divendres, 2 de desembre del 2022

Mirta Núñez: “Aterrorizarlos y empobrecerlos fueron dos de las estrategias franquistas contra los no sumisos”

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 Mirta Núñez Díaz-Balart

Según la profesora de Historia de la Universidad Complutense Mirta Núñez Díaz-Balart, “el franquismo planeó una estrategia global de terror y empobrecimiento de sus adversarios y la desarrolló durante los cuarenta años de su existencia”. Envilecer, criminalizar y manipular la identidad de sus víctimas hasta anularla, fueron otras estrategias practicadas de modo sistemático por los vencedores de la guerra civil que en unos casos exhibían y en otros ocultaban la realidad de sus víctimas. La estrategia seguida en la victimación de las mujeres revistió características especiales, explicó la profesora de origen cubano, autora de más de un centenar de publicaciones relacionadas con la prensa durante la Guerra Civil y las víctimas más vulnerables de la dictadura franquista.

Más de 120,000 asesinatos fueron cometidos por los sublevados en las zonas ocupadas, con la formación o sin ella de causas pseudo procesales

Las estrategias del franquismo contra sus víctimas no fueron improvisadas, sino cuidadosamente programadas. La estrategia inicial y básica consistió en la aplicación del recurso del terror. Más de 120,000 asesinatos fueron cometidos por los sublevados en las zonas ocupadas, con la formación o sin ella de causas pseudo procesales, que colaboraron a extender el miedo, ya con carácter previo, ante el avance de las columnas franquistas. 

Impuesto el nuevo régimen, al terror sucedió el silencio, desde que la ocupación tuvo lugar hasta el final de la dictadura. “Qué mayor éxito para un criminal que lograr el silencio de las víctimas”, dijo Mirta Núñez. La profesora recordó expresiones cotidianas en la España de los cuarenta y cincuenta, tales como “las paredes oyen”, “moros en la costa” o “lo que se habla en casa se queda en casa”. El especial cuidado en las conversaciones cuando había niños se debía a la necesidad de tomar todas las precauciones de protección, pues podían ponerse en peligro ellos mismos y a las familias, subrayó Núñez.  

El régimen impuso la doctrina de que en España no existían presos políticos, sino exclusivamente delincuentes y criminales

Hubo también otra estrategia consistente en el propósito de “envilecimiento” de los derrotados. El régimen impuso la doctrina de que en España no existían presos políticos, sino exclusivamente delincuentes y criminales; a este respecto, exhibían largas filas de presos para escarmiento en la población y denigrar a la República. La estigmatización de las mujeres se realizaba definiéndolas como ”rojas” y “milicianas”, es decir, extrañas al papel de la “mujer decente” española, promoviendo su exclusión social.

Otra estrategia franquista fue el empobrecimiento progresivo de los vencidos, sobre los que se practicaron requisas e incautaciones económicas para apoderarse de bienes de todo tipo, desde fincas, hasta las máquinas de coser con las que muchas trabajadoras se ganaban la vida. Primero, las comisiones provinciales de incautación y luego la ley de responsabilidades políticas, fueron nuevos castigos para los vencidos, obligados a responder con sus bienes a la reconstrucción “espiritual y material de la patria”. Estas medidas dejaban sin recursos a muchas familias de obreros y de pobres labradores, que quedaban así reducidos a la miseria.

La profesora Núñez denominó como “estrategia de visibilización”, exhibir como “merecidas y fruto exclusivo de sus pésimas conductas”, las desdichas que estaban padeciendo los vencidos, convirtiendo estas prácticas en un escarmiento para todos los que tuvieran la tentación de oponerse al bloque tradicional del poder. El mensaje que pretendía transmitir esta estrategia fue que no someterse tenía gravísimas consecuencias personales y familiares. 

Los vencedores borraron la identidad de los vencidos, erigiéndose a sí mismos ellos en el monopolio de la ley y la verdad tanto legal, como moral, ciudadana y política. Los vencidos quedaban reducidos a sujetos insignificantes. La suma de todas estas estrategias dio como resultado la ausencia de referencias intelectuales y morales para generaciones de españoles, frente al monopolio mental impuestas por los vencedores. 

A las estrategias descritas, se sumó la criminalización de los vencidos, a quienes se negó toda legitimidad política; su represión se justificaba en base a pretendidos delitos comunes o criminales. También se añadió una estrategia de ocultación: lo ocurrido se vinculaba a desviaciones ideológicas y morales respecto a lo que siempre había sido la tradición que encarnaba la iglesia; el monopolio de la voluntad de Dios pertenecía al bloque vencedor, su único intérprete. A este propósito contribuyó decididamente la iglesia, que no ha pedido perdón por su complicidad.     

El papel de la mujer como víctima fue diseñado por el franquismo con caracteres específicos para sus propios propósitos. En muchas ocasiones, las mujeres jugaron el papel de víctimas de lo que Mirta Núñez denominó “delitos consortes”. En tiempos de hambre extrema, las mujeres, hermanas y madres de los presos cumplían funciones de urgentísima necesidad, como sostén alimentario introduciendo comida de supervivencia en los centros de internamiento. También funcionaron como sostén emocional y de gestión de avales e indultos o para la conmutación de penas capitales en evitación de los fusilamientos.

Voluntaria o involuntariamente, las mujeres formaron parte de la “telaraña de las emociones”, en palabras de Núñez, al ser las principales transmisoras hacia los presos de los valores que “convenían” a la familia, inculcar la necesidad de mostrar arrepentimiento, no reincidir y huir de cualquier tentación política. Estos nuevos valores coincidían con los del nuevo régimen. Pero también era la única posibilidad de supervivencia para los vencidos, una población derrotada, víctima del terror, empobrecida hasta el extremo del hambre, envilecida socialmente, condenada desde el punto de vista moral, silenciada y aislada socialmente. Sobre todo, una población culpabilizada por el nuevo poder salido de la guerra, de lo que había ocurrido en España. Este poder militar religioso y económico consiguió hacer olvidar su culpa, como autor del golpe militar de julio de 1936, que desencadenó la guerra para lograr el propósito de exterminar a la izquierda y apoderarse del país como botín.

El franquismo acabó coronando toda esta batería de estrategias con el sambenito del comunismo y en este propósito le acompañaron las naciones democráticas vencedoras de la segunda guerra mundial. El nudo de la propaganda del régimen franquista desde la segunda parte de los años cuarenta hasta el final de su existencia fue persuadir a occidente de que la dictadura de Franco había sido una lucha pionera, exclusivamente contra el comunismo. 

La historiadora Mirta Núñez Díaz-Balartes es una profesora y escritora nacida en Cuba, en el seno de una familia marcada por la historia: es hija del abogado anticastrista Emilio Núñez Blanco y de la primera esposa de Fidel Castro. También es prima de dos congresistas republicanos de los Estados Unidos.