Blog d'en Jordi Grau i Gatell d'informació sobre les atrocitats del Franquisme.....
"Las voces y las imágenes del pasado se unen con las del presente para impedir el olvido. Pero estas voces e imágenes también sirven para recordar la cobardía de los que nada hicieron cuando se cometieron crímenes atroces, los que permitieron la impunidad de los culpables y los que, ahora, continúan indiferentes ante el desamparo de las víctimas" (Baltasar Garzón).
Documentos en los que el Gobierno considera "ilegítimas y nulas" las condenas a 'Txiki' y Otaegi, junto a sus fotos en el 50º aniversario del fusilamientoVerificaRTVE
Nos habéis preguntado en el WhatsApp de VerificaRTVE si el Gobierno ha reconocido como "víctima del franquismo" a un miembro de ETA llamado 'Txiki'. Es cierto. Juan Paredes Manot, 'Txiki', fue fusilado el 27 septiembre de 1975, dentro de las consideradas cinco últimas ejecuciones del régimen franquista. El Gobierno ha declarado como ilegales e ilegítimos los consejos de guerra en los que condenaron a muerte a 'Txiki' y a Ángel Otaegi, también miembro de ETA, y ha aprobado las declaraciones de reconocimiento que pidieron sus familiares.
"El repugnante y cobarde pistolero etarra Txiki asesinó a sangre fría al policía de 29 años José Díaz Linares en presencia de su mujer. El gobierno de Sánchez le reconoce como 'víctima del franquismo'", leemos en el mensaje de WhatsApp que nos habéis reenviado, acompañado de una foto de un documento oficial expedido por el "Gobierno de España" en favor de "Don Juan Paredes Manot, 'Txiki'". Encontramos publicaciones en redes sociales como X y Facebook con el mismo mensaje.
'Txiki', fusilado el 27 de septiembre de 1975 tras un consejo de guerra
El 11 de diciembre de 2025, el Telediario de TVE de País Vasco informó de que el Gobierno de España reconoce, "por primera vez la ilegalidad y la ilegitimidad" de los consejos de guerra contra 'Txiki' y el que también era miembro de ETA Ángel Otaegi y declara ilegítimas y nulas las condenas que provocaron sus fusilamientos.
El Gobierno declara ilegítimos los fusilamientos de Txiki y Otaegi, últimos ejecutados del franquismo
Juan Paredes Manot, 'Txiki' y Ángel Otaegi, ambos miembros de ETA político-militar, fueron dos de los cinco fusilados el 27 de septiembre de 1975 en las últimas ejecuciones del régimen franquista, menos de dos meses antes de que muriera el dictador. También condenaron a muerte a tres miembros del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP): José Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz.
50 años de los últimos fusilamientos del franquismo
Condenado por el asesinato del policía Ovidio Díaz en el asalto a un banco
A 'Txiki' le condenaron en un consejo de guerra sumarísimo por el atraco en una sucursal del Banco Santander en Barcelona, en el cual falleció el policía Ovidio Díaz López. Las publicaciones de redes aseguran que "Txiki asesinó a sangre fría al policía de 29 años José Díaz Linares". El 29 de marzo de 1975, ETA asesinó a José Díaz Linares en el barrio de Intxaurrondo, en San Sebastián. Según publicó ABC el 1 de abril de ese año, 'Txiki' fue identificado como uno de los presuntos asesinos de este crimen, aunque nunca llegó a ser juzgado por ello. En cuanto a Ángel Otaegi, el consejo de guerra le condenó a muerte por el atentado contra el cabo de la Guardia Civil Gregorio Posada.
El Consejo de Ministros celebrado el 26 de septiembre conmutó la pena de muerte a seis de los once condenados: José Antonio Garmendia, Manuel Blanco Chivite, Vladimiro Fernández, Concepción Tristán, María Jesús Dasca y Manuel Cañaveras. Los otros cinco fueron fusilados el día 27, a primera hora de la mañana.
Rafael Balaguer, republicano, profesor numerario y Director de la Escuela Normal de Castellón durante la Segunda República, sufrió la depuración como funcionario público dedicado al Magisterio por su vinculación pública con el republicanismo y participación en actos institucionales representando a la Escuela como Director y por la evacuación y traslado del Centro a Valencia. Aunque declarado como republicano moderado y numerosas personas atestiguaron a su favor, fue condenado por auxilio a la rebelión a pena de cárcel, separado de su cargo docente para prestar servicios en Escuelas Nacionales de Primera Enseñanza, fuera de la provincia y condenado a una multa pecuniaria. Tras quince años de inhabilitación, se incorporó de nuevo como profesor de la Normal de Castellón.
"Frío, miseria, hambre, humillación, palos y más palos". Habla Octavio García Hernández. Nos remontamos a 2004, a una entrevista para El País, en la que, por primera vez en casi tres décadas de democracia, un superviviente de la Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía, en Fuerteventura, cuenta lo que vivió al otro lado de los muros del penal. No es cualquier superviviente. A Octavio no le condenaron por su militancia política, ni por un delito menor. A Octavio le condenaron, simple y llanamente, por ser "maricón", término despectivo con el que se les llamaba en aquella época.
