Luis Castro Berrojo
Si la Casa de Correos de Madrid es “la esencia de la madrileñidad”, como dice extasiada Esperanza Aguirre, y si, según la presidenta Díaz Ayuso, “Madrid es España dentro de España” y “todo el mundo utiliza Madrid, todo el mundo pasa por aquí”, ese edificio de la Puerta del Sol vendría a ser el epicentro de la Nación Española, el eje en torno al cual giran todas las órbitas de la vida pública en este país y más allá. Así, cuando a fin de año los españoles nos atragantamos con las uvas, a la vez sincronizamos nuestros corazones con los latidos del reloj y hacemos votos de unión patriótica, esperando un año más de “libertades”, con verbenas y abundantes libaciones en las terrazas.
Madrid, rompeolas de todas las Españas, al decir de Machado, “capital europea del español”, “gran ciudad, al menos una ciudad grande” (Umbral). No habría más que decir, si no “de Madrid al cielo…”, un slogan muy conocido del literato Antonio de Trueba, que no se suele citar completo: “… porque es notorio que allí va quien sale del Purgatorio”. Pues no todos los españoles ven con tan buenos ojos la capital, ni a la actual inquilina de la casa de Correos, que para más de uno fue un infierno. Bajo las lujosas moquetas de los despachos de Díaz Ayuso aún hay manchas de sangre.

Ocurre ahora que el movimiento memorialista, respaldado por el gobierno, pretende añadir a las muchas notas histórico-artísticas de la Casa de Correos su carácter de lugar de memoria, poniendo una placa en su fachada (ya hay tres) en recuerdo de cuantos pasaron por la Dirección General de Seguridad, donde muchos fueron torturados o asesinados por la policía franquista a lo largo de cuatro décadas. Ayuso ya ha recurrido el expediente ante el Tribunal Constitucional, mientras que sus palmeros, entre los que están el exsocialista Joaquín Leguina, el equidistante Trapiello y el encantado de haberse conocido Savater, contraatacan con un panfleto visual intitulado “La real casa de Correos, sede del corazón de la verdad histórica de España”.
La derecha profunda vuelve con él a su visión mutilada de la historia, a un relato de oropel donde no cabe la memoria de la II República; donde se evoca la fecha del 11 de marzo, pero no la del 15 de mayo; donde se rememora a las víctimas de la Covid (sin señalar a los responsables de buena parte de las muertes), pero no a las de la dictadura franquista; donde vale ensalzar al pueblo que se enfrentó al invasor francés, pero no al que luchó contra el fascismo exterior y “nacional”. Se argumenta que recordar todo eso es volver al “guerracivilismo” y al enfrentamiento, lo que mancharía la imagen de un sólido edificio rehabilitado símbólica y arquitectónicamente como monumento aere perennius a la inmaculada transición.
Pero eso significa desfigurar la historia de España e insultar la memoria de muchos hombres y mujeres que en otros tiempos hicieron de la Villa y Corte la capital mundial de la resistencia frente al fascismo y que luego se jugaron la vida luchando contra la dictadura y por las libertades, desafiando a la represión aún en los momentos más difíciles. Como dijo Albert Camus, “fue en España donde los hombres aprendieron que es posible tener razón y, aun así, sufrir la derrota, que la fuerza puede vencer al espíritu, y que hay momentos en que el coraje no tiene recompensa”. Nos queda a las generaciones siguientes que convivimos en este Ruedo Ibérico y que compartimos los valores democráticos, si más no, el deber de memoria respetuosa hacia esos valientes derrotados, afirmando que su ejemplo, como el de los solidarios brigadistas internacionales, nunca podrá ser olvidado y no fue inútil, pues sigue guiando nuestra conducta.

Porque evocamos esa memoria democrática y popular, queremos ponerle algunas caras y nombres. Y enseguida me acude el recuerdo de Luis Alberto Quesada y el de su compañera Asunción Allué, a los que traté en Burgos hace muchos años. Solo de pasada mencionaré que Luis Alberto, con 17 años, acudió de inmediato a la Sierra de Madrid para defender la II República con las armas y llegó a ser capitán y comisario político del Ejército Popular (el más joven, según él; luego le oí algo parecido a su amigo Marcos Ana, con el que compartió años de prisión en Burgos); que luego pasó por los campos de concentración del sur de Francia y por el infructuoso intento defensivo de la línea Maginot frente a la invasión nazi; que, perseguido por la Gestapo en Burdeos, volvió a España para reanudar la lucha, tratando de restablecer las Juventudes Socialistas Unificadas; que fue finalmente detenido a causa de un chivatazo y conducido a los sótanos de la entonces Casa de los Horrores de la Puerta del Sol, donde fue interrogado y torturado durante varias semanas. Luego fue condenado a cadena perpetua, de la que cumplió 13 años (Marcos Ana tuvo dos condenas de muerte y 23 años de prisión). Al salir de la cárcel volvió a Argentina. ¿Qué iba a hacer en la España de Franco un hombre así? En Argentina se le consideró “ciudadano ilustre”.
No acaba ahí la historia. Asunción, con la que se había casado en Burdeos y acababa de tener un hijo, fue engañada por el mismo chivato para que acudiera a Madrid, donde también fue detenida y conducida a los calabozos de la Puerta del Sol con su bebé en brazos. Ninguno de los dos sabía que compartían comisaría. Así lo cuenta el propio Luis Alberto, en un testimonio recogido por Susana Rodríguez Moreno y accesible en la web de Cervantes virtual:
En Gobernación la metieron en una celda y el drama fue que se le había cortado la leche. Desde mi celda, yo sentía llorar a un niño sin saber que era mi hijo. La dejaron en libertad y tenía que presentarse todos los días, a las doce, a la policía social, en el Ministerio de Gobernación, en la Puerta del Sol (…). En Gobernación, en la tortura a la que éramos sometidos, mataron a Bonifacio Fernández, el camarada que estaba a cargo de la J. S. U. antes de que yo llegara…

Cabe pensar que los señores Trapiello, Aguirre, Gallardón, Cifuentes, Barrionuevo, Barranco, Leguina y Savater ignoran este episodio concreto, pero sin duda no el hecho de que la Casa de Correos fue durante décadas sede de los servicios centrales de la policía franquista y un centro de reclusión y tortura -así se reconoce muy de pasada en el vídeo que comentamos−; siendo así, no se entiende desde qué posturas éticas o políticas se desprecia la memoria de los afectados, contraviniendo leyes españolas vigentes y principios más generales de la justicia internacional, que hablan del derecho a la verdad, la justicia y la reparación de las víctimas en casos de graves violaciones de derechos humanos. No es ese el tratamiento memorial que dan los países democráticos a los centros represivos de las dictaduras anteriores. Y no es con el olvido como se logra la convivencia democrática, ni con visiones patrioteras y sesgadas del pasado.
El ejemplo de las víctimas del franquismo es ahora más necesario que nunca, cuando la bestia parda vuelve a mostrar sus garras y su cortejo de odio, violencia y mentira. Por ello exigimos que se materialice simbólicamente su recuerdo en la fachada de la Casa de Correos, pero también el de la II República española, proclamada desde sus balcones un 14 de abril ante el pueblo de Madrid y de España; un régimen que, como afirmó una ley aprobada por Congreso con motivo de su 75º aniversario (2006), “constituyó el antecedente más inmediato y la más importante experiencia democrática que podemos contemplar al mirar nuestro pasado”.
Fuente: Conversación sobre la historia
Portada: manifestación a favor de la declaración de la Real Casa de Correos como lugar de memoria democrática 8foto: loquesomos.org)
Ilustraciones: Conversación sobre la historia
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