¿Dónde comenzaba la represión franquista? Durante años, historiadores y asociaciones memorialistas buscaron una respuesta a la pregunta. Esta no llegó hasta 2018, año en el que se descubrió que en Irun había existido un campo de concentración, el único que continúa en pie en Gipuzkoa, que estuvo ubicado en un pabellón ferroviario llamado Pequeña Velocidad.

Esta historia se remonta a 1936. Cuando los franquistas tomaron Irun, el puente Avenida se convirtió en un punto de control estratégico. La llamada Comisión de Admisión del Puente, rebautizada después como Comité de Información y Residencia, supervisaba a quienes lo cruzaban, regulando el acceso a la ciudad. Los que eran considerados contrarios al nuevo régimen solían recibir castigos como la “máxima pena” y el “rechazo”, o eran declarados “sujetos a sanción mediante expediente”.

De esta forma, miles de prisioneros republicanos y refugiados que regresaban del exilio fueron retenidos en diversos campos de concentración que se establecieron en la localidad, como el Stadium Gal, la fábrica de chocolates Elgorriaga, la sala de baile Carioca y el almacén de Vinos Arocena, ambos en Behobia; la prisión de Irun, ubicada en Lapice, y el pabellón Hilaturas Ferroviarias, destinado principalmente a ancianos, mujeres y niños. Estas instalaciones servían para identificar, clasificar y decidir el destino de los detenidos.

Varios hombres salen del pabellón de Pequeña Velocidad

Varios hombres salen del pabellón de Pequeña Velocidad Biblioteca Digital Hispana

Pequeña Velocidad, el inicio de la represión

Más allá de los mencionados, el campo de concentración más destacado en Irun fue el de Pequeña Velocidad, ubicado en un pabellón que aún se conserva detrás del edificio de la Aduana. Este lugar debe su nombre a su antigua función dentro de la infraestructura ferroviaria de la ciudad. En el pasado, formaba parte de las instalaciones de pequeña velocidad de la estación de tren, un término que se refería a las zonas destinadas a la clasificación, almacenamiento y distribución de mercancías transportadas en trenes de carga a baja velocidad.

Según señalan desde las entidades memorialistas irundarras Kepa Ordoki Memoria Historikoa Bidasoan y la Asociación Republicana Irunesa Nicolas Guerendiain, la estancia de los prisioneros en Pequeña Velocidad solía ser corta, de aproximadamente dos días. Durante ese tiempo, los responsables del campo se informaban, a través de las autoridades, los jefes del movimiento falangista y la Iglesia del lugar de origen de cada prisionero, acerca de cuál era su actitud respecto al nuevo régimen. 

A partir de esos datos se decidía su destino, que normalmente se encontraba en otros campos a los que llegaban a través del ferrocarril del Norte, como La Magdalena (Santander), San Pedro de Cardeña y Miranda de Ebro (Burgos), o en batallones de trabajadores que realizaban trabajos forzados.

En funcionamiento hasta 1942

Al contrario que la gran mayoría de los campos de concentración del Estado, que dejaron de operar en 1939, Pequeña Velocidad se mantuvo en funcionamiento hasta 1942. 

La razón principal de su prolongada actividad radica en la gran cantidad de personas que pasaron por sus instalaciones, y al hecho de que en aquella primera fecha el Gobierno francés endureció su postura hacia los refugiados republicanos, deportando a miles de ellos a través del ferrocarril. “Se produjeron deportaciones masivas. La historiadora Maëlle Maugendre recoge en su tesis doctoral que un total de 98.000 personas cruzaron la frontera entre mayo de 1938 y febrero de 1939”, apuntan desde Kepa Ordoki. 

Prisioneros, a las puertas de Pequeña Velocidad

Prisioneros, a las puertas de Pequeña Velocidad Biblioteca Digital Hispana

Escasez de testimonios

Dado que Pequeña Velocidad fue un campo de concentración precario, en el que durante los primeros años apenas se realizaba un registro numérico de los prisioneros, resulta difícil conocer con exactitud cuántas personas pasaron por él. Ciertamente, aunque se estima que fueron al menos 4.000 prisioneros, algunas fuentes sugieren que la cifra podría ser mucho mayor, incluso multiplicarse por veinticuatro.

