Marta García Carbonell y María Palau Galdón rescatan la historia de una red represiva que encarceló a miles de mujeres por no encajar en el ideal católico-patriarcal en dictadura y en democracia
Las autoras del libro "Indignas hijas de su Patria", Marta García Carbonell y María Palau Galdón22/05/25 |
El Patronato de Protección a la Mujer fue creado por el régimen franquista en 1941 y subsistió hasta 1985. Su objetivo declarado era perseguir la dignificación moral, impedir la explotación, apartar del vicio a las mujeres y educarlas con arreglo a las enseñanzas de la Religión Católica”. En la práctica, fue una red de control de los cuerpos, actitudes y comportamientos femeninos que encerró durante décadas a miles de niñas y mujeres que no encajaban en el canon católico-patriarcal de buena esposa y madre.
“Lo primero que sentimos fue rabia”, explica María. “Rabia de que una institución como esta existiera durante más de 40 años. Pensamos en nuestras abuelas, en nuestras madres. Yo ahora tengo 26 años y me libro de haber estado en el Patronato, porque era hasta los 25. Pero cuando lo descubrimos teníamos 20. Si hubiésemos nacido en otra época, podríamos haber sido víctimas de este organismo”.
El libro, publicado por la Institució Alfons el Magnànim, nació de un reportaje inicial sobre el convento de Santa Clara de València. Fue entonces cuando, entrevistando a dos historiadoras, oyeron por primera vez hablar del Patronato. “Nos sorprendió no saber qué era esa institución. Lo primero que pensamos fue: ¿cómo es posible que nadie nos hubiera hablado de esto?”, recuerda Marta.
A partir de ahí, comenzó una investigación periodística tan ardua como necesaria. Acceder a los archivos fue un proceso manual y fragmentario. “Pasábamos hojas durante días hasta que aparecía algo sobre el Patronato. Muchas cajas sin clasificar. Y los archivos eclesiásticos siguen cerrados. Nos dan excusas como incendios o inundaciones. Pero sabemos que la documentación existe, y la queremos para seguir construyendo la historia”, denuncian.
El Patronato, dependiente del Ministerio de Justicia, estructuró una red de centros dirigidos o tutelados por órdenes religiosas femeninas. Su presidenta de honor era Carmen Polo, “por ser ejemplo de mujer cristiana y española”. Las internas, en muchos casos menores de edad, eran consideradas ‘mujeres caídas o en peligro de caer’, ‘contaminadas y contaminantes’, ‘indignas hijas de su patria’. Bastaba con ser huérfana, rebelde, violada, lesbiana o, simplemente, llevar los labios pintados.
“Lo que se castigaba era no encajar en el modelo de feminidad franquista. Las encerraban por desobedecer, por existir de otro modo”, apunta Marta. Además del castigo físico, psicológico y moral, el Patronato se sostenía económicamente con partidas estatales, donaciones privadas y el trabajo forzado de las internas. “Hacían peluches, ensombrar cromos, incluso los del Mundial ‘El Naranjito’ del 82. Era mano de obra esclava. Empresas como Galerías Preciados o El Corte Inglés se beneficiaron de ese sistema”.
El libro recoge, entre otros, los testimonios de Consuelo García del Cid Guerra y Chelo Alfonso, internadas en varios centros. Consuelo, en palabras de las autoras, es una figura clave: “El Patronato le robó media vida y la otra media la ha dedicado a investigarlo. Sin ella, ninguna de nosotras habría conocido esta historia. Le debemos mucho”.
La publicación del libro ha abierto un canal inesperado: desde entonces, muchas supervivientes se han puesto en contacto con Marta y María para contar sus historias. “Necesitan ser escuchadas. Necesitan sentirse creídas. Durante años se han enfrentado al miedo, la culpa y la vergüenza. Algunas han sido tachadas de locas o putas por intentar contar lo que vivieron”.
Uno de los momentos más intensos fue acompañar a Pilar Dasí Crespo, una de las supervivientes, al reformatorio donde estuvo encerrada, hoy convertido en hotel. “Nos señaló el suelo que fregaban, el lugar donde dormían. Fue como un tour de la memoria. Para ella fue sanador. Para nosotras también”.
El próximo 9 de junio, a las 18:30 horas, en la Sala Pablo VI (Madrid) se celebrará un acto en el que la Conferencia Episcopal Española pedirá perdón públicamente a las supervivientes. Es un paso importante, pero insuficiente. “Este es solo el principio. Faltan archivos, reparación, atención psicológica. Muchas mujeres salieron del Patronato casándose con sus maltratadores, porque pensaban que así obtendrían la libertad. Las consecuencias se arrastran de por vida”.
Cuando les pregunto qué les dirían a las nuevas generaciones, no dudan: “Que pregunten a sus madres, a sus tías, a sus abuelas. Siempre hay una historia. Aunque no se supiera entonces que aquello era el Patronato, muchas estuvieron en conventos que dependían de él. “Queremos que esos silencios, esos susurros que antes solo se oían en las cocinas, se escuchen ahora en voz alta: en los medios, en las aulas, en las instituciones”.
Esa es la voluntad sanadora que atraviesa el libro de María y Marta. No solo para las supervivientes, sino también para una sociedad que, durante demasiado tiempo, ha ignorado —cuando no directamente negado— esta parte de su historia.
Porque, como recuerda Esther López Barceló —redactora del prólogo de Indignas hijas de su Patria— “sus historias eran importantes, aunque las contaran en susurros entre los fogones de las cocinas, aunque nadie las quisiera escuchar”.
Hoy, gracias a investigaciones como esta, esos susurros empiezan, por fin, a convertirse en voces que se alzan con fuerza.


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