divendres, 31 d’agost del 2018

“El Ejército franquista extendió los trabajos forzados coordinados desde los campos de concentración más allá de la Guerra Civil”

https://www.eldiario.es/norte/navarra/Ejercito-coordinados-concentracion-Guerra-Civil_0_807719530.html


Los batallones de trabajo forzado organizados por los sublevados en la Guerra Civil y la posguerra (1937-1945) se convirtieron en “el mayor sistema de trabajos en cautividad de la España contemporánea”. Estos batallones nacieron para derivar parte del ingente número de prisioneros que desbordaban los depósitos y campos de concentración, escogiendo a aquellos cuya desafección a la sublevación militar quedó demostrada o era dudosa. Llegaron a incorporar a decenas de miles de personas (a comienzos de 1939, rozaron los 100.000), según se recoge en la tesis doctoral defendida en la Universidad Pública de Navarra por el historiador Juan Carlos García-Funes (Segovia, 1986). Entre ellos, no solo hubo prisioneros de la Guerra Civil, dado que, una vez terminada la contienda, también se incorporó a esta forma de explotación a jóvenes (también clasificados como “desafectos”, ahora al nuevo régimen) que debían realizar el servicio militar y a parte de los sancionados por la Fiscalía de Tasas, que perseguía el estraperlo.
- Son números muy grandes de trabajo en condiciones de esclavitud.
- Sí, en 1940, los cautivos en manos del sistema de campos de concentración que realizaban trabajos forzosos eran 92.000, y los presos que redimían pena en el sistema penitenciario eran 18.000 ese mismo año. Una diferencia abismal. En el imaginario colectivo están más presentes los trabajos de presos por los pantanos, Cuelgamuros, el beneficio de determinadas empresas… los campos de concentración, pese a involucrar a mucha más gente, son menos conocidos. Mi tesis aporta una cuantificación batallón a batallón, mes a mes. Eso no existía hasta ahora. Hasta finales de 1942 no bajaban de los 30.000. Un volumen importante de gente manejada por el Ejército a placer. Yo no hablo de esclavos sino de trabajo forzado, por rigor de la investigación. No estamos ante trabajadores en propiedad de sus empleadores, a pesar de que pueda ser percibido así por sus protagonistas: ser obligado al trabajo gratuito y en cautividad invita claramente a usar este concepto. La abolición de la esclavitud no significó que se acabara con el panorama laboral de formas no libres o forzadas de trabajo. Por tanto, no es necesario el término esclavitud como carga peyorativa para referirnos a la utilización del trabajo forzado por parte de los sublevados en 1936 y del régimen que construyeron. Debe tenerse claro que ser otra forma de cautividad y de explotación no le resta un ápice de gravedad.
- Dice que los campos de concentración y los trabajos forzosos se extendieron más allá de la Guerra Civil.
Sí, por ejemplo, como avanzaba, en enero de 1940 había ya 92.000 prisioneros en campos. De ellos, como mínimo, 60.963 estaban derivados al trabajo forzado encuadrados en batallones. Según avanza el tiempo, hay menos gente en los campos, pero cada vez hay más proporción de los que se dedican a los trabajos forzosos. Se les llevaba donde se consideraban necesarios. Se da una enorme movilidad de cautivos por toda la geografía del Estado español (Península, islas, Protectorado Marroquí). Hacinados en camiones de ganado, sin lugares donde dormir, con alta accidentabilidad, tifus, otras enfermedades…
- ¿Por qué el sistema se extendió más allá de la guerra?