Es el mismo motivo que ha dificultado a los investigadores la obtención de testimonios, más allá del de Tomás Valentín, un joven que logró un aval para poder regresar a casa, y del de el escritor Jose Mari Etxaburu Kamiñazpi, que en su libro Nere lau urteko ibilerak habla de este lugar. De hecho, fue gracias a este último que los miembros de Kepa Ordoki Memoria Historikoa Bidasoan descubrieron en 2018 lo que había ocurrido en Pequeña Velocidad.

Lo que sí existen son bastantes fotografías que fueron tomadas en el campo. Algunas de ellas, en las que se muestra a los prisioneros comiendo pan blanco o acudiendo a misa, fueron utilizadas como material propagandístico del franquismo.

Prisioneros escoltados por guardias se dirigen al campo de concentración

Prisioneros escoltados por guardias se dirigen al campo de concentración Biblioteca Digital Hispana

Una lucha para su conservación

Durante los últimos años, la continuidad de Pequeña Velocidad ha estado en peligro con motivo del proyecto Vía Irun. En sus primeras fases, este plan contemplaba la demolición del pabellón ferroviario, dado que se encontraba en el trazado previsto para construir una pasarela que conectara la nueva estación de tren de la ciudad con la zona de Pío XII.

Por suerte, las entidades memorialistas de la localidad se dieron cuenta de ello y desde el año 2018 han luchado, aunque por separado, para evitar su demolición, utilizando para ello todas las vías posibles. Tanto la Asociación Republicana Irunesa Nicolas Guerendiain como Kepa Ordoki Memoria Historikoa Bidasoan han intervenido en Plenos municipales, presentando mociones y pidiendo el turno de palabra, y han mantenido reuniones y encuentros con representantes políticos e instituciones a nivel local, autonómico y estatal. 

También han solicitado, cada una por su cuenta, la declaración de Pequeña Velocidad como Lugar de Memoria Democrática ,una petición que todavía no tiene respuesta; han acudido a Gogora, el Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos, y han tratado de movilizar y concienciar a la ciudadanía a través de exposiciones, charlas y otras iniciativas. 

Solamente en una ocasión ambas asociaciones unieron fuerzas. En abril de 2023 presentaron de forma conjunta una moción en el Pleno del Ayuntamiento de Irun. En ella solicitaron una moratoria de un año en el proyecto de demolición del pabellón de Pequeña Velocidad, con el objetivo de preservar este edificio y promover su transformación en un centro de memoria histórica. No obstante, los partidos que en aquel momento conformaban el Gobierno municipal (PSE-EE y Elkarrekin Podemos/Ezker Anitza-IU) promovieron una moción alternativa en la que proponían conservar “algún elemento representativo” del espacio y la creación de un grupo de trabajo que nunca llegó a constituirse. 

Aquella nueva propuesta no convenció a ninguna de las entidades, que siguieron luchando por lograr su objetivo.

Algunos de los prisioneros del campo de concentración de Irun

Algunos de los prisioneros del campo de concentración de Irun Biblioteca Digital Hispana

El edificio no será derruido

Finalmente, hace apenas dos semanas el Gobierno español aprobó un nuevo proyecto para la pasarela urbana que respeta la integridad de la nave de Pequeña Velocidad. Tras años de lucha, desde Kepa Ordoki han celebrado la noticia, pero consideran que “todo ha sido una cuestión de voluntades personales”. En este sentido, apuntan a una reunión mantenida tiempo atrás con el entonces alcalde, José Antonio Santano, con el delegado Miguel Ángel Páez y con un arquitecto municipal, en la que, tal como señalan, fueron informados de que el pabellón “iba a derribarse sí o sí”. 

También desde la Asociación Republicana Irunesa han expresado su “profunda satisfacción” ante la decisión del Consejo de Ministros de cambiar el proyecto de la pasarela urbana, y lo consideran “un logro significativo en la defensa de la memoria histórica y un paso adelante en el reconocimiento de quienes padecieron la represión franquista”. 

Sin embargo, ninguna de las dos asociaciones considera que esta victoria resulte suficiente, ya que, aunque adelantan que no trabajarán de manera conjunta para lograrlo, ambas abogan por reconvertir el edificio de Pequeña Velocidad en un Museo de la Memoria o un Centro de Interpretación. Para unos, se trata de una cuestión municipal, mientras que los otros apelan a una colaboración interinstitucional con la Diputación Foral y el Gobierno Vasco. Lo que sí tienen claro es que la ciudadanía debe conocer que en Irun existió un lugar en el que miles de personas fueron represaliadas durante el franquismo.