El centro penitenciario, que llegó a denominarse Lugar de Memoria, se encuentra en un estado de absoluto abandono por la dejadez de las administraciones. Un vertedero de basura alerta a los vecinos de la zona de su grave deterioro.
“¿Dónde está el centro de memoria? ¿Por qué lo están dejando morir?”. Elisa cuenta a Público como veía en su barrio de la Isla Chica en Huelva a miles de presos encerrados en los 60 y 70. “Aún parece que escucho los gritos. Los dejaban allí meses para tratarlos con descargas. A ver si con eso dejaban de ser sentir algo”, afirma.
Cinco mil presos fueron víctimas de represión homosexual durante el franquismo en España. Antoni Ruiz, presidente de la Asociación Expresos sociales recuerda otras medidas paralelas establecidas por el régimen de Franco. “Se llevó a cabo la aplicación de medidas de seguridad tan crueles e injustas como el destierro, impuestas por los Juzgados especiales de Vagos y Maleantes y posteriormente, por los de Peligrosidad y Rehabilitación Social hasta 1979, que fue despenalizada la homosexualidad en España”, añade Ruiz.
La vieja cárcel de Huelva fue declarada Lugar de la Memoria por la Dirección General de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía en el año 2013. Este espacio, deteriorado por la suciedad, el paso del tiempo y el descuido, va decayendo en uno de los barrios más populares de Huelva capital.
Rafael Moreno, periodista local, ha entrado en más de una ocasión. “Lo peor no es el auténtico vertedero. Las ratas, los expedientes con fotografías de aquellas víctimas por el suelo, y varios incendios producidos en su interior lo han dejado en un estado lamentable”. El edificio carcelario pertenece a la Sociedad de Infraestructuras y Equipamientos Penitenciarios del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas. Manuel Gómez, concejal de Urbanismo del ayuntamiento de Huelva, afirma a Público que “actualmente hay en activo una multa coercitiva por el estado de inseguridad y peligro de este inmueble histórico hacia este organismo penitenciario por parte de nuestro ayuntamiento”.
Las competencias del gobierno local son escasas y tampoco pueden completar la oferta ofrecida por el Gobierno. “Un pequeño ayuntamiento como Huelva no puede rehabilitar el edificio por un pago de dos millones de euros y luego iniciar todas las reparaciones”. Sin llegar a ningún acuerdo, la vieja cárcel va deteriorándose día tras día. Y su memoria se va perdiendo. “Es necesario proteger este edificio y, sobre todo, la seguridad de las personas que entran y salen de allí”.
Cuando se le pregunta a Gómez sobre la obligación de mantener en buen estado un edificio catalogado como Lugar de Memoria, hay silencio. “No hay una norma que lo obligue. Depende de la sensibilidad de las administraciones que mantengan un espacio emblemático en las condiciones adecuadas”.
Elisa es vecina desde pequeña en una de las calles cercanas. No puede creer la dejadez tan grande que hay con la vieja cárcel. “Nosotros pasamos cada día y hay un olor muy fuerte a basura. Viven hasta ocupas y los vecinos están muy cansados”. La placa que reconoce la cárcel como espacio de reparación y memoria ha tenido que ser retirada. “Pintada, abollada con insultos”, recuerda Rafael. “Es una pena que no se respeten este tipo de señales”.
La historia de la Moni y Trinidad
La antigua prisión provincial de Huelva tenía capacidad desde su construcción, por el arquitecto José Luis Aranguren, para unas trescientas personas. Sin embargo, llegó a albergar en su interior a más de mil represaliados por su orientación sexual. Antonio Herrera Abrio, ‘la Moni’ o Trinidad son algunos de los pocos que han sido capaces de contar su historia.
“Yo tengo claustrofobia por culpa de la vieja prisión. No había casi espacio para dormir” relata Antonio Herrera “La Moni” con una leve sonrisa cuando fue detenida a los 17 años en 1963, junto a siete amigos. “Los que tenían 19 años los llevaron a un campo a Galicia. A los menores de edad nos dejaron tres meses solo con una multa de 500 pesetas”. Por no pagarla se tuvo que quedar un mes más. “Nos pusimos un vestido de mujer para los carnavales y un chivatazo trajo la policía. Figúrate donde nos metieron. Si mi padre hubiera tenido que pagar la multa me hubiera arrancado la cabeza”.
