El militante anarquista murió en diciembre de 1962 tras los malos tratos recibidos en esa cárcel guipuzcoana. El caso fue cerrado por la dictadura; la democracia nunca lo reabrió. La fundación Egiari Zor homenajea este domingo a la víctima.
BILBAO
No hubo Nochevieja para Vicente Lertxundi. No hubo justicia para la víctima ni castigo para los verdugos. Solo silencio y después impunidad. Una larga e indestructible impunidad que nació al amparo del régimen franquista y que se consolidó y cronificó en democracia: los verdugos que torturaron a Lertxundi llevaban uniforme antes, durante y después de aquel día. Nunca, jamás, respondieron ante un tribunal.
Las Navidades de 1962 se volvieron pesadilla para este militante anarquista del barrio donostiarra de Gros. Su paso por la cárcel de Martutene, una de las prisiones empleadas por la dictadura para encerrar a quienes resistían contra el totalitarismo, se convirtió en la práctica en una sádica pena de muerte extraoficial, ejecutada a golpes por los carceleros.
Lertxundi ya conocía el salvajismo del régimen. "Había sido detenido en varias ocasiones, por ejemplo en marzo de 1955 en Bermeo, donde recibió una fuerte paliza por parte de la policía franquista", señala un informe sobre vulneraciones de derechos humanos en Euskadi publicado por el Gobierno Vasco en 2016.
En diciembre de 1962 volvió a ser detenido en virtud de la ley de "vagos y maleantes". Su trágico destino fue la prisión de Martutene. "Según la familia, fue golpeado por los funcionarios del centro penitenciario y dada la gravedad de la situación fue puesto en libertad. Consiguió llegar a un barrio cercano a la cárcel, agonizando, y posteriormente falleció", destaca la asociación Euskal Memoria.
La versión oficial se remitió a señalar que el militante anarquista "fue trasladado a la enfermería de la cárcel aquejado de una dolencia cardiaca" tras lo cual fue excarcelado el 27 de diciembre de 1962, "muriendo en la calle", señala el informe del Gobierno Vasco.
El documento recoge que "vecinos del barrio de Txomin, entre Martutene y Loiola, en Donostia/San Sebastián, lo encontraron moribundo junto a la primera de las casas que colindan con la cárcel de Martutene, y lo trasladaron al hospital, donde falleció". De hecho, "los vecinos que le ayudaron testimoniaron que, aun estando agonizante", Lertxundi exclamó varias veces: "Me han matado. Me han matado". Tenía 50 años.
El caso fue cubierto con la más absoluta impunidad. "Ninguna instancia oficial abrió una investigación para aclarar las circunstancias de la muerte de Vicente", destaca el investigador Joxerra Bustillo en una reseña publicada en 2015 por Euskal Memoria.
En tal sentido, Bustillo subraya que "la versión oficial era el método habitual utilizado por la dictadura para esconder sus crímenes. Y si alguien se atrevía a poner en duda la versión única, corría peligro de ser a su vez objeto de las atenciones de la Policía, o de los carceleros, que tanto daba".
"Su caso continúa sin reconocimiento ni verdad, mientras que los responsables de todas estas brutales torturas, ya sea los ejecutores materiales o las instituciones responsables, continúan gozando de total impunidad", lamenta por su parte Iñaki Revuelta Lertxundi, sobrino-nieto del militante anarquista.
Una lacra impune
Según datos recopilados por Euskal Memoria, durante los últimos 70 años se registraron en Euskadi 5.657 casos de tortura. Con esas cifras sobre la mesa, la Fundación Egiari Zor –dedicada a trabajar en asuntos relacionados con las víctimas del terrorismo de estado– sostiene que se trató de una "práctica sistemática en los centros de detención" y subraya que fue posible "gracias al soporte de una estructura bien diseñada".
"La denuncia pública de lo que estaba sucediendo, las evidentes marcas y heridas en los cuerpos, el aniquilamiento psicológico de las víctimas y su entorno, no han sido prueba suficiente para quienes restaban credibilidad a esta brutalidad y no hicieron nada por detenerla", sostiene Egiari Zor.
En total, 14 personas –entre las que se encuentra Vicente Lertxundi– murieron a causa de las torturas mientras estaban a cargo de agentes policiales. Ocho de esos 14 casos se registraron ya en democracia, entre 1981 y 1993. Cinco se saldaron con condenas leves, mientras que en los restantes no hubo ningún tipo de consecuencia penal.
Este domingo, Egiari Zor celebrará un acto en Donostia para recordar a Lertxundi y a todas las víctimas de la tortura. Allí volverá a reivindicar que "es hora de sacar a la luz la verdad y de reconocer oficialmente a las víctimas que la violencia del Estado ha causado en Euskal Herria".
"La tortura ha sido una perversa herencia del franquismo que la ciudadanía de Euskal Herria ha sufrido independientemente del color del gobierno del Estado, durante la dictadura, la transición y la democracia", afirman los organizadores en la convocatoria.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada