Un informe de Toxicología descarta sustracción de menores en la mitad de las exhumaciones en Valencia. Pero las víctimas aún claman justicia: «La tumba de mi hermana no aparece»
Por favor, sólo te pido una cosa. Que aparezca mi nombre, mi foto y fecha y lugar de nacimiento. Cada vez que salgo en algún medio es una oportunidad nueva de reencontrarme con mi madre biológica». Ni su más de medio siglo de existencia, ni los años pleiteando con casos de niños robados ni las decenas de experiencias acumuladas, dulces y amargas, de reencuentros de familiares y lágrimas de otros al seguir sin noticias de sus seres queridos, nada de eso ha hecho que el abogado Enrique Vila olvide un día y un lugar: el 18 de mayo de 1965 y la Casa Cuna Santa Isabel. Fue entonces cuando estuvo en manos de su madre, la misma a la que ahora aún busca tras descubrir que él era un niño adoptado. Ni toda su experiencia profesional ni sus 53 años de vida han eliminado un ápice de su obsesión: reencontrarse con su madre biológica.
Pero el letrado valenciano es sólo una de las puntas de los muchos icebergs de sustracción de menores denunciados en la Comunitat y en toda España. En casi una década desde que explotó la telaraña de los niños robados, en todo el país la Fiscalía ha puesto en marcha más de 2.000 diligencias de investigación por presuntos episodios delictivos. Algo más de 500 llegaron a la vía judicial. En la región se han producido cerca de 200 denuncias. Y 10 años después, prácticamente todas las diligencias abiertas están archivadas, con apenas una decena de reencuentros entre hijos, padres o hermanos.
Ahora, un informe del Instituto Nacional de Toxicología sobre «la prueba de ADN en la investigación de adopciones irregulares y sustracción de recién nacidos en España» arroja más agua helada sobre las esperanzas de los afectados. Hasta 25 exhumaciones practicadas en la Comunitat han llegado a manos de los especialistas en la identificación de restos forenses. Y en 16 de esos enterramientos, tras la extracción de material genético, se pudo comprobar que la identidad de los menores fallecidos sí se correspondía con la de los familiares denunciantes. Carpetazo a esos casos de niños robados. Otros nueve de esos episodios siguen en el limbo, bien porque el ADN extraído no estaba lo suficientemente completo como para cotejarlo con el de los familiares o porque sencillamente no aparecieron restos que analizar. Las luces y las sombras no cesan.
En toda España, la cifra se eleva a 128 enterramientos investigados por los expertos genéticos. En 81 de esas indagaciones, el material genético corroboró la correspondencia del bebé sepultado con sus parientes. Pero ni siquiera la ciencia apaga las sospechas y la esperanza de los cientos de afectados. «¿Por qué en ningún caso dejan hacer un análisis complementario, en otro laboratorio genético, para confirmar ese resultado». La pregunta la lanza al aire María José Picó, representante de Sos Bebés Robados en Alicante. Ella aún lleva clavada una severa espina: el paradero de su hermana melliza, dada por fallecida en 1962 en el Hospital General de Alicante y cuya búsqueda desencadenó la primera exhumación practicada en la Comunitat. Fue el 31 de enero de 2012, y el rastreo únicamente sacó a la luz una minúscula esquina de la cajita de conservas de madera de pino (literal) en la que fue enterrada su hermana y un pequeño trozo de fémur cuyo ADN «no permitió establecer filiación con el ADN de mi padre».
Los féretros vacíos
La ausencia de todo tipo de restos de bebés fallecidos al llevar a cabo algunas exhumaciones es un elemento que lleva a las familias a agarrarse como un clavo ardiendo a la posibilidad de que se haya producido un caso de bebé robado. Pero incluso para los féretros vacíos tiene una explicación científica el informe del Instituto Nacional de Toxicología. En los algo más de 120 enterramientos revisados en toda España, en tres no se halló absolutamente nada.
«Si bien en un principio se podría valorar la ausencia de restos óseos como un indicio de prueba del delito de sustracción, para una correcta interpretación de los hallazgos es necesario primero descartar en cada caso la posibilidad de que los restos óseos inhumados de un recién nacido, sometidos a diversos daños químicos, físicos y biológicos, puedan degradarse hasta su completa destrucción. El tamaño de los huesos de un recién nacido, así como la peculiar estructura molecular y composición de su tejido óseo, (con fibras de colágeno desordenadas y con un grado de calcificación mucho menor que el tejido óseo del adulto) indican la posibilidad de una destrucción total de los restos óseos ante determinadas condiciones de los enterramientos», es la contundente respuesta del Instituto Nacional de Toxicología.
Claro que la explicación de poco sirve a las cientos de personas que en toda España siguen inscritas en el Fichero de Perfiles de ADN de personas afectadas por la sustracción de recién nacidos». Lo gestiona el propio Instituto Nacional de Toxicología, y en él hay casi 500 personas que, expectantes, inscribieron su perfil genético a la espera de que en algún rincón de España, la ciencia abra la puerta a un reencuentro. El perfil de los familiares queda claro con un dato: más de 360 de los registrados son padres o madres. Alrededor de medio centenar son hermanos y otros tantos hijos tras el rastro de sus progenitores.