Dos cuestiones clave: los cambios en la prestación del servicio militar obligatorio, que empezó a clasificar a los reclutas en sus propias localidades en función de su propio pasado o el familiar. Los considerados “desafectos” en las Cajas de Reclutas no hacían un servicio militar al uso: ni juraban bandera ni disparaban un arma, sino que realizaban estos trabajos, integrando los llamados Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores. Si eran jóvenes que habían estado en prisión y salían en libertad condicional pero estaban en edad de hacer el servicio militar, se les encuadraba en los llamados Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores Penados. No les consideraban fiables para hacer el servicio militar. No con las mismas cifras que durante la guerra, pero sigue habiendo una cantidad de personas en campos de concentración y sometidas a trabajos forzados hasta mucho después de acabada la guerra. Los campos de concentración van menguando y se reestructuran, pero se mantienen. Por ejemplo, el Campo de Concentración de Miranda de Ebro se mantuvo operativo hasta 1948. El Ejército franquista extendió los trabajos forzados coordinados desde los campos de concentración más allá de la Guerra Civil.
- ¿Cuántos fueron en posguerra?
En posguerra oscilaron entre los 30.000 y los 50.000 hasta finalizar 1942, dependiendo del mes. Aunque desarrollaron diversos trabajos en diferentes provincias, en posguerra he observado cómo los fueron concentrando más en la frontera pirenaica y la sur, en el Protectorado Marroquí. Disponiendo de esta fuerza de trabajo, el Ejército se ahorrabala mano de obra libre o destinar los soldados ordinarios para realizar infraestructuras de protección de fronteras. El Estado franquista no sabía de dónde le podían venir los ataques con la segunda Guerra Mundial en marcha. Había un temor a la entrada de los Aliados. La frontera con Portugal no era un problema, estaba asegurada la estabilidad. Se intensificó la fortificación del Pirineo y Marruecos. ¿Significa esto que los trabajos forzados durante el Franquismo sólo se centraran en el ámbito militar? Ni much menos. El sistema de Redención de Penas por el Trabajo que se puso en marcha en 1938 desde el sistema penitenciario cubrió múltiples necesidades para infraestructuras y construcciones civiles. Son originados durante la guerra, que funcionaron en paralelo durante la primera mitad de los años cuarenta.Los prisioneros en campos de concentración nunca tenían claro ni el trabajo que iban a realizar ni durante cuánto tiempo, mientras que los presos que redimían pena eran más conscientes de su encierro y en qué consistía el sistema. Algunos testimonios de cautivos en campos de concentración y en batallones de trabajo forzado dan cuenta de esta desinformación, inestabilidad e inseguridad, podían pensar que que iban a estar así toda su vida.
- ¿Qué datos totales maneja?
- Aunque queda pendiente el complejo reto de conocer el número total de personas afectadas por el sistema de trabajos forzados, la tesis aporta los volúmenes mensuales de mano de obra entre 1937 y 1945. Así, a comienzos de 1939, cerca de 250.000 cautivos estaban encerrados en campos de concentración (alrededor de 100.000 de ellos, derivados al trabajo forzado). El número de cautivos trabajadores no descendió de los 30.000 hasta 1942 y se mantuvo en cifras cercanas a los 50.000 hasta esa fecha. He confirmado la existencia de, al menos, 291 batallones de trabajo forzado, a los que se suman decenas de unidades que, sin la estructura de batallón, cumplieron funciones muy diversas durante la guerra, a disposición de los diferentes cuerpos del Ejército, regimientos, comandancias militares y otras entidades castrenses, así como fábricas militares y militarizadas. Estaban en poder de los militares, a la espera de que decidieran qué hacer con ellos. El periodo fuerte es entre el 37 y el 42, pero el rastro de los batallones disciplinarios de posguerra se extiende hasta el 45.
- Usted destaca que estos trabajos forzados son solo los derivados de campos de concentración, no del sistema penitenciario civil.
Sí, yo cuando comenzaba hace años mis lecturas, observaba confusión entre las diversas formas de trabajo forzado. Las investigaciones de Fernando Mendiola me ayudaron mucho a conocer los trabajos forzados organizados con los cautivos en poder del Ejército, con los prisioneros de guerra. Es un tipo de encierro diferente a las cárceles, tiene sus propias reglas, y está muy relacionado con la guerra. El sistema de Redención de Penas está concebido claramente para una situación de posguerra. Cuando comencé mi investigación, las investigaciones sobre los batallones de trabajo forzado no era muy abundantes, pero hacían falta a una investigación a nivel estatal que aportar localizaciones, cuantificara los batallones, los cautivos que en ellos trabajaron, la actividad laboral que desempeñaron, etc. Con esa intención afronté la investigación.
