr. Bethune y el “Servicio Canadiense de Transfusión de Sangre”. Sería a su regreso cuando nuestro autor sí sintió la necesidad de escribir una crónica más reposada de todo lo que había vivido en España. Y eso le da un carácter especial a sus memorias. Aunque todos los sucesos son históricos y ahora sabemos que todos los detalles son verídicos, él decidió ocultar o cambiar algunos nombres, seguramente para intentar respetar los aspectos más privados de su historia.  
-¿Cómo reflexionaba sobre las determinadas circunstancias que rodeaban el conflicto, me refiero a cómo reflexionaba con el resto de corresponsales, escritores, periodistas…?
-Worsley siempre parece mirar desde la distancia, nunca parece totalmente involucrado con los periodistas y voluntarios con los que cruza su camino. La primera imagen que tenemos de él es en su país preguntándose si había alguna manera a través de la cual él, un inglés burgués con estudios universitarios, podía contribuir a la derrota del fascismo en España. Esa misma sensación de no estar realmente capacitado para llevar a cabo dicha misión le pesa sobremanera durante su estancia en España. Por lo tanto, su mirada es siempre de cierto recelo, tanto hacia sus mismos actos como hacia las acciones de aquellos hombres y mujeres mucho más convencidos de poder cambiar el rumbo de la historia. Un escepticismo no exento de gran generosidad sería lo que define la mirada de Worsley.
manolo.jpg-¿Qué relaciones mantenía con el resto de escritores de habla inglesa? ,¿Y con los de otros países?. Me interesa sobremanera,¿ cómo se llevaba con los periodistas españoles que cubrían el conflicto de su propio país?
-Como te comentaba antes, él realmente no logró ser parte del engranaje  ni de los voluntarios ni de los periodistas extranjeros en España, y tampoco logró intimar con muchos españoles. Es cierto que sí se rinde ante el estoicismo y la alegría de la población, admira la capacidad de esos hombres, mujeres y niños para seguir con sus vidas cotidianas rodeados por el horror. Es a esta gente a la que ofrece sus palabras más generosas. Por el contrario, no parecía sentirse muy cómodo ante los discursos grandilocuentes de políticos, oficiales militares y periodistas.
-La verdad es que la primera circunstancia ya es toda una aventura, lo de buscar al barco ruso Komsomol fue toda una aventura, digna de John Le Carré…vamos toda una aventura del género policíaco…
-Es que la política internacional de la época era toda una novela o película de espionaje, pero yo creo que una novela o una película mala. El papel que las potencias europeas y Estados Unidos jugaron en aquellos años fue absurdo. Los pactos de no-intervención se convirtieron en un juego de engaños muy poco digno. Todo el mundo sabía que todo el mundo sabía que muchos de los firmantes no los respetaban pero se miraba hacia otro lado. Pocos se atrevían a decir que el Emperador desfilaba desnudo por las calles de la ciudad pero todos lo veían.  La búsqueda del Komsomol fue un nuevo intento de descubrir el engaño de la pretendida neutralidad pero, realmente, a nadie le interesaba mucho cuál había sido el destino del buque y sus hombres. Se los tragó la guerra como hizo con tantas cosas, la honestidad de los políticos europeos y norteamericanos de la época, por ejemplo.
-En breve, ¿cómo fue el vivir la guerra en España para este escritor metido a periodista?
-Sinceramente, creo que la experiencia fue muy dolorosa pero que se pudo ir satisfecho con su actuación. Es probable que esos días lo convirtieran en un hombre más cínico en su percepción del ser humano en general, pero también pienso que se pudo reconciliar consigo mismo. Vino, se obligó a venir, e hizo en todo momento lo que tenía que hacer. Y lo hizo muy bien, sin traicionar un ápice sus principios.
-¿Cómo le influyó el trabajar con uno de los doctores más influyentes en lo de la medicina de guerra como fue el canadiense Norman Bethune?
-Es una parte del libro que a mí me fascina. Sobre Bethune se ha escrito mucho. El próximo mes de enero se le hace un homenaje en Madrid. Su figura ha dado lugar a biografías, ensayos, novelas, películas… y en el pequeño libro de Worsley es donde probablemente encontramos algo muy parecido a la persona que pudo esconderse tras el personaje. En ese momento, pocos individuos podían ser tan distintos como Worsley el doctor canadiense. Tenían personalidades radicalmente opuestas. Y el británico nos describe al médico desde un desagrado contra el que él mismo lucha. De nuevo, nuestro escritor no quiere ser injusto, quiere ser objetivo, veraz pero le cuesta mucho hacerlo cuando habla de su jefe de Unidad. Y creo que en esa tensión nace el Bethune real, el héroe de carne y hueso que algunos pretenden ocultar tras el santo. Hay un momento precioso en el que Worsley describe asombrado como Norman Bethune cuida a un grupo de niños después del bombardeo de Almería, ahí yo creo que está el Bethune verdadero, con todas sus virtudes y defectos.
-Presenció la matanza de civiles por parte de la aviación de los alzados cuando se trasladaban de Almería a Málaga y este hecho le impacto:¿cómo y de qué manera?
-Fue su vivencia más dramática. Hasta ese momento había sido testigo del dolor de la guerra desde cierta distancia. Pero en esa ocasión, él se dirigía con su unidad hacía Málaga cuando, de pronto, se encontraron de frente con un masa aterrorizada que huía de la inminente ocupación de la ciudad por parte del ejército fascista. Esa imagen ya debió ser bastante impactante para Worsley. Pero lo peor estaba por llegar. Cuando él y sus compañero deciden ayudar a esta población civil a llegar Almería, son bombardeados desde el mar y desde el aire por lo aviones y barcos enemigos. Y cuando creen llegar a la seguridad que la ciudad andaluza podía representar, los bombardeos sobre la población civil continuaron. Hay una escena en el libro en la que Worsley y Bethune llegan al lugar donde acaba de caer una bomba y se encuentran de repente rodeados de muertos y heridos. El doctor se queda para atender a las víctimas pero Worsley se viene abajo y, por consejo de su propio compañero, tiene que huir del lugar de la matanza. Estas vivencias seguro que confirmaron la visión que el escritor tenía de la guerra. Como he comentado antes, lo que le distanciaba de algunos de sus compañeros era que él era incapaz de ver nada heroico o patriótico en el conflicto. Las grandes palabras, los grandes gestos, los titulares, discursos, insignias y panfletos le parecía una traición al verdadero significado de la guerra. Frente al entusiasmo de Bethune por la causa española, Worsley solo veía la muerte de inocentes, la barbarie del ser humano.
-Explícales a nuestros lectores de dónde sale el título del libro, “Los ecos de la batalla”… el baño de fuego que significó sentir las balas silbar y desgarrar el aire en el Jarama, un lugar en el que, además, se dieron cita numerosos brigadistas. ¿Qué nos puedes comentar?
-Le dimos muchas vueltas a la traducción del título original, Behind the Battle, que literalmente sería “Detrás de la batalla”. Worsley quería dejar claro desde el principio cual había sido su implicación en el conflicto. La búsqueda del Komsomol se hizo en los aledaños que era el enredo de la política internacional del momento. Su participación con la Unidad de transfusión de sangre también le mantuvo en los márgenes de la contienda, en una misión que les llevaba a los hospitales de campaña pero no al frente mismo. Su visita a Jarama le acercó a las trincheras pero en el momento en que sus amigos soldados gozaban de un breve descanso. De nuevo, Worsley pudo mirar desde la distancia, desde una posición que le convertía en participe pero también un extraño en los círculos donde se movía. Pero el sinsentido de la guerra llegaba muy claro a su mirada. Desde los bares de Gibraltar, las incomodidades de la ambulancia donde dormía o la retaguardia del Valle del Jarama él pudo ser consciente y testigo de lo que realmente estaba ocurriendo en España en ese dramático momento.  
-¿Cómo se acercaba este inglés a sus compatriotas que se acercaron a España a dar su apoyo como brigadistas a los valores de la II República?; ¿Qué se sabe de sus relaciones con ellos?
-Él admiraba a aquellos que se habían enrolado en las Brigadas Internacionales, eran amigos, colegas e, incluso, alumnos. Pero él, al mismo tiempo, se veía incapaz de empuñar un fusil. Matar para él era inconcebible. Tal vez por eso sea más emotivo si cabe su deseo de venir a España a ayudar. Fue un acto de lealtad a sus compañeros, a sus principios, aunque él creyese que nada podía aportar a la causa de la democracia. El tiempo y la carretera Málaga-Almería le quitó la razón.
-¿Cómo es su regreso al Reino Unido, después de la contienda?
-Fue complicadísimo seguirle el rastro. Sabemos que, de nuevo, intentó contribuir desde la retaguardia a la defensa de su país durante la Segunda Guerra Mundial pero que psicológicamente ya no pudo cumplir con su misión y se tuvo que retirar a la vida civil y al periodismo. Pero también podemos afirmar dos cosas muy positivas. Que encontró el trabajo que quería y alcanzó una discreta notoriedad en él. Y que compartió su vida con la persona que amaba. Es seguro que el eco de lo vivido en España le acompañó en ocasiones pero, como muchos otros, pudo seguir con su vida y alcanzar cierta felicidad.
-Es su discreción el rasgo más señalado en los últimos años activos de su vida…
-Totalmente. En la introducción del libro cuento una anécdota muy significativa al respecto. Logré contactar con la hermana del que había sido su compañero prácticamente toda su vida. Ella sabía que Worsley había estado en España pero apenas conocía los detalles de sus estancia aquí e ignoraba que había publicado un libro contando su peripecia. Se mostró realmente sorprendida cuando le expliqué todo lo que su amigo había hecho por nuestro país.
-Amigo, ¿no puedes dar alguna pista sobre lo  que estás trabajando en la actualidad?
-Pues seguimos con los voluntarios. Como sabes, estamos tratando de darle mayor visibilidad al trabajo ya realizado y seguimos preparando nuevos proyectos. Mi amigo y colega el profesor Daniel Pastor y yo queremos ahora sacar adelante un volumen sobre la presencia de corresponsales femeninos en España. Muchas escritoras y periodistas británicas y norteamericanas cubrieron el conflicto y lo hicieron de una forma brillante. Queremos recuperar algunos de esos textos y contar cual fue la peripecia de esas mujeres mientras estuvieron trabajando aquí.
Y te confieso otra debilidad mía, la novela policíaca. Con otros compañeros estoy enredado ahora en la elaboración de una especie de diccionario “criminal” sobre lo que se está creando dentro de ese género tan popular en la actualidad.



Sin-título-1.jpg12080Los ecos de la batalla. T. C. Worsley. Edición de Manuel González de la Aleja
336 páginas        14 x 22 cms.
14,00 euros
Amarú



El 3 de Febrero de 1937, un joven británico llamado T.C. Worsley recibía una llamada telefónica de su amigo el poeta Stephen Spender. Empezaba así la fascinante aventura que nos relata esta obra, "Los ecos de la batalla". Acompañando a su amigo, Spender vivió una especie de thriller policiaco, tratando de encontrar el paradero del buque soviético Komsomol, misteriosamente desaparecido, junto con toda su tripulación, en algún lugar de las costas españolas.

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