Tras el accidente que sufrió un joven en Teruel, al que le estalló una bomba en las manos, se han multiplicado los hallazgos de explosivos
En 2014 y 2015, los equipos especializados de la Guardia Civil desactivaron cada año un centenar de granadas, bombas y proyectiles
El 18 de septiembre de 2013 Alberto Villalba y su padre estaban limpiando el trastero de una vecina. La anciana acumulaba trastos viejos, suyos y de su hermano, ya fallecido y aficionado a la Guerra Civil, y no se veía con fuerzas para poner un poco de orden. Entre aquellas cajas había dos bombas que llevaban más de 70 años guardando su carga explosiva. Justo hasta aquel día. La explosión ha acabado por dejar sin manos y ciego a este joven, después de un rosario de operaciones y estancias en el hospital, además de herir de gravedad a su padre que aquel día se quedó sordo.
El suceso desató una ola de solidaridad en la ciudad que permitió al joven costearse unas prótesis pero también sirvió para sensibilizar a la ciudadanía del “peligro latente” de estos artefactos explosivos, casi 80 años después de la Guerra Civil, y provocó que los avisos para desactivar estos artefactos se hayan multiplicado desde entonces.
El nombre de Teruel ocupa algunas de las páginas más trágicas de la Guerra Civil. Los historiadores recuerdan que los enfrentamientos fueron encarnizados y, a pesar del tiempo que ha pasado, todavía es posible encontrar bombas y proyectiles en altos y barrancos, pero también guardados en trasteros y garaje como recuerdo.
En 2013 la Guardia Civil atendió 64 incidencias en las que encontró 59 artefactos explosivos, 49 de ellos después del accidente de Alberto. Llegó a haber cierta “psicosis” porque la gente veía bombas por todos los sitios, incluso hubo avisos en pleno corazón de la ciudad, cerca de zonas muy transitadas y cerca de parques infantiles.
“Hay mucha más conciencia de que se trata de artefactos peligrosos, por mucho tiempo que haya pasado” explican fuentes de la Guardia Civil, y así explican el notable incremento de avisos desde entonces.
Una incidencia cada tres días
Así, en 2014 el Equipo de Búsqueda y Localización de Explosivos (EBYL) y la Comandancia de la Guardia Civil de Teruel atendieron más de un centenar de incidencias relacionadas con artefactos explosivos, prácticamente una cada tres días. De esos, 99 fueron hallazgos de artefactos explosivos reales y solo ocho fueron negativos, bien por ser restos de artefactos ya detonados, o por ser confundidos con bombas. En total encontraron 212 artefactos, todos de la Guerra Civil, entre proyectiles de artillería, granadas de mano, granadas de mortero y bombas de aviación, además de 50 kilos de sustancias explosivas y 199 detonadores.
La cifra es muy elevada sobre todo porque un particular dio aviso de que poseía todo un arsenal en Villastar (Teruel) en su finca: 125 proyectiles con carga entre artillería de distintos calibres, granadas de mano, de mortero y espoletas de proyectiles. Además de municiones y gran cantidad de armas: “Para su destrucción fueron necesarias varias explosiones controladas que, por su virulencia, debido al tamaño de algunos proyectiles, se escucharon hasta en la capital turolense” explican las mismas fuentes de la Guardia Civil. Para hacerlo tuvieron que trasladar los materiales a una cantera habilitada, a varios kilómetros de una zona habitada.
En 2015 la cifra fue algo menor, cuando se atendieron 67 incidencias pero el número de artefactos explosivos sigue siendo elevado, 102: proyectiles de diversos calibres, 20 granadas de mano y 32 granadas de mortero. Y en lo que llevamos de 2016 ya se han desactivado más de una veintena en la provincia.
Si no se les somete a ninguna acción los artefactos permanecen en estado “latente”, apuntan los expertos, pero en caso de cualquier manipulación, por pequeña que sea, el resultado más probable es la explosión. En muchas ocasiones, añaden, existe un exceso de confianza debido al aspecto deteriorado del artefacto por la acción del óxido y el paso del tiempo, pero reiteran que la mayoría tienen intacta su carga explosiva y son muy peligrosos.
No tocar, no mover y señalar
Más de un excursionista se ha tropezado con estos restos bélicos, y ahora tienen más claro cómo actuar. “No tocar, no mover, señalar la zona con alguna cinta y dar aviso al 062” recomiendan desde el instituto armado. Y mantener la calma, porque si llevan décadas sin explotar, no deberían hacerlo si no se les somete a ninguna manipulación.
Y a quienes tengan guardados objetos explosivos en garajes y trasteros, la Guardia Civil les anima a que avisen a los agentes, sin temor a ninguna denuncia: “Lo más importante es la seguridad”.
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