- ¿Cómo estaba organizado?
- Los militares sublevados sabían que parte los prisioneros de guerra procedentes del Ejército Popular de la República que iban capturando en sus avances podían ser incorporados a su Ejército rebelde, pues podían haber sido llamados a filas por la República aunque comulgasen con las ideas de los sublevados. Desde los campos de concentración se buscan informes en sus poblaciones de origen y también mediante interrogatorios, con la intención de clasificarlos ideológicamente: aquellos afectos al “Glorioso Movimiento Nacional”, como llamaban a su sublevación, fueron integrados en las filas del Ejército. Los cargos de responsabilidad en el Ejército republicano podían ser derivados a juicios, aconsejos de guerra y acabar en prisión o ejecutados. A los militantes o simpatizantes de sindicatos, partidos de izquierda o del Frente Popular en general, les clasificaban como “desafectos” o “afectos dudosos”. A éstos son a los prisioneros que derivaron al trabajo forzado encuadrándolos en Batallones de Trabajadores, que se componían con 600-700 hombres o incluso más. Junto a la clasificación ideológica también se daba una clasificación por oficios.
- ¿Y qué trabajos realizaban?
- Salían desde los campos de concentración hasta diferentes puntos de la geografía de España en poder de los sublevados para hacer diferentes trabajos que eran considerados prioritarios. Trabajos militares, como fortificaciones, desactivar bombas, abrir trincheras, recuperar material de guerra, reparación de vehículos… trabajos que tenían relación directa con el desarrollo de la contienda. Pero también había trabajos con proyección civil: en un principio tenían interés militar, pero una vez acabada la guerra se quedan para uso civil: puentes, carreteras, aeropuertos, ferrocarriles, pistas de montaña… Había una ingente cantidad de mano de obra joven y preparada, y su lógica era que no estuvieran parados en lo campos de concentración. No olvidemos además que en la lógica de los militares, los cautivos habían provocado la guerra. Haber sido capturados no iba a hacerles esquivar la guerra y sus esfuerzos.
- ¿Quiénes se beneficiaron de estos trabajadores?
El Estado resultó el gran beneficiado de este sistema de trabajo, dado que el Ejército fue uno de los grandes empleadores, seguido de las autoridades civiles y, en menor medida, las empresas, eclesiásticos y particulares. Al tratarse de un recurso limitado, no se prestaba de forma ligera, ni mucho menos gratuita, y correspondía a Francisco Franco, desde el Cuartel General del Generalísimo, la decisión última sobre dónde serían empleados los cautivos y bajo qué condiciones. El grueso de empresas beneficiadas, sin embargo, protagonizaron más el sistema que se organizó desde las prisiones, no desde los campos de concentración. El Ejército concedió a sus trabajadores en algunos momentos, pero con condicionantes relacionados con la custodia y seguridad (generalmente a cargo de la Guardia Civil o Falange), así como con la alimentación. Pero una vez acabada la guerra, cuando los obreros movilizados a los frentes regresaron a sus hogares, este método se redujo, dado que se generaban conflictos  por el paro obrero. No era una “barra libre” y no siempre era beneficioso para las empresas en comparación con los obreros libres, que podían resultar más baratos. En mi tesis doctoral dedico un capítulo a analizar aquellos factores, lógicas y determinantes económicos que se dieron en la cesión y empleo de esta ingente masa de mano de obra cautiva dependiente del Ejército.
- ¿Qué empresas?
