dissabte, 5 de juliol del 2025

Luis Pizarro se adentra en la apasionante historia de Puertollano con nuevo artículo sobre los mineros y la represión franquista

 https://www.miciudadreal.es/2025/07/05/luis-pizarro-se-adentra-en-la-apasionante-historia-de-puertollano-con-nuevo-articulo-sobre-los-mineros-y-la-represion-franquista/

 

El historiador puertollanense Luis Pizarro ha dado un paso más en el conocimiento de la convulsa y apasionante historia de Puertollano como embrión del movimiento obrero tras la publicación de su artículo «Mineros en Puertollano: movimiento obrero y represión franquista (1873-1949)» en la revista Memoria y Civilización, del servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra.

El artículo, que puedes leer íntegramente en este enlace, combina magistralmente el rigor histórico con un estilo accesible, y tras un arduo proceso de búsqueda de fuentes analiza el proceso que conformó la conciencia de clase de los mineros en Puertollano, identificada como una ciudad «reivindicativa».

Para Pizarro, factores como la dureza del trabajo, las malas condiciones de vida o la escasez de material móvil para transportar carbón, convirtieron esta localidad en abanderada del movimiento obrero en la región manchega. Al mismo tiempo, este estudio plantea el papel decisivo de estos trabajadores «en el hecho de que la dictadura franquista, decidida a lograr una ciudad modelo, extremara la represión de posguerra».

El historiador analiza así las variables que explican el terror desatado en esta cuenca minera contra una masa obrera «que, con manifiestas ideas contrarias al régimen, tropezó con graves dificultades para sobrevivir a la maquinaria represiva».

En el trabajo de Pizarro se plasma la penosa vida en la mina y el impacto de los muertos de la minería como uno de los pilares en los que se apoyó el liderazgo del movimiento obrero de Puertollano. De hecho, sostiene Pizarro, «una de las razones que la convertirían en un objetivo de primer orden para que la dictadura ejemplificara aquí su modelo de la Nueva España».

«Accidentes y fallecimientos causados por la rudeza del trabajo fueron constantes e influyeron en la desafección y en la insistencia de las protestas de los trabajadores», sostiene el autor, quien incorpora cifras inéditas para completar el conocimiento de la ciudad antes del franquismo, pero también durante la represión de posguerra.

En suma, Pizarro ha pasado de la fría estadística a narrar historias personales que, como señala él mismo, «en su conjunto conforman historias de vida y de muerte que ayudan a comprender mejor el fenómeno represivo».

Artículo íntegro: https://revistas.unav.edu/index.php/myc/article/view/51413/42236

El mayor buscador de la Guerra Civil española sigue siendo una iniciativa privada

 https://www.radiocable.com/mayor-buscador-guerra-civil-esp-iniciativa-privada139.html


Hernán Fernández-Barriales López y un grupo de voluntario llevan cuatro años gestionando Buscar.Combatiente.es, la mayor herramienta de búsqueda de represaliados en la Guerra Civil española. Y sus responsables enfatizan que se trata de una iniciativa privada, no pública por falta de voluntad política, ya que en todo este tiempo, ni la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, ni el Ministerio de Política Territorial han contactado con ellos.


Las familias españolas que han querido conocer la historia de sus abuelos represaliados en la Guerra Civil y el Franquismo se enfrentaron primero, durante décadas, a un muro de silencio general y posteriormente a una escasa voluntad política para facilitarles el acceso a la información. Cuando en 2017, Hernán Fernández-Barriales López empieza a intentar indagar la suerte de su bisabuelo Domingo «fusilado con Franco» se topa con el complicado proceso de encontrar documentación al no existir un punto central de consulta, ni ningún servicio público, aunque sí iniciativas ciudadanas.

