GUILLERMINA PALENZUELA
'Público' ha logrado, a través de un reportaje, completar la historia de una bebé adoptada durante el franquismo y cuya familia biológica ha podido conocer su existencia gracias a un artículo publicado en la sección de 'Memoria Pública' el pasado mes de junio.
Las hijas de Guillermina Palenzuela López han logrado por fin completar su historia. 69 años después de que su madre diera en adopción a una hija con su mismo nombre en el Hospital Clínico de Barcelona, el reportaje de Público en el que aportó su testimonio ha permitido a la niña adoptada contactar con su familia biológica.
Guillermina madre, protagonista de esta historia, nació en 1913 en Almería. Fue una de aquellas mujeres agotadas por la feroz represión del régimen franquista. Tras su muerte, con tan solo 54 años de edad, dejó una historia oculta: desconocida: la existencia de una hija nacida tras su llegada a Barcelona en marzo de 1948. Tuvo que pasar ocho años en prisión por ser esposa de un importante dirigente comunista en Almería, Juan García Maturana.
Casi 70 años después de su adopción, Guillermina Fernández, la niña adoptada, ha logrado completar una biografía inconexa, las posibles circunstancias que llevaron a su madre a darla en adopción a una familia de militares catalanes. En plena posguerra franquista. “Me puse en contacto con el centro de Estudios Almerienses para saber si conocían algo más de mi madre biológica que salía en mi partida de nacimiento y aparecía en un libro de la represión durante la guerra civil en Almería”, escrito por el historiador Eusebio Rodríguez. El pasado mes de junio Público rescató su historia y publicó un reportaje pese a la poca información que esta mujer de 69 años tenía sobre su madre biológica.
Carmen tenía ocho años cuando vivó en primera persona la detención de su
madre en la
Almería franquista
Carmen García Palenzuela, hermana desconocida para la Guillermina adoptada, no olvida la desgracia que marcó desde el estallido de la guerra la vida de su madre. Hoy tiene 89 años de edad y en su memoria nítida no hay ni un recuerdo de la pequeña Guillermina. La historia no es fácil de narrar sin que se perciba el dolor en el hilo telefónico desde Vilanova y la Geltrú. “Ojalá mi madre lo hubiera dicho, habríamos buscado a mi hermana y le hubiéramos contado que mi madre tenía hijos y que somos sus hermanos”, aclara emocionada a Público.
Carmen tenía solo ocho años cuando vivó en primera persona la detención de su madre en la Almería franquista, colapsada por refugiados republicanos. “Era muy pequeña cuando la vi salir de mi casa de Almería”. Mi padre, Juan García Maturana, era un importante dirigente comunista en la ciudad y había huido la noche anterior a la entrada de las tropas franquistas. A ella se la llevaron presa dos guardias por ser la mujer de quien era”. La noche antes de que todo cambiara, Carmen recuerda una gran cena de despedida. Nunca podría imaginar lo que iba a venir después.
Guillermina madre estaría presa dos años en la prisión provincial de Almería, cuatro en el penal de Málaga y otros dos en Granada. Así lo dictaba su condena de doce años de los que tuvo que cumplir ocho. Carmen no era la única hija de Guillermina y Juan García Maturana. Sus otros dos hijos menores, Juan y Rafael sufrieron en primera persona la crudeza de ser hijos de un dirigente comunista y el desprecio de los que se creyeron por derecho vencedores.
La cruda historia de Guillermina Palenzuela
Guillermina Palenzuela entra en prisión con tan solo 27 años. Su delito, tal y como constan en Consejo de Guerra fue un supuesto robo de joyas. El historiador almeriense Eusebio Rodríguez relata cómo “su encarcelamiento terminó en el año 1947”. Tenía 34 años de edad. “Nunca tuvo juicio por aquella causa ni un abogado defensor que interviniera en los ocho años de reclusión”, aclara el investigador. Mientras pasaron los años de hambre, Carmen, Juan y Rafael vivieron en la casa de su abuela en Almería. “Nos venía a ver la policía para saber si había venido correspondencia de mi padre. Yo fui durante aquellos años la única pista para encontrar a mi padre que se había marchado a Rusia”. Los hijos de Maturana estaban vetados de comedores sociales, tuvieron que dormir incluso en cuevas alguna noche por “el temor que mi abuela tenía de los vecinos”, recuerda Carmen.
Hambre, miseria y desprecio de los vencedores
Una de las anécdotas más tristes para esta niña de la guerra fue el día que un guardia le llegó a golpear con un fusil por no dar paradero de su padre. “Nunca te dejaban en paz”, narra Carmen. La más amarga de todas fue una de las visitas que logró hacer a su madre al finalizar uno de aquellos eternos interrogatorios. “Me dijeron que podía ir a verla, pero no veía a mi madre. Era una mujer morena y muy guapa, pero estaba amoratada sin fuerzas y solo sabía decirme que no me preocupara”.