- No he encontrado tantas empresas como conocemos para el sistema de Redención de Penas civil, pero esto no implica que no utilizasen cautivos del sistema de campos de concentración. Entre las empresas peticionarias de prisioneros con fines mineros he encontrado a Babcock & Wilcox, Basconia C. A., la Sociedad Española de Explotaciones Mineras, la Sociedad de Minas de Aralar S. A. y la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya, la Sociedad Española de Talcos de León. Las empresas ferroviarias en las peticiones que he localizado son las compañías MZA (Compañía de los ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Alicante) y Andaluces. La actividad hidráulica la he encontrado en torno a Entrecanales y Tavora S. A.... Falta mucha información, además, porque hay archivos que no he podido consultar, que están cerrados. 
- ¿Qué archivos están cerrados?
En mi investigación doctoral predomina la consulta de documentación del Archivo General Militar de Ávila, del Archivo General Militar de Guadalajara (AGMAG) y del Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca (CDMH). En Ávila, he consultado información de la concesión de prisioneros de guerra a ayuntamientos y diputaciones, también peticiones de eclesiásticos para que se los cedieran, etc. Muchos elementos del funcionamiento del sistema. Pero existe documentación que no es accesible, es información clasificada. En Guadalajara, he consultado información personal de los cautivos trabajadores. En Salamanca he consultado el “Fondo de Batallones Disciplinarios y Campos de Concentración” del Archivo del Tribunal de Cuentas (ATC). Es accesible gracias a que el historiador Francisco Espinosa y la abogada Eva Moraga consiguieron por vía judicial que se abriera. Gracias a este fondo he podido cuantificar los batallones de trabajo forzado, sus integrantes y dónde y cuándo estuvieron desarrollando su actividad.  Conviene recordar que el gobierno del PSOE, con Carme Chacón al frente del Ministerio de Defensa planteó, a última hora tras ocho años de gobierno, una desclasificación, que el nuevo gobierno del PP frenó. Mi tesis doctoral tendrá limitaciones propias, desde luego, como todas, pero las limitaciones documentales quedan patentes y explicadas. Según podamos acceder a más documentación, podremos seguir completando el conocimiento de este gran sistema de trabajo forzado en cautividad.

Breve currículum

Juan Carlos García-Funes se licenció en Historia en 2010 en la Universidad Complutense (UCM) y cursó el Máster Interuniversitario en Investigación en Historia Contemporánea en la UCM y la Universidad de Zaragoza (2011-2012), antes de doctorarse en la UPNA, donde, entre 2012 y 2015, ha sido investigador en el Fondo Documental de la Memoria Histórica en Navarra.
Sus líneas de investigación se relacionan con la violencia franquista durante la Guerra Civil y el primer franquismo, y con el catolicismo social y su vertiente propagandística. Pertenece al Grupo de Estudio sobre la Historia de la Prisión y las Instituciones Punitivas y al Aula de Historia Social de la Universidad Complutense de Madrid. Es autor del libro “A recoger bombas: batallones de trabajo forzado en Castilla y León (1937-1942)”.
Ha participado en el proyecto “Tras las rejas franquistas” (libro documental y exposición del Foro por la Memoria de Segovia 2008), así como en otras exposiciones de carácter divulgativo sobre la violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura (“La dictadura de Franco: cuarenta años de represión” y “España en guerra: violencia en las retaguardias”).
La tesis Espacios de castigo y trabajo forzado del sistema concentracionario franquista ha sido calificada con sobresaliente “cum laude”, y también ha ahondado en la experiencia subjetiva del trabajo forzado a través de las memorias y autobiografías de quienes experimentaron este tipo de explotación. En ellas, García-Funes ha encontrado testimonios sobre la corrupción, los castigos físicos y psicológicos, las relaciones con la población civil y la situación de los cautivos, “obligados a trabajar largas jornadas en condiciones climáticas y humanas que algunos ni siquiera habían vivido durante la guerra, en las que la humedad, el frío, los accidentes, las enfermedades o las agresiones físicas iban afectando a sus cuerpos”.