Pero con la ayuda de la ARMH y de webs como Combatientes.es, Todoslosnombres.org o ihr.world y mediante herramientas de código abierto como (Python y MySQL), Fernandez-Barriales creó una herramienta para facilitar a otras personas el complicado proceso para encontrar registros y documentos sobre familiares víctimas de la represión franquista en los archivos públicos. Desde hace cuatro años, él y un grupo de voluntarios mantienen Buscar.Combatiente.es, el mayor motor de búsqueda que aglutina 5.000.000 de referencias y se ha convertido en la puerta de entrada de muchas familias, y también investigadores, al viaje para descubrir qué les ocurrió a sus antepasados.

Y sus responsables apuntan que aunque en algunas webs oficiales se asegura que se trata de un proyecto público que centraliza y facilita el acceso a los registros de las víctimas de la represión franquista, la realidad es que ni la Secretaría de Estado  de Memoria Democrática, ni el Ministerio de Política Territorial se han puesto en contacto con ellos y siguen siendo una iniciativa privada.

Excavar la historia que no cesa, el trabajo invisible de las exhumaciones de fosas del franquismo

 https://www.elsaltodiario.com/memoria-historica/excavar-historia-no-cesa-trabajo-invisible-exhumaciones-fosas-del-franquismo



Si un país se midiera, no por sus gestos de grandeza, sino por su forma de tratar a los muertos, España sería una nación minúscula. No es poco irónico que, en este país tan dado a las gestas heroicas y a la memoria de piedra, apenas sepamos nada de quienes verdaderamente están remendando nuestra historia. Se habla, cuando se habla, de “las exhumaciones”, como si fueran una lluvia burocrática de fondo, cuando en realidad están llenas de cuerpos vivos que se agachan, que cavan, que cargan el peso emocional de lo que encuentran bajo tierra. Han tenido que ser jóvenes, nacidos, ya sin miedo, los que bajen ahora a buscar lo que otros se apresuraron a enterrar sin nombre y sin duelo.

Por eso, los protagonistas de estas líneas son quienes están haciendo ese trabajo, que no es sólo científico, es también moral. En los últimos años, se ha producido un impulso, aunque tardío e irregular, en las labores de localización y exhumación de fosas comunes de víctimas del franquismo. Y, en su gran mayoría, ese impulso tiene rostro joven. Son profesionales formados, sí, pero también empujados por algo que no consta en los currículums y que desborda a su propia genealogía familiar: una convicción profunda de justicia social. No solo buscan restos óseos: restituyen biografías y familias, median entre los restos y sus descendientes, y documentan lo que otros preferirían seguir no viendo.  Los testimonios recogidos en este artículo proceden de tres equipos actualmente activos en distintos puntos del país: Universidad y Memoria, en el Barranco de Víznar (Granada); UTE Themis, en el cementerio de La Salud en Córdoba; y varios miembros de Arqueoantro, en el cementerio de Paterna (Valencia).

No es poco irónico que, en este país tan dado a las gestas heroicas y a la memoria de piedra, apenas sepamos nada de quienes verdaderamente están remendando nuestra historia.

No hay memoria sin quienes la sostienen. Y si algo nos salvará de la amnesia, no será una ley ni una fecha conmemorativa, sino la labor de quienes la reconstruyen día a día. No se llega a este trabajo por azar, pero tampoco por un camino recto. Aunque la mayoría provienen de la arqueología o de la antropología, la especificidad de estas intervenciones, tan contemporáneas y tan cargadas de urgencias éticas, ha obligado a crear metodologías nuevas para contextos a priori no contemplados. Daniel Quiroga (A Coruña, 1979), coordinador de UTE Themis, señala que los propios equipos han tenido que ser, en gran medida, pioneros para combinar el rigor científico con la sensibilidad del contexto. De ahí que en los equipos convivan arqueólogos, restauradoras, antropólogos, sociólogos, historiadores o fotógrafos.

Muchos profesionales de este campo reconocen haber llegado a esta labor guiados más por la intuición y el compromiso ético que por un itinerario académico claro. Muchos comentan que las universidades, cuando no ignoran por completo la historia reciente, ofrecen escasas herramientas para intervenir sobre ella. La mayoría comenzó en voluntariados, aprendiendo junto a quienes tienen más experiencia. Paco Carrión, director del equipo Universidad y Memoria de Universidad de Granada, ha sido clave en la formación de muchas personas aquí entrevistadas. René Palacios (Córdoba, 2000), que hoy trabaja en UTE Themis, agradece “a los primeros amigos que vistieron de normalidad mis primeros voluntariados, y a quienes, con su tiempo y su visión, me transmitieron otra forma de entender esta arqueología.”

También los saberes técnicos han ido construyéndose sobre la marcha. Como el tratamiento de los materiales recuperados: botones, balas, pendientes, suelas de zapato, hebillas, trozos de tela o llaves. Irene García (Córdoba, 1999), restauradora y conservadora, integra la restauración de materiales y la interpretación histórica. Su labor interdisciplinar es esencial para leer tanto los restos óseos como el objeto que los acompaña. Recuerda  un reportaje emitido en La Sexta sobre una mujer buscando a su padre fusilado. “Pensé: ojalá cuando sea mayor trabaje en algo así”. José Ángel Merino (Bailén, 1995), también es encargado de la restauración y análisis de materiales y cartuchería. En abril de 2024, en el mismo canal de televisión que inspiró a Irene años antes, las manos de José Ángel mostraban un lápiz y una goma de borrar pertenecientes a un niño de unos 11 años fusilado en el Barranco de Víznar. Ya perfectamente restaurados, no eran solo materiales arqueológicos: eran la prueba de una violencia sin matices. Para él, este trabajo, con todo su peso ético, simbólico y político, no es solo una especialización más: “Siempre va a tener más prioridad para mí este tipo de intervenciones que cualquier otra.”

Han tenido que ser jóvenes, nacidos, ya sin miedo, los que bajen ahora a buscar lo que otros se apresuraron a enterrar sin nombre y sin duelo.

Una palabra que se repite en las entrevistas es militancia. El compromiso con quienes esperan, contextualizan, preguntan y agradecen es el verdadero sentido de su trabajo. A veces, se entrelaza con sus propias genealogías. María Isabel González (Cádiz, 1999) recuerda a su abuela, que huyó de Bujalance mientras dejaba a sus espaldas los bombardeos. Félix Bizarro (Zafra, 1993), menciona a dos hermanos de su bisabuelo fusilados, Bárbara y Antonio Bizarro Rosa, cuya memoria le ha sido transmitida desde niño. José Francisco Muñoz (Alomartes, 1993)  también recuerda el asesinato de sus bisabuelos, aunque sabe que dificilmente los encontrará. Aun así, dice, “devolver otras personas a sus familias incluso llena el vacío propio”.

Cierto impacto emocional es inseparable de este trabajo. Irene confiesa que, si no se dedicara a esto, quizá no pensaría tanto en la muerte. “Hace unos años falleció mi padre, y creo que todo este ambiente laboral incrementa la experiencia”. Sara Poveda (Barcelona, 1991) aún se emociona recordando a Diego, de 89 años, que buscaba a su padre en Alcuéscar (Badajoz), asesinado cuando él era un bebé. José Francisco pensó en su sobrino de 11 años cuando encontraron al niño fusilado en el Barranco de Víznar. La emoción se cuela por lo cotidiano. A Alejandro Díaz (Valencia, 1993) le afectó encontrar múltiples impactos de bala en un sólo cráneo. Laura Gutiérrez (Montehermoso, 1987) guarda la imagen de su primera exhumación: cuerpos boca abajo, maniatados, en el cementerio de Málaga. Eva Urquieta (La Herradura, 1990), con experiencia en necrópolis romanas o medievales, se enfrentó por primera vez a una fosa este año, con una exhumación con ocho mujeres, en el Barranco de Víznar: “Nada más verla se me hizo un nudo en la garganta y se me saltaron las lágrimas.” A veces impacta lo que se ve. Otras, lo que no puede confirmarse pero se imagina. Sobre ello, Adriana Martín (Extremadura, 1994) menciona la violencia extrema que encuentran en los cuerpos femeninos y la imposibilidad de acceder a las vejaciones y violencias sexuales que no dejan rastro material, pero no por ello fueron menos reales.

En el cementerio de la Salud de Córdoba, guiada por René, entramos al laboratorio. Allí, sobre mesas, había varios cuerpos reconstruidos a partir de los cuales calculaban edades, lesiones, componían con precisión la presencia de alguien. Aquella escena recordaba a un ritual antiguo, pero invertido: un amortajamiento al revés. No preparaban un cuerpo para partir, sino para regresar. Quizá por eso, la segunda palabra más citada durante las entrevistas es disociación. Trabajar diariamente en un “contexto de muerte”, como lo define Ricardo Moreno (Oropesa, 1988), obliga a sostener el rigor sin que la emoción desborde. Pero no es frialdad, es una forma de cuidado. José Javier Carreño (Fines, 1992), de la Asociación de Estudios Históricos Frente Sur, distingue entre la violencia de un contexto bélico y la de una fosa: “Ahí sólo hay una mano que ejerce la violencia de forma impune, y otra que la sufre.” El rigor técnico es una forma más de cuidado y reparación, no sólo simbólica, también material.

En el cementerio de la Salud de Córdoba, guiada por René, entramos al laboratorio. Allí, sobre mesas, había varios cuerpos reconstruidos a partir de los cuales calculaban edades, lesiones, componían con precisión la presencia de alguien. Aquella escena recordaba a un ritual antiguo, pero invertido: un amortajamiento al revés. No preparaban un cuerpo para partir, sino para regresar.

Una vez acabada la excavación, algunos pequeños gestos devuelven algo de humanidad a lo que fue brutalmente negado. María José Gámez (Cádiz, 1988) contaba que tienen la costumbre de colocar una flor por cada víctima recuperada. Dice María José que, aunque no sea su duelo, también lo hace suyo de alguna forma. José Ángel, al terminar su primera fosa junto a Laura, mientras exhumaron al último individuo, recuerda poner la banda sonora de Gladiator, “Now We Are Free”. Esos gestos finales son un cierre para el equipo y una manera de devolver el respeto postergado.

Pero ese gesto no cierra del todo. El proceso no culmina en la fosa ni en el laboratorio, sino en el encuentro con quienes siguen esperando. Es ahí donde la disociación se quiebra. Varios mencionan el estrés de trabajar sabiendo que muchos de esos familiares son ya muy mayores y puede que no lleguen a tiempo al reencuentro. Aunque las exhumaciones se han multiplicado en los últimos años, solo el Laboratorio de Identificación Genética de la Universidad de Granada se encarga del cotejo de ADN de toda Andalucía, lo que provoca un cuello de botella que está llevando a algunas familias a recurrir a laboratorios privados. No hay pausas mientras haya financiación, pero el ritmo no alcanza el peso de la urgencia. Para la mayoría, uno de los momentos más intensos y ansiados del proceso es precisamente ese: la identificación y la entrega de restos.

Asumir esta responsabilidad exige algo más que formación técnica, sobre todo bajo las condiciones que impone la lógica de las licitaciones. Una señal, dicen varios, es que son muy pocos los profesionales mayores que siguen en este campo. La mayoría son jóvenes encadenando campañas temporales, contratos inestables o facturando como autónomos. A esto se suma el esfuerzo físico de horas agachados, desplazando tierra, el desgaste emocional o las visitas habituales al fisioterapeuta o a terapia psicológica. También las mudanzas, el insomnio, la ansiedad, la falta de arraigo o la dificultad para conciliar. Sostener esta causa implica mucho más que saber hacer, exige también poder sostenerse a sí mismos.

La mayoría son jóvenes encadenando campañas temporales, contratos inestables o facturando como autónomos. A esto se suma el esfuerzo físico de horas agachados, desplazando tierra, el desgaste emocional o las visitas habituales al fisioterapeuta o a terapia psicológica.

Contar esas violencias unidireccionales requiere otra ética, y también otro lenguaje. Ricardo, historiador, cuenta que son habituales las ausencias documentales o los silencios administrativos. Daniel critica la desigualdad del estatus de desaparecido cuando se trata de las víctimas del franquismo. A diferencia de otras desapariciones y asesinatos, el Estado no asume directamente las búsquedas con personal funcionario, como debería suceder en cualquier proceso de justicia. Ante todo esto, el relato de las familias cobra aún más valor.

Muchos equipos han ampliado sus tareas hacia la divulgación, entendiendo que narrar también es parte del cuidado. Eloy Ariza (Granada, 1994), técnico en diseño y fotografía, trabaja en Arqueoantro documentando el proceso con fotografías que van más allá del registro técnico. Sus imágenes, expuestas ya en varias exposiciones, contienen una sensibilidad que busca interpelar. Defiende mostrar la crudeza de lo hallado, siempre con autorización, porque, como le dijo un alumno en una actividad en un instituto: “Estamos hartos de que nos edulcoren la memoria histórica, sobre todo en clase.” Una frase que revela la urgencia de formas de divulgación que realmente conecten con los jóvenes.

Mostrar también puede ser una forma de reparación y trasmisión. El trabajo de Arqueoantro fue el eje de la exposición “Arqueologia de la memòria. Les fosses de Paterna”, en el Museu de Prehistòria de València. Una muestra brillante que recorrió visualmente la ideología franquista, la conexión con otras dictaduras, el proceso arqueológico, los objetos hallados y los testimonios familiares. Todo ello con un equilibrio poco habitual, sin caer en lo excesivamente documental que a menudo lastra las narrativas reduciéndose a la frialdad de las cifras o los informes académicos o técnicos.

Eloy Ariza defiende mostrar la crudeza de lo hallado, siempre con autorización, porque, como le dijo un alumno en una actividad en un instituto: “Estamos hartos de que nos edulcoren la memoria histórica, sobre todo en clase.

Francisco de Asís Carrión (Granada, 1989), sociólogo, llegó a este campo con cierta duda, consciente de que era un entorno dominado por la arqueología y la antropología. Francisco, desde su área ha hecho del contacto con las familias un lugar imprescindible: escucharlas, acompañarlas, mantener el vínculo. A veces, dice, esa relación se ha transformado en amistad. Francisco también se ha volcado en la documentación visual. Hasta 2022 nunca había cogido una cámara, pero desde entonces ha desarrollado una mirada propia, alejada del registro puramente técnico. Como él mismo señala, no todas las familias pueden acceder al Barranco de Víznar, bien por razones físicas o geográficas. Incluso, esas imágenes son una forma de cuidado.

El equipo ha desempeñado un papel clave, destaca Francisco, como mediador entre las familias y los vecinos de Víznar, un pueblo que carga con el estigma y la culpa heredada por los crímenes cometidos en su entorno. Además de compartir los avances en medios, su tesis, teje una cartografía de quienes sostienen estas labores de manera interdisciplinar. La convicción por no encerrarse en el estrecho marco de la causa memorialista o investigación científica, la colaboración con otras disciplinas y su generosidad han sido fundamentales. Gracias a su cercanía tuve el impulso y la confianza para ver posible el encuentro de estas voces. Gracias a quienes han compartido su tiempo, su voz y su experiencia para hacer que este relato común no solo se cuente, sino que se entienda como lo que es: una forma de cuidado, de compromiso y de memoria viva.