Ocurrió en 1954, quince años después de la derrota republicana en la Guerra Civil, con Franco ya establecido en el poder. "El Gobierno se dijo: Vamos a limpiar de maricones Las Palmas", denunciaba Octavio, fallecido en 2018, en esa primera confesión pública. Las Palmas, Canarias y toda España. Una limpieza que el régimen orquestó a través de un engranaje legislativo y jurídico con el que institucionalizó la persecución y represión de "invertidos". A partir de una pieza clave: la Ley de Vagos y Maleantes.
"La norma se aprobó en realidad en el 33, durante la Segunda República", apunta Víctor Ramírez, activista e investigador de la memoria del colectivo LGBTIQ+. "Lo que hizo fue establecer una serie de mecanismos de control para todas aquellas personas que, de alguna forma, se salían de los márgenes de la sociedad", continúa el escritor de Peligrosas y Revolucionarias (Ediciones Tamaimos, 2019). Mendigos, toxicómanos, jugadores, proxenetas, delincuentes habituales... Un cajón de sastre para castigar, sin miramientos, la marginalidad. Para limpiar las calles.
El régimen franquista nunca la derogó. "Todo lo contrario, supo ver su potencial", confirma en conversación con Público Ramírez. Incluyendo una categoría criminal más: la homosexualidad. Que, a partir del 54, pasó a ser considerada un peligro social. "Un delito, una enfermedad, una perversión contraria a la moral nacionalcatólica", enumera Federico Armenteros, también activista y presidente de la Fundación 26 de Diciembre. No era, sin embargo, la primera vez que Franco ponía la homosexualidad en el punto de mira. "En el 45, la dictadura ya la había tipificado como delictiva dentro del Código de Justicia Militar", recuerda Armenteros. Bajo pena de prisión de entre seis meses y seis años.
Un encarcelamiento que se sistematizó con la Ley de Vagos y Maleantes. Con frecuencia en módulos o galerías de invertidos, separados del resto de presos. Así sucedió, por ejemplo, en las cárceles de Carabanchel o Badajoz. "Sufríamos una doble estigmatización", apunta Armenteros. Primero, al entrar en prisión; una vez dentro, al ser señalados y separados de los demás reclusos. "Éramos contagiosos, unos depravados", denuncia a Público el activista. Otra posibilidad era el internamiento en colonias agrícolas, donde los presos, en régimen de trabajo forzado, podían permanecer hasta tres años.
Octavio García, superviviente: "Algo así te transforma, te quita la mente"
Una cárcel perdida en medio del desierto
Tefía fue una de ellas. "Era como un campo de concentración pero sin cámara de gas", llegó a verbalizar Octavio, que vivió allí un absoluto infierno. "Sufrieron todo tipo de humillaciones, malos tratos y palizas", explica Ramírez. A lo que había que sumar las propias condiciones de vida del penal, empezando por la disciplina de trabajo. "Estaban obligados a trabajar de sol a sol en una cantera de piedra, levantando muros y todo tipo de obra pública", desarrolla el investigador. Sin descanso, sin compasión.
Octavio pasó allí un total de 16 meses, cuando tenía apenas 19 años. Una experiencia que le dejó un recuerdo imborrable. "Algo así te transforma, te quita la mente, te la estropea toda", explicaba en una entrevista en 2016. "Aquella tierra es inhóspita. Todo el día haciendo gavias, quitando muros. Lleva esta piedra allí, llévala allá", seguía contando el superviviente. Bajo un sol abrasador durante el día y un frío penetrante por las noches, obligado a dormir en un petate sobre el suelo de tierra y con las ventanas abiertas. Y, sobre todo, con hambre, mucha hambre. "En ocasiones, incluso les retenían la comida durante días, hasta que se pudiese, y era entonces cuando se la entregaban", asegura Ramírez. ¿El resultado? Hombres que llegaban allí pesando cerca de 80 kilos salían sin llegar a los 50.
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Entrevista a Octavio García, víctima de la represión franquista del colectivo LGTBIQ+ en Tefía.Víctor M. Ramírez y el equipo de memoria histórica de la ULPGC.
Octavio no fue el único preso homosexual que contó lo que había vivido en Tefía. También lo hizo Juan Curbelo Oramas, que pasó tres años, la pena máxima, internado en la colonia. "Que este daño lo conozca el mundo, porque yo soy maricón, invertido, pero no vago ni maleante", se desahogaba hace más dos décadas el superviviente en una entrevista con el escritor Miguel Ángel Sosa, autor Viaje al centro de la infamia(Anroart Ediciones, 2006), uno de los primeros trabajos que dieron cuenta, en clave de ficción, de la existencia del campo.
