La Audiencia de Pamplona ratifica una resolución que anula los efectos de una adopción de 1971 y ordena al Registro Civil que corrija la filiación de un hombre de 54 años, una vez que ha descubierto quiénes son sus progenitores biológicos.
Su madre fue una de las mujeres que pasó su embarazo en los 'pisos-cuna' de Mercedes de Gras, uno de los nombres clave del negocio de las adopciones irregulares en el franquismo.

Madrid--Actualizado a
Santiago González Rueda ahora es Santiago Gómez Aldaz, aunque se hace llamar desde hace años Olmo, como el árbol robusto y resistente, en un rechazo del nombre de pila que le impusieron al nacer. Este profesor de matemáticas, a punto de cumplir los 54 años, se ha convertido posiblemente en el único español que ha logrado que un juez deje sin efecto su adopción, de 1971, y ordene al Registro Civil el cambio de filiación respecto a sus verdaderos progenitores, pese a la oposición del padre biológico. Su abogado considera que la sentencia es "inédita".
Olmo llevaba mucho tiempo intentando que la justicia resolviera un grave error del pasado, un "crimen" del pasado, corrige por teléfono desde su casa, en un pueblo de Valladolid. Y ahora la Audiencia Provincial de Navarra le ha dado la razón y ha confirmado una sentencia pionera del Juzgado de Primera Instancia 9 de Pamplona, que en noviembre de 2024 declaró, a la luz de las pruebas de ADN, que era hijo biológico de José Ramón Gómez, hijo a su vez de un reputado coronel franquista, destinado, en 1965, a la Fiscalía de Pamplona.
Año 1971. Primer acto
Para entender cómo llegó Olmo hasta esta sentencia pionera hay que empezar por el principio. Dos días después de nacer, el 25 de julio de 1971, el día de la festividad de Santiago Apóstol, en la Clínica Alameda de Bilbao, fue entregado a una familia, que formalizó la escritura de adopción nueve meses después en una notaría. La partida de nacimiento decía que sus padres biológicos eran desconocidos.
Creció el niño junto a unos padres cultos y de buena posición económica: Antonio González, cirujano traumatólogo con plaza en el Hospital de Cruces, y con María Rosa, brillante filóloga que fue dotada con una prestigiosa beca Fulbright. Unos progenitores que nunca le ocultaron que era adoptado y que no lograron suplir con cariño los fracasos escolares del pequeño Santiago, aquejado en la infancia con una meningitis que le dejó marcado durante la pubertad como "un niño tonto", apostilla.
"A los diez años nos trasladamos a León, donde me metieron en un colegio de los Maristas, que me hicieron la vida imposible. Me sentía presionado por los curas, por mis padres, por mis malas notas, y me convertí en ateo, anarquista y rebelde. Pero a los 14 años entré en un instituto público y todo cambió. Descubrí que se me daban bien las matemáticas, y de hecho, estudié Físicas en la universidad".
El entonces joven Santiago era consciente de que "en algún lugar estaba mi familia biológica. Pero era un tema tabú en mi casa, del que no se hablaba".
Año 2010. Segundo acto
El verano de 2010, tras el divorcio de Olmo, padre de tres hijos, y el fallecimiento de su padre adoptivo, descubrió un blog en Internet: Gotas de lluvia. "Había unas 300 personas en aquella comunidad que buscaban hijos o padres. Escribí mi búsqueda. Yo buscaba a mi madre biológica, y pronto obtuve respuesta".
Una joven de Pamplona le escribió: "Podemos ser hermanos. Yo busco a un hermano que nació en julio de 1971 en Bilbao". Olmo no dudó en acudir a la capital navarra para conocer a la chica y posibilitar una prueba de ADN, que finalmente se realizó en la Universidad Complutense de Madrid, con un resultado del 99% de probabilidades de ser hermanos de madre y de padre.
Olmo descubrió que su madre había formado una familia con su padre y habían tenido una niña justo un año después de nacer él. "Era de locos, no entendía nada", admite. Poco después, su propio padre biológico le sacaría de dudas y le contaría una historia muy dura en la que él no estaba exento de responsabilidades. La misma historia que había contado años atrás a su hija y que le sirvió para buscar a su hermano en Gotas de lluvia.
Con la seguridad de que la joven era su hermana y, por tanto, su padre era también el suyo, Olmo se encontró con su progenitor biológico en Pamplona en diciembre de 2010. Y fue cuando supo por primera vez de la vida de Micaela Aldaz.
Verano de 1969. En memoria de Micaela
Pamplona, verano de 1969. José Ramón y Micaela se enamoran. Él, hijo de coronel franquista, tiene previsto irse en septiembre a estudiar Empresariales a San Sebastián y ella promete seguirlo, fugándose de casa. Y así procede, aunque para ganarse la vida en Donostia tiene que ponerse a servir a una familia acomodada.
La noticia del embarazo de Micaela Aldaz se salda por parte de José Ramón Gómez con una decisión unilateral: la criatura no podía nacer, según se desprende de la conversación con Olmo. Y lleva a la joven, de solo 21 años, a una clínica para que abortara clandestinamente, como remarca. "Pero ella se negó a abortar. La historia llegó hasta un cura jesuita de la universidad que le habló a mi padre de una residencia que llevaba la señora Mercedes de Gras donde las madres solteras eran cuidadas en su embarazo. Y mi padre la llevó allí. No sabemos lo que pensaba mi madre, porque desgraciadamente ya no está aquí para contarlo [falleció en 1989]", narra Olmo.
La trama de Mercedes de Gras
Mercedes Herrán, viuda de Gras, es un nombre muy conocido entre los afectados por las tramas de robo de bebés y de adopciones irregulares en el franquismo y la primera democracia. En los años 60 esta mujer puso en marcha una red de pisos en Bilbao y en la provincia de Bizkaia, igual que sor María lo hizo en Madrid, donde las mujeres embarazadas solteras pasaban discretamente su periodo de gestación y después conseguía, en muchas ocasiones, mediante coacciones y amenazas a las madres solteras que sus recién nacidos fuesen dados en adopción a familias bien posicionadas socialmente, tal y como han relatado muchas de las mujeres que pasaron por esos 'pisos-cuna'.
A través de una fundación llamada Asociación María Madre, Mercedes Herrán de Gras legalizaba las entregas de bebés y obtenía los fondos, en forma de subvenciones y donativos, por su labor para impedir los abortos durante el franquismo. También obtenía dinero de las familias ricas de las embarazadas, que pagaban para que la señora de Gras les evitara la vergüenza de un embarazo; y en caso de las embarazadas pobres, las hacía trabajar en los pisos de acogida, llevando la limpieza y otros quehaceres domésticos, para pagarse su estancia, según han relatado muchas de esas mujeres.
"Mi padre me contó que a mi madre se la llevaron a una casa en Gorliz, un pueblo de Bizkaia, donde pasó el embarazo. Al final, justo antes de dar a luz, mis padres cortaron y él se quitó de en medio. Para el parto, Mercedes de Grass trasladó a mi madre a una clínica de Bilbao y al nacer me entregaron a Antonio y Rosa en la Iglesia de San Vicente Mártir de Bilbao", dice Olmo.
En cuanto a Micaela, regresó a Pamplona, con su familia, y a los seis meses contactó con José Ramón e hicieron las paces: "¿Qué fue?", le preguntó a ella. "Un niño, no quiero hablar jamás de ese tema", contestó la mujer. Se casaron en 1972, año en el que nació su segunda hija, y tras un tiempo de convivencia, se separaron. Micaela falleció en 1989, "por inanición debido a una terapia de higienismo. Yo creo que mi madre no superó nunca lo que le ocurrió conmigo. No es justo el final que tuvo", clama Olmo
Año 2021. Tercer acto
Entre diciembre de 2010 y finales de 2021, la relación de Olmo con su hermana y su padre fue cordial y fluida. Pero ellos no querían que interviniese la justicia, no querían que se anulara la adopción, como pretendía él, y ese fue el principal escollo. Porque Olmo había investigado su caso y había accedido a la documentación sobre su adopción; veía irregularidades que quería llevar ante un juez.
Y así lo hizo. Interpuso una denuncia en una comisaría de Bilbao por sustracción y tráfico de bebés: "Me sentía un objeto con el que habían traficado", dice. Pero el juzgado archivó la causa al entender prescritos los posibles delitos de detención ilegal, suposición de parto y falsedad documental.
"Tocaba un cambio de estrategia; por lo penal no había nada que hacer", recuerda Olmo. Su abogado, Guillermo Peña, el mayor experto en casos de 'niños robados', pensó en otra vía que no se había explorado antes en este tipo de casos: intentar por la vía civil la anulación de la adopción y a la vez, la nulidad de la filiación adoptiva. Y la estrategia ha sido un éxito.
La demanda se interpuso en Pamplona, por ser el lugar de residencia del padre biológico de Olmo. "El principal problema con la demanda era que mi padre se oponía a ella, pese a saber que es mi padre, se oponía a que yo pudiera llamarme a partir de ahora Gómez Aldaz. Decía que era algo que se había hecho en el pasado y debía continuar existiendo esa adopción", explica Olmo.
El abogado argumentó en el juicio que la escritura de adopción de Olmo no era tal, sino un acto en una notaría de Bilbao, en el que faltaba la renuncia expresa de la madre, es decir, la voluntad de entregar en adopción a su hijo. "En la notaría estaba el presidente de la Junta Provincial de Protección de Menores de Bizkaia, que era también presidente de la Audiencia Provincial de Bizkaia. El Código Civil en 1971 y la normativa de adopciones de 1966 obligaban a que constase la voluntad de la madre en las adopciones. Y esto no sucedió", dice Guillermo Peña.
Una persona nueva
"El juez ha entendido que se mintió cuando en la partida de nacimiento de Olmo se dice que los padres son desconocidos. Desde el mismo momento en el que él descubre la identidad de sus padres biológicos tiene derecho a disfrutar de su verdadera filiación, porque además la adopción fue fraudulenta. Por eso, el juez impone que debe llevar los apellidos Gómez Aldaz en vez de González Rueda, pese a que el padre biológico se oponga".
Guillermo Peña matiza que la adopción no se ha anulado como tal, porque el juzgado de Pamplona no es competente para hacerlo, sino que tendrían que ser los juzgados de Bilbao, donde se realizó la adopción. "Lo que hace el juez es anular los efectos de la adopción a partir de ahora. Es como si a fecha de la sentencia hubiera nacido una persona nueva: Santiago Gómez Aldaz", explica el letrado. Mejor dicho: Olmo Gómez Aldaz.










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