En la Comunitat, únicamente tres médicos del Hospital General de Alicante estuvieron temporalmente imputados (hoy investigados) tras no hallar ni rastro del cuerpo de un menor en un nicho. «El fiscal me dijo que era un caso de libro de niño robado», recuerda María José Picó. Poco después, la investigación quedó sobreseída. «Todavía no he conseguido que la Fiscalía me explique la razón», añade la responsable de Sos Bebés Robados Alicante.
Las sombras sobre media docena de expedientes analizados por el Instituto Nacional de Toxicología persisten. Sin concretar su ubicación en la Comunitat, desde el organismo señala que en seis de los análisis no se pudo concretar si el ADN de los recién nacidos coincidía o no con el' de sus familiares, al existir «dudas acerca de la localización de los enterramientos, o porque los antecedentes del caso no permitían descartar problemas con respecto a la custodia de las muestras». Para los afectados, hay muchas evidencias de que todavía queda camino por investigar. «Tantas exhumaciones sin restos significan algo», explica Enrique Vila, que este mes publica en España 'Cartas de un bastardo al Papa', con 15 misivas que él mismo envió al Papa Francisco con la lacra de los bebés robados.
La hermana melliza de María José Picó«Dos exhumaciones y ni rastro de ella»
Todo lo que rodea a aquella noche del 28 de marzo de 1962 es oscuro. Empezando por el texto que aparece en la licencia de enterramiento, en la que se señala que Francisca Robles «dio a luz una criatura abortiva». Así llama el documento a la hermana melliza de María José Picó, presidenta de SOS Bebés Robados Alicante y que lleva desde 2010 tras el paradero de la tumba de su hermana. «Tras dos exhumaciones, ni rastro de ella». Su tumba fue la primera que se abrió en la Comunitat en una de estas investigaciones, en 2012. La niña fue enterrada sin que su padre la viera. Su madre la vio sedada. Una caja de conservas de madera fue su ataúd. En el Hospital General de Alicante negaron constancia de que su madre diera a luz allí. «Menos mal que yo sí nací, aparece en mi partida», suspira María José, dispuesta a seguir luchando.
Raquel Vicedo y su madre Cristina«Era hija única y a los 52 años me vi con seis hermanos»
Desde muy pequeña, cuando Raquel Vicedo estaba con sus amigas en casa, ella misma se encargaba de advertir a sus compañeras de juegos: «Esta cajita, la que está llena de papeles, no la toquéis». Aquel era ya desde niña la joya de Raquel Vicedo. Hoy ella es la alcaldesa del pequeño pueblo alicantino de Alfafara. De niña, jamás le ocultaron su pasado. «Mis padres enseguida me contaron que yo era adoptada, y me dijeron 'ahí está la cajita'». En su interior, todos sus papeles de nacimiento. «Tienes un tesoro», le dijo muchos años después su abogado, Enrique Vila, cuando el letrado comprobó los documentos y comenzó a rastrear para Raquel el paradero de su «otra madre», Cristina. Porque ella tiene en un pedestal a Vicenta y Pepe, los padres adoptivos, «los que me lo han dado todo». Su madre Cristina la tuvo cuando era menor de edad y soltera. Su familia decidió por ella y fue dada en adopción en la Casa de Maternidad de Burgos. «Las monjas me dijeron al principio que mi madre no podía mantenerme y que me entregó para que otra persona se hiciera cargo, pero no era así». Sus padres tomaron la decisión por ella. El 12 de diciembre de 2009, Raquel ya puso nombre y rostro a su madre. «A los dos o tres días empezaron a llamarme a casa. '¿Eres Raquel?', preguntaban. 'Soy tu hermana', añadían. Era hija única y a los 52 años me encontré con una familia numerosa de seis hermanos».Su madre tiene ahora 82 años y es uno de los pilares de la vida de Raquel. Sus padres adoptivos ya perecieron. «Sé que soy una privilegiada. He hecho feliz durante más de 50 años a una familia y ahora hago feliz a otra que llevaba más de medio siglo esperándome».
La hermana de José Andrés«No dejaré de buscar la tumba de Julia»
José Andrés comenzó a sospechar de si su hermana Julia estaba realmente muerta cuando comprobó lo «nervioso y enfadado» que se puso otro de sus hermanos al preguntarle por ella. El vecino de Venta del Moro pensaba que murió con dos años. Al enterarse que fue con dos meses inquirió a su hermano más detalles. «Me gritó y no seguí, pero me quedó una tremenda sospecha». Su inquietud se agigantó el pasado mes de julio, al abrir la tumba con las iniciales J. G., en la que supuestamente estaba su hermana. Sólo había huesos de un adulto, como ya avanzó en exclusiva LAS PROVINCIAS. «Puedo estar equivocado, pero lo cierto es que por ahora su tumba no aparece y yo no pienso dejar de buscarla», explica José Andrés. La intención ahora es abrir la tumba de su abuela. Y seguir con el caso con análisis de ADN e informe a Fiscalía. Todo por la memoria de Julia.
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