En los últimos días de la República, el Gobierno de Negrín publicó un libro, en el que,con un prólogo de Antonio Machado, se recogían los cuatro discursos que D. Manuel Azaña había pronunciado a lo largo dela Guerra Civil (1). El primero, el 21 de Enero de 1937, en el Ayuntamiento de Valencia, y los posteriores, el 18 Julio 1937 , en la universidad de Valencia; el 13 de Noviembre , en el Ayuntamiento de Madrid, y el 18 Julio 1938 en el Ayuntamiento de Barcelona. Asímismo, podemos escuchar en internet el “Discurso completo de Azaña”, el último pronunciado en Barcelona, experiencia que es muy interesante para conocer su oratoria y sentir la profunda emoción que transmiten sus palabras.
En su prólogo, Antonio Machado nos dice que “la voz de D. Manuel Azaña habla para todos los españoles, allí donde se encuentren”, lo cual en una Guerra Civil es cosa significativa, pues indica que el orador no se sitúa a un lado de la trinchera, sino que su pensamiento, sentimiento y mensaje se dirige a todos los combatientes, a los que en su ánimo iguala como españoles y a los que dirige sus mensajes, pues se siente presidente de todos , y habla para todos, “…incluso para los que no quieren oir lo que se les dice”. Como hombre sensible, como poeta, Machado atiende a la forma de su oratoria, y añade que Azaña “sabe decir bien lo que debe decirse”, lo mismo que diría Julián Zugazagoitia,que leyó tres veces su último discurso, entre otras cosas, “ por el gusto de su castellano” (2). Para el gran poeta, “España supo elegir su Presidente”.
Desde el primer discurso de Valencia, Azaña nos transmite su profunda emoción moral por la desgracia de sus compatriotas y sentimos su dolor de español y republicano porque ve a su pueblo enfrentado en una cruel guerra fraticida y lo primero que hace, como hombre moral, espreguntarse sobre su responsabilidad, porque siente la necesidad de justificar por qué guerrea y se responde, “hacemos la guerra porque nos la hacen”:
“Cuando se hace la guerra, que es siempre aborrecible, y más si es entre compatriotas; cuando se hace la guerra, que es funesta, incluso para quien la gana, hace falta una justificación moral de primer orden quesea inatacable, que sea indiscutible. Yde estos hechos que acabo de dejar expuestos en esquema, ninguno de cuyos datos es rebatible, se deduce lo inatacable de nuestra posición, la tranquilidad para nuestra conciencia personal y para afrontar el juicio de la Historia”
“…Nuestra justificación es plena ante la conciencia más exigente, ante la Historia más rigurosa”
Unos párrafos después, en este primer discurso en el Ayuntamiento de Valencia, dirá:
“…tenemos nuestros jueces, muchos; unos presentes, otros ausentes; unos actuales y otros que vendrán… De todos esos jueces, que uno es la conciencia personal, otro la opinión pública, otra la opinión del mundo extranjero, otro la Historia; de todos esos jueces el más apremiante, el más autorizado, son los combatientes, los combatientes de verdad, los que se han hecho matar en las trincheras…”
Palabras que nos muestran su sentido de responsabilidad y su afecto, agradecimiento y respeto por los combatientes del Ejército Popular de la República, a los que se dirigirá en su discurso de Madrid del 13 Noviembre 1937, al conmemorar el primer aniversario de la heróica resistencia del pueblo de Madrid frente al fascismo. En la mejor tradición republicana, como Lincoln en Gettysburg o Pericles en el Cerámico de Atenas, Azaña rinde un entusiasta homenaje a los combatientes:
“Vosotros, soldados de España, que defendéis en Madrid la libertad de nuestra patria y la independencia yel honor de España, recibid mi aplauso, mi admiración y el testimonio de mi gratitud en nombre de todo el país”
Siente admiración por “el maravilloso espectáculo de este pueblo incomparable que no quería sufrir el despotismo”, que lucha “en defensa de la libertad de España y de la libertad de todos los españoles, incluso de los que no quieren la libertad”, que lucha por una República con sus tres colores “combatiendo con una mano y forjando armas con la otra”.
En las guerras, a ambos lados de las trincheras, se suele invocar el nombre de la patria, pero en cada lado esta palabra tiene un significado diferente, pues para Azaña:
“Invocar el nombre de la patria para suscitar una guerra civil es ilegítimo, como no se crea que la patria es una deidad remota, sanguinaria, delante de la cual, periódicamente, hay que sacrificar unos cientos de miles de sus hijos para tenerla contenta. Nosotros creemos que la patria no es eso; nuestra patria no es distinta de los españoles. Nosotros somos nuestra patria”.
Para losrepublicanosla patria no es una entidad abstracta, indefinible y lejana, ningún volksgeist o esencia eterna, sino personas de carne y hueso, las que piensan como nosotros y las que no, y por eso sentimos como propios a los que mueren a un lado de la trinchera y en el otro, por lo que Azaña afirma que:
”Ninguna política se puede fundar en la decisión de exterminar al adversario; no solo porque moralmente es una abominación, sino porque, además, es materialmente irrealizable; y la sangre injustamente vertida por el odio, con propósito de exterminio, renace y retoña y fructifica en frutos de maldición; maldición, no sobre los que la derramaron, desgraciadamente, sino sobre el propio país que la ha absorbido para colmo de su desventura. Eso yo no lo deseo”.
Y aquel 18 julio 1937, en la Universidad de Valencia donde pronuncia este segundo discurso, piensa en el día de la paz, en el día de la probable victoria de la República, en una paz sin desquites, sin venganzas, sin vencedores ni vencidos:
“Yo me opondré con el peso de mi autoridad y con todo el poder que tenga, moral o personal, donde quiera que esté, a que nuestro país, el día de la paz, pueda entrar nunca en un rapto de enajenación por las vías del odio, de la venganza, del sangriento desquite. Odio y miedo causantes de la desventura de España, las peores consejeras que un hombre pueda tomar para su vida personal, y sobre todo en la vida pública”
¡Qué diferencia, qué contraste, con lo que se dice y hace en el lado rebelde!
Frente a una república democrática, en la que los cambios y las reformas se realizan en un Estado de Derecho, en los que éstos pueden revertirse con las siguientes elecciones, donde el pueblo español puede regirse “libremente en su política conforme a las voluntades de lamayoría del país; mayoría como la experiencia probó, mudable y cambiante, según es propio de la democracia en que queríamos vivir, yde su normal mudanza provienen la garantía y el seguro del equilibrio político interior”, se rebelan los enemigos de la democracia.
Como dice D. Manuel Azaña, nuestra República se regía por una mayoría “mudable y cambiante”, como debe suceder en una auténtica democracia ; donde se puedan realizar profundas reformas, pero donde se pueden revertir si no cuentan con el suficiente consenso, donde se vence cuando se convence, porqueel republicanismo persigue la igualdad en libertad, pues “ningún credo político , venga de donde viniere, aunque hubiese sido revelado en una zarza ardiente, tiene derecho, para conquistar el poder, a someter a su país al horrendo martirio que está sufriendo España”
VICTORIA IMPERSONAL: EL TRIUNFO DE LAS ENTIDADES MORALES
En los párrafos finales de su discurso del Ayuntamiento de Valencia, el 21 Enero 1937, cuando el curso de la guerra no estaba decidido, el Presidente de la República nos muestra sus pensamientos y sentimientos más íntimos,que denotan su gran altura moral:
“Vendrá la paz, y espero que la alegría os colme a todos vosotros. A mí,no. Permitidme decir esta terrible confesión, porque desde este sitio no se cosechan, en circunstancias como ésta, más que terribles sufrimientos, torturas del ánimo de español y de mis sentimientos de republicano. Ninguno de nosotros hemos querido este tremendo destino. Ninguno lo hemos querido. Hemos cumplido el terrible deber de ponernos a la altura de este destino. Vendrá la paz y vendrá la victoria; pero la victoria será una victoria impersonal: la victoria de la ley, la victoria del pueblo, la victoria de la República. No será el triunfo de un caudillo, porquela República no los tiene y porqueno íbamos a sustituir el antiguo militarismooligárquico y autoritario por un militarismo demagógico y tumultuario, más funesto que el otro y más ineficaz todavía en el orden profesional. La victoria será impersonal, porque no será el triunfo de ninguno de nosotros, ni de nuestros partidos, ni de nuestras organizaciones. Será el triunfo de la libertad republicana, el triunfo de los derechos del pueblo, el triunfo de entidades morales delante de las cuales nosotros nos inclinamos. No será un triunfo personal, porque cuando se tiene el dolor de español que yo tengo en el alma, no se triunfa personalmente contra compatriotas. Y cuando vuestro primer magistrado erija el trofeo de lavictoria, su corazón de español se romperá (3), y nunca se sabrá quién ha sufrido más por la libertad de España”
Según el historiador Santos Juliá (4), Julio Gil Albert, uno de los asistentes a este discurso, evocaría tiempo después la sensación que le produjo: “todos sentimos, como escribió Angel Gaos en nuestra revista, como si un dolor majestuoso del pueblo destrozado cayera sobre nosotros. A mi lado, María Zambrano musitó como una niña:”Don Manuel, don Manuel”.Tenía los ojos húmedos”, y Mariano Anso, asistente al último discurso de Azaña dijo que “la emoción producida en el auditorio que le escuchó fue considerable”. Para Zugazagoitia , no se podían escuchar las palabras del Ayuntamiento de Barcelona “sin un estremecimiento de emoción” (5).
La voz del primer magistrado de la República llegaba a su pueblo, que era todo el pueblo español, y éste se sentía , en aquellas terribles circunstancias , comprendido por aquel hombre que para los republicanos fue la encarnación de los valores morales de II República. Si alguien quiere saber a qué llamamos virtud cívica o virtud republicana, que lea con atención estos discursos, pues verá en ellos como el sentimiento y la razón se amalgaman, van al unísono, donde descubrirá la inteligencia y el dolor de un hombre que sufre por el destino de su patria.
PAZ, PIEDAD Y PERDON
El 18 Julio 1938, en el Salón de Ciento del Ayuntamiento de Barcelona, desde el sitial de la presidencia, flanqueado por el Dr. Negrín, Martinez Barrio y Companys, Don Manual Azaña pronuncia su último discurso, que tanta emoción produjo en sus párrafos finales:
“Pero es obligación moral, sobre todode los que padecen la guerra, cuando se acabe como nosotros queremos que se acabe, sacar de la lección y dela musa del escarmiento el mayor bien posible, y cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones, que se acordarán, si alguna vez sienten que les hierve la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelve a enfurecerse con la intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos y que escuchen su lección: la de esos hombres, que han caído embravecidos en la batalla luchando magnánimamentepor un ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían , con los destellos de su luz , tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a sus hijos: Paz, Piedad y Perdón”.
Este es el legado que Manuel Azaña dejó a los españoles, sigámoslo. Paz, Piedad y Perdón en Euskadi con el fin de ETA: que no haya desquites sino que venzan las entidades morales de paz, tolerancia, justicia y democracia, que sea una victoria impersonal, pues no se vence sobre un compatriota y que de la “musa del escarmiento” aprendamos que no se puede dividir a un pueblo en patriotas y no-patriotas, pues, como decía Don Manuel, nadie tiene el monopolio del patriotismo.
Amado Mújica Uriarte
NOTAS:
- Manuel Azaña. “Los españoles en guerra”. Barcelona 2014
- Julián Zugazagoitia. “Guerra y vicisitudes delos españoles”. Pag. 465
- Cuando un cardiólogo francés le examinó en su exilio de Pyla-sur-Mer, en la primavera de 1940, diagnosticó un corazón muy dañado.
- Santos Juliá. “Vida y tiempo de Manuel Azaña 1880-1940”. Madrid 2008.Pag 404
- Ibíd. , Pag. 438
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