Queda poco para la próxima prospección arqueológica en busca de los restos del poeta Federico García Lorca. Algunos, como el historiador granadino Miguel Caballero, o el que firma este artículo, hemos manifestado ya nuestras reticencias ante los argumentos del hispanista irlandés Ian Gibson sobre el paradero de sus restos mortales.  Hace mucho que sostengo que, a pesar de lo declarado, la familia siempre supo dónde estaban los restos del escritor andaluz, como me confirmó hace ya años la profesora de la Universidad de Columbia y amiga de la familia,  Margarita Ucelay.
Si alguien alguna vez tuvo la ilusión de que la familia  de García Lorca aflojara el férreo cerco de patrimonialización de la obra, figura y circunstancias de su brillante tío poeta, Federico, el muerto más simbólico de toda la Guerra Civil española,  esclareciendo  la misma, su sobrino y portavoz de los herederos, Manuel Fernández Montesinos,  en su momento, dejó bien claro lo contrario con una contundente afirmación: “Seguimos donde siempre. Oponiéndonos tajantemente a que se remueva la fosa de Federico”. Esta oposición a esclarecer las circunstancias de la muerte del poeta, junto con la negación de la homosexualidad del mismo, viene siendo una constante familiar desde el principio, además de una alineación con los sectores políticos más conservadores del país. Una sombra que prevalece, si Laura García Lorca no lo remedia, bajo la alargada sombra del ya difunto Montesinos.
Llama poderosamente la atención que el hijo de un alcalde socialista de Granada, Manuel Fernández Montesinos, del mismo nombre que él, fusilado al igual que su tío Federico García Lorca por los sublevados contra el gobierno legítimamente constituido de la Segunda República Española, razón de legitimidad que muchos olvidan, y miembro así mismo del PSOE durante muchos años, tuviese esta conversión sorprendente hasta las posiciones ideológicas más conservadoras y reaccionarias de este país. Hasta tal punto fue así que, un hecho como es el esclarecimiento de las circunstancias últimas de la muerte del poeta se convirtió en polémica cuando presentó sus memorias, que debieran haber sido un ejercicio vivo de memoria histórica por exiliado y doble sufridor de asesinatos familiares y persecuciones. En dicha presentación aseguró Montesinos: “No, no...Yo creo que eso no se ha interpretado bien. Nosotros seguimos oponiéndonos tajantemente a que se remueva la fosa de Federico. Seguimos donde siempre. Esto, nuestra negativa, lo hemos dicho, cantado y bailado cuando no había ninguna posibilidad de que hubiese un acto administrativo forzoso contra el que no nos podemos oponer.
Esta actitud contrasta con lo que él mismo rememora en sus memorias, cuando recuerda al padre del poeta asesinado, en el barco que los lleva al exilio americano y dice don Federico García“No quiero volver a ver este jodío país en mi vida”. Así fue, Federico padre es el único enterrado en Nueva York, cuestión que dejó por escritor en sus últimas voluntades.
La posición de la familia en general y de Fernández Montesinos en particular viene de lejos, de cuando la difunta Isabel García Lorca y él negociaron con el entonces gobierno de Aznar una astronómica cifra para la conmemoración del centenario del nacimiento del poeta, entre 1997 y el 98, y la puesta en marcha de la Casa Museo de la Huerta de San Vicente, con un táctico enfrentamiento con el gobierno socialista de la Junta de Andalucía.
Ya en el desaparecido periódico “El correo de Andalucía”, el  -5-6-98, centenario del nacimiento del poeta, y tras la inauguración de Aznar de la Casa Museo del Poeta en la Huerta de San Vicente, con presencia de toda la familia Lorca y presuntos intelectuales de izquierdas como Luis García Monterohaciendo de guía de excepción del ex-presidente del PP, Manuel Fernández Montesinos, sobrino del poeta y director de la Fundación en la época, aseguró que algunos investigadores habían acabado “reduciendo su vida a cuestiones tan superficiales como su andalucismo profesional, su homosexualidad, o su activismo de izquierda” y, antes, en el mismo medio, con fecha del 25-2-97 declaraba “La Fundación acusa a La Junta de Andalucía de utilizar partidistamente el centenario del poeta”, protagonizando un encarnizado enfrentamiento con la entonces Consejera de cultura de la Junta, después ministra de Cultura, y actual Vicepresidenta del gobierno y Ministra de Igualdad, Carmen Calvo cuando acababan de recibir a Aznar, y generosamente subvencionados por ello.
Cierta homofobia familiar aparece también en palabras del propio Federico, en su correspondencia, que no siempre se sintió arropado y respetado por su madre y hermano, según cuenta el escritor  Félix Grande en su libro “García Lorca y el Flamenco”, Premio Nacional de las Letras, con el consiguiente enfado familiar también contra este escritor, cuando recogía una conferencia del poeta en la Residencia de Estudiantes en la que habla sobre su infancia y adolescencia, y lee el romance del “Amargo”, que en clave gitana quiere decir “homosexual” y apunta también un fragmento de la “Elegía a María Blanchard”en la que dice el poeta “en la puerta de mi adolescencia, cuando sostenía ese dramático diálogo del bozo naciente con el espejo familiar” , en la que queda claro que mirarse en el espejo de la familia es un “drama”.
No me extraña cuando, en la correspondencia de Federico con su madre, ya publicada, se aprecia con dolor cómo el poeta se inventa novias para tratar de ganarse el amor materno. Según el editor de las cartas, el profesor y estudioso estadounidense  Maurer "Lorca tenía pánico de que alguien de su familia supiera que era homosexual, y de hecho la familia hasta hace muy poco no hablaba del tema, sin embargo alguna sospecha debía tener su madre, pues la cuestión circulaba en los corrillos de la Granada de la época, que casi funcionaba como un pueblo".
Resulta muy triste  que los que lo sentimos como a un querido y respetado familiar nuestro, no podamos honrarlo más que en su patíbulo, mientras su familia sigue negándose a esclarecer una vida tan luminosa. Nunca sabremos por qué extraña razón, o tal vez sí, mezcla de interés económico y mala conciencia familiar.  Con la excepción de su padre, Don Federico, que siempre cuidó y protegió a su hijo, acabará teniendo razón, como siempre, Luis Rosales“el poeta dice la verdad”, cuando afirmó a sus íntimos de Cuadernos Hispanoamericanos que “Federico nunca tuvo familia sino herederos”.