Estos equipos, que se encuentran por todo el mapa, no solo cuidan a los muertos, sino también a los vivos. No entienden esta tarea sin el compromiso hacia las familias. Lo sienten cercano a otras luchas: el feminismo, el antirracismo, libertad de expresión, lucha de clases, la defensa de derechos laborales o a una vivienda. Pero no basta con la convicción. No basta con hacerlo bien. Tienen que poder hacerlo mejor acompañados, con mejores condiciones, con derechos, con estabilidad. Porque si algo demuestran es que la memoria no solo se hereda: se reconstruye, se defiende y se sostiene con conocimiento, con cuerpo, con voz, con tiempo. Y quienes la hacen posible también merecen ser cuidados.

La investigación que construye este artículo ha sido producida con el apoyo de la Universidad de Granada.

Latas para recordar la crueldad de los campos de concentración de Franco

 https://www.lavanguardia.com/comer/20250704/10792920/latas-recordar-crueldad-campos-concentracion-franco.html

Las penurias de los soldados republicanos en manos de los sublevados 

El capítulo anterior de esta serie: El niño lobo que comía raíces y bayas



Un preso republicano, en un campo de concentración franquista de Burgos 

 Biblioteca Digital Hispánica

En 1977, dos años después de la muerte en la cama del dictador Francisco Franco, cuando la añorada Montserrat Roig explicaba que iba a publicar un libro de título revelador, Los catalanes en los campos nazis (Península; Edicions 62, en catalán), tuvo que escuchar muchas veces la misma pregunta por parte de  auditorios incrédulos: “¡Ah! ¿Pero hubo republicanos españoles que acabaron presos en lugares como Mauthausen?

Y tanto que los hubo, como ahora ya deberíamos saber todos gracias a la labor pedagógica de innumerables instituciones y de empeños personales como el de aquella gran periodista y escritora. Lo que quizá no sea todavía tan conocido es que en España también hubo campos de concentración en los que el bando sublevado encerró y obligó a trabajar como mano de obra esclava a soldados y defensores de la legalidad republicana.

Hoy el problema no es tanto la ignorancia o la falta de información como el negacionismo. Pero hubo muchos de estos centros de oprobio. Entre otros, los de Miranda de Ebro y Valdenoceda (ambos en Burgos), Bustarviejo y Cuelgamuros (Madrid), Albatera (Alicante), Castuera (Badajoz), Fuerte de San Cristóbal (Pamplona), Camposancos (Pontevedra)… Uno tan breve como significativo fue el de Casa del Guarda.

Hasta el 2022, del pasado de Casa del Guarda, en Jadraque (Guadalajara), no se conocía apenas nada. Un  experto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y otro del Grupo de Estudios de la Guerra Civil y el Franquismo de la Universidad Complutense de Madrid han encabezado un equipo para hacer con Casa del Guarda lo mismo que hizo Montserrat Roig con los catalanes en los campos nazis: luchar contra el olvido.

Tipo del hampa internacional de las  unidades extranjeras que luchan contra la España de Franco”

Pie original de la foto de abajo, de 1938(Biblioteca Nacional)
Un brigadista internacional, en el campo de concentración de San Pedro de Cardeña (Burgos); el pie de foto original lo califica de

Un brigadista, en el campo de concentración de San Pedro de Cardeña (Burgos) 

 BDH

Arqueología del campo de concentración de Casa del Guarda es una iniciativa liderada por Luis Antonio Ruiz Casero y Alfredo González-Ruibal (Premio Nacional de Ensayo de 2024 por Tierra arrasada). Las distintas excavaciones iniciadas hace tres años (el informe de la última se puede leer aquí) han exhumado objetos cotidianos, como latas de conserva, que permiten reconstruir la historia “de este espacio represivo del franquismo”.

