La abogada y exalcaldesa de O Porriño Eva García de la Torre pasó dieciséis años internada en varios centros religiosos de reeducación dependientes del franquista Tribunal Tutelar de Menores y otros siete en reformatorios adscritos al Patronato de Protección a la Mujer. Esta es su historia.

Madrid--Actualizado a
Mujer. Abogada. Política. Madre. Lesbiana. Eva García de la Torre (1962, Sevilla - 2022, O Porriño) fue un ejemplo de resistencia, de superación. Y, sobre todo, de dignidad. Así la describe la que fue su pareja durante dos décadas, la también abogada Silvia Fernández Quinteiro. Eva vivió media vida internada en centros de reeducación de diferentes congregaciones religiosos. Dieciséis años en reformatorios dependientes del franquista Tribunal Tutelar de Menores y otros siete en centros adscritos al Patronato de Protección a la Mujer. Entre Sevilla, Jaén y Vigo. Una infancia, adolescencia y juventud en cautividad que marcaron su vida posterior, pero que no le impidieron sacarse la carrera de Derecho y llegar a ejercer como alcaldesa del municipio de O Porriño, en Pontevedra.

Tres años después de su fallecimiento, el pasado 16 de octubre, el Ministerio de Memoria Democrática expedía un documento oficial que la reconoce, por fin, como lo que fue: una víctima de la dictadura. La primera víctima oficial del Patronato de Protección a la Mujer. Público ha conversado con Silvia, su compañera de vida y la verdadera artífice de ese reconocimiento, sobre el funcionamiento del Patronato -en activo hasta 1985-, sobre la represión específica que el régimen franquista ejerció sobre las mujeres y sobre cómo este reconocimiento abre el camino al resto de víctimas que vivieron durante décadas en condiciones de semiesclavitud, encerradas entre las paredes de estos reformatorios.
P- ¿Cómo le explicarías a alguien que no lo sepa qué era el Patronato de Protección a la Mujer? ¿Y el Tribunal Tutelar de Menores?
R- El Patronato aparece en el 41 como un mecanismo de la dictadura para ajustar el comportamiento de las mujeres a lo que se consideraba la moral católica. Tiene la función explícita de "dignificar la moral de la mujer". Así lo recoge su propia normativa. La idea es reeducar a aquellas mujeres que se consideraba que no cumplían el estándar. Porque tenían un novio, porque igual volvían más tarde a casa de lo normal, porque fumaban. Incluso por su forma de vestir. Y luego había casos especialmente graves de mujeres a las que se consideraba moralmente indignas "por haberse dejado violar" o por quedarse embarazadas fuera del matrimonio. Hay muchas denuncias de este tipo que se conservan en los archivos históricos. Denuncias que podía realizar desde el párroco del pueblo, hasta un vecino o un familiar.
El Patronato dependía directamente del Ministerio de Justicia, como un organismo autónomo, y funcionaba a través de juntas provinciales, con acuerdos con diferentes congregaciones religiosas. Las Oblatas, las Adoratrices, las Auxiliares del Buen Pastor, las Trinitarias... Unas congregaciones que eran las verdaderas encargadas de supervisar esa misión de reeducación de las internas. Mediante la oración y el trabajo, fundamentalmente. Las levantaban temprano, las ponían a limpiar y luego a trabajar en talleres con la justificación de "enseñarles un oficio". Después vendían lo producido, así que realmente lo que hacían era lucrarse a su costa.
En paralelo al Patronato, aparece el Tribunal Tutelar de Menores. No era lo que es hoy en día un juzgado de menores. Funcionaba como un órgano administrativo, no judicial. Dependía también de Justicia, a través de lo que se llamaba la Obra de Protección de los Menores, que era, como el Patronato, un organismo autónomo. Acogía dos tipos de actuaciones. Una para lo que llamaban "menores corregidos", niños a los que se imputaba algún delito. Y luego una función protectora frente a cualquier situación que consideraran peligrosa para el niño en cuestión. Si eras menor de edad, en principio te destinaban al Tutelar; si no, al Patronato. Esa era la diferencia.
P- ¿Qué tipo de labores desempeñaban las niñas y mujeres internas en estos centros?
R- Conservo una copia de uno de los contratos, en este caso del Patronato, con una congregación. Lo encontré en el Archivo Histórico de Lugo. Lo que viene a decir el documento es que la formación de las chicas estaba supeditada y tenía que ser compatible con una jornada de trabajo de 48 horas semanales. Estamos hablando fundamentalmente de niñas y de adolescentes. El contrato recoge también los pagos del Patronato por cada niña: 9 pesetas. Que cada seis meses menguaban un tercio para costear los gastos de su manutención. Es decir, que encima de que te encerraban, tenías que trabajar para que les saliera rentable tu estancia allí.