Su matrimonio con un dirigente comunista llenó su vida de persecuciones, vejaciones y prisión
Al finalizar de la condena, Guillermina Palenzuela busca trabajo en Almería. Un reto que parecía imposible por su pasado reciente. “Su afán era estar con nosotros y seguir con su vida pero no la iban a dejar por ser esposa de Maturana”, declara. A los pocos meses se marcharía a Granada para trabajar en una casa. Carmen se iría con ella para trabajar a los 14 años de edad.
Las extremas condiciones de aquella Andalucía de posguerra llevaron a Guillermina madre a partir en barco a Barcelona, apenas con lo puesto. Era 1947. Carmen pierde la pista de su madre. “Me dijo que me avisaría cuando pudiéramos reunirnos con ella y me quede con mis hermanos”, señala.
La historia de Guillermina hija
Sin conocer con detalle las circunstancias de su vida en la ciudad condal, Guillermina Palenzuela daría a luz a una niña en marzo de 1948. Guillermina Fernández y Grau tiene hoy 69 años de edad. Y el mismo nombre que su madre biológica.
El nacimiento se produjo en el hospital clínico de Barcelona. A los pocos días se tramitó la adopción. Tanto Eusebio, el investigador, como la hija pierden el rastro biográfico de Guillermina. “Tras la salida de mi madre en el hospital y tramitar la posible adopción de mi hermana, mi madre nos llamó para venir hasta Barcelona”. Carmen narra con amargura como su madre se llevó este secreto a la tumba, sin que haya podido ser desvelado hasta 69 años después.
"Nunca me olvidaré cuando me enteré de que tenía varios hermanos"
La joven Guillermina hija se crío en el colegio de las Teresianas de Barcelona. “Mi padre adoptivo era militar y mi madre regentaba la cantina del cuartel militar de caballería Numancia número 9 en la calle de Lepanto de Barcelona”.
Sin saberlo, muy cerca en una habitación del Paral.lel, sus tres hermanos y su madre continuaron una vida de esfuerzos y sacrificio para salir adelante como emigrantes en una ciudad sacudida por la posguerra y la autarquía del régimen.
Guillermina Fernández logró el pasado 5 de octubre conocer su historia. O al menos a la familia que su madre le dejó. “Nunca me olvidaré cuando me enteré de que tenía varios hermanos, que mi madre había muerto muy joven. Sufrió muchísimo y me ha dado mucha pena conocer lo que tuvo que pasar en vida”.
Juan García Maturana rehízo de nuevo su vida casándose en Rusia. Nunca volvió a ver a la madre de sus hijos con vida. Carmen relata cómo Maturana regresó a España al final del régimen franquista solamente de visita a Barcelona. Guillermina madre ya había muerto de cáncer, con tan solo 54 años, fruto del sufrimiento y las dificultades que esta almeriense había pasado en vida.
Un reencuentro fortuito
El pasado mes de octubre, los nietos de Carmen García Palenzuela rastrearon por internet el nombre de su abuelo, García Maturana dando en el buscador de Google con el reportaje de su desconocida hermana Guillermina, publicado en este medio el pasado mes de junio. Ernesto, uno de los hijos de Carmen esperó junto a sus hermanos conocer de cerca la veracidad de la existencia de Guillermina. Hoy Carmen tiene 89 años y la otra Guillermina 68. El reencuentro se produjo por fin en Vilanova hace escasas semanas.
Guillermina relata cómo desde entonces su hermana Carmen y ella “hablan a diario de las pequeñas cosas del día a día”. No guardan rencor a su madre a pesar de que ha sido una absoluta casualidad la que les ha permitido conocerse. “Será el destino o un golpe de suerte pero conocernos ha sido una de las mejores cosas que me han ocurrido en la vida”, afirma emocionada la protagonista de esta historia.
A pesar de la emotividad del encuentro, a Guillermina hija le quedan lagunas en su historia. La identidad de su padre, las circunstancias que llevaron a su madre a darla en adopción en el clínico de Barcelona. El por qué no contó a su hijos la existencia de una niña que era hermana suya y vivía en la misma ciudad.
Estas preguntas sin resolver para Guillermina refuerzan la lucha de este medio por la búsqueda de la memoria y la verdad. Carmen ha encontrado el testimonio de una mujer perdida, el de su hermana pequeña, que buscaba su identidad y que gracias a una solicitud de búsqueda en el Instituto de Estudios almeriense ha desvelado parte de su historia.
Que la memoria nos siga regalando estos reportajes con final feliz en medio de una etapa tan dura como fue el franquismo.