A diferencia de otras arqueologías modernas, esta se halla íntimamente relacionada con la defensa de los derechos humanos y se remonta a la investigación de los restos dinamitados de las cámaras de gas de Auschwitz. Como los nazis en 1945 y como la mayoría de dictaduras, también el franquismo “se empeñó en ocultar esta parte de su pasado”. Pero no contó con unas piezas duras de roer (y corroer): las latas de conserva.

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Casa del Guarda funcionó desde mediados de 1938, cuando albergó a prisioneros de los Batallones de Trabajadores, soldados republicanos empleados por sus captores para tareas de fortificación y otras obras. Se mantuvo así hasta el desplome de los frentes gubernamentales, cuando recibió la llegada masiva de unidades del IV Cuerpo del Ejército Republicano y se reconvirtió en un campo de concentración al uso.

Hubo campos activos durante más tiempo. El de Jadraque se clausuró el 13 de abril de 1939, cuando sus ocupantes, que llegaron a ser 5.000, fueron redistribuidos en otros subcampos o recintos de detención de presos que no habían recibido juicio alguno (solo en la provincia de Guadalajara hubo 26 de estas cárceles). “El cautiverio –dicen los autores– redujo a miles de hombres a la miseria, las enfermedades y el hambre”.

Las temidas 'sacas'

Y no solo el cautiverio… Además de restos de conservas y otros enseres, en este rincón de Guadalajara han aparecido numerosas vainas percutidas, en particular, de fusiles Máuser: “En todas las fases de los campos de detención y concentración los prisioneros estaban expuestos a las temidas sacas y fusilamientos de urgencia, con mayor o menos incidencia en función del carácter del militar que dirigiese cada recinto”.

Los enseres recuperados por los arqueólogos no solo prueban “la violencia de los guardas”, sino también el hecho de que los prisioneros debían hacer vida al raso sin prácticamente nada, lo que les obligaba a reutilizar materiales, como latas reconvertidas en tazas. En algunos barracones se encontraron hasta 88 latas; algunas, de marcas que llegaron hasta nuestros días y que aún se comercializan, como Massó o La Lechera.

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“Concentración de prisioneros rojos” (el reverso de esta foto no lo dice, pero el de otra sí: estaban en Burgos y los llevaban a “arreglar carreteras” 

 BDH

La mayoría de conservas eran de atún o sardinas en aceite (algunas en tomate, según los análisis y restos de pintura). También había leche condensada, y no sólo de la marca antes citada, sino también de la extinta El Niño, además de carne enlatada, procedente de las ayudas de Argentina a la República (lo que refleja que los facciosos alimentaron en buena parte a sus presos “con los restos de la logística del Ejército Popular”).

La zona que los investigadores identifican como “la explanada sur” proporcionó 108 hallazgos, con una rareza por su excepcionalidad entre las poco variadas provisiones para los derrotados: una lata de calamares en su tinta de la marca viguesa Gándara y Haz” (esta empresa, que vivió su edad de oro gracias a la neutralidad española durante la Primera Guerra Mundial, cerró sus puertas definitivamente en 1970).

Prisioneros desposeídos de todo a su llegada a un campo de Burgos

Prisioneros desposeídos de todo a su llegada a un campo de Burgos 

 BDH

La lista de tesoros singulares incluye tinteros, una cajita de pastillas para la tos del doctor Andreu, un llavín, cucharas, monedas y fragmentos de botellas de cerveza (de Cruzcampo y de casas ya inexistentes, como El León). Y también muelles de colchón, pero en la zona de los guardianes, “lo que refleja que ellos sí descansaban sobre camas: no hay nada parecido en los barracones semiexcavados de los prisioneros”.

Otra diferencia llamativa entre unos barracones y otros fueron los cepillos de dientes y tubos de dentífrico, hallados exclusivamente en las dependencias de los vigilantes. ¿Significa ello que el Ejército Popular descuidaba la higiene dental? No, según revelan las excavaciones en las trincheras republicanas del Ebro. La  ausencia de tales objetos en el resto del campo se debe “a los saqueos que sufrieron los presos a su llegada”.