El historiador Daniel Palacios González explora cómo los familiares de las víctimas del franquismo marcaron clandestinamente las fosas comunes, transformándolas en espacios de memoria y resistencia que hoy sirven como monumentos para la dignificación y el recuerdo de los caídos
En su libro “De fosas comunes a lugares de memoria: La práctica monumental como escritura de la historia”, el historiador Daniel Palacios González revela una historia poco contada sobre las fosas comunes de la Guerra Civil española y la dictadura franquista. La obra analiza cómo estos lugares de muerte se convirtieron en espacios de resistencia silenciosa, donde familias y comunidades desafiaron al régimen marcando discretamente los sitios de enterramiento y sembrando los primeros pasos hacia la recuperación de la memoria histórica en España.
Uno de los relatos más emotivos que Palacios recoge en su investigación es el de Paula, una anciana de Candeleda, que siendo niña fue testigo indirecto del asesinato de tres mujeres en una curva de la carretera local, conocida como ‘La Vuelta del Esparragal’
El libro, publicado por el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, explora cómo a partir de 1936, tras el golpe de Estado militar, las fosas comunes se convirtieron en una realidad omnipresente en toda España, llenas de cuerpos de personas asesinadas por sus ideales políticos, su compromiso con la República o, simplemente, por estar en el lugar equivocado. Estos cuerpos, en muchos casos, fueron enterrados en lugares ocultos o sin registro oficial, condenados al olvido por un régimen que intentaba borrar las huellas de su violencia. Sin embargo, como documenta Palacios, la memoria de estas fosas se mantuvo viva gracias a actos simples pero poderosos de los familiares y vecinos de los asesinados.
Uno de los relatos más emotivos que Palacios recoge en su investigación es el de Paula, una anciana de Candeleda, que siendo niña fue testigo indirecto del asesinato de tres mujeres en una curva de la carretera local, conocida como ‘La Vuelta del Esparragal’. Estas mujeres, ejecutadas por su compromiso republicano, fueron enterradas en una fosa clandestina. A lo largo de los años, Paula pasó por esa curva casi a diario y, sin contar a nadie lo que había presenciado, rezaba un padre nuestro cada vez que cruzaba frente al lugar. Décadas después, gracias a su memoria, se pudo localizar la fosa y exhumar los cuerpos, lo que dio paso a la creación de un monumento conmemorativo que honra a estas víctimas y transforma el sitio en un espacio de memoria.
Este tipo de gestos –el llevar flores, marcar con una piedra o grabar una cruz en un árbol– fueron los primeros signos de resistencia al régimen franquista, acciones que, aunque invisibles para las autoridades, significaban una forma de mantener viva la memoria de los caídos. El autor explica que, durante la dictadura, mientras el Estado celebraba a sus propios muertos en el Valle de los Caídos, miles de españoles se resistían al olvido de sus familiares asesinados a través de estas prácticas íntimas y silenciosas. Estas acciones de duelo clandestino, realizadas a menudo en condiciones de peligro, fueron fundamentales para evitar que la historia de las víctimas republicanas desapareciera por completo.
Palacios, quien recorrió más de 25.000 kilómetros por toda España para investigar sobre el terreno, documenta en su libro más de 600 monumentos construidos sobre fosas comunes
El libro también analiza cómo, con el paso de los años, especialmente tras el inicio de las exhumaciones masivas en el año 2000, muchas de estas fosas comunes comenzaron a convertirse en lugares de memoria y dignificación. Palacios detalla cómo, a lo largo del territorio español, las exhumaciones han permitido recuperar cuerpos, pero también han abierto un espacio para la construcción de monumentos, panteones y esculturas que hoy en día simbolizan tanto el recuerdo de las víctimas como la reivindicación de justicia histórica. Estas prácticas monumentales no solo buscan reparar el dolor de las familias, sino también inscribir en el paisaje una versión de la historia que fue negada durante décadas.
Un ejemplo significativo que Palacios aborda en su obra es la historia de Cervera del Río Alhama, en La Rioja, donde, tras la Guerra Civil, se produjo una represión feroz contra los simpatizantes republicanos. La memoria de aquellos fusilamientos quedó grabada en la mente de José Vidorreta, hijo de uno de los asesinados, quien durante más de 40 años revivió en su mente la última caminata de su padre hacia la fosa común. Finalmente, en los años 70, José promovió la exhumación de los cuerpos y la construcción de un panteón en el cementerio local, marcando el inicio de lo que hoy es un complejo proceso de recuperación de la memoria histórica.
Palacios, quien recorrió más de 25.000 kilómetros por toda España para investigar sobre el terreno, documenta en su libro más de 600 monumentos construidos sobre fosas comunes. Estas construcciones, que comenzaron como simples gestos con piedras o cruces, se han transformado en imponentes recordatorios de la represión y de la lucha por la justicia. Además, el autor destaca cómo la proliferación de estos monumentos ha provocado una "batalla por el sentido del pasado", en la que diferentes grupos intentan imponer su visión de la historia.
“De fosas comunes a lugares de memoria” nos recuerda que, incluso en los tiempos más oscuros, siempre hubo quienes se resistieron al olvido
Más allá de ser un recuento de hechos históricos, “De fosas comunes a lugares de memoria” también ofrece una reflexión profunda sobre el significado de estos monumentos en la sociedad actual. Palacios analiza cómo las fosas comunes, que en su momento fueron símbolos de terror y olvido, han sido transformadas a través de estos monumentos en signos de dignidad y resistencia. Según el autor, estos lugares no solo honran a los muertos, sino que también actúan como "escritura popular de la historia", permitiendo a las generaciones actuales y futuras reflexionar sobre los crímenes del pasado y las lecciones para el presente.
El libro se inscribe en la colección "Memoria Democrática" y promete convertirse en una referencia esencial para académicos, activistas y todas aquellas personas interesadas en la memoria histórica y los derechos humanos. Con un enfoque interdisciplinar que combina historia, arte, sociología y política, Daniel Palacios González ofrece una obra que no solo rescata el pasado, sino que también arroja luz sobre los desafíos actuales en torno a la memoria, la justicia y la construcción de una sociedad más democrática.
“De fosas comunes a lugares de memoria” nos recuerda que, incluso en los tiempos más oscuros, siempre hubo quienes se resistieron al olvido, manteniendo viva la llama de la memoria a través de gestos sencillos, pero cargados de significado.
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