dilluns, 4 de desembre del 2017

Entrada 17900. Identifican en una fosa cántabra los restos de al menos nueve asturianos muertos en la Guerra Civil.

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La memoria. José Antonio Larrinoa muestra una foto de su tío Juan, ataviado de ciclista. / IGNACIO PÉREZ
La memoria. José Antonio Larrinoa muestra una foto de su tío Juan, ataviado de ciclista. / IGNACIO PÉREZ

Un jubilado que buscaba a su tío saca a la luz una lista de 74 soldados republicanos cuyos restos permanecen en un cementerio de Santander

MARTÍN IBARROLA
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Cuando Juan Larrinoa Arza entró caminando a Ampuero (Cantabria) el 12 de julio de 1937 tenía 22 años y un futuro brillante como ciclista. Era teniente del cuarto batallón 'Carlos Marx' de la UGT. Ese mismo lunes de verano, la aviación franquista bombardeó el pueblo y mató a numerosos milicianos republicanos. Ochenta años más tarde, su sobrino, José Antonio Larrinoa, se propuso encontrar a su tío con un par de fotos y alguna anécdota como único punto de partida. No se imaginaba que encontraría a 74 combatientes -al menos, nueve de ellos asturianos- olvidados en una fosa común en el cementerio cántabro de Limpias.
Este jubilado vizcaíno invirtió todo su tiempo en recorrer decenas de pueblos y comprobar una a una las listas de fallecidos que se conservaban en los ayuntamientos. A finales del verano, a punto de perder la paciencia y tras dos meses de exhaustiva búsqueda, probó suerte en la parroquia de San Pedro de Limpias, donde se han sucedido un total de ocho párrocos desde 1937. José Antonio preguntó a un paúl llamado Víctor Santos que llevaba dos años en el puesto y no tenía constancia de ningún registro del pequeño cementerio que corona la localidad. «Los libros de defunciones tan antiguos suelen mandarse al obispado. No esperaba encontrar nada. Miré las estanterías del despacho solo por si acaso», confiesa el sacerdote. Descubrió el viejo ejemplar escondido entre los volúmenes de bautizos y matrimonios.

LOS NUEVE ASTURIANOS DE LA 'LISTA LARRINOA'

Vento Silda, Juan.
Batallón asturiano nº 236 'Vorochiloff', 1ª compañía. Muerto el 11 de julio. «Estaba casado».
Álvarez López, Nicolás.
Batallón asturiano nº 242 'José Guerra Pando', 3ª compañía. Muerto a consecuencia de heridas el 13 de julio.
Rodríguez Valero, Arcadio.
Batallón asturiano nº 242 'José Guerra Pando'. Muerto el 1 de julio.
Puertas Sánchez, Antonio.
Batallón asturiano nº 236 'Vorochiloff'. Muerto el 10 de julio por heridas.
Hevia García, Amalio.
Batallón asturiano 236 'Vorochiloff', sección de ametralladoras. Murió el 9 de julio.
Mejida García, Adolfo.
Batallón asturiano nº 265. Muerto el 9 de julio por heridas.
Diéguez Álvarez, José.
Batallón asturiano nº 222 (Izquierda Republicana de Asturias), 1ª compañía. Muerto por heridas el 8 de julio.
Rodríguez Cantaneli, Valentín.
Batallón asturiano nº 224 'Ladreda'. Muerto el 7 de julio por heridas.
Acebal Muñiz, Luis.
De Sanidad Militar de Asturias. Fallecido el 5 de julio.

El cura ecónomo de la época había copiado con una cuidada caligrafía los documentos del juzgado donde se detallaban las personas sepultadas entre 1936 y 1937. «¡Había 74! El párroco estuvo un rato largo leyendo los nombres y de pronto se le cambió la cara. Había encontrado a mi tío». El difunto número 56. «Juan Larrinoa Arza. Teniente. Fallecido el doce de julio a consecuencia de heridas recibidas en el bombardeo de Ampuero».
José Antonio reconoce que esas pocas palabras le produjeron tanto alivio como tristeza. «Me habría gustado que mi padre viviera para saber dónde estaba enterrado el tío. En casa no hablaban mucho del tema. Solo espero que esta lista sirva para que otras familias puedan encontrar a sus seres queridos».
Familias como las de Juan Vento Silda, de quien se detalla que «estaba casado», Nicolás Álvarez López, Arcadio Rodríguez Valero, Antonio Puertas Sánchez, Amalio Hevia García («sección de ametralladoras»), Adolfo Mejida García, José Diéguez Álvarez («Izquierda Republicana de Asturias»), Valentín Rodríguez Cantaneli y Luis Acebal Muñiz, los nueve asturianos de la 'lista Larrinoa'. Todos ellos muertos en el mes de julio. La mayoría, «a consecuencia de heridas». Todos, pertenecientes a cinco batallones ('Vorochiloff', 'José Guerra Pando', 'Ladreda', 265, 222) a excepción de Luis Acebal Muñiz, «de Sanidad Militar de Asturias».
El cura Gregorio Ungo firmó el documento en el que aparecen sus nombres el 11 de septiembre de 1938. «En esa época se bailaba al son que correspondía, pero Ungo tuvo la deferencia de guardar los nombres», explica el párroco, que ahora considera la opción de colocar una placa de reconocimiento.
El historiador local Fernando Obregón, experto en los estragos que supuso la contienda en la zona, asegura que la 'lista Larrinoa' ha salvado a muchas personas del olvido. «De no ser por el cura que copió los nombres y por el empeño con el que José Antonio Larrinoa buscó a su tío, habrían desaparecido para siempre. A saber dónde fueron a parar los papeles originales». Obregón comprobó los registros civiles y la bibliografía especializada. Solo una quincena de esos nombres estaban relacionados con el cementerio de Limpias. El resto era inédito.
«El Palacio Eguilior donde ahora se encuentra el lujoso parador de Limpias fue habilitado en aquella época como hospital de guerra del bando republicano. Esta fosa común no tiene que ver con la represión, no es una zanja en la cuneta. Las personas que fueron sepultadas aquí murieron en el frente o por heridas y enfermedades en el hospital», explica Obregón. Y, aunque el libro incluya a 74 personas, ni el párroco ni el experto descartan que haya más.
Rodeados por una situación caótica, los 74 combatientes muertos cayeron en el olvido. Un paisano de 89 años explicaba en el bar del municipio que él era un niño cuando montaron el hospital, pero no recordaba «nada de ninguna fosa». El enterramiento improvisado estuvo delimitado por una verja hasta que en los años setenta el enterrador se encargó de hacer «una reducción de restos» y taparlos con una capa de hormigón para colocar nuevos nichos encima. Así lo explicaba su hijo, José Luis, que ha heredado el oficio del padre y es el único que aún sabe dónde se encuentran exactamente los cuerpos.