Los guerrilleros que lucharon contra los nazis y en el Valle de Arán crearon un centro sanitario que hoy sigue siendo un modelo de la medicina social que querían para la República.
El Cuerpo de Guerrilleros Españoles, que había invadido el leridano Valle de Arán, en su retirada dejaron 129 muertos y 218 prisioneros en los frentes de batalla y llevaron consigo entre 241 y 588 heridos, según las fuentes, que habrían de recibir cuidados médicos en Francia. Previéndolo, la dirección del Partido Comunista de España había instalado, con ayuda de su homónimo francés, un hospital de primeros auxilios en Toulouse, sede del PCE, en el número 15 de la calle Varsovia –nombre que era, en realidad, una deformación de la expresión occitana verse vin, portabotellas o escanciador de vino–, un viejo château a las afueras que el gobierno provisional le permitió ocupar gracias a los ministros del PCF: 53 camas servidas por una plantilla de 25 médicos y enfermeras, comunistas en su mayoría, dirigidos inicialmente por el José Miguel Momeñe, al parecer un practicante graduado en la universidad de Valladolid, según Francisco Guerra (La medicina en el exilio republicano, 2003), que la experiencia médica en las guerras de España y contra los nazis lo habían hecho acreedor del grado de teniente médico de las FFI.
Concebido como hospital de sangre militar, tras acoger a los heridos de Arán y de los enfrentamientos con las tropas invasoras de Hitler, el Hospital Varsovia extendió su acción al cuidado sanitario de los exiliados españoles de Occitania, la mayoría de los 527.843 refugiados en Francia al final de la Guerra Civil, de acuerdo con la estadística oficial francesa.
A los pocos meses de su funcionamiento, en mayo de 1945, se funda la Amicale des Anciens FFI et Résistants Espagnols para administrar el centro y transformarlo en hospital civil. El nuevo director es el comandante medico de las FFI Josep Torrubia, militante del PSUC, y su mano derecha, la anarquista María Gómez Álvarez, cirujana-jefa –aunque la precariedad de medios no haría posible instalar el primer quirófano hasta 1947, con sólo 16 camas quirúrgicas, según cuenta ella misma–.
La idea era organizar el Hospital Varsovia como referente de la sanidad republicana que se implantaría en España cuando retornara la democracia. Una sanidad universal, gratuita y avanzada científicamente que había puesto en marcha la II República. Paralelamente, con el mismo espíritu, la Cruz Roja Republicana Española estableció al amparo del gobierno en el exilio un centenar de dispensarios en la Francia liberada atendidos por sanitarios españoles.
Al principio, el Hospital Varsovia no disponía de otro material sanitario que el que le aportaban los guerrilleros que lo requisaban de las tropas alemanas en fuga y algunas donaciones de ayuntamientos, los de Glasgow, Varsovia y el de Zurich, que, con la Centrale Sanitaire Suisse, donó un equipo de rayos X.
Pablo Picasso, que durante el último año de la guerra civil había fundado en París y presidía el Comité de Ayuda a los Republicanos Españoles para enviar alimentos y medicinas a las zonas republicanas asediadas, impulsó la recaudación de fondos de ayuda al “hospital de los españoles en Francia”. Marie Curie, Louis Aragon o Albert Einstein, además de una cantidad considerable de personalidades de todos los campos, acudieron al llamamiento del pintor. Y, sobre todo, el norteamericano Comité Antifascista de Refugiados (Joint Anti-fascist Refugee Committee, JAFRC) –presidido por Edward Barsky, el médico brigadista de la Abraham Lincoln–, que, a través del Comité de Servicio Unitario (Unitarian Service Committee, USC), lo subvencionó con 370.000 francos mensuales.
También participaron otras instituciones como la Casa de Galicia de Unidad Gallega de Nueva York, la Spanish Refugee Appeal de Vancouver, la Comisión de Asistencia de Cuba y La Comisión de Ayuda al hospital Varsovia de México. Numerosos catedráticos de la facultad de Medicina de Toulouse contribuyeron con apoyos e influencias al mantenimiento del Hospital Varsovia, especialmente el oncólogo Joseph Ducuing, miembro del PCF, que será decisivo, como veremos, para la supervivencia de la institución sanitaria de los guerrilleros. La Seguridad Social francesa también se involucró y desde finales de 1947 le reembolsaba 56 francos por cada consulta médica evacuada.
Pese a las limitaciones económicas y técnicas, poco a poco el equipo del hospital hace crecer su proyecto de medicina social, en el que se potencia la formación del personal, tanto médico como auxiliar, y la investigación, como los estudios realizados por Joaquín Vinyes sobre la avitaminosis C y el adelantado estudio del uso adecuado de la penicilina, proporcionada por el USC, su acción terapéutica, dosificación adecuada y efectos secundarios, de gran importancia y aplicación en la práctica hospitalaria francesa. Sus programas de acción sobre la desnutrición y la prevención sanitaria, así como sus campañas contra la tuberculosis, la sífilis y la mortalidad infantil tuvieron una notable repercusión en la salud de los refugiados españoles. Fueron pioneros sus programas de lucha contra el cáncer, con el apoyo del Centro Anticanceroso de Toulouse, dirigido por el citado doctor Ducuing.
Todo ello se recogía a través de una revista propia, Anales del Hospital Varsovia –subtitulada “Walter B. Cannon Memorial”, en homenaje al reputado fisiólogo que fue devoto de la causa republicana y miembro destacado del JAFRC–. El primer número apareció en julio de 1948 con la declaración de principios: “Velar por la salud de toda la emigración española republicana en Francia”.
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