En 1967, por la Ley de Peligrosidad y de Vagos y Maleantes fue desterrado a Valencia. “Solo grité con pluma taxi y uno de la secreta me arrestó”. Allí se tuvo que buscar la vida. “Pintando, limpiando y no me daban trabajo por ser amanerado”. La madre de la Moni recogió firmas para el regreso de su hijo. Volvió a Huelva para que el juez de Vagos y Maleantes le redujera aquel destierro y la distancia con los suyos.
Antonio es incapaz de pasar a día de hoy, por la puerta de la vieja cárcel. “Cuando veo las fotos en el periódico me pongo malísimo. No puedo dormir en una habitación cerrada. Tampoco puedo montarme en un ascensor”. La ciudad de Huelva le ha dado una calle a la Moni y la medalla de reconocimiento de la ciudad.
Trinidad se encuentra enferma. A sus sesenta y pocos años le cuesta recordar el episodio pero hace un esfuerzo. “Yo quiero que aquella cárcel sea un lugar de recuerdo”, aclara con poca voz a Público. De nombre de pila Juan, Trinidad siempre supo que estaba en un cuerpo equivocado, al igual que su hermano gemelo, Alfonso. Una fiesta de comunión en el pueblo de Armillas (Granada) fue el detonante para que estos hermanos fueran detenidos y encarcelados en la vieja cárcel onubense una década después que la Moni. Ya en 1973.
Tenían veinte años y su único delito fue vestirse para una fiesta de comunión con ropa de niña. “Cuando nos preguntó el guardia qué éramos, le dijimos que no éramos niñas, sino niños vestidos de niñas”.
Arturo Arnalte, autor del libro Redadas de Violetas (La Esfera de los libros), describe la escena. “Los guantazos descompusieron el maquillaje y su familia no las conocían al día siguiente”. A los dos gemelos los trasladaron hasta Huelva a los pocos días. A una celda con veinte personas. Acusados de escándalo público, el peligro en la cotidianidad de la cárcel, hacía que tuvieran que buscar protección. Trinidad relata que incluso tuvo que buscarse un novio. “Para los que tenían delitos, éramos un dulce y tenías que echarte un novio”. Juan tuvo que mantener relaciones sexuales, ante las miradas de los funcionarios, en los pasillos o en las celdas.
Cuatro meses duró la reclusión. La aplicación de la ley de Peligrosidad social, desterró a Trinidad de Granada. Su increíble fuerza de voluntad no la dejó en el sitio. Haría las maletas hasta Mallorca, donde rehízo su vida dedicándose al mundo del espectáculo.
Fallido centro de documentación
Francisco Javier Camacho, responsable de políticas institucionales de Izquierda Unida en Huelva, destaca la moción que presentó su partido IU para crear en la vieja cárcel “un centro de documentación de la represión homosexual” Era el año 2000 y aún no habían pasado los treinta años necesarios para acceder sin permiso de las víctimas a los expedientes de cada uno de los presos. “No existían estudios detallados que analicen la persecución legal y las medidas de eugenesia social a las que se vieron sometidas las personas homosexuales”. La ley de Protección de Datos, tumbó la iniciativa, a pesar del complicado respaldo de los partidos. “Nos dijo el director de la cárcel nueva que se hiciera de nuevo los trámites cuando pasaran ese tiempo establecido y luego veíamos los expedientes tirados por los suelos de la vieja prisión”, aclara Camacho.
Francisco Javier espera retomar la iniciativa. “Queremos que se sepa que aquí se cometieron terapias radicales, como la lobotomía realizadas por el doctor López Ibor a los internos”. De las miles de víctimas, hombres y mujeres perseguidos por su condición sexual, han sido indemnizadas 116 personas en España.
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