Pero fueron muchos más los que pasaron por los barracones de Tefía. En funcionamiento entre 1954 y 1966, la colonia encerró entre sus muros a entre 300 y 350 presos. De ellos, por lo menos 22 eran homosexuales. Y quien dice homosexuales dice también hombres "afeminados" o incluso lo que se llamaba entonces travestis. Así lo corrobora Ramírez, que ha dedicado meses de investigación a bucear entre los expedientes de la época. "Llegué a contabilizar 192 expedientes abiertos en Canarias por homosexualidad hasta los años 70", sostiene el activista. 161 en Gran Canaria, 28 en Tenerife y tres en Lanzarote. De entre ellos, además de la veintena que acabó en Tefía, otros 68 fueron condenados a penas de reclusión, que cumplieron en las prisiones de Gran Canaria, Tenerife y La Palma.
La violencia no terminaba una vez salías de la cárcel. "Por ley, tenías que residir un año fuera de tu lugar de origen, por lo que muchos presos terminaron sufriendo un destierro en otra isla", explica Ramírez. Después de esta segunda condena -amplía el investigador- tenías que seguir presentándote mensualmente en comisaría. Un tiempo durante el que una sola ausencia podía considerarse motivo suficiente para hacer saltar las alarmas y pasar a estar en búsqueda y captura. "Para acabar de complicar las cosas, arrastrabas para siempre tus antecedentes penales, con los que era muy difícil conseguir trabajo y vivir con normalidad", añade el activista. "Vamos, que te jodían la vida", sentencia Armenteros.
Juan Curbelo, superviviente: "Yo soy maricón, 'invertido', pero no vago ni maleante"
A la Ley de Vagos y Maleantes le siguió, ya en los 70, la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, que también aplicaba a la homosexualidad. "Esta última se derogó parcialmente en el 78 y totalmente ya en el 95, hace apenas 30 años", señala el presidente de la Fundación 26 de diciembre. Como consecuencia, los presos homosexuales no empezaron a salir de las cárceles hasta principios del 79, más de un año después de la Ley de Amnistía que dejó en libertad a los últimos presos políticos de la dictadura.
La homofobia no murió con Franco
"Pero lo peor es lo que ha venido después", pone sobre la mesa Armenteros. El silencio, la condena al olvido. "Estamos hablando de miles de personas por toda España que han vivido décadas en una situación de estrés postraumático. Con vergüenza, con miedo. Personas a las que nadie ha reconocido públicamente todo lo que sufrieron, todo lo que el Estado les hizo", subraya el activista. Ni a ellas ni a sus familias. Porque no, la homofobia no murió con Franco. "Buen ejemplo de ello es que la OMS, la Organización Mundial de la Salud, no descatalogó la homosexualidad como enfermedad hasta 1990", apunta el activista. Y que la Ley de Matrimonio Igualitario no llegó a España hasta el año 2005, hace ahora 20 años. "Antes de ayer", valora Armenteros. Una norma que, además, terminó con un recurso en el Tribunal Constitucional.
Falta mucho por hacer. Y es que en el mundo sigue habiendo muchas Tefías. "Todos esos países en los que la homosexualidad se sigue castigando, incluso con la pena de muerte; los recortes en derechos de las personas trans en EEUU; las terapias de conversión que siguen pululando por España, a menudo vinculadas a la Iglesia o la ola reaccionaria que recorre Europa, criminalizando al colectivo”, enumera Ramírez. Contra ello, disponemos de un arma fundamental: la memoria. "Conocer lo que ha pasado, lo que hemos sido, es la mejor forma de que no vuelva a repetirse", coinciden los activistas. Y eso implica contarlo todo. Las terapias con electroshocks, las lobotomías, las pruebas de virginidad, la reclusión en psiquiátricos y en centros adscritos al Patronato de Protección de la Mujer. "Todas las barbaridades que se nos han hecho durante décadas, durante siglos, por el mero hecho de existir, de ser", denuncia Armenteros.
En este sentido, el Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática ha dado un paso en la buena dirección. Fuerteventura acogerá a principios de 2026 el acto de desagravio a la comunidad LGTBIQ+. Un evento, organizado como parte del programa España en libertad, que se celebra en la isla canaria precisamente por el simbolismo de Tefía. Los gestos de reparación no terminan ahí. En los próximos meses, la antigua colonia penitenciaria pasará a declararse Lugar de Memoria Democrática, además de convertirse en la sede de un nuevo centro de memoria que explique lo que fue la represión del colectivo durante la dictadura. Y también su historia de resistencia. Una petición por la que lleva décadas luchando la asociación majorera Altihay.
Así se cumpliría, por fin, el que fuera el propósito principal de sus víctimas, de Juan y Octavio. "Quiero contar todo esto para que se sepa, para que la juventud sepa cómo se reprimía la homosexualidad. O mejor, cómo pretendían reprimirla", reivindicaba en 2016 el segundo. "Todo esto sucedió. Y sucedió por ser maricón, única y exclusivamente por ser maricón", sentenciaba el superviviente.