Las labores que desarrollaban podían variar en función de cada centro y congregación. Eva hablaba de haber trabajado en talleres de limpieza de sábanas para el Ejército. También de lavado a nivel industrial para distintos hoteles. Recuerdo que me llegó a contar que una de las niñas perdió una mano por meterla en el bombo de una lavadora antes de tiempo. Eran máquinas peligrosas. Y más para niños.
Les imponían castigos como dormir sobre el metálico si se hacían pis en la cama o encerrarlas en un baño en completo aislamiento durante días
Trabajó además haciendo lo que llamaban el cartonaje, las divisiones de cartón de las cajas que se utilizaban para transportar vino. O, ya cuando la destinaron a Vigo, en la confección de pantalones vaqueros. Ahí sí le pagaban, pero una miseria. Esto sería en torno al año 81, más o menos. Se especializó en coser bolsillos porque era lo que más se pagaba: 20 pesetas. Otro de los cometidos que te podía tocar era servir como criada en la casa de alguna familia.
P- ¿Te habló alguna vez de situaciones de maltrato o de episodios de violencia dentro de los reformatorios?
R- La violencia se ejercía desde dos puntos de vista: la violencia psicológica y la violencia física. Con las Oblatas de Jaén, por ejemplo, lo que pasó fue un hambre atroz. Les daban tan poco de comer que algunas niñas robaban la comida de los conejos que había en el reformatorio. Es un recuerdo que se le había quedado muy grabado. Otra cosa que le llegó a pasar, en este caso con las Filipenses, fue recibir golpes y malos tratos directos. Y, bueno, luego había monjas que podían ser especialmente crueles. Les imponían castigos como dormir sobre el metálico si se hacían pis en la cama o encerrarlas en un baño en completo aislamiento durante días. Sin casi agua ni comida.
En el caso de Eva, su madre, forzada por una dramática situación personal, la había dejado en la casa cuna de Sevilla con apenas cuatro meses. De ahí, pasó el sistema del Tutelar. En este sentido, los comentarios eran constantes. “No tienes madre” o “A ti no te ha querido ni tu madre”. Ese tipo de cosas. A niñas, repito, muy muy pequeñas.
P- En el 78, a solo cinco meses del referéndum que aprobó la Constitución, Eva fue sometida a un juicio, dentro todavía de la custodia del Tribunal Tutelar, a raíz de un episodio que tenía que ver con su orientación sexual. ¿Era otro de los motivos que se utilizaban habitualmente para encerrar a mujeres en este tipo de instituciones?
R- El control sobre las relaciones entre mujeres, entre las internas, era total. Y no hablo ya de relaciones sentimentales. Quiero decir en general. El hecho de que pudieras tener amigas dentro del centro o de que, en un momento dado, pudieras desarrollar una relación más íntima -y no me refiero a una relación sexual- con otra interna, se vigilaba mucho. Incluso en los pequeños momentos de ocio de los domingos, que les dejaban poner música y bailar. Siempre había una monja ahí separándolas. "No os juntéis, no os juntéis".
Mientras servía en una casa como interna para un matrimonio en Sanlúcar, Eva le escribe una carta a Juana, una monja superiora con la que siempre mantuvo cierta relación. En la carta le confiesa que cree sentir algo por la señora de la casa. Esa carta no la tengo, nunca la he conseguido. Aunque entiendo que debería formar parte de su expediente judicial. Lo que pasó fue que la señora de la casa, de manera completamente abusiva, se dedicaba a revisar todas sus cosas. Algo que Eva no sabía. Encontró la carta, la leyó y la denunció a las monjas. Esto sucedió el 13 de agosto del año 78. Al día siguiente, Eva tuvo que comparecer en juicio ante el Tribunal Tutelar.
Para ella habría sido una satisfacción, no solo ponerle nombre a lo que le pasó, sino abrir este camino para el resto de víctimas
Los juicios a los que se sometían a los menores eran juicios que la propia normativa del tribunal calificaba como sumarios. Se prestaba declaración al menor, sin la presencia de un abogado, y el tribunal decidía "con razonada libertad de criterio". Con Eva no fue distinto. Declaró, le recriminaron el tema de la carta y ella insistió en que no era verdad. En que no era lesbiana. La resolución se dictó ese mismo día. "Por sospechas de homosexualidad", la dejaban a partir de entonces bajo el amparo del Patronato. Trasladaban allí su expediente y quedaba bajo la estricta vigilancia de las monjas. Sin posibilidad de salir o recibir visitas.
P- ¿Cómo puede ser que el Patronato siguiera en funcionamiento con absoluta normalidad durante siete años de época constitucional, de democracia?
R- Cuando llega la democracia, estos centros siguen ahí como si nada. Su funcionamiento no varía. Hasta tal punto que, cuando se constituyen las Comunidades Autónomas, a principios de los años 80, el Patronato es una más de las competencias que se les transfieren. Había mucho desconocimiento sobre lo que era y para qué servía.
Ahora bien, la Fiscalía General del Estado elabora en el año 83 un informe sobre las medidas de internamiento forzoso del Patronato en el que llega a la conclusión de que hay que disolver este organismo. Califica sus procesos de internamiento directamente de inconstitucionales. Aún así, el Patronato seguiría dos años más en funcionamiento. Lo que quiere decir que no solo había desconocimiento, también una evidente dejadez institucional. Se juntó un poco todo: el no saber y el no querer.
P- ¿Cómo ha sido el proceso jurídico y administrativo para obtener este reconocimiento de la mano del ministro de Memoria Democrática?
R- A día de hoy este tema se conoce un poco más, pero, si me remonto un año o dos atrás, no se sabía prácticamente nada. Por tanto, lo primero que hice tras la muerte de Eva fue ponerme a investigar. Y me di cuenta de que ni las propias víctimas sabían ponerle nombre. Eva me había hablado de lo que vivió en los centros tanto del Patronato como del Tutelar, pero sin mencionar nunca estos nombres. Solo los de los centros y las órdenes religiosas.
Cuando no soy capaz de conseguir más documentación en los archivos históricos, decido contactar a la Asociación Desterradas Hijas de Eva. Allí hablo con Consuelo García del Cid y participo en algunas de las conversaciones para organizar un acto de perdón con la CONFER. Es entonces cuando se me ocurre la idea de solicitar al gobierno que se incluya a las mujeres víctimas del Patronato en la Ley de Memoria Democrática, porque expresamente no aparecían reconocidas como víctimas. Y realizo un trabajo jurídico en este sentido que le acabo presentando al Secretario de Estado de Memoria Democrática.
El certificado recoge dos cosas esenciales: el reconocimiento como víctima del Patronato y que esta situación se alargó hasta el 85
Finalmente realizo formalmente la solicitud. Y se me concede. El certificado que me han otorgado es esencial porque recoge dos cosas: el reconocimiento como víctima del Patronato y que esta situación se alargó hasta el año 85. Durante la transición y ya entrada la democracia. Más allá del plazo que contempla la propia norma. Declarando además nula e ilegítima su condena. Una vez que esto está reconocido, ya no se lo pueden negar a otra víctima.
P- ¿Qué crees que habría significado para Eva recibir este reconocimiento respecto a lo supuso toda su infancia, su adolescencia y su primera etapa como joven adulta?
R- Ella siempre tuvo la intención de contar su historia. Imagínate las secuelas que media vida en este tipo centros te puede suponer. Sentía la necesidad de contarlo. Le habían robado su infancia. Para ella habría sido una satisfacción, no solo ponerle nombre a lo que le pasó, sino abrir este camino para el resto de víctimas.
Para mí, a nivel personal, supone un acto de amor y un objetivo cumplido. La vida de Eva me parece una historia de superación brutal. Que pasara de vivir en todos estos reformatorios desde muy pequeñita, sin conocer otra cosa, a ser alcaldesa de un pueblo y a tener su carrera de Derecho. Es verdaderamente admirable.
P- ¿Qué le dirías a todas esas mujeres que vivieron situaciones como las de Eva y que, cuatro décadas después, todavía no han obtenido ni siquiera el reconocimiento que merecen?
R- Lo que necesitan muchas de estas mujeres es que se les reconozca que tenían razón, que no estaban locas. Que las indignas no eras ellas, sino el sistema que las trató así. Que abuso de ellas. Si alguna mujer no sabe por dónde empezar a pedir su documentación, puede pedir ayuda. Que me escriban. A mí, a la asociación de víctimas del Patronato o a cualquiera de las investigadoras que trabajan este tema. Y sobre todo que tengan en cuenta que no están solas y que esto no les ha pasado solo a ellas. Que no tienen que sentir ninguna vergüenza. Como dijo hace unos meses Gisèle Pelicot: "Que la vergüenza cambie de bando".



Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada