Aún hay ecos de la Guerra Civil en Castuera (Badajoz)
Ya estamos en 2013. Han pasado más de 76 años de que la prohibición obligara a olvidar y aún así hay gente que sigue sin recordar. Peor aún, hay gente que no quiere que se recuerde.
Ha pasado mucho tiempo, efectivamente, tanto que es muy fácil arrinconarse en el agua pasada y no limpiar el polvo que se acumuló debajo de la alfombra y se asoma de vez en cuando.
Sin embargo, algo de lo que hemos aprendido de la Historia, y en particular, de la historia de nuestro país es que el tiempo no trae consigo el perdón como diría el refrán o recitaría la canción. Hay muchos que no han perdonado, aunque a muchos les hagan creer que no fue su Guerra y que ellos no pertenecen a ese mundo.
Y tal vez, sólo tal vez, sí pertenezcamos todos a ese mundo en el que una vez más la paz fue turbada por intereses de unos y el no saber de tantos. Todos, incluso los españoles.
Prueba de ello es el campo abierto que permanece libre de paneles solares a las afueras de Castuera, un pueblo pacense que aparte de otras muchas cosas de gran interés cultural está plagado de riquezas en su subsuelo (y no me refiero a minerales, ni a pozos sino a huesos y ruinas). En ese campo permanece “la huella viva de un pasado que no ha de repetirse”. Me refiero al Campo de Concentración de esta localidad que ha sido declarado Bien de Interés Cultural en nuestro país.
Y como comienza cualquier visita guiada, así debería comenzar a contar un poquito más sobre nuestra historia, digamos que no tan reciente:
¿Qué es un campo de concentración? Todos hemos oído historias de nazis, hemos leído libros, visto películas y nos hemos entristecido por lo que ocurrió en aquella Alemania, la Alemania del pasado. Pero no todos sabrán que el origen del término procede, ni más ni menos que de nuestros antepasados, no de la Guerra Civil si no de la época en la que se establecieron las Colonias en Cuba, más concretamente en la Guerra de los Diez Años (1868-1878). Fue entonces cuando “el establecimiento estatal de detención ilegal, preventiva y arbitraria de personas” empezó a tomar sentido. Y no pocos fueron los países que tomaron ejemplo de nuestra conducta con los cubanos (EEUU sigue tomando ejemplo en Guantánamo como imaginarán). Pero sí se quedaron ahí, en un establecimiento, de carácter estatal, en el que se producía la detención ilegal, arbitraria y PREVENTIVA de personas. Fue más tarde cuando éste término fue reemplazado por el llamado “campo de exterminio” o si lo prefieren, “campo de trabajo forzoso” y esto ya podría decirse que suena a alemán si no fuera porque nuestra Guerra Civil es anterior a la Segunda Guerra Mundial, y por lo tanto, al Holocausto de la Alemania nazi.
Y si no todos sabrían esto, serán probablemente menos los que supieran que los campos de concentración franquistas fueron algo así como un “ensayo general” de lo que ocurriría después en el país germano y aunque no sé llegó evidentemente a un genocidio sí es necesario que se sepa que se hicieron verdaderas barbaridades durante y después de la Guerra. Y se sabe aún muy poco, porque no parece que se quiera saber todo lo que pasó.
Extremadura es una tierra grande en expansión, de pueblos grandes en población y desde el 18 de Julio de 1936 hasta la “paz” incivil de los años “prósperos” de la Dictadura franquista, un importante escenario de la Guerra Civil.
El conflicto en la región tuvo un desarrollo dispar. La mayor parte de la provincia cacereña fue dominada por los rebeldes; mientras, la provincia pacense se mantuvo en poder de los republicanos. Pero, a finales de agosto, casi toda la zona occidental de Badajoz ya había sido incorporada al bando sublevado. Y así, los nacionales fueron ganando poder hasta que sólo quedase la Bolsa de La Serena en el verano de 1938.
La mayoría de los prisioneros de guerra que generó el avance nacional fueron asesinados en el momento, y de modo selectivo. Pero otros fueron trasladados a cerca de una veintena de campos de concentración que se construyeron en la región. Los primeros eran espontáneos, como la plaza de Badajoz:
“Constituye uno de los sucesos más controvertidos de la guerra, pues el número de víctimas de esta matanza varía ostensiblemente dependiendo de los historiadores que la han investigado. Además, al resultar vencedor de la contienda el bando sublevado, jamás se produjo una investigación oficial sobre lo sucedido en la ciudad extremeña. En cualquier caso, las estimaciones más comunes apuntan que entre 2000 y 4000 personas fueron ejecutadas (aunque algunos estudiosos del tema las reducen a 200), en unos hechos calificados por varias asociaciones de derechos humanos como crímenes contra la humanidad. También se denunciaron estos hechos como genocidio en 2007. La denuncia ante la Audiencia Nacional no prosperó al encontrarse fallecidos los máximos responsables de la matanza y ser un delito que no estaba tipificado cuando se cometió.”
Posteriormente se creó la ICCP (Inspección de Campos de Concentración de Prisioneros). En este período a la de Badajoz se sumó la plaza de Plasencia, Trujillo y el cortijo cacereño de Los Arenales.
En una última etapa, tras el fin definitivo de la II República (marzo-abril de 1939). Se habilitaron números campos, construidos por los mismos detenidos, el más famoso, el de Castuera.
Pueden caer en el error de pensar que a este Campo iban republicanos, homosexuales o cualquier persona contraria al Régimen. Obviamente también completaban el campo estas clases de personas pero muchos no eran partidarios de lo uno ni de lo otro, muchos solo se encontraron con el conflicto de frente (y de golpe y porrazo) y vivieron o malvivieron en el bando que le había tocado a su pueblo, algunos en contra de su propia familia que se encontraba en el pueblo vecino, otros, aprovechando roces antiguos, en el contrario al de “fulanito de tal” (que nunca hizo buenas migas conmigo). Algunos incluso cayeron en bandos distintos a lo largo del conflicto y, simplemente, luchaban por su vida en una guerra. De todos estos tipos de personas se llenaba el Campo de Concentración de Castuera, hacinados, alcanzando medias de 5000 concentrados y llegando a albergar hasta a 15000 a lo largo de su vida.
La literatura recoge datos y vivencias de lo que aconteció en aquel lugar.
“Sobrevivir. Contar que la llevaron a la cárcel de mujeres de Olivenza, que allí estuvo dos años con La Pepa colgándole del cuello, y que compartió celda con una mujer que había perdido a sus dos hijos en el campo de concentración de Castuera. Los ataron el uno al otro y a culatazos los arrojaron a la mina. Sus gemidos subían desde el fondo de la tierra. Sus lamentos se oyeron durante toda una noche, hasta que otros cuerpos se rompieron contra ellos, y luego otros, y otros. Más gemidos. Y una bomba de mano que cae desde lo alto.
-En Castuera fusilaban días alternos, entre las doce y media y la una de la madrugada. Los domingos descansaban. En la boca mina los echaban a cualquier hora, y no alternaban.”
“La voz dormida” Dulce Chacón.
Numerosos historiadores, algunos de la localidad, se han interesado por descifrar datos no borrados en papel y otros desgastados por el tiempo en las ruinas de lo que queda del Campo de Concentración de la que fue por un breve periodo de tiempo la capital de los sueños para los republicanos. Aún se muestran las piedras de lo que un día fueron las torres de su cercado, aún se vislumbran las filas de lo que un día fueron las calles entre los barracones, aún se entrevén canales que un día sirvieron de letrinas y basureros, y aún permanece el pedestal, donde un día se alzó una cruz de piedra al cielo.
¿Eso es todo lo que queda?, probablemente no. Se han hecho pocas excavaciones y tampoco se han comprobado datos para unos, “leyendas” para otros, de aquel lugar, que podrían resolverse con una excavación en la mina cercana, como la llamada “cuerda india” (“un método que consistía en atar unos presos a otros por la cintura, cuando arrojaban al primero por el hueco de la mina este arrastraba a los demás presos “). Pero menos no habrá gracias a asociaciones como la Asociación por la Memoria Histórica o a AMECADEC (Asociación Memorial Campo de Concentración de Castuera). Porque recordemos, que sin ellos, este campo no sería ahora más que una parte más de la extensión de paneles solares que ahora rodean la zona.
Y esto de “remover el pasado” era hasta hace nada motivo de debate en España, antes de que la Crisis llegara para nublar el pasado. Muchos son los que no ven con buenos ojos el remover tierra, descubrir el pasado, pues levanta polvo y con el polvo una nueva visión del mundo. Pero muchos son también los que creen necesario clarificar lo que ocurrió para tener conciencia de que no debe volver a ocurrir, pero también para que todos los que sufrieron (y los que todavía sufren) puedan descansar, en paz. Otros ni si quiera se plantean estas cuestiones.
Ya hace mucho que se cerró el Campo de Concentración de Castuera, pero esto no ha impedido que una servidora, con 20 años, y nacida muy lejos de allí se interese en saber un poquito más del pasado. Y arañando, porque no es fácil, he sabido un poco más, y así os lo cuento, de la historia de España. Y digo que no es fácil porque después del cierre del Campo, en plena Dictadura no era posible hablar del tema en Castuera, pero incluso después del la Transición se ha generado una especie de cortina de humo a todo lo que ocurrió en aquella explanada a las afueras del pueblo pacense.
Yo personalmente, no creo en el olvido por el paso del tiempo, me niego a que esto desaparezca del todo. Por eso agradezco a cada persona que me ha contado su historia en Castuera, a los profesores e historiadores que siguen luchando porque la memoria del Campo no muera, a AMECADEC por seguir luchando y a todas las personas que creen necesario esclarecer los hechos y luchan por ello.
Espero que esto ayude a que así sea.
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