dissabte, 7 de juny del 2025

Paqui, bebé robada en el franquismo: “Supuestamente nací en 1961. Lo único cierto es que llevo toda la vida buscando la verdad”

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Ni el hospital, ni la fecha ni los apellidos que figuran en su partida de nacimiento son reales. Paqui lleva más de treinta años buscando la verdad, como miles de personas arrancadas de sus madres durante el franquismo y la Transición
Francisca "Paqui" Bria Clérigues en su infancia
Una red con todos los eslabones implicados

Francisca Bria Clérigues, conocida como Paqui, nació –o eso consta en los documentos oficiales– el 9 de abril de 1961 en el Hospital Provincial de Valencia. O al menos eso dice su partida de nacimiento. Pero ni el hospital, ni la fecha, ni los apellidos que la identifican son seguros. “Yo supuestamente nací en ese hospital, supuestamente en esa fecha. Y digo supuestamente porque nada es cierto y todo puede ser verdad”.

Su caso, lejos de ser aislado, forma parte de una red oculta durante décadas. Durante el franquismo y los primeros años de la democracia, miles de niños y niñas fueron separados de sus madres al nacer y entregados a otras familias. A veces por razones ideológicas –como castigo a mujeres republicanas o consideradas "de mala vida"–, y otras como parte de un negocio estructurado: una red de adopciones ilegales y tráfico de menores.

“Durante años, en España, conseguir un bebé de manera ‘ilegal’ dentro de la normalidad era algo conocido por los trabajadores de muchos hospitales implicados, donde las monjas ejercían de personal sanitario”, explica Paqui.

Pero el entramado iba más allá de los hospitales. “Las ambulancias y los taxis eran los enlaces. Los que transportaban a los bebés. Se llevaban un tanto por ciento. Si se moría alguno, lo tiraban en las cunetas. Éramos mercancía”, denuncia.

Etiquetada y entregada como mercancía

Paqui fue entregada a sus padres adoptivos con tan solo 40 días de vida. Recuerda que su caso no fue único. “Otra chica que tiene una partida de nacimiento prácticamente idéntica a la mía fue entregada un día antes. Misma semana, mismo hospital, mismos firmantes, incluso la misma madrina. Había un cargamento. Una carga de bebés. Se sabía a qué hospital iban. Y cómo se repartían”.

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La escena que guarda en la memoria tiene el sello del horror administrativo: “Tengo aún un medallón de plomo que llevaba colgado cuando me entregaron. Pone ‘Hospital Provincial de Valencia’, cuna número 13. Nos etiquetaban, como si no fuéramos personas”.

Medallón de plomo que Paqui llevaba colgado en su entrega
Medallón de plomo que Paqui llevaba colgado en su entrega

Una infancia con preguntas silenciadas

El descubrimiento de su adopción no llegó por boca de su familia, sino a través de la crueldad de otros. “Me enteré de que fui adoptada a base de burlas en el colegio. Mis padres nunca me lo dijeron”.

A partir de ahí comenzó un camino tortuoso lleno de documentos que no conducen a ninguna verdad. “Buscas en el Registro Civil, ves tus apellidos y crees que se ha abierto la puerta a la verdad. Pero no. Nada es real. Los apellidos no son de tu madre ni de tu padre biológico. Son para identificarte, como si fueras el número de habitación de un hotel. Nos han mentido desde el principio. Y con nosotros se lucraron muchos”.

“En casi todos los pueblos había un facilitador. Si un matrimonio no podía tener hijos, sabía a quién acudir. Mis padres dijeron que querían una niña. Para que les cuidara en la vejez. Y ese hombre les apuntó en una lista”.

La elección tampoco era casual. “La edad idónea para adoptar en esa época era que los padres, casados por supuesto, tuvieran 40 años. Se consideraba que así su vida era estable y ejemplar, especialmente desde una perspectiva cristiana”, explica.

El silencio institucional y la búsqueda solitaria

Con el paso del tiempo, Paqui se lanzó a reconstruir su historia. Lo hizo sola, sin ayudas públicas. “No puedes denunciar porque, ¿en base a qué? Vas completamente a ciegas. Por eso digo que soy una supuesta bebé robada. O vendida. O dada en adopción. Nunca lo sabremos. Siempre hemos tenido que buscarlo todo por nuestra cuenta. Sin ayuda. Manifestaciones, concentraciones, pedir papeles… Y mientras tanto, las madres se mueren. Los hijos se hacen mayores. Y quienes quieren que esto se silencie, ganan”.

La sociedad tampoco lo ha puesto fácil. “Te humillaban. Era como si pidieras algo que no te pertenece. Te miraban como si no tuvieras derecho. Como si buscar a tu madre fuera traicionar a la familia que te crió. Y eso no es así”.

Y añade con emoción contenida: “Yo no odio a mi madre de sangre. Le estoy agradecida. Me trajo al mundo. Y me gustaría haber podido verla cinco minutos. Aunque solo fuera para despedirme. Pero hasta ese derecho se nos ha negado”.

ADN extranjero y una esperanza tardía

Ante el abandono institucional, muchas personas como Paqui han recurrido a bancos de ADN extranjeros. “Aquí el ADN no es habitual. Lo ven como algo raro. Pero en otros países es distinto. Allí no tienen miedo a reconocer delitos. Allí se investiga. Y si hay una coincidencia, te lo dicen. Aquí no”.

Hace tres años, Paqui se hizo la prueba en una base de datos estadounidense. Los resultados le devolvieron pistas inesperadas: coincidencias con personas de Asturias, Bélgica y Suiza. “Una vecina mayor me dijo una vez que yo venía de ‘allá arriba’. Y cuando me salió Asturias en la prueba, me quedé helada”.

Poco después, localizó una posible familia en un pueblecito asturiano. Decidió escribirles a mano. “No quería usar el teléfono. Tenía miedo de que me bloquearan por pensar que era una estafa. Quería que supieran que era una persona real, que solo buscaba la verdad”.

Quince días más tarde, recibió respuesta. “Me llamó una mujer. Me dijo que su madre había vivido en Valencia, que tuvo muchos hijos, y que al marcharse lejos de su familia, no se tenía conocimiento de que hubiese tenido una niña. Cuando vio mi foto, se puso a llorar. Me dijo: ‘Te pareces mucho a mi madre’. Y me ofreció hacerse el ADN. En diez minutos ya lo había pedido”.

Ahora, Paqui espera el resultado. “Si esa mujer fuera mi madre, murió en 2018. A veinte minutos de mi casa. Sola. Sus hijos habían muerto. Yo podría haberla visto cinco minutos. Decirle que no le reprochaba nada. Pero ya es tarde”.

El propósito de una vida: “Queremos morir en paz”

“Esto no es una obsesión. Es un propósito de vida. Lo hacemos con dignidad, con perseverancia. Queremos morir en paz. Saber quiénes somos. No estamos pidiendo herencias. Solo verdad”.

Y añade, frente a quienes cuestionan sus motivaciones: “Hay quien dice que todo esto es para buscar una herencia. No. Lo que queremos es poder despedirnos. Poder decir: esta fue mi madre. Y si no quiere saber nada, lo aceptamos. Pero que nos nieguen eso, también, es una crueldad. Y es ilegal”.

A la juventud: “Esto no ha sido un cuento”

Paqui tiene un mensaje claro para las nuevas generaciones: “Lo primero que les voy a decir es que esto no ha sido un cuento. Cuando la gente dice que es imposible que le cojan un niño a una madre sin que ella lo sepa o sin que los que están al lado lo sepan, sí que es posible”.

Explica que hubo confianza ciega en las instituciones. “Había inocencia, pero también mucha confianza. Nadie podía dudar de una monja o de un médico. Eran sagrados. Y además, en aquella época, la mayoría de edad era a los 21 años. Hasta entonces, tu padre mandaba sobre ti, tu marido, tu suegra, tu madre, tus hermanos mayores. Una mujer no tenía ninguna decisión, ni siquiera voto ni voz ni voto. Si ellos pensaban que ese niño tenía que darse, tu voluntad era cero”.

Una verdad aún por reconocer

Para Paqui, todo se resume en una lucha por lo esencial: “Con la Iglesia hemos topado. En España, la Iglesia tiene más poder que el Estado. En sus manos estaban nuestras vidas. Ellos ejercieron de Dios”.

Y concluye con la frase que resume el sentido de su vida: “Buscamos la verdad para vivir en paz. La verdad no es un privilegio. Es un derecho. El amor de los padres adoptivos y la verdad sobre tu origen deben crecer juntos. Muchos adoptados mantenemos el latido del corazón de la madre que nos trajo al mundo. Y el cordón nunca se